Nombre del Inmueble
San Francisco
Clave del estudio monográfico
MX-SC-DGSMPC-EM-000385
Estado, Municipio, Localidad
Estudio Monográfico
Clave del estudio monográfico
MX-SC-DGSMPC-EM-000385
Contenidos
1.-CONTEXTO URBANO
Durante la mayor parte de la evolución urbana de Puebla, el conjunto de San Francisco, situado hoy en la confluencia del Boulevard Héroes del 5 de Mayo y la avenida 14 Oriente, ocupó una posición periférica respecto al núcleo urbano principal, mientras que mantuvo estrecha relación con los barrios indígenas de la margen oriental del río San Francisco.
Las interacciones urbanas en Puebla hoy día son de naturaleza distinta. Ya no es el tránsito peatonal o el de bestias de carga el que anima, como en otras épocas, a los grandes espacios urbanos, sino los movimientos a gran distancia a bordo de vehículos automotores. La sociedad tampoco está conformada fundamentalmente por estamentos raciales o étnicos, sino por clases. La gente que aún habita la parte central de la Zona de Monumentos Históricos está habitado por estratos medios y populares, mientras que éste ultimo sector es el que predomina en el antiguo barrio de San Francisco del Alto de los Tlaxcaltecas, donde se levanta el conjunto de los Hermanos Menores. Algunos de sus habitantes son descendientes de las familias indígenas que se quedaron a poblar el barrio cuando los españoles, que habían establecido ahí la primera Puebla, hicieron la segunda fundación.
La esquina actual del conjunto es ahora uno de los nudos viales de mayor importancia en la Angelópolis, y en su atrio se congrega usualmente un buen número de personas. Algunos, porque el sitio es punto de transferencia de distintos medios de transporte colectivo que pasan por allí; otros, porque acuden al templo o a alguna de sus capillas, especialmente la del Beato Sebastían de Aparicio, que tiene muchos devotos; otros más, porque son alumnos o maestros de las instituciones educativas que hay en el antiguo convento; otros son turistas que admiran la portada del templo; algunos acuden a los juegos mecánicos que ocasionalmente se instalan ahí, o a los puestos semifijosque con frecuencia invaden este espacio; y muchos más, finalmente, se reúnen en este generoso espacio abierto simple y sencillamente porque es propicio para el encuentro, la convivencia o el descanso.
La tradición del atrio de San Francisco como sitio de interacciones es nuy antigua, pero se reforzó aún más desde fines delsiglo XVIII, cuando comenzó a surgir un sitio arbolado en la ribera oriente del río y al norte del convento, que pronto llevó el nombre de Paseo de San Francisco. Desde entonces y hasta la fecha se encuentra entre los sitios preferidospor la sociedad poblana y por los turistas para recrearse y, ahora también, para comer en las fondas de antojitos y comida típica que ahí proliferan. Hacia el oriente, en cambio, la vida del barrio del Alto sigue su curso normal, con las actividades comerciales concentradas en torno al mercado del mismo nombre, a escasos cien metros del vetusto templo franciscano.
2.-ANTECEDENTES E HISTORIA
Al despuntar el siglo XIII, el catolicismo pasaba por una de sus etapas críticas: el poder y los bienes materiales de la iglesia se habían desarrollado mucho, coincidiendo con el auge y la consolidación de la burguesía medieval. Contra esa situación surgieron en Europa diversos movimientos -algunos considerados heréticos- que planteaban la vuelta al evangelio primitivo y promovían la pobreza. La fundación de la orden franciscana de los Hermanos Menores en 1209 fue una respuesta ante el avance de estos movimientos heterodoxos. Francisco de Asís (1182-1226), hijo de un rico comerciante, organizó esa congregación con el fin de exaltar la pobreza y retomar la humildad evangélica. Él y sus seguidores aspiraban a vivir de la mendicidad, carentes de todo tipo de bienes materiales.
Luego de la muerte del santo en 1226 comenzaron a surgir divisiones en la orden, ya que algunos de sus miembros se negaban a seguir la estricta regla establecida por el fundador. La situación se recrudeció a fines del siglo XV e inicios del XVI por la creciente pugna entre quienes preferían recluírse gozando de ciertas comodidades (los conventuales) y aquellos que trataban de revivir los ideales de pobreza y servicio del santo de Asís (los observantes). En España, los observantes se congregaron en la custodia del Santo Evangelio de Extremadura, que luego se transformó en la provincia de San Gabriel. Los frailes Juan de la Puebla, Juan de Guadalupe y Martín de Valencia se cuentan entre quienes siguieron ese movimiento, que más tarde fué protegido por el cardenal Cisneros.1
Fué esa rama reformada de franciscanos observantes, que había retomado sus ideales de humildad y pobreza, la elegida para iniciar la evangelización de la Nueva España. En 1523 llegaron a México los frailes Juan de Aora, Juan de Tecto y Pedro de Gante, religiosos franciscanos a quienes se considera los fundadores de la orden de los Hermanos Menores en Nueva España. Un año después llegó a México la expedición llamada de los doce, grupo de franciscanos encabezados por fray Martín de Valencia, que comenzó la labor evangelizadora en forma sistemática, fundando desde luego la custodia franciscana del Santo Evangelio, que más tarde se transformó en provincia del mismo nombre. Las primeras poblaciones en que se establecieron los Hermanos Menores fueron Texcoco, Huejotzingo, Tlaxcala y México.
Los religiosos que trabajaban en las regiones de Huejotzingo y Tlaxcala, entre ellos fray Toribio de Benavente -más conocido como Motolinía- y fray García de Cisneros, estuvieron entre los fundadores de la ciudad de Puebla, fueron los que oficiaron la primera misa y a quienes se encomendó el reparto de solares en el nuevo asentamiento. Por lo mismo, el convento de San Francisco fue el primero en la Puebla de los Angeles.
Inicialmente levantaron un templo y unas habitaciones provisionales, techadas con paja. Según Margarita del Sobral, la humildad de este primer establecimiento no es muy distinta de la que se acostumbraba en la provincia de San Gabriel en España, donde aún pueden visitarse ejemplos análogos.2 Se desconoce cuando se levantó y cuanto tiempo vivieron los religiosos en esta primera fundación poblana; sólo se sabe que era un sitio distinto del que ocupa en la actualidad.
Hacia 1535 se inició la edificación del segundo convento, al que se trasladaron los frailes en 1550, cuando la construcción aún no se concluía. Ya contaban con una huerta cercada, aunque el patio del convento estaba aún sin cercar. En 1551, la Real Caja donó a la orden 1000 pesos para que terminaran la obra.3 Pero la edificación progresó lentamente. El templo quedó acabado en su mayor parte entre 1567 y 1570 por el empeño de fray Miguel Navarro, quien también mandó hacer una custodia, un órgano y una pila bautismal.4
Aunque la nave pudo usarse desde 1570, la actividad constructiva o reconstructiva prosiguió en varios puntos del edificio. El arquitecto Francisco Becerra hizo el coro en 1575, yse atribuye a fray Antonio de Tarancón la construcción del convento que, para 1585, ya constaba de dos claustros de dos pisos cada uno.5
A lo largo del siglo XVI el conjunto fué conocido simplemente con el nombre de San Francisco. Sin embargo, a partir del XVII se le llamó, muy barrocamente, iglesia y convento de las Llagas de Nuestro Seráfico Padre San Francisco.6
La torre que se encontraba en el lado sur se terminó entre 1672 y 1673. Pero no era lo suficientemente fuerte como para resistir el peso de campanas. Además, resultó muy maltratada en el temblor que azotó a la ciudad de Puebla en 1711. Entonces se planeó hacer una nueva torre, al norte, con sus propios cimientos. Fray Diego de Tapia se encargó de conseguir los recursos y se inició la edificación de la nueva torre en 1730 con la ayuda de don Andrés de Tapia, padre del religioso. A fray José Buitrago le correspondió vigilar que se concluyera, y así sucedió el año de 1767. La torre antigua, que se encontraba al lado sur, se terminó de destruir durante los sitios sufridos por la ciudad en el siglo XIX. Sólo queda un pequeño fragmento de ella.
Al mismo tiempo que se trabajaba en la torre, el padre Buitrago decidió hacer una nueva portada principal, que es la que se conserva en nuestros días. Este ejemplo de barroco churrigueresco contrasta con la portada lateral del mismo templo, quizá la más antigua de Puebla.7
En cuanto al interior, la iglesia estuvo adornada con retabloshechos en diferentes épocas. Juan de Arrué hizo un retablo para el altar mayor que fue sustituido por otro realizado en 1659 por el dorador Antonio Pérez y el ensamblador Esteban Gutiérrez. A los lados del altar mayor había otros dos retablosdedicados a San Antonio de Padua y San Diego. El primero fue ejecutado en 1659, conjuntamente por el ensamblador Cristóbal de Melgarejo y el dorador Antonio de Luque. Tenía nueve pinturas de los milagros de San Antonio, obra de Gaspar de Conrado.
El resto de la iglesia contaba con retablos elaborados apartir de los finales del siglo XVI. Fray José de Buitrago los cambió por otros del gusto dieciochesco salvo dos, que se encontraban debajo del coro y se hicieron con los fragmentos de los retablos anteriores. Uno de ellos fue el tallado por el escultorAdrián Suter en unión de Andrés Pablo en 1599.
A partir de 1835, los retablos barrocos fueron sustituidos por altares neoclásicos, correspondiéndole a José Manzo el diseño del altar mayor. Por iniciativa de fray Antonio Pérez se construyeron dos filas de columnas a los costados de la nave principal para sostener un pasillo con balaustradas y situar, entre ellas, altares neoclásicos y pinturas de Juan Ordóñez. Las bóvedas fueron cubiertas hacia 1895 con pinturas de Santiago Villanueva. Lo único que se salvó fue la sillería del coro.8
El templo de San Francisco contó con varias capillas. Una de ellas es la conocida como de la Conquistadora. En ese sitio se venera una Virgen que se dice fue traída de España por Cortés, motivo al que debe su curioso nombre. Cuenta l a tradición que Cortés entregó la imagen a don Gonzalo Axotécatl Cocomitzin después del triunfo hispano-talxcalteca sobre la ciudad de México durante la conquista. Cuando don Gonzalo llevó esta escultura de la Virgen a Tlaxcala. el padre Juan de Rivas logró adquirirla.9 Hacia 1595 la Virgen de la Conquistadora tenía una cofradía para fomentar su culto y estaba colocada en su altar propio. Se desconoce cuando se inició la construcción de la capilla, pero se sabe que se concluyó el 6 de noviembre de 1667, dedicándose el día 16 del mes siguiente.
Ya en 1888, el guardián fray Gabriel Daza mandó ampliar la capilla de la Conquistadora para dedicarla al beato Sebastián de Aparicio (1502-1600), singular personaje originario de Galicia, España, que tomó los hábitos a la avanzada edad de 70 años, cuando ya había desempeñado con éxito muchas otras actividades en el comercio, la agricultura y la transportación de mercancías. Terminó sus días en el convento franciscano de Puebla y se dice que obró milagros antes y después de muerto, por lo que Pio VI ordenó su beatificación a fines del siglo XVIII. Su devoción habia seguido creciendo, por lo que el padre Daza le agregó a la capilla una segunda cúpula y se modificó la ornamentación. Sólo se conservaron dos retablos churriguerescos y unos lienzos con la vida del beato firmados por Miguel Jerónimo Zendejas. La capilla pequeña que hasta entonces había estado dedicada al beato quedó aislada; en ella se conservó una interesante decoración pictórica.10
El templo estuvo rodeado por un gran atrio cercado, con sus portadas atriales y puertas de madera. Estas últimas fueron substituídas en 1766 por otras de hierro de las que tampoco ha quedado rastro hoy día.
Desde el atrio se accedía a diversas capillas, entre las cuales descuella la erigida por la Tercera Orden de San Francisco. Las ordenes terceras estaban formadas por personas que querían pertenecer a la congregación sin abandonar el mundo seglar o siglo. La Tercera Orden de Puebla se fundó con licencia de fray Juan de Torquemada en 1614, y quedó a cargo de su funcionamiento su primer hermano mayor, Francisco Mejía.11 La construcción de la capilla se inició en 1657, cuando fray Juan de la Torre confirmó la donación del terreno necesario. Gracias a las limosnas que se reunieron por la solicitud de Antonio García Fragoso, hermano mayor en ese momento, el templo se estrenó en 1660. Contaba con sacristía y antesacristía, y su retablo principal se encontraba bajo la advocación de la Purísima Concepción. Tenía otros retablos barrocos dedicados a San Luis, rey de Francia, Nuestra Señora de la Salud y Jesús Nazareno. El culto de la capilla de la Tercera Orden fue suspendido en 1863. Hacia 1896, fue utilizado como caballeriza y el interior perdió su ornamentación. Actualmente aloja a una tienda de artesanías.
Entre la capilla de la Tercera Orden y la portería del convento se encontraba la Santa Escuela de Cristo, una institución educativa común a varios conventos franciscanos. Se desconoce la fecha en que se edificó, pero ya se le cita en 1714. Hacia 1871 el coronel Manuel Santibánez compró parte de las edificaciones que estaban en el atrio de San Francisco, entre las que se encontraba la capilla de la Santa Escuela. Esta parte del conjunto conventual ya no existe.
El templo de San Francisco contaba, además, con dos capillas dedicadas a distintas etnias: la de San Juan Bautista, destinadaa los indios, y la de San Benito de Palermo, perteneciente a los negros. El funcionamiento de la primera, situada a un lado de la puerta de la porciúncula, se relacionaba con la labor evangelizadora de los religosos entre los indios avecindados en las afueras de la ciudad, especialmente durante el siglo XVI. Se desconoce cuando se erigió, pero ya se le menciona en 1585, por lo que es probable que formara parte del primer conjunto terminado en 1570. Es muy posible que haya sido capilla abierta, pero se desconoce su disposición original. Se sabe, en cambio, que a partir de 1640, con motivo de la secularización ordenada por el visitador -y después obispo de Mendoza- Juan de Palafox y Mendoza, dejó de administrar los sacramentos a sus fieles. Luego, en 1780 se amplió a dos tramos de tres naves cada uno. A lo largo del siglo XIX conservó un capellán, salvo un breve lapso hacia 1861, en que el culto se suspendió por las Leyes de Reforma. En 1887 era utilizada por la Tercera Orden, pero quedó sin actividad religiosa desde 1897.12
Por su parte, la capilla de los negros se encontraba bajo el título de San Benito de Palermo, fraile franciscano descendiente de esclavos negros, por lo que su culto fue constante entre los miembros de este sector social.
El convento franciscano cesó sus actividades en en 1861 por la aplicación de las Leyes de Reforma. Después de 1867, se instaló ahí el Hospital Militar. Luego, en las primeras décadas del siglo XX, en lo que fuera la huerta se establecieron fábricas de hilados y de aguas gaseosas, además de algunas curtidurías. Las obras viales y las plazas construídas en lo que va del siglo han alterado todavía más lo que fuera el atrio.
Por su parte, el templo permaneció en manos de los franciscanos, quienes lo siguen utilizando para el culto religioso.
En ella se encuentra una gran cuadro que representa la genealogía franciscana firmado por Cristóbal de Talabera en 1731, y dos cuadros de mártires, obras de Berrueco, que datan de 1771.
1 M. Sobral y Campa, Los conventos franciscanos poblanos...., pp. 47-48.
2 M. del Sobral, op. cit. p. 49.
3 Diego Angulo, Historia del arte..., t. I, p. 199.
4 F. J. de Torquemada, Monarquía indiana, v. 6, p. 105.
5 G. Kubler, Arquitectura Mexicana del Siglo XVI, p. 576.
6 Leicht, Las calles de Puebla, p. 360.
7 M. Toussaint, La catedral y las iglesias..., p. 108
8 F. de E. y Veytia, Historia de la fundación..., t. II, p. 289-292.
9 Antonio Carrión, Historia de la ciudad..., p. 103-104.
10 Castro Morales, n. 235 en F. de E. y Veytia, op. cit., t. II, p. 297.
11 A. de Vetancurt, Teatro mexicano, t. II, p. 132.
12 H. Leicht, op. cit., p. 363.
3.-DESCRIPCION ARQUITECTONICA
El antiguo conjunto franciscano forma una rinconada por los lados oriente y norte del espacio atrial, que ha perdido la barda y las portadas que tuvo alguna vez. Ahora es sólo una plataforma escalonada, abierta, de forma triangular, con el vértice en el extremo poniente, donde se forma un estacionamiento que ya está sobre la angosta calle 10 Norte.
Los volumenes del templo y sus capillas quedan del lado oriente del atrio, mientras que al sur están la antigua portería del convento y la capilla de la Tercera Orden.
El templo de las Llagas de Nuestro Señor San Francisco es de una sola nave absidada de 60 metros de longitud, a la usanza de las construccines religiosas del siglo XVI. Se trata de uno de los edificios más antiguos de toda la ciudad, con bóvedas de crucería. Consta de cuatro tramos y abside, con una entrada sobre el eje principal y otra, del lado norte o porciúncula, a la altura del segundo tramo.
Las bóvedas del coro y el sotocoro en el primer tramo forman un hermoso conjunto de nervaduras de disposición estrellada, en el que sólo los arcos diagonales o cruceros y las ligaduras paralelas a los lados de la bóveda llegan a la clave principal en la cúspide. Las demás nervaduras o terceletes siguen otros trayectos diagonales hacia las esquinas, o bien forman un anillo octogonal en torno a la cúspide. Cada una de estas dos bóvedas en el primer tramo muestran un total de nueve nudos de compresión o claves . Por cierto, la del coro tiene mucho mérito -debido a la considerable superficie que cubre, de casi doscientos metros cuadrados- y a su elegante perfil escarzano que salva el claro de trece metros de la nave.
En cambio, las bóvedas del segundo y tercer tramo en lo alto de la nave son más sencillas, ya que la estrella de cuatro puntas que configura la crucería en cada una es de menor número de terceletes y sólo cinco claves. La del cuarto tramo, en el umbral del presbiterio, es la más compleja: forma una estrella de ocho puntas y tiene diecisiete claves. Finalmente, la bóveda aconchada del ábside ya no muestra sus nervios, debido a que la decoración decimonónica del testero sube hasta ese elemento y lo recubre totalmente.
Se ha vuelto un lugar común afirmar que las bóvedas de crucería de templos como éste, construídos a mediados del siglo XVI, representan una especie de trasplante de técnicas medievales de construcción a tierras americanas. Esto es cierto por lo que se refiere a las nervaduras mismas, pero hay una diferencia importante: los arcos fajones, formeros y cruceros que definen los bordes y las diagonales de la bóveda no son ojivales sino de medio punto. Martínez del Sobral afirma, con razón, que : En España, en las plantas cuadradas (en un entreje), las nervaduras que nacen de bulbos se confinan a finales del siglo XV y el XVI. Se les puede llamar la versión renacentista de la bóveda de nervaduras.13 En otras palabras, la arquitectura española ya había transformado las bóvedas ojivales en estas otras, de medio punto. Así llegaron a la Nueva España, donde tuvieron amplia difusión.
En todo este sistema estructural, los arcos fajones son los que transmiten los empujes más importantes, por lo que su seccion es mayor. Además, en el templo que se comenta, descargan su peso sobre las esbeltas pilastras semicilíndricas con capiteles jónicos y resaltos de la misma altura del entablamento que recorre los muros de la nave. Lo interesante es observar cómo los haces de tres nervaduras diagonales y un arco formero confluy en sobre impostas adosadas a las pilastras. Los tímpanos laterales son de medio punto, perforados por vanos angostos y alargados, también de medio punto.
Existen otras tres capillas importantes del lado del Evangelio. La primera, entrando por el sotocoro, es la de San Benito de Palermo, una sencilla nave de tres tramos, en la que el primero y tercero están cubiertos por bóvedas de cañón con lunetos, mientras que en el intermedio se forma un seudocrucero con cuatro pechinas y cúpula hemisférica.
