Nombre del Inmueble
San Francisco de Borja
Clave del estudio monográfico
MX-SC-DGSMPC-EM-000416
Estado, Municipio, Localidad
Chihuahua > San Francisco de Borja > San Francisco de Borja (080570001)
Estudio Monográfico
Clave del estudio monográfico
MX-SC-DGSMPC-EM-000416
Contenidos
1.-ANTECEDENTES
Existe cierta confusión acerca de la denominación de Alta Tarahumara que los misionero jesuitas dieron en el siglo XVII a la parte oriental de la sierra en lo que es el actual estado de Chihuahua. En la actualidad el pueblo tarahumara se encuentra radicado principalmente en la zona alta de la sierra, pero no siempre fue así. La región que nos ocupa y en donde se encuentra el poblado de San Francisco de Borja, llamado antiguamente Tagúrachic, fue, desde tiempos prehispánicos, el principal asiento de los tarahumaras, por lo que los jesuitas dieron el nombre de Alta Tarahumara a la región en relación a la importancia de los asentamientos de aquel pueblo autóctono y no, como hoy podríamos pensanr, a su situación geográfica en relación con la sierra. Fue en esta forma el antiguo pueblo de Tagúrachic un punto importante en la vida de los antiguos tarahumaras por su situación geográfica entre la sierra y el llano que se extiende hasta el desierto y por tanto lugar ideal para aquellos pueblos de agricultura incipiente y escaso desarrollo cultural y tecnológico, dependientes aún de la caza y la recolección, guerreros en constante defensa de su territorio contra numerosos grupos rivales como los apaches, conchos tobosos, etc.
La conquista de la región de tagúrachic por parte de los españoles, presentó todas las dificultades que el norte y noroeste de la Nueva España interpusieron a la penetración española. Las enormes distancias en territorios casi deshabitados impidieron una adecuada continuidad en las poblaciones fundadas y en esa forma nunca hubo entre ellas una interdependencia social y económica que pudiera afianzar los asentamientos, diversificar las actividades, proveer a las minas de alimentos y enseres organizar defensas militares y sobre todo, integrar a los pueblos indígenas a la vida del virreinato.
Era pues una lucha continua entre puestos avanzados de los colonizadores que se convertían en poblados autónomos con escasa relación con el centro y los pueblos autóctonos que se resisitían a ser desplazados. Esta lucha necesitó de gente independiente y decidida para lograr el avance material de la región. Su evangelización requirió del genio, la abnegación y la espléndida organización de la Compañía de Jesús.
Establecido a fines del siglo XVI el reino (provincia dependiente del virreinato) de la Nueva Vizcaya, los primeros gobernadores, casi todos militares, se dieron cuenta de que la escasa colonización de la región y la difícil vigilancia militar, no eran suficientes para el efectivo control de aquel amplio territorio. Algo mas era necesario para afianzar el dominio español y en 1588, después de ser nombrado gobernador el general Don Rodrigo del Río, dictó una de sus mas atinadas disposiciones por la cual solicitaba el envío de jesuitas para hacerse cargo de la evangelización de la Nueva Vizcaya.
Cuestiones de jurisdicción impidieron a los jesuitas el empezar el establecimiento de sus misiones en la Nueva Vizcaya siguiendo la ruta tradicional que partía de la Villa del Guadiana (Durango), por lo que utilizaron como bases a sus fundaciones de Culiacán y la costa del Pacífico para iniciar su penetración por el suroeste de la sierra. En el año de 1601, el padre jesuita Pedro Méndez bautizó a los primeros 14 tarahumaras.
La colonización, sin embargo, no sería fácil, pues aún cuando el general Juan Barraza venció en un decisiva batalla a los tarahumaras en la ranchería de San Lorenzo el 23 de marzo de 1641, éstos organizaron importa ntes sublevaciones durante todo el resto del siglo.
En medio de este clima de violencia, la labor evangelizadora de los jesuitas no se había detenido y en 1639 Tagúrachic ya contaba con una misión en honor de San Francisco de Borja.
