Nombre del Inmueble
San Ildefonso
Clave del estudio monográfico
MX-SC-DGSMPC-EM-000366
Estado, Municipio, Localidad
Estudio Monográfico
Clave del estudio monográfico
MX-SC-DGSMPC-EM-000366
Contenidos
1.-CONTEXTO URBANO
Siendo el mismo contexto ya descrito para la parroquia de San Marcos, aquí sólo se destacan algunas de las características sobresalientes de dos edificios importantes, uno contiguo y el otro casi frontero al templo de San Ildefonso: se trata del antiguo colegio jesuita del mismo nombre y del Palacio de Gobierno del Estado de Puebla, respectivamente.
El primero ocupa casi toda la manzana entre las calles de Reforma, 2 Poniente, 7 Norte y 9 Norte. Es, propiamente, una megaestructura. Resultado, seguramente, de varios esfuerzos constructivos, llegó a constituir un solo conjunto debidamente articulado, gracias a los ocho patios de distintos tamaños que actualmente conserva. Cuando se rehabilitó para hacerlo funcionar como Beneficencia Pública a fines del siglo pasado, se reformaron principalmente sus fachadas. Estas muestran ahora, si no un estilo único, cuando menos estilos compatibles hacia la mayor parte de las calles que rodean al conjunto.
El edificio es dos niveles, cada uno de altura considerable, por lo que equivale a uno de cuatro pisos contemporáneo. La parte contigua a San Ildefonso muestra rodapiés, marcos de ventanas y cornisamentos labrados en cantera; el resto de los paramentos son de ladrillo industrializado expuesto. En cambio, otras partes del conjunto presentan las ventanas enmarcadas con ladrillo y paramentos aplanados y blanqueados.
La entrada principal al conjunto es un portal neoclásico de doble altura, en el que cuatro columnas toscanas de piedra labrada, de fustes lisos, se alzan sobre plintos del mismo material. Entre las cuatro soportan un entablamento que lleva en el friso el título de Beneficencia Pública del Estado. Adentro se forma un espacio cubierto de doble altura, donde hay otra hilera de columnas. Es un área de dispersión desde la que se aprecia el patio principal del conjunto, con sus arcadas de medio punto y sus columnas toscanas.
Encima del pórtico hay otro piso más, que sobresale del resto del edificio, con tres ventanas, sus respectivos balcones abalaustrados y un frontón.
Frente a la entrada principal del antiguo colegio ildefonsino se encuentra la que corresponde al Palacio de Gobierno del Estado. Se trata del antiguo Seminario de San Ignacio, de principios del siglo XVIII, otro establecimiento que complementaba, junto con los colegios del Espíritu Santo, San Jerónimo, San Javier y del propio San Ildefonso, el impresionante aparato educativo de los jesuitas en Puebla. Quedó abandonado por la expulsión de los padres de la Compañía a fines de esa misma centuria y despúes sirvió de cuartel y caballeriza. Al triunfo del movimiento de Independencia, el Palacio de Gobierno se estableció en lo que fuera el antiguo colegio de San Juan, en la manzana contigua a la de la Catedral. Pero luego se trasladó a lo que quedaba del Seminario de San Ignacio, dignificando así el destino que ahora tiene.
El edificio muestra fachadas de cantera, labradas a fines del siglo XIX, patio interior con arcadas de medio punto en dos niveles, que probablemente sean las originales, al igual que la fuente en su centro.
2.-ANTECEDENTES E HISTORIA
La historia del templo de San Ildefonso está estrechamente vinculada a la del conjunto educativo del que originalmente formó parte. Su origen se remonta a una iniciativa del obispo de Tlaxcala, Alonso de la Mota y Escobar, dominico ilustrado y precursor de los estudios geográficos sobre el occidente mexicano. Pretendía levantar en Puebla un hospital bajo la advocación de San Ildefonso, con el doble propósito de atender a los indios y a enfermos bubosos o afectados por el mal gálico (es decir, pacientes venéreos).1 El 9 de octubre de 1622 -según Veytia- el prelado contrató la construcción del hospital y su templo con el capitán Francisco de Aguilar.2 Sin embargo, la obra se detuvo por diversas causas, así que, poco antes de su muerte, de la Mota decidió fundar un colegio en vez de un hospital. Para ello donó a los jesuitas lo que se había avanzado en la edificación, dinero para su terminación y una hacienda en el valle de Atlixco (después llamada Alfonsina en honor al bienhechor) para ayudar a su sostenimiento. La escritura de fundación se firmó el 23 de enero de 1625 (día de San Ildefonso) con la aprobación del Provincial de la Compañía Juan Laurencio.
El conjunto resultante ocupó casi toda la manzana, ubicándose al templo junto a la capilla inconclusa de San Marcos, cuya construcción se había iniciado a principios de siglo. El maestro mayor de la Catedral Pedro López Florín y Nicolás Montiel trabajaron en la portada y las cuatro esquinas de cantera, respectivamente. El cantero Nicolás de Origuen realizó varios detalles de la obra en 1629, algunos de ellos en la portada principal.
El templo de San Ildefonso era de una sola nave y estaba decorado con retablos barrocos entre los que se destacaba -según Veytia- el dedicado a Nuestra Señora de los Dolores. 3 El ensamblador Jusephe Ximénez elaboró el retablo de Nuestra Señora de la Congregación en 1630. Más tarde, en 1665, se encargó de labrar el retablo principal el escultor Alonso de la Vega, aunque luego fue sustituido por otro del pintor Torijano, hecho en 1723. Ninguno de esos retablos se conserva.
Otro detalle significativo en la decoración del templo lo constituyeron sus yeserías en el interior de la cúpula y un tramo de bóveda. Esta ornamentación, ejecutada en 1640 4 es una de las más antiguas de su tipo que aún subsisten en Puebla.
La influencia que ejerció el colegio de San Ildefonso sobre la vida intelectual poblana durante más de un siglo fue sobresaliente, ya que se especializó desde un principio en impartir estudios mayores -es decir, de nivel universitario-, complementando así la labor educativa de otros institutos. Su primer catedrático de teología fue el padre Andrés Valencia y el primer egresado obtuvo su grado de bachiller en 1633. Pronto se extendió su fama, a tal punto que, en 1645, la Universidad de México pidió que se suprimieran los estudios de San Ildefonso en Puebla. En esa misma década tuvo que encarar un litigio con el obispo Palafox, causado por un donativo al colegio que se pretendía librar del pago de diezmos, hasta que ése y otros incidentes desembocaron en un sonado conflicto entre la Compañía y el poderoso prelado.
El colegio superó a la postre ambas crisis. Como en 1712 ya era patente la duplicidad de algunas cátedras en los colegios jesuitas de México y Puebla, se decidió que la de filosofía cobrara más importancia en esta última plaza. A partir de entonces aumentó la fama del colegio poblano, cuyas aulas, según de la Torre Villar, formaron a pen sadores de la talla de Clavijero y Alegre.5 Para esa época, se ofrecían en San Ildefonso un total de diez cátedras: una de sagradas escrituras, otra de moral, una más de derecho canónico, cuatro de teología y tres de filosofía. Además, extendía sus servicios a la niñez desamparada, ya que algunos de los jesuitas acudían, con ese objeto, a hospicios, casas de recogidas e incluso cárceles.
Con la expulsión de la Compañía en 1767, el conjunto de San Ildefonso quedó abandonado por largo tiempo. En 1776, el obispo Victoriano López Gonzalo pensó trasformar el edificio en Hospicio de Pobres, pero la epidemia de viruelas en 1779 modificó sus planes en favor de un hospital de mujeres. Sin embargo, cuando al fin recibió el edificio en 1784 destinó los fondos que tenía para otro hospital en Veracruz . 6
El abandono en que se encontraba el inmueble hizo que, al sobrevenir la guerra de Independencia, el conjunto se convirtiera en cuartel, motivo por el cual sufrió muchos deterioros. Luego, en la primera década del régimen republicano resurgió la idea de rehabilitarlo y reinstalar en él un hospicio, cosa que se logró hasta 1832. En los años siguientes llegó a albergar a cincuenta ancianos y ciento treinta huérfanos. Pero el desarrollo de las guerras de Reforma e Intervención lo convirtieron de nuevo en cuartel, hasta que en 1872 se restableció el hospicio. En ese lapso ocurrieron varias cosas: Toussaint señala que con la leyes de Reforma el templo pudo haber sido separado administrativamente del colegio.7 Por otra parte, en el sitio sufrido por la ciudad de Puebla en 1863, las fachadas del inmueble quedaron severamente dañadas, por lo que, años después, la emperatriz Carlota aportó 7,000 pesos para su rehabilitación como hospicio. En 1880, Guillermo Prieto instaló allí en una escuela normal para profesoras. Luego, en 1884 se reformó la fachada con portada neoclásica y al año siguiente se acondicionó para una escuela de artes y oficios.
Pocos edificios públicos en Puebla han tenido tantas mudanzas en su destino como el antiguo colegio de San Ildefonso: en el presente siglo se ha utilizado para realizar exposiciones industriales, nuevamente como escuela de artes y oficios, Departamento de Turismo del Estado y para las oficinas de un diario local. Actualmente aloja dependencias del Gobierno del Estado relacionadas con el desarrollo social.
En cuanto al templo, sólo se sabe que los jesuitas volvieron a encargarse de él, ya que allí oficiaban y enseñaban el catecismo hacia 1936. Actualmente está fuera de servicio.
1 E. de la Torre Villar, Historia de la educación en Puebla. pp. 44-46
2 Fernández de Echeverría y Veytia, Historia de la fundación... t. II, p. 370.
3 Ibid. t. II, p. 373.
4 E. Castro Morales, Las yeserías de la Compania Vieja..., en Anales, IIE-UNAM, p. 85
5 E. de la Torre Villar, op. cit., pp. 54-55.
6 Ibid., pp. 57-58.
7 M. Toussaint. La catedral y las iglesias..., p. 181.
3.-DESCRIPCION ARQUITECTONICA
El templo de San Ildefonso es ahora una dependencia anexa de la parroquia de San Marcos. Se utiliza para impartir doctrina y pláticas a grupos de feligreses, por lo que casi siempre está cerrado. Tiene un atrio frontal, abierto y pavimentado con cantera, encajonado entre la mole del antiguo colegio jesuita y el volumen del templo parroquial.
Su disposición interna es de una sola nave llana que recorre cinco tramos de sur a norte. En el primer tramo están el coro y el sotocoro, cubiertos por bóvedas de cañón con lunetos; el segundo y tercer tramos muestran el mismo tipo de cubierta en todo lo alto de la nave; en el cuarto tramo, entre los muros laterales, los arcos transversales y cuatro pechinas, se alza la cúpula hemisférica sin tambor, provista de cuatro lucarnas; el quinto y último tramo lo ocupa el presbiterio, cubierto por dos bóvedas de cañón con lunetos, con el arco entre ambas apoyado sobre impostas.
Todos los demás arcos fajones descargan sus esfuerzos sobre severas pilastras toscanas, ligadas entre sí por un entablamento que recorre los muros laterales. Entre el entablamento y los arcos formeros se definen los tímpanos perforados por ventanas, que dejan pasar luz apenas suficiente para iluminar el local.
El templo muestra curiosos estrados laterales, al mismo nivel de la plataforma del presbiterio, con sillería muy sencilla, que en otra época pudo haber tenido alguna función coral.
Lo más importante de San Ildefonso son, sin duda, sus yeserías, todavía sobrias y de trazo muy definido, anteriores a las de la nave de Santo Domingo. Las de los primeros tres tramos en lo alto de la nave son idénticas, muy sencillas y relativamente geométricas, con trazos que prolongan los bordes de la intersección entre los lunetos y los cañones, formando juegos de cuadros inscritos unos dentro de otros mediante el expediente de girarlos 45° en cada paso sucesivo.
Siguen en complejidad las bóvedas del presbiterio, en las que ya aparecen medallones, florones y entrelazos manieristas. La bóveda del sotocoro muestra motivos ondulantes, palmas, racimos, entrelazos y róleos rodeando a un tablero rectangular con la figura en relieve del Arcángel San Miguel. Su rostro es juvenil, casi adolescente, y se le muestra empuñando una hoja de palma con una mano y una cruz con la otra, en actitud victoriosa sobre el demonio, representado aquí como una sirena de hermosos rasgos femeninos. Es uno de los mejores relieves de su tipo en toda Puebla. Además, en los tímpanos que se forman en los muros laterales del sotocoro hay grandes escudos del mismo material.
La calidad y complejidad de las yeserías culminan en la cúpula de San Ildefonso. Las pechinas que la sostienen ostentan medallones con marcos manieristas; llevan las efigies en relieve de San Ignacio y otros tres ilustres jesuitas.
El intradós de la cúpula se organiza a partir de una cruz griega con florón al centro y medallones ovalados en cada brazo, cada uno con un arcángel. Los marcos manieristas de cada medallón son más complejos, y sus entrelazos desbordan los límites de los brazos donde se encuentran. En los cuadrantes quedan segmentos triangulares, intersectados en parte por los vanos de las lucarnas, en cuyo interior se muestran otras jerarquías angélicas.
Hacia el exterior, el templo sólo deja ver su severa portada de cantera labrada, que se destaca del resto del imafronte, pintado de blanco y rematado con un tímpano semielíptico. No hay punto de vista desde el nivel de la calle que perm ita apreciar su cúpula.
La portada es de dos cuerpos únicamente: en el primero, el vano muestra angostas jambas y un arco de medio punto, con dovelas vigorosamente marcadas. Sendas pilastras almohadilladas surgen de las basas, sin plintos, y soportan un arquitrabe con el friso decorado con triglifos. El entablamento y la parte central del friso están invadidos por las dovelas centrales del arco. Sobre la cornisa hay un pequeño banco y el marco de la ventana del coro, este labrado a base de sencillos recuadros almohadillados. Otro entablamento con cornisa remata la portada.
Del lado derecho del imafronte se aprecia el cubo de una torre, sin campanario, montado sobre el edificio del ex-colegio. Es posible que este elemento se haya perdido en los conflictos bélicos en que se vio envuelta la ciudad durