Nombre del Inmueble
San Ignacio
Clave del estudio monográfico
MX-SC-DGSMPC-EM-000450
Estado, Municipio, Localidad
Estudio Monográfico
Clave del estudio monográfico
MX-SC-DGSMPC-EM-000450
Contenidos
1.-ANTECEDENTES
La penetración española en lo que actualmente es el estado de Chihuahua en la segunda mitad del siglo XVI, tuvo características claramente diferentes de las que habían encontrado los conquistadores en otras regiones del país. Aquí no se presentaba la situación de un sólido gobierno autóctono al que había que derribar para tomar su lugar y tener el control de un gran territorio. Los grupos indígenas eran muy numerosos ( Francisco R. Almada hace mención de 94 grupos diferentes), guiados por pequeños caciques y muchos de ellos sin territorio fijo, nómadas con un sistema de vida casi siempre situado en la etapa de recolectores-cazadores.
Un gran pueblo se distinguía entre aquellos grupos por la importancia de su número, tanto como por la extensión del territorio que dominaba: los tarahumaras. No fue su avance cultural el más importante de la región ( Paquimé, cerca de Casas Grandes, nos muestra ruinas de un desarrollo cultural mucho má adelantado que lo que hayan logrado los tarahumaras del siglo XVI ), pero su organización, también basada en caciques y su conciencia de grupo, los colocaron en un lugar preponderante en lo que fue la Nueva Vizcaya.
Este nombre, el reino de la Nueva Vizcaya, provincia dependiente del virreinato de la Nueva España, nació por iniciativa de D. Francisco de Ibarra, osado conquistador y colonizador que fundara la Villa del Guadiana (Durango) en 1563 y fuera el primer gobernador del territorio que se extendía hacia el norte.
Otros españoles buscaban al mismo tiempo que Ibarra, las grandes riquezas mineras que escondía el territorio. Don Rodrigo del Río descubrió las minas de Santa Bárbara y fundó la población en 1564 y llegó, en sucesión de Ibarra, a gobernador de la Nueva Vizcaya. De su actuación en el gobierno, destaca la resolución de solicitar un envío de sacerdotes jesuitas para la evangelización de los naturales.
La situación con respecto a los misioneros era confusa. por un lado, los franciscanos tenían un convento en el Valle de San Bartolomé (hoy Valle de Allende) e iniciaban sus misiones entre los indios de la cuenca del río Conchos (llamado así por los indios conchos, el grupo más importante que habitaba esa zona, por otro, las autoridades eclesiásticas (en ese entonces dependía la región del obispado en Guadalajara) habían designado a los misioneros para el trabajo entre los grupos indígenas y en las ciudades y pueblos de criollos y mestizos, sería el clero diosesano el encargado de atender templos y colegios.
En cuanto a las áreas destinadas para el trabajo misional de franciscanos y jesuitas, quedó establecido el territorio llano del oriente y el norte de la provincia para los primeros, mientras que la gran Sierra Madre Occidental y su vertiente sería evangelizada por la Compañía de Jesús.
No tardaron los jesuitas en comenzar su avance y en los primeros lustros de el siglo XVII tenían ya organizada la que llamaron Misión de la Tarahumara Baja, a partir de San Miguel de Bocas, San Pablo (Balleza) y Huejotitlán.
Desde estas fundaciones entraron en contacto con los tarahumaras y viendo la importancia que tenían por su gran número, decidieron llevar la evangelización a la totalidad de este pueblo, por lo que se decidió el establecimiento de la Misión de la Tarahumara Alta que en su tiempo abarcó hasta el rico mineral de Cusihuiriachi y la cercana Coyachi.
2.-ASPECTO HISTORICO
La penetración española en lo que actualmente es el estado de Chihuahua en la segunda mitad del siglo XVI, tuvo características claramente diferentes de las que habían encontrado los conquistadores en otras regiones del país. Aquí no se presentaba la situación de un sólido gobierno al que había que derribar para tomar su lugar y tener el control de un gran territorio.
Los grupos indígenas eran muy numerosos (Francisco R. Almada hace mención de 94 grupos diferentes), guiados por pequeños caciques y muchos de ellos sin territorio fijo, nómadas, con un sistema de vida casi siempre situado en la etapa de recolectores-cazadores.