2.-EMPLAZAMIENTO
El poblado de San Francisco de Borja se encuentra en el lugar que ocupó el antiguo pueblo tarahumara de Tagúrachic (Teguácachi según D. Francisco Almada) en la confluencia de los ríos Saguarichi y La Hacienda. Recibió la categoría de municipio desde 1820. Tiene actualmente poco mas de 2,000 habitantes y un clima extremoso en las estaciones de verano e invierno, con lluvias escasas.
Las actividades de llugar son principalmente la agricultura y la ganadería, hasta donde lo permite el terreno accidentado y seco del municipio. También existen en las partes altas algunas explotaciones madereras. El comercio es primario de características locales. Cuenta como únicas vías de comunicación con caminos de terracería hacia Tutuaca y Gran Morelos, hacia Cd. Cuauhtémoc pasando por Cusihuiriachi (que fue su cabecera de partido en alguna época de la administración jesuita) y otro camino, sierra arriba, lleva a Nonoava.
Casi todas las construcciones del poblado son de un solo nivel por lo que la gran masa del conjunto del templo y sus torres se destacan en forma determinante desde cualquier punto de vista, aún cuando está situado en la parte baja del gran espacio central de la población (a este espacio no puede llamársele en rigos plaza central, pues su conformación y funciones difieren de las propias de una plaza, ya que contiene un área cercada con varias construcciones pequeñas y juegos infantiles) en el extremo noroeste del mismo, haciendo esquina con la calle Juárez, de forma de la fachada del templo funciona como remate del citado espacio común ya que, aún cuando las casas que se encuentran al sur del templo están mas o menos alineadas con la fachada, no se puede decir que ésta marque un alineamiento formal de calle ya que la entrada del templo tiene un espacio de receso exterior y una escalinata de cinco peraltes que se proyectan hacia el espacio común, al oriente.
Estas características del emplazamiento hacen pensar que, aún cuando no se tienen datos del terreno que en tiempos coloniales fué propiedad de la misión, éste debió extenderse en forma de atrio hacia el oriente y en menor extensión hacia al norte y el sur.
El frente del templo se encuentra levantado del nivel del área común los cinco peraltes ya mencionados y la parte posterior tiene una elevación aún mayor, ya que el terreno muestra una pendiente suave de oriente a poniente.
La traza general de la población de San Francisco de Borja está definida por el emplazamiento del templo. En principio tenemos la información histórica que no reporta ninguna construcción importante anterior o contemporanea a la del templo y también podemos deducir la existencia del mismo como nucleo urbano por la total ausencia de cualquier otro polo o eje de desarrollo urbano.
3.-HISTORIA
Como la mayor parte de las misiones jesuitas, el poblado de Tagúrachic recibió, como primer paso en la labor de evangelización, la categoría de visita, ésto es, capilla sin sacerdote fijo y que dependía para los servicios religiosos de otro templo. Esta fundación aparece en los archivos jesuitas como realizada en el año de 1639. Durante los nueve años siguientes la construcción del templo debió realizarse en forma lenta pero continuada, ya que existe el informe de un visitador jesuita, posiblemente el P. Virgilio Máez, acerca de la celebración de la fiesta de Corpus Christi en la misión de San Francisco de Borja. Describe allí la procesión que incluyó un buen número de tarahumaras, el templo que ya tenía casa para el sacerdote encargado y también, como dramática conclusión, la forma como al día siguiente fue atacada por los indios rebeldes y destruida junto con toda la población, en aquel 1648.
La sustitución del templo primitivo llevó tiempo, pero fue de indudable beneficio para la misión.
En 1673 los jesuitas llevaron a cabo la reordenación de sus misiones en la Alta Tarahumara. Para aquellas fechas, el obispado de Durango había sido establecido (antiguamente se dependía del de Guadalajara, con las consiguientes molestias por la enorme distancia) y se había determinado la zona de evangelización a cargo de los franciscanos, de la parte llana de la provincia hasta Nuevo México, diferenciándola de la de los jesuitas que abarca toda la sierra y el occidente. Así pues, empezó la labor de algunos de los mas capaces entre los miembros de la Compañía de Jesús, como los padres Juan Gamboa y Fernando Barrionuevo que en el mismo año de 1673 instalaron a San Francisco de Borja como cabecera de partido (conjunto de varias misiones) atendiendo entonces a la construcción del templo definitivo, sin que existan datos exactos del avance que lograron dichas obras.
