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Nombre del Inmueble
San Felipe Neri
Clave del estudio monográfico
MX-SC-DGSMPC-EM-000322
Estado, Municipio, Localidad
Estudio Monográfico
Clave del estudio monográfico
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Contenidos
1.-ANTECEDENTES
La Institución de San Felipe Neri surgió en Oaxaca en 1661, como una rama de la primitiva Congregación del Oratorio. Esta primera comunidad de laicos, había nacido un siglo antes en Roma, en torno a Felipe Neri, quien se dedicó por completo a obras de caridad en hospitales y cárceles y a prestación de ayuda a extranjeros pobres, a peregrinos y a convalecientes, quienes no tuvieran dónde refugiarse.
Conocida la actividad de Felipe Neri, un grupo de presbíteros seculares se unió al religioso para diseminar sus ideas y su ejemplo, profesando la práctica de la oración, de los sacramentos y de la palabra de Dios, sin el vínculo de votos ni de regla. Alentado por esas primeras experiencias, Neri decidió fundar formalmente con sus seguidores la Congregación del Oratorio, caracterizada por los principios de la ortodoxia cristiana antirreformista, los que adquirieron fuerza en países tradicionalmente católicos como España, y pasarían posteriormente a América insertos en el movimiento general expansionista de las órdenes mendicantes.
Dicha tendencia apareció en Nueva España bajo los nombres de Concordia o Pía Unión, apoyada en la fuerza que la Iglesia tuvo durante el Virreinato, en las principales zonas de influencia religiosa. Desde mediados del siglo XVII hasta finales del siglo XVIII serían fundadas ocho casas del Oratorio. La primera de ellas se estableció en 1651 en la ciudad de Puebla de los Angeles, como Concordia de Caridad Eclesiástica. Le siguió la de la Ciudad de México, que fue fundada en 1659 y erigida como Oratorio en 1702 (1).
Entre 1660 y 1680 nacieron el Oratorio de Antequera en Oaxaca, el de Nueva Galicia en Guadalajara y el de Orizaba en Veracruz. El Oratorio de San Miguel el Grande, hoy Allende en Guanajuato, quedó instituido en 1712; el de Querétaro en 1760, y el de la ciudad de Santa Fe, de Guanajuato, a fines del año 1773. Cabe notar que todos estos casos fueron hechos aislados, sin ningún nexo entre sí, lo que marca un procedimiento diferente a la implantación de las órdenes religiosas en Nueva España.
Gracias al empuje del presbítero Juan de Aragón, se inició la comunidad en Oaxaca en 1661, contando posteriormente con la protección del vicario general del Obispado, presbítero y licenciado Juan Sáenz de Leyva (1728-1729), quien solicitaría del monarca español, Felipe V, el permiso de erección de iglesia y casa, y del Papa Clemente VII, las bulas correspondientes, por las cuales el Oratorio de Oaxaca gozase de los mismos privilegios que el de Roma. Completados estos requisitos, los filipenses obtuvieron el rango de congregación en 1750. Su primer propósito fue el Padre Guillermo Ignacio Myer, reelegido durante seis trienios sucesivos hasta su muerte, acaecida en 1769.
De esta manera, la Congregación del Oratorio de Oaxaca operó desde el principio como casa independiente, con sus propios principios organizativos y con elementos humanos procedentes del clero diocesano residente en la ciudad. La finalidad de su práctica religiosa cotidiana fue clara, pues para ésta se tomó a San Felipe Neri como modelo de vida sacerdotal, para desempeñar obras de caridad y recogimiento espiritual (dando prioridad a la atención de clérigos pobres para que no les faltasen ni auxilio médico ni espiritual, ni un entierro digno de su sacerdocio), pero sin grandes aspiraciones de evangelización.
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1. AVILA BLANCAS, p. 34.
2.-EMPLAZAMIENTO
El templo de San Felipe Neri se localiza en la esquina que forman las calles de Independencia y de Tinoco y Palacios. Antaño, el templo y sus anexos ocuparon toda la manzana, que también delimitan las calles de Morelos y Porfirio Díaz.
Se encuentra en una zona formada todavía hoy por casas de uno o dos niveles, la mayor parte con frescos patios interiores. Dos de las contraesquinas del templo son precisamente casas de este tipo. Sus característicos balcones de esquina en el segundo nivel hablan mucho del intercambio humano propiciado por la relación estrecha entre las viviendas y el ajetreo de la calle. La tercera contraesquina, por su parte, la ocupa el templo dedicado a los Santos Cosme y Damián. Sus proporciones, y su tratamiento arquitectónico de principios del siglo no lo hacen sobresalir del entorno doméstico; más bien parece que se hubiese querido asimiliar al mismo. Esto probablemente es reflejo de los tiempos de crisis entre la iglesia y el Estado, pues efectivamente se llegó a límites que aconsejaban aminorar la ostentación de los templos.