La segunda capilla, de San Juan Evangelista, es casi tan antigua como la nave principal de San Francisco. Ahora se entra a ella desde el interior del templo, inmediatamente despúes de la entrada lateral, pero casi podría asegurarse que fué abierta hacia el atrio, ya que era la capilla desde donde comenzó a darse servicio a los indígenas asentados en torno a Puebla en el siglo XVI. Es un curioso espacio de tres naves y solo dos tramos, más ancho que largo. Esa anomalía sólo se explica por su similitud con otras capillas abiertas de la misma tipología, como la Capilla Real de Cholula o la de San José de los Naturales en México.
Este tipo de disposiciones se relaciona, a su vez, con las plantas de las mezquitas de Al Andalus,14 de varias naves y con frecuencia más anchas que largas. En este caso, la capilla de San Juan Evangelista tiene una sola puerta central hacia el atrio, pero por el interior se aprecia la arquería que seguramente se abría a éste último. Consta de seis bóvedas de arista, y las diferencias entre algunos de sus apoyos y las secciones de los arcos sugieren al menos una etapa de ampliación hacia el segundo tramo. No tendría nada de extraño, pues la propia capilla de San José de los Naturales en México tuvo no una sino varias ampliaciones sucesivas.
La capilla más cercana al presbiterio es la de Nuestra Señora de la Conquista, muy visitada por los restos del Beato Sebastián de Aparicio que ahí reposan. Su planimetría sigue la forma de cruz latina, con la nave principal de ocho tramos y un camarín en el ábside poligonal. En el primer tramo están el coro y el sotocoro, ambos cubiertos por cortos tramos de cañón corrido, si bien el coro se prolonga hacia el siguiente tramo por medio de sendos balcones laterales de madera. Luego, en el segundo tramo hay un primer seudocrucero cuyos cortísimos brazos apenas permiten liberar los cuatro arcos torales, las pechinas entre ellos y la cúpula octogonal gallonada, provista de ocho lucarnas, una en cada gallón. El tercer, cuarto y quinto tramos de la nave están cubiertos por tramos de cañón con lunetos, mientras que en el sexto se forma un segundo crucero donde los brazos del transepto están mejor proporcionados. En este caso, los arcos torales descansan en cuatro pares de columnas exentas sobre plintos, situadas frente a las pilastras esquineras, que aquí asoman como traspilastras. Es una solución poco frecuente y muy atractiva por su plasticidad. Los fustes de las columnas son tritóstilos, dorados, con el tercio inferior dividido en franjas decoradas con motivos vegetales (misma decoración que muestran los fustes de las traspilastras en toda su extensión); el segundo tercio lleva estrías y contraestrías; y finalmente el tercero sólo estrías. Los capiteles de columnas y pilastras son corintios y casi se funden en un solo elemento.
Tanto el presbiterio como los brazos del transepto de la capilla de Nuestra Señora de la Conquista están cubiertos por cañones con lunetos. El primero es, en este caso, mucho más corto que los segundos.
Además de estos locales de culto,subsistenla antesacristía y la sacristía del lado de la Epístola. Son espacios nobles, bien abovedados, aunque fuera del acceso normal de la feligresía.
Aparte del templo principal, el conjunto franciscano contaba con otra capilla externa, la correspondiente a la Tercera Orden. Hoy subsiste, pero adaptada a su nueva función de Museo de Artesanías. Muestra la disposición característica en las capillas de este tipo, con dos accesos y dos portadas laterales en los dos primeros tramos de una nave de seis, dispuesta en cruz latina. Todos los tramos, con la excepción del quinto, donde está el crucero, están cubiertos por bóvedas de cañón con lunetos, lo mismo que los brazos del transepto. En el crucero se levanta cúpula hemisférica sin tambor, sólo con cuatro lucarnas y linternilla.
El resto de los locales de este conjunto está formado por laportería y algunos restos del edificio conventual, desaparecido ya en su mayor parte.
El aspecto exterior de todos los espacios internos antes descritos es relativamente articulado y lógico, a pesar de la disparidad de elementos y épocas. La fachada principal del templo concentra todos los aspectos expresivos externos, pero sin denotar ni la forma interior ni la antigüedad de la nave. Por otra parte, el volumen de la capilla de San Benito de Palermo oculta la vista desde el atrio hacia la capilla de San Juan Bautista, que no solo fué abierta, sino que seguramente dominaba visualmente ese gran espacio.
Sólo la portada de la porciúncula, plateresca, permite identificar la época en que fué construído el templo. Se trata de un hermoso ejemplo de tres cuerpos: el primero con el vano, flanqueado por jambas con cuadros en relieve de los símbolos franciscanos, capiteles toscanos y un arco mixtilíneo, adintelado, cuya cara muestra un rústico relieve de ramas entrelazadas, escudos y nomogramas, con una inscripción en la parte superior; rodean el perímetro de este primer cuerpo sendas pilastras con fustes cajeados, que rematan en la cornisa; un marco similar se sepite en el segundo cuerpo, con pilastras de fustes decorados con entrelazos, motivo que se repite bajo la cornisa; al centro del segundo cuerpo hay un nicho con peana y cruz florida en su interior, delimitado por jambas, capiteles y arco de medio punto, también decorados con motivos vegetales, aexcepción de los capiteles que llevan caras de ángeles; finalmente, el tercer cuerpo muestra otro marco de medias muestras de fuste acordonado (más que salomónico) y cornisa, con un frontón aperaltado y escudo al centro.
La brevedad y relativo primitivismo de la portada norte tiene su contraparte en la magnificencia del imafronte que ve hacia el poniente. Tiene un zócalo de cantera labrada de casi dos metros de altura, a partir del cual arranca el paramento trabajado como biombo, ya que aprovecha sendos contrafuertes diagonales en las esquinas de la caja de la nave, que ayudan a tomar las descargas que provienen de los arcos cruceros de las bóvedas del coro y el sotocoro.15
Al centro está la portada de cantera labrada del siglo XVIII, de tres cuerpos y un remate. En el primer cuerpo, el vano de ingreso está delimitado por jambas almohaidlladas y arco de medio punto con dovelas adornadas y clave con el emblema franciscano. Por cierto, el portón de madera muestra un entablerado barroco con las efigies labradas de Santo Domingo y San Francisco, con sus respectivos emblemas en la pa rte superior. El jambaje y el arco están flanqueados por pilastras-estípite, muy decoradas, que descansan sobre plintos igualmente labrados y, a su vez, apoyan una cornisa. El espacio entre ésta y el arco forma un alfiz con un nicho al centro, con la figura de bulto de San Antonio de Padua. El nicho está flanqueado por jambas muy barrocas que parecen suspenderlo de la cornisa como guardamalleta, mientras que la moldura escalonada y mixtilínea que proviene del entablamento y lo rodea acentúa esa impresión. De los riñones del arco surgen ramos floridos que se transforman en bustos de monjes mendicantes, cada uno situado bajo un dibujo geométrico de tableros con diagonales.
En el banco que da inicio al segundo cuerpose alzan cuatro plintos lisos. Entre los dos centrales destaca la figura de lo que parece ser la Virgen del Rosario, mientras que a los lados hay cuatro pináculos abalaustrados de loza poblana de vivos colores. Luego, sobre los plintos se apoyan cuatro pilastras estípite que definen tres entrecalles: en la central está el relieve sobre peana que alude al éxtasis del Santo de Asis, en el que éste, con los ojos cerrados, ve a un serafín crucificado,16 suspendido en el aire, en el momento en que le imprime a su propio cuerpo las llagas de la crucifixión. Otro hermano menor oabserva la escena, en la que también figuran plantas, árboles, aves, nubes, querubines y la paloma del Espíritu Santo bajo la moldura de medio punto que remata a éste tablero. A los lados, también sobre peanas y enmarcados por jambas almohadilladas y conchas de medio punto, están las efigies de San Juan Bautista y San Cristóbal, éste con su pértiga y con el Niño a cuestas.
Los estípites de este segundo cuerpo muestran un diseño muy original, en el que el espíritu barroco va mostrándose a lo largo de su ascenso. Comienzan, como ya se dijo, a partir de plintos planos, provistos de un delicado remate curvo que acentúa la sensación de compresión a que los someten -sólo visualmente, desde luego- las basas. Encima de éstas surgen los fustes piramidales invertidos, característicos delestípite, sólo que aquí aún conservan algo de manierismo, pues están estriados. Luego vienen los cubos, en los que se labraron relieves de dos padres de la Iglesia y dos ángeles que sostienen atributos diversos. El par de estípitescentrales interrumpe su trayecto casi encima del cubo, concapiteles asimétricos que se adaptan al vigoroso marco del óculo del coro, que en realidad es parte del entablamento en el que culminan los estipites laterales.
En el tercer cuerpo se repite esa disposición, pero a la inversa: el marco superior del óculo, de elegante perfil orlado, mixtilíneo, obligó a José Buitrago, el talentoso autor de esta portada, a dividir este cuerpo en dos partes por medio de una cornizuela. De este modo, pudo suprimir la parte inferior de los estípites centrales, haciendo descansar lo restante en impostas. Además, en lugar de cubos repitió el fuste piramidal invertido de los estipites laterales, dejando sin embargo medallones lobulados en los que asoman rostros alados de querubines. Las entrecalles de este tercer cuerpo las ocupanmagníficas esculturas en posiciones ligeramente flexionadas, de modo que imprimen gran dinamismo a los pliegues de los ropajes. Se trata de San José, en la calle central, y de San Joaquín y Santa Ana en las laterales.
Sobre la cornisa del tercer cuerpo surge el banco del remate, con menor relieve, si bien continúa el ritmo de las pila stras y los tableros del cuerpo inferior, aquí en forma de franjas decoradas con motivos vegetales. La cornisa del banco coincide con la que delimita al resto del imafronte, donde se aprecian catorce tableros de azulejo, todos con el mismo diseño manierista de jarrón florido. A partir de ahí se remata la portada con otros tres estípites, dos cortísimos en los extremos y otro par al centro. Entre todos definen tres calles, pero sólo la central muestra una peana sobre la que reposa una figura excelente de la Inmaculada Concepción. Encima de ella pasa la moldura mixtilínea que remata caprichosamente el imafronte. Más arriba sólo se proyectan los perfiles de pináculos abalaustrados, escudos franciscanos, curiosos leones con cartelas y al centro, apoyándose en un trío de cabezas, la figura beligerante de San Miguel Arcángel. Es una verdadera niké, una victoria alada la que anuncia no sólo el triunfo de la iglesia sobre el demonio y del bien sobre el mal, sino la feliz conclusión de esta hazaña plástica del barroco mexicano.
Si el interior de la nave y la portada de la porciúncula representan a la sobria arquitectura del siglo XVI, y la portada principal ejemplifica la inventiva y la libertad a que se llegó en el siglo XVIII, la torre de San Francisco vendría a ser el elemento más visible del siglo XVII que enlaza esas dos concepciones, tan opuestas estilísticamente entre sí. El cubo es muy sencillo, de la misma altura que el imafronte, con los sillares esquinaros bien marcados y algunas troneras con marcos de argamasa. Tiene una portadita de ingreso en el atrio, con un primer cuerpo muy clásico, de cantera labrada, mientras que el segundo es más angosto y de argamasa. El campanario, por su parte, muestra influencia evidente del manierismo de la catedral poblana. Es de tres cuerpos, pero el primero es casi una réplica de su homólogo catedralicio, con su banco decorado con cuadros, sus tres pilastras tritóstilas por cara, que definen dos entrecalles donde se abren los vanos de medio punto con sus balaustres. Incluso el tramo entre los arcos y el entablamento muestra el mismo tratamiento almohadillado.
A partir del segundo cuerpo, el diseño se aparta del modelo mencionado. El segundo cuerpo es cuadrado, de dos vanos por lado como el primero, pero mucho más corto y las pilastras muestran voluminosos capiteles jónicos. Finalmente, el tercer cuerpo es de planta octogonal, con angostos vanos en cada cara, pilastras con fustes que acusan los vértices correspondientes y un entablamento con inscripción en clásicos caracteres latinos, sobre cuya cornisa surge un cupulín octogonal, rematado por un esbelto plinto cilíndrico sobre el que se alzan un orbe calado, una veleta y una cruz fabricados en fierro forjado.
El templo cuenta con otro campanario inconcluso, de un solo cuerpo, sobre la esquina surponiente. Es muy simple; sin embargo, en el banco se aprecian decorados de argamasa con los que tal vez se pensaba proseguirlo.
Entre la portería y la capilla de la Tercera Orden forman un largo paramento, interrumpido tan solo por uno de los brazos del transepto de ésta última. Las siete arcadas de la portería son de medio punto, y su interés radica en la forma ligeramente piramidal que tienen los fustes de los pilares en que se apoyan. Es un rasgo con el que se trata, aparentemente, de soportar mejor los empujes laterales extraordinarios que los movimientos telúricos eran capaces de inducir en estos edificios, reforzando precisamente la sección de arra nque del apoyo. Lo que faltaría saber es si se aplicó primero aqui o en Oaxaca, donde aparece con el mismo sentido, por ejemplo, en el claustro del convento de Ntra. Sra de Belen, o en el de la Soledad. Aparentemente, esta portería de San Francisco es más antigua.
Poco es lo que hay que agregar sobre esta fachada hacia el norte, excepto una mención a la capilla de la Tercera Orden, que muestra un volumen muy sencillo, sin mayores pretensiones, marcado por el ritmo de los contrafuertes y los vanos de las ventanas. Sobre el crucero se alza el hemisferio forrado de ladrillo de la cúpula, intersectado tan solo por cuatro lucarnas hacia los puntos cardinales. Cada lucarna tiene un vano de medio punto enmarcado por pilastras, entablamento y frontoncito. La linternilla es de planta cuadrada, apoyada en cuatro pilastras.
Abajo, en los primeros dos tramos, se encuentran las portadas casi iguales de esta capilla, convertida ahora en Museo. La más importante muestra las jambas y el arco del vano de ingreso, flanqueados por un par de pilastras. Sobre ellas se apoya un entablamento bien proporcionado, pero sin adornos, y luego un frontón roto del que emerge un nicho de medio punto, debidamente enmarcado. A los lados surgen remates con medallas y perillones labrados.
13 M. Martínez delSobral, Losconventos franciscanos poblanos..., p.79
14 Al Andalus es el nombre que sus habitantes daban a la parte de la península ibérica dominada por el Islam.
15 Este rasgo, y otros, como el óculo, deben haber emparentado a la fachada original del siglo XVI con otras como la del templo franciscano de San Martín en Huaquechula, por ejemplo.
16 Los serafines, una de las jerarquíasangélicas, se representan provistos de varios pares de alas.
4.-OBRAS DE ARTE
El conjunto ha sufrido muchos despojos y alteraciones. Aún así, cuenta con algunas obras artísticas importantes.
El retablo mayor, neoclásico, aprovecha la concavidad del ábside para organizar la decoración a base de dos pares de columnas exentas, de fustes estriados y capiteles corintios, que soportan un entablamento. El espacio central, enmarcado por una banda que forma arco de medio punto, lo ocupa un Crucifijo flanqueado por dos figuras de bulto. En la parte superior, enmedio de medallones y otros motivos decorativos, está un óvalo pintado, tenebrista, en el que se representa la escena en la que el Santo titular adquiere sus estigmas.
Otras pinturas importantes se encuentran en el coro alto, particularmente el tímpano sobre el muro interior del imafronte, y los segmentos que se conservan en los tímpanos laterales. Ahí mismo subsiste la sillería labrada en madera, así como un órgano de tubos del siglo pasado.
En el tercer tramo de la nave, del lado de la Epístola, hay un púlpito octagonal de ónix, muy antiguo y bien labrado. Además,en la antesacristía y la sacristía hay más pinturas importantes. Toussaint identifica a Cristóbal de Talavera como autor del óleo que representa el Linaje de San Francisco, ubicado en la primera. En cambio, los retratos de algunos obispos en la sacristía son atribuíbles a Juan de Villalobos.
Ambos son pintores de las postrimerías del siglo XVII.17
En la capilla de San Benito de Palermo aún subsiste un retablo de principios del siglo XVIII, ejecutado cuando aún no había cobrado fuerza la moda de los estípites. Tiene el sotobanco cortado, pero aún así muesra casi íntegra su composición de dos cuerpos y tres calles a base de columnas salomónicas ricamente labradas con motivos vegetales. En el primer cuerpo, motivo central ha desaparecido, por lo que ahora sólo se ve una escultura del Sagrado Corazón de Jesús sobre un paño oscuro. A los lados, en sendos nichos, se ven las figuras estofadas de San Francisco y Santo Domiongo. En el segundo cuerpo hay un nicho, ocupado ahora por una pintura de la Guadalupana, donde probalemente estuvo la efigie del titular de esta capilla, mientras que en las entrecalles laterales se ubicaron óleos con retratos de prelados. Finalmente en el remate, al centro, hay una escena de Cristo con ángeles, mientras que a los lados se ven otras figuras angélicas. Todas estas obras, así como los cuatro grandes lienzos alegóricos en los muros del transepto y de la nave, hacen de esta capilla digna de visitarse con tiempo para apreciar todos estos detalles.
La capilla de San Juan Bautista, en cambio, está casi desprovista de elementos decorativos. Su pieza mas valiosa, quizá, es el robusto púlpito de cantera labrada que ahi se encuentra. Es octogonal y se apoya sobre una sola columna del mismo tipo. En cambio, el grupo escultórico en el nicho que se forma arriba del altar representa otra alegoría muy abigarrada y de escaso interés artístico.
La capilla de Nuestra Señora de la Conquista, en cambio, guarda diversas obras de importancia. Su retablo principal es de estípites, de tres cuerpos y tres calles. En el primer cuerpo, la parte central forma un gran espacio cubierto por un dosel, bajo el cual están los dos elementos más importantes de la capilla. Abajo, el féretro-vitrina donde se encuentran los restos del Beato Sebastián de Aparicio, y sobre él, un soporte muy estilizado, rematado por un águila bicéfala de plata, en cuyo cuerpo se incrusta un nicho con la pequeña imagen de Mar ía que, según la tradición, acompañó a Cortés durante la epopeya de la conquista. A los lados, dentro de sendos nichos, se ven buenas esculturas de santos.
El segundo cuerpo del retablo es anómalo, ya que la parte central se ve disminuida porque la de abajo invade su espacio.
Se trata de una pequeña pintura al óleo donde se representa a un grupo de ángeles portando al cielo a San Francisco. A los lados, hay nichos con las figuras de Santas de la Segunda Orden. Finalmente, el último cuerpo aloja un óleo de buenas dimensiones, con una alegoría de la Inmaculada Concepción, flanqueada por sendos nichos con figuras de nobles.
Los retablos del transepto tienen una organización similar, de tres cuerpos y tres calles. El del lado del Evangelio también muestra estípites, pero reducidos a su mínima expresión, sobre un fondo blanco, liso. El altar está dedicado a San José, quien aparece pintado en el primer y tercer cuerpos de la calle central. En el segundo cuerpo, el centro lo ocupa una pintura de la Inmaculada Concepción. Otras cuatro figuras de bulto sobre peanas y dos segmentos de tímpano completan este retablo. El otro retablo, en cambio, muestra ya rasgos rococó, combinados con neoclásicos. Está dedicado a San Antonio de Padua.
En los nichos del seudotransepto a la altura del segundo tramo de la nave se levantan dos retablos más, de dos cuerpos y tres calles. Son muy sencillos, también con rasgos rococó y ostentan vitrinas.
Por último, vale la pena detenerse ante trece lienzos al óleo en los muros de esta capilla, ya que todos muestran escenas de la vida del beato titular. Son importantes, no tanto por su factura, sino sobre todo porque en ellas se representan vestimentas, edificios, paisajes y objetos de la época en que fué pintado el cuadro.
17 M. Toussaint, Pintura colonial en México, pp. 123,124.
Inmueble de pertenencia
Nombre del Inmueble
San Francisco