Un gran pueblo se distinguía entre aquellos grupos por la importancia de su número, tanto como por la extensión del territorio que dominaba: los tarahumaras. No fue su avance cultural el más importante de la región (Paquimé, cerca de Casas Grandes, nos muestra ruinas de un desarrollo cultural mucho más adelantado que lo que hayan logrado los tarahumaras del siglo XVI), pero su organización, también basada en cacique, y su consciencia de grupo, los colocaron en un lugar preponderante en lo que fue la Nueva Vizcaya, nombre que le asignó el osado descubridor Don Francisco de Ibarra, quien llegó a ser su primer gobernador.
Otros españoles buscaban al mismo tiempo que Ibarra las grandes riquezas mineras que escondía el territorio. Don Rodrigo del Río descubrió las minas de Santa Bárbara y fundó la población en 1564 y llegó, en sucesión de Ibarra, a gobernador de la Nueva Vizcaya. De su actuación en el gobierno, destaca la resolución de solicitar en envío de sacerdotes jesuitas para la evangelización de los naturales.
No tardaron los jesuitas en comenzar su avance y en los primeros lustros de el siglo XVII tenían ya organizada la que llamaron Misión de la Tarahumara Baja a partir de San Miguel de Bocas, San Pablo (Balleza) y Huejotitlán.
Desde estas fundaciones entraron en contacto con los tarahumaras y, viendo la importancia que tenían por su gran número, decidieron llevar la evangelización a la totalidad de este pueblo, por lo que se decidió el establecimiento de la Misión de la Tarahumara Alta que en su tiempo abarcó hasta el rico mineral de Cusihuiriachi y la cercana Coyachi, tarea que llevaron a cabo los famosos jesuitas P. P. Gamboa y Tardá. Este último permaneció en Coyachi desde 1673 hasta 1683 cuando tenía ya levantado el templo.
El trabajo misional de los jesuitas entre los tarahumaras se vió seriamente afectado a partir de la década de 1680-90 por los descubrimientos mineros de las poblaciones cercanas que lógicamente atrajeron casi toda la población de la región. La misión jesuita de San Bernabé de Cusihuiriachi quedó a cargo del clero secular y la cabecera misional paso a Coyachi a pesar de la disminución de su población y existen reportes de los jesuitas que la tuvieron a su cargo como los P.P. Francisco Osorio en 1747 y algunos otros.
En 1767 vino la orden de expulsión de la Compañía de Jesús de todo el imperio español y el capitán Lope de Cuellar reunió en Coyachi a todos los jesuitas de la zona para conducirlos a prisión en Chihuahua y posteriormente al exilio.
Terminada su época misional, el templo de San Ignacio de Coyáchi ha continuado prestando servicio a su pequeña comunidad, atendido ocasionalmente por sacerdotes de la cercana ciudad Cuauhtémoc.
3.-EMPLAZAMIENTO
Coyachi se encuentra en el centro de la progresista región de Ciudad Cuauhtémoc aun cuando localmente su acceso sea dificil por la falta de buenos caminos hacia este antiguo asentamiento tarahumara.
La población es pequeña con no más de 300 habitantes hacia el suroriente de Cuauhtémoc y a poca distancia de Cusihuirachi.
Situada en un pequeño valle rodeado de pequeñas elevaciones, a la orilla del arroyo que cruza el valle, la población se extiende a lo largo del mismo, mientras en un recodo, en una pequeña explanada elevada en unos doce metros sobre el lecho (seco casi todo el año) del arroyo se encuentra el templo de San Ignacio y alguno de los escasos edificios públicos del lugar, la escuela y una pequeña cancha de juego que conforma, con las casas adyacentes, un espacio común que podría considerarse el núcleo urbano central de esta comunidad.
El templo en sí, posee alguna superficie de terreno al frente separada por una cerca improvisada del terreno común antes mencionado y que no puede considerarse como atrio.
Sus colindancias con las casas y terrenos vecinos no llegan hasta el templo propiamente dicho, por lo que su volumen principal destaca, aislado en general y unido al conjunto de construcciones vecinas por una serie de muros bajos y cercas, más que por calles o circulaciones comunes.
La actividad económica de la región es predominantemente agropecuaria integrada a la extensa y rica zona de Cuauhtémoc, con la que por su cercanía y rápido crecimiento se prevee una posible connurbación a mediano plazo. A pesar del ya histórico decrecimiento de la actividad minera en la región, en las cercanías de los antiguos ricos minerales de Cusihuiriachi, se encuentran algunas pequeñas minas en producción, actividad que en menor proporción también ocupa parte de la población de Coyachi.
4.-DESCRIPCION ARQUITECTONICA
El templo de San Ignacio en Coyachi corresponde al periodo de mayor auge en la misión Jesuita de la Tarahumara Alta y por tanto sus dimensiones y ornamentación debieron ser mejores de las que posee.