Todo ello parece armonizar con la predilección de los filipenses por las zonas urbanas y habitacionales, donde pudieran ejercer su ministerio y sus labores de asistencia. El templo de San Felipe, uno de los pocos que conservan sus torres originales en Oaxaca, no domina visualmente, ni se distingue mucho de su entorno. Más bien se descubre poco antes de llegar a su atrio, donde la fuente esquinera obsequía todavía su líquido al barrio y a los transeúntes, tal como lo ha hecho desde hace más de un siglo.
Quizá ésta sea la clave para entender mejor la estratégica ubicación de la Congregación del Oratorio, cerca de la Catedral y de La Compañía, pero también de La Soledad y San José. Eran numerosos los trayectos e interacciones dentro de su radio de influencia, incluso aquellos que bajaban de la parte elevada de la ciudad: El Carmen Alto y Santo Domingo; La Sangre de Cristo y El Carmen Bajo. De alguna manera, todo parecía guardar relación con su emplazamiento, valor que aún no ha cambiado.
3.-HISTORIA
La fábrica de la iglesia y de la casa anexa se comenzó en 1733 en terrenos donados por el obispo Angel de Maldonado entre 1702 y 1728, gracias a los fondos aportados por Sáenz de Leyva. La construcción continuó lentamente por espacio de setenta años y se supone que en ella trabajó el mismo arquitecto que edificó Santo Tomás en Ixtlán. La obra se concluyó el 17 de enero de 1773, fecha en la que el obispo Miguel Angel Anselmo Alvarez de Abreu consagró formalmente la iglesia bajo la advocación de la Virgen del Patrocinio y del fundador de la congregación, San Felipe Neri, según reza la inscripción en el sotocoro del templo.
En 1803 fueron bendecidas las torres construidas de piedra y diseñadas en el mismo estilo que el resto del conjunto. Las obras del edificio anexo, el que se utilizó como casa de ejercicios, fueron paralizadas durante diez años, pero terminaron en 1842, gracias al interés desarrollado por el chantre José María Irigoyen.
Por la expedición de la Ley de Nacionalización de Bienes de Manos Muertas, del 15 de junio de 1856, y su promulgación en Oaxaca un mes más tarde, se privó al clero de la administración de un gran número de propiedades. Las posesiones del Oratorio, que ocupaban toda la manzana, alcanzaban un valor de 70,283 pesos, según el avalúo de la jefatura de Hacienda. Al pasar a propiedad federal el inmueble, el templo se mantuvo abierto al público; la casa de ejercicios fue cedida a la Sociedad de San Vicente de Paul y la casa, asiento de la Congregación, fraccionada y vendida a particulares. En 1878 el Hospital de la Caridad ocupaba parte de la manzana.
En 1878 fue restablecida la Congregación del Oratorio. El culto se mantuvo en el templo, que se había caracterizado desde mediados de siglo por la celebración de ceremonias solemnes. Allí fue la boda de Benito Juárez con Margarita Maza, en 1843. Las contiendas civiles afectaron la fachada de manera notoria, destruyendo algunas de las esculturas que ocupaban los nichos; sin embargo, la iglesia se mantuvo a través de sucesivas restauraciones, gracias a los cuidados de los clérigos filipenses, que en mayor proporción eran hijos de familias notables del lugar, o dignatarios retirados; éstos dedicaron algunos fondos a la ornamentación del templo.
No obstante, la congregación se extinguió hacia finales de siglo, y la iglesia pasó a ser administrada por el clero secular. La antigua casa de ejercicios, anexa a la iglesia, está dedicada actualmente a actividades de la Acción Católica y el resto está ocupada por el Hospital Angel Vasconcelos, sitio en la esquina de Morelos con Tinoco y Palacios.
En 1915, bajo el control del gobierno federal, fueron colocados los enrejados del atrio y, posteriormente, hacia 1921, se continuaron realizando obras de restauración y pintura en las bóvedas. En 1923 la Dirección de Antropología, dependiente de la Secretaría de Agricultura y Fomento, solicitó la iglesia de San Felipe Neri para establecer el Museo de Antroplogía de Oaxaca. La petición se apoyaba en un sector de la opinión pública el cual consideraba excesivo el número de templos en la ciudad, y grande la carencia de otros servicios culturales. El 19 de abril de 1923 el presidente Alvaro Obregón firmó un decreto por el que se clausuró el templo filipense para dedicarlo a otros servicios públicos.