Otros famosos organizadores de las misiones jesuitas, los padres José Tardá y Tomás Guadalajara estuvieron en San Francisco de Borja en 1677 y encomendaron el templo y todo el partido al padre Francisco Celada quien permaneció a cargo de la misión hasta su muerte el 28 de enero de 1707. La permanencia del P. Celada fue definitiva para la edificación del templo. Es indudable que a este valioso misionero y a lo prolongado de su trabajo en el lugar se debe el templo en general tal como lo conocemos actualmente, pues existen testimonios del estado general del templo y su magnificencia durante los años (1677-1707) en que fue atendido por el P. Celada. Así el visitador jesuita P. Juan Ortiz Zapata, que incidentalmente trabajó en la misión un año aproximadamente, atestigua en su reporte sobre San Francisco de Borja que la reconstrucción del templo había sido terminada para esas fechas y contaba incluso con una casa cómoda para el sacerdote, lo que debió significar una gran labor ya que su reporte es de el año de 1678.
La importancia de la misión en general y la solidez de sus construcciones queda evidenciada con la reacción de los misioneros jesuitas de una buena parte de la Alta Tarahumara en el año de 1681, ante los rumores de un inminente ataque de los Tarahumaras (ataque que, afortunadamente no se realizó en aquella ocasión). En una serie de rápidas comunicaciones entre varios misioneros se examinó la situación y las constucciones con que contaban todas las misiones y unanimemente decidieron refugiarse todos en San Francisco de Borja por ser allí donde los edificios les darían mayor prote cción.
El documento que mas claramente certifica la fecha en que el templo había llegado a completarse definitivamente y la calidad de la construcción obtenida, es el reporte del visidor jesuita P. Juan María Ratkay queen 1683 describe a San Francisco de Borja como la mas rica de los misioneros de la Alta Tarahumara.
La administración general de la misión continuó a cargo de la Compañia de Jesús por un largo periodo. El fructífero trabajo del P. Celada fué proseguido por el P. Luis Mancuso y poco después por el P. Antonio Arias que permaneció en San Francisco de Borja hasta 1717 como encargado de tod el partido y asistido en la misión por el P. Ignacio Estrada.
Tomó a continuación el cargo el P. Francisco Navarrete, el cual lo cedió a los dos años al P. Juan Landa que ya había trabajado en la misión bajo el mando del P. Celada y que volvió a ella, esta vez como encargado, siguiendo el sistema, que tanto beneficio proporcionó a las fundaciones jesuitas de la Tarahumara, de procurar una gran continuidad, tanto en el trabajo mismo como en el personal a cargo, para la organización de sus fundaciones.
Pero la vida polémica de la Compañia de Jesús tuvo uno mas de sus altibajos que cortó su actividad en San Francisco de Borja. Una absurda decisión del inseguro monarca español Carlos III, ocasionó la inmediata expulsión de los jesuitas de todos los dominios del citado rey.
Para mediados del año de 1765 tomó a su cargo la misión el P. Mateo Steffel, en cuyo mandato se produjo la citada orden de expulsión de los jesuitas y a quien le tocó pasar el trago amargo de la entrega de la misión con todas sus propiedades a los representantes del gobierno virreinal.
La orden de expulsión del 24 de febrero de 1767 fué transmitida en absoluto secreto al gobierno de la Nueva Vizcaya y ejecutada rápidamente. En el archivo parroquial se asienta el 3 de septiembre de 1767 que el Pbro. Francisco Díaz había sido nombrado por el ordinario cura vicario y juez eclesiástico de San Francisco de Borja y sus visitas el 19 de agosto. El 12 de octubre del mismo año aparece el acta de entrega al Comisario Real Capitán Lope de Cuellar, ante el notario Felipe Santiago Beltrán de la iglesia, sacristía y casa de vivienda con todas sus propiedades muebles. A partir de entonces el clero diocesano se ha encargado de la iglesia de San Francisco de Borja.
4.-DESCRIPCION ARQUITECTONICA
El templo de San Francisco de Borja representa una de las manifestaciones mas acabadas de la arquitectura misional jesuita en el norte de nuestro país. El sistema constructivo habitual en la zona y en la época es llevado a un grado de magnificencia por lo grandioso de sus proporciones y la soltura en el manejo de los elementos tradicionales.
La fachada está concebida, dentro de sus grandes proporciones y marcada austeridad, con un gran equilibrio plástico. Consta de tres paños verticales, el central ligeramente remetido de los laterales que sirven de base a las torres, de aproximadamente nueve metros de altura, rematados con una sencilla cornisa interrumpida al centro por un frontón triangular que la sobrepasa en poco mas de metro y medio, sin base que rompa su continuidad con el paño central. Este paño central contiene la puerta principal terminada en arco de medio punto de cantera al igual que la mayor parte de la elaborada portada que la enmarca y que consta de dos pilastras de orden compuesto con base sencillamente ornamentadas con un tablero y sotabasa muy peraltada. El fust de las pilastras contiene una sencilla ornamentación en su tercio inferior y el capitel recibe un friso decorado que remata con una amplia cornisa quebrada sobre los capiteles, al igual que el friso, sobre la que está colocada una estatua del santo patrón, de indudable antigüedad, en cantera con un acabado policromo que se ha perdido casi totalmente. Esta imagen se encuentra en un nicho aconchado enmarcado en una versión pequeña de la portada principal con sus mismos elementos simplificados y a otra escala. Remata a este cuerpo central de la fachada una ventana ochavada con marco en cantera ornamentada sobre la que descansa una cruz coronada del mismo material. El resto de la ornamentación en este cuerpo central consiste en algunos rlieves con tema vegetal en las enjutas del arco de la puerta, una balaustrada simulada en relieve que sigue lateralmente el nivel de la base de las pilastras.
Sobre esta balaustrada destacan en relieve dos urnas griegas de las que se desprende una ornamentación vegetal estilizada que, inclinándose ligeramente hacia el centro, termina en friso sobre los capiteles. En general, tanto el trabajo de cantera como el complemento en estuco de la ornamentación descrita, se encuentra en buen estado de conservación y no presentan rastros de haber sido modificados de su diseño original.
La puerta principal se abre directamente al sotocoro, sin cancel divisorio, en donde encontramos dos puertas laterales que comunican con los espacios inferiores de las torres y que se ocupan para butisterio y escalera al coro respectivamente.
Ambas puertas aparecen enmarcadas con cantera y tanto las jambas como el dintel acornisado presentan una austera ornamentación lineal. El plafón de este espacio corresponde a la parte inferior de la estructura de madera del coro, con viguería en sentido longitudinal a la nave que descansa sobre una gran viga maestra que cubre todo el claro con ayuda de ménsulas laterales. Estas ménsulas de madera se encuentran simbolicamente apoyadas en dos grandes águilas labradas en madera trabajadas artesanalmente y que a su vez descansan sobre unas pequeñas ménsulas de piedra.
Hacia el interior del templo, la nave se extiende (o se extendía originalmente) en una sola traza rectangular hasta el presbiterio. En la actualidad, una reforma reciente (1976), abrió un crucero de unos cinco metros de ancho que convierte la planta en crucif orme. La nave está formada por espesos muros de adobe (1.40 m. en promedio en la base) que se elevan ocho metros para recibir la cubierta. La magnífica cubierta se encuentra realizada en base a un gran trabajo de viguería dividido en tres partes: la primera por su extensión cubre la parte central de la nave en un tramo de 19.00 m. y consta de vigas rectangulares que cubren todo el claro con ayuda de ménsulas laterales también de madera.
Las vigas principales presentan un estriado doble y decoración policroma bastante deteriorada. El entramado entre vigas tiene tres tramos de madera en sentido transversal que rompe su excesiva longitud y conforma un verdadero artesonado policromo, también bastante deteriorado. Las ménsulas son vigas de mayor peralte labradas en forma de volutas y diversas molduras. La segunda sección de la viguería se encuentra en el ábside, con las mismas características de la anterior, sin ménsulas, pero colocada sobre arcos torales y pechinas que le dan una planta octogonal enmarcada en vigas moldurada de excelente efecto plástico. La tercera modalidad de la viguería cubre el coro y dentro de similares condiciones a la primera, amplía la longitud de las ménsulas modificando su sistema estructural con vigas similares a las principales que se apoyan sobre una cornisa lateral de cantera, colocada a un nivel inferior, soportando así a las vigas centrales en forma diagonal.
El presbiterio, separado por dos gradas de la nave, ocupa un corto espacio de ésta y se continúa hacia el ábside. Un arco de medio punto en cantera labrada con motivos vegetales y soportado en pilastras de sección rectangular en el mismo material, separa al ábside de la nave. A partir del arco, el ábside tiene una anchura menor que la nave, contiene un altar con un Cristo sin mayor relieve, la cubierta anteriormente descrita y dos ventanas octogonales a los lados.
El crucero que, como ya se indicó, evidentemente no corresponde al diseño original del templo, se encuentra abierto en los muros laterales en cinco metros, aproximadamente, ampliándose en el interior hasta un área de 7.50 m. x 7.50 m. con muros de tabique normal y cubierta provisional de lámina galvanizada sobre madera. El piso de toda la nave, presbiterio y crucero, es de mosaico de pasta en color verde.
La sacristía, en el extremo izquierdo del ábside, constaba de una habitación amplia a la que se le ha colocado un muro interior en forma de L para diferenciar dos ambientes de uso, ambos, relacionados con el culto.
La casa del párroco, en la parte posterior del templo, así como los espacios libres que existen en el lado norte del mismo, no tienen relación con su traza general.
5.-OBRAS DE ARTE
Se ha descrito la forma en que el templo de San Francisco de Borja destaca dentro de la arquitectura colonial del estado por la sobriedad y equilibrio de sus grandes volúmenes y la magnífica técnica constructiva que le ha permitido permanecer en toda su integridad hasta nuestros días. No ha sucedido lo mismo con su equipamiento. Las valiosas obras de ornamentación e imaginería que poseyó han desaparecido a partir de la expulsión de los jesuitas en el siglo XVIII.
No obstante, dentro de su austeridad actual, contiene elementos integrados a su obra arquitectónica que, en sí mismos, pueden catalogarse como obras de arte. En primer lugar podemos considerar que el trabajo de madera de la cubierta contiene esas características; la mayor parte de las vigas transversales a la nave se encuentran en buen estado y su trabajo se realizó de acuerdo a su tipo de construcción sin mayores detalles de ornamentación que un estriado doble en toda su longitud. Pero las ménsulas en que se apoyan las vigas tienen un valioso diseño y un tipo de labrado que sobrepasan la simple labor artesanal. Esta clase de trabajo se lleva a un mayor grado de libertad de tratamiento y habilidad en la realización en la viga maestra que soporta la estructura del coro y sus ménsulas correspondientes labradas en forma de águilas sedentes que enmarcan el conjunto del coro.
Dos detalles mas completan el trabajo artístico integrado a la arquitectura del templo: La puerta que comunica la base de una de las torres con la nave y que tiene un buen trabajo de madera en un marco de cantera y la portada general del templo con su trabajo en cantera de equilibrado diseño, muy original entre los templos misionales de esta parte de la tarahumara.
La imaginería del templo es actualmente escasa, y consiste unicamente de algunas figuras escultóricas de yeso policromado. Un mobiliario muy modesto es el que presta servicio actualmente.
6.-BIBLIOGRAFIA
- ALDAMA, Francisco R.
Diccionario de historia, geografía y biografía
chihuahuenses.
Cd. Juárez. 1968
- FLORESCANO, Enrique y GIL SANCHEZ, Isabel.
Historia general de México. Tomo 2
El Colegio de México.
México, D.F. 1980
- MASTEN Dunne, Peter, S.J.
Las antiguas misiones de la Tarahumara.
Editorial Jus.
México, D.F., 1958
- Registro parroquial de San Francisco de Borja.
Archivo arzobispal de Chihuahua, Chih.
Compilador: P. Lic. Manuel Acosta
- ROCA, Paul M.
SpaniSh Jesuit Churches in Mexico's Tarahumara.
University of Arizona Prezz.
Tucson, Arizona. E.U.A. 1979
ELABORO: ALBERTO VALENCIA
FECHA: 1984.
Inmueble de pertenencia
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San Francisco de Borja