La disminución de la población local a finales del siglo XVII impidió su desarrollo y la posterior secularización marcó su caracter actual. Este es el del típico templo misional de la sierra con una fuente y baja construcción de adobe.
Con su frente hacia el oriente, según la costumbre misional más extendida en las misiones coloniales de la zona, presenta el templo una fachada austera pero no carente de composición y trabajo artesanal, es de un solo cuerpo que, aun cuando simétrico en portada y remate, extiende hacia el norte su paño principal de aplanado liso en color blanco en el tramo del mismo que hace ya tiempo carece de una torre que complete su composición primitiva.
La portada alcanza toda la altura de este paño principal de fachada y consta de la entrada principal enmarcada en cantera (actualmente todo trabajo en cantera de la fachada se encuentra cubierto por la pintura blanca general), con pilastras laterales sobre cuya imposta descansa un arco de medio punto, estriado y con clave realzada.
Sobre este arco se extiende una doble moldura horizontal a modo de pequeña cornisa sobre la que aparece el anagrama de la Compañía de Jesús entre una composición curvilinea simétrica en dos sentidos, una guirnalda horizontal muy corta recibe el óculo circular de iluminación del coro y se remata el conjunto con una sencilla cruz desplantada en la leyenda latina Constantiniana relativa a la misma.
El cuerpo general de fachada fué terminado en tiempos ya del México independiente con un glabete en espadaña realizado en tabique rojo aparente, con tres huecos con campanas y una cruz metálica de remate.
La planta única abarca, como era usual en aquella época misional, un claro de cubierta equivalente al que podía cubrir una viga grande de madera apoyada en los muros laterales (aprox. 7.40 m.) sistema de cubierta que presenta el templo en la actualidad, aun cuando el deterioro de algunas vigas haya obligado a una sustitución de ellas por armaduras simples de madera. De cualquier modo, un cielo raso en tela, oculta la vista de la estructura de cubierta.
Esta estructura es visible en cambio en el sotocoro en donde una viga maestra transversal apoyada en mensulas sostiene vigas longituinales que soportan el piso del coro. A este espacio se tiene acceso por la antigua subida a la torre (lado frontal norte) que contiene una pequeña capilla en planta baja y una bodega en el nivel del coro.
La nave remata en el presbiterio del que esta separada por un arco de medio punto y tres gradas.
El presbiterio remata en un muro frontal simplemente acondicionado con moldura y nicho para imagen y muros laterales en diagonal a modo de ábside. Contiene un altar central, dos bases para escultura y ambón en madera.
La iluminación la proporcionan dos ventanas laterales alargadas, en cada costado, sin marco ni ornamentación. Tiene otros dos accesos hacia un espacio abierto en el lateral norte y hacia una pequeña sacristía, desde el presbiterio hacia el sur.
Los espacios abiertos que rodean el templo carecen de unidad con el mismo, así como de acabados o algun tipo de arreglo.
5.-OBRAS DE ARTE
Dentro de la gran modestia que se observa en el templo de San Ignacio de Coyachi, se encuentran aún algunos objetos del que se supone fue un más amplio acervo artístico. En la bodega de lo que fue subida a la torre existe un cuadro al óleo, posiblemente del siglo XVIII que representa a San Rafael arcángel, de poca calidad artística y en mal estado. Existen asimismo otros cinco o seis óleos de las mismas características en estado ruinoso enrollados o rotos en pequeñas secciones. La imagenería de la nave y el presbiterio cuenta con dos pequeñas esculturas del patrón, San Ignacio, y la Inmaculada de cierta calidad e indudable antigüedad así como el crucifijo que ocupa la parte central del altar. El resto esta compuesto por dos esculturas más, también de reducidas dimensiones, algunos cromos enmarcados y el vía crucis de factura moderna. En la capilla lateral existe asÍmismo una pila bautismal realizada en cantera en una sola pieza y colocada en una corta columna con base y capitel del mismo material.
Como recuerdo de tiempos mejores en la vida del templo, se pueden observar los notables trabajos artesanales en madera de las dos puertas de entrada y de la capilla lateral, todas en estado ruinoso pero cuya calidad de elaboración es aún visible.
El resto del equipamiento consiste en bancas corridas de madera en dos secciones, el altar y el ambón en madera, todos de factura moderna, sin mayor relieve pero que proporcionan una razonable comodidad a los servicios religiosos que periodicamente se ofrecen a la feligresía.
ELABORO: ALBERTO VALENCIA
FECHA: 1984
Inmueble de pertenencia
Nombre del Inmueble
San Ignacio