Tanto la ciudadanía como la Mitra se opusieron abiertamente a la decisión política. Se recabaron firmas para solicitar la reapertura del templo y la continuación del culto.
Ante la ma gnitud de la reacción ciudadana, la Dirección de Antropología rectificó en mayo de 1923 su solicitud del templo de San Felipe para el Museo Regional, y propuso la concesión del ex-convento de Santo Domingo, cuyo estilo colonial de espaciosas naves, amplio atrio y altos techos parecían favorecer más las instalaciones de la Exposición de Antropología. El decreto fue revocado inmediatamente.
En esa fecha el templo no acusaba grandes desperfectos, salvo los efectos del salitre y la humedad sobre bóvedas y decorado, provocados por el terreno bajo en que se ubica. Posteriormente ocurrieron algunos derrumbes por los temblores de los años 1928 y 1931, y se iniciaron varias obras de restauración. El 30 de noviembre de 1933 el templo fue declarado monumento histórico por el Instituto Nacional de Antropología e Historia. De tal declaración derivaron las limitaciones respecto a las construcciones anexas, así como las limitaciones que se refieren a la restauración y al destino del edificio. En 1949 se inició un proyecto de restauración global que contemplaba la desaparición de la capilla anexa de San José, construcción parásita levantada en el siglo XX. El objetivo de la obra era liberar una parte de la portada lateral, que todavía a la fecha está oculta.
4.-DESCRIPCION ARQUITECTONICA
Se suele confundir al barroco exuberante o churrigueresco mexicano -estilo que se concentra en sitios bien localizados, como las portadas o los retablos de los templos- con el barroquismo de la arquitectura en su conjunto. Y precisamente el templo de San Felipe Neri en Oaxaca sirve de ejemplo para distinguir cómo dentro de un mismo edificio, coexisten dos temperamentos: el austero, conservador y observante de cánones; y el desbordado e imaginativo, que no parece detenerse ante ninguna regla, ante ningún límite. Su coexistencia da la impresión de que el desarrollo de la cultura novohispana hubiese encontrado el pleno siglo XVIII una válvula de escape para expresar sus propios contenidos; pero no sin que, al mismo tiempo, los nuevos lenguajes temieran rebasar el marco ordenado y controlado del régimen colonial y de sus tradiciones.
En efecto, la disposición general y la estructura del templo filipense son la parte tradicional, austera, previsible de su arquitectura. El esquema en forma d cruz latina difícilmente puede considerarse un atrevimiento barroco. La estructura a base de bóvedas vaídas refleja el gran conocimiento que los alarifes oaxaqueños ya tenían del arte de construir naves esbeltas, en una región tan sujeta a temblores como la del Istmo. Las severas pilastras compuestas en su interior, y las rectas cornisas que las rematan; los airosos arcos formeros (o laterales) y arcos fajones (o transversales) de la nave; los cañones con lunetos, del sotocoro y de los brazos del crucero; el tambor del propio crucero, de planta octagonal donde cuatro de sus lados descansan directamente sobre otros tantos arcos torales, mientras los otro cuatro se apoyan en pechinas; y finalmente la cúpula hemisférica de perfil peraltado, todo parece referirse más ien a un modelo renacentista o neoclásico, sin ser un espacio propiamente barroco (de los que, por cierto, hubo pocos en Nueva España). Incluso algunas vistas exteriores del templo, si se exceptúa la de la portada, podrían caracterizarse mejor por la interesante progresión de lógica tectónica donde las masas y los volúmenes, los contrafuertes y arcos botareles culminan inevitablemente en la cúpula, o descienden ordenadamente desde su cúspide, según se mire.
La misma fachada frontal contiene, delimita y flanquea severamente, con sus dos torres, a la portada central, como sí debiese evitar que la vida y la vibración visual que ésta transmite, se desborden en todas direcciones.
Si se mira con atención, en la misma portada hay una gran dosis de orden y de correspondencia formal, como si la imaginación y la espontaneidad de sus decorados hubiesen estado sometidas al estricto control de una mentalidad intelectual: la del arquitecto, quien según Gonzalo Obregón, pudo haberse inspirado en las portadas de San Agustín y de la Catedral (2), lo cual es muy factible según se deduce de los elementos manieristas tardíos comunes a todas ellas.
La portada consta de tres cuerpos o niveles horizontales, tres calles o franjas verticales, y un remate. La calle central corresponde en el primer nivel al vano de medio punto sobre la puerta de ingreso con decoraciones vegetales en las enjutas; en el segundo, a un recuadro con esquinas escalonadas, de intrincada molduración labrada como filigrana,y en cuyo centro se eleva una excelente escultura de cantera más clara, que representa a San Felipe Neri.
En el tercer cuerpo, otro recuadro finamente labrado enmarca un óculo octagonal que da luz al área del coro. Las entre calles laterales son idénticas, y muestran en los tres cuerpos sendos pares de columnas corintias de caprichoso fuste abalustrado (diferente a cada nivel), que flanquean hornacinas con peanas sobre las que alguna vez se apoyaron figuras de santos, de las cuales se ignora dónde se encuentran en la actualidad. Hay cornisas y entablamentos que corren a todo lo largo por encima del primer y del tercer cuerpo, pero entre el segundo y el tercero éstas sólo existen en las calles laterales. El conjunto remata en un recuadro central en el que se apoyan dos volutas. Entre los relieves de motivos vegetales de esta parte de la portada se distinguen tres medallones con los monogramas de la Sagrada Familia.
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2. OBREGON, p. 9.
La portada lateral es de dos cuerpos y un remate. En el primer cuerpo enmarcan la puerta cuatro columnas jónicas. Sus fustes, decorados con flores sobre retícula, llegan hasta el primer tercio. El segundo cuerpo muestra un nicho flanqueado por columnas cuyo primer tercio comienza con una decoración zigzagueante, y el resto termina en perfil salomónico. En el remate, una hermosa cruz de piedra se destaca en la hornacina.
El atrio de la iglesia está algo elevado sobre el nivel de la calle, lo que compensa un poco el ascenso del terreno hacia la parte posterior. Además de la fuente pública en una de sus esquinas, cabe destacar la reja de fierro forjado que lo delimita. Las hojas de la reja en la entrada muestran un motivo de art nouveau, contemporáneo de la decoración pictórica sobre muros y bóvedas del interior, efectuada en 1920.
5.-OBRAS DE ARTE
Si en la portada del templo de San Felipe se concentra ese afán de lujo refinado que, según Toussaint (3), es indicio para identificar lo que él mismo llama barroco rico, en su interior aparece ya la siguiente etapa del barroco mexicano: la del barroco exuberante. Se trata en este caso del ornato aplicado en retablos y portadas a la austeridad espacial y estructural antes mencionada. En efecto, la riqueza y la vibración visual que produce la madera labrada y dorada atrapa toda la atención del visitante, y desborda el escueto marco arquitectónico, si bien hoy día la decoración sobre muros y bóvedas, pintada en 1920 a base de lazos y guirnaldas en estilo art nouveau, aminora un poco ese contraste.
El retablo principal es propiamente churrigueresco. Su intrincado diseño, difícil de apreciar a primera vista, asume una forma convexa, como si buscase subrayar el espacio absidal. Parte de una predela o banco de regular altura, consta de tres secciones horizontales o cuerpo y tres franjas verticales o calles, y lo remata una doble concha que parece acompañar a la curvatura de la bóveda.
En la franja central hay una sucesión de tres nichos que se levantan por encima del altar. El nicho inferior aloja al sagrario y el expositor en forma de baldaquino exento, estupendamente bien proporcionado; el central contiene la Virgen del Patrocinio; y en el más alto se ubica San Felipe Neri, patrono del templo. Un conjunto de pilastras estípites, ricamente ornamentadas con figuras de evangelistas, flanquean esta parte central y dan la tónica dominante del estilo churrigueresco. Las calles laterales forman una selva de elementos antropomorfos: más y más figuras de apóstoles y de arcángeles, en medallones o en hornacinas con peana y dosel, se alternan como si el ensamblador no hubiese querido dejar un solo intersticio libre de cuerpos y rostros.
Los demás retablos son igualmente imaginativos, y destacan por el equilibrio entre la riqueza del labrado y dorado de la madera y la calidad de la mayor parte de las pinturas que contienen. Entrando se encuentra, a mano derecha, el primer retablo, dedicado a La Sagrada Familia. Consta de dos cuerpos y un remate semicircular, y está dividido en tres entrecalles, eparadas por pilastras estípites. Las ocho pinturas que contiene datan de 1740, son de Agustín Santaella y tienen la particularidad de que el perímetro de cada una sigue formas caprichosas. Gonzalo Obregón, que ha estudiado este templo hasta sus últimos detalles, las ha identificado de la siguiente manera:
En la parte baja, 'El niño de San José' y el 'Nacimiento de Cristo'; al centro, 'La Presentación al templo', 'La Coronación de la Virgen' (pintura circular) y 'La Circuncisión'; en la parte superior, 'La Huída a Egipto', 'El encuentro del Niño Jesús en el Templo' y, finalmente, 'La Sagrada Familia (4).
Enfrente hay otro retablo, de factura similar, que antiguamente estuvo dedicado a la Purísima. Otras ocho pinturas lo engalanan con ese aire de inocencia y tranquilidad que Agustín Santaella imprimía a los rostros de sus figuras, aun en las escenas más dramáticas. Según Obregón se trata de las siguientes:
En la parte baja, 'El Nacimiento de la Virgen' y su 'Tránsito'; en la parte media, 'La institución del Rosario' con Santo Domingo de rodillas, 'La Santísima Trinidad' en actitud de coronar (indudablemente a la imagen de la escultura que ocupaba el nicho central bajo) y 'San Diego de Alcala. En la parte superior, Santa Gertrudis, los tres Arcángeles y San Nicolás Obispo (5).
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3. TOUSSAINT (1962), p. 105.
4. OBREGON, p. 17.
5. Ibidem.
Los retablos de los cruceros son algo posteriores. Su talla es más fina y las formas envolventes de las pinturas un poco menos caprichosas. Del lado derecho está el retablo de la Virgen del Pópolo, figura que se encuentra abajo y al centro de la composición. Parece que se trata de una copia, ordenada por San Francisco de Borja a fines del siglo XVI, de la venerada imagen de Santa María la Mayor en Roma. Encima de ella destaca la talla policromada de Santa Lucía y, alrededor, las de otras once figuras de santos atribuidas a José de Páez.
A este retablo le hace juego otro en el lado contrario del crucero. Es d diseño similar, sólo que aquí la imagen de la Guadalupana preside centralmente la composición en un nivel intermedio. En el inferior queda un nicho para la devoción del Santo Niño de Atocha. Otras once pinturas completan el retablo: las cuatro mayores representan las apariciones de la Virgen de Guadalupe a Juan Diego; una imagen central, en el remate, es de la Santísima Trinidad, y seis más, de santos y santas.
Además de los retablos, hay en los brazos del crucero cuatro grandes marcos-retablos donde parece estar presente la influencia rococo que ya se hacía sentir en la Nueva España a mediados del siglo XVIII. Se trata de pinturas de muy buena calidad, que representan a arcángeles. Substituyeron a otras pinturas más antiguas, las que posiblemente fueron trasladadas a la Catedral a fines del siglo pasado.
Detrás del retablo mayor existe un local que los filipenses acondicionaron como panteón, y a la vez, como capilla para misas de difuntos. Es interesante por la sencilla ornamentación a base de rombos y círculos de las lápidas en los nichos, y por las inscripciones que en ellas se conservan. Roleos o volutas y pequeños pináculos en las esquinas completan el ornamento de los sepulcros.
Por otra parte, cabe destacar en esta capilla la mesa de altar cubierta por una placa de tecali de singular espesor, dispuesta como prolongación del altar mayor.
Además en la sacristía existe un crucifijo en talla policromada, notable por la tensión que expresa la figura del cuerpo de Cristo, lo que acrecienta el dramatismo de la representación de su muerte.
Además de otras esculturas policromadas de menores dimensiones (entre las que Gonzalo Obregón ha identificado los originales de la Purísima y San José que ocuparon el lugar de honor en los retablos de la nave a los que ya se hizo referencia), hay en la sacristía dos cuadros donde algún pintor anónimo representó, a mediados del siglo XVII, con cierto hieratismo, al Papa Clemente XII aprobando la fundación del Oratorio en Antequera, y al obispo Bartolomé Benavides bendiciendo a dos doncellas.
El edificio estaba agrietado en diversos apoyos, en las bóvedas, en los campanarios, y en la misma portada, a la que faltaba el 80 por ciento de sus cornisas. Por otra parte, las penientes y protecciones pluviales dejaban mucho que desear. Hubo que consolidar algunas bóvedas y rehabilitar los enladrillados. Luego se apuntalaron los campanarios y se corrigió su desfasamiento con palancas y gatos hidráulicos, haciendo posible la consolidación de los pilares de las torres con la ayuda de tensores metálicos y grapas de concreto en las claves de los arcos. También se inyectó aditivo expansor a las grietas en los cupulines, para consolidar el azulejo. En la fachada se hizo un trabajo más minucioso, en parte reponiendo cornisas, asi como enladrillados y aplanados en zonas faltantes.
ELABORO: ARQ. ALBERTO GONZALEZ POZO
FECHA: 1986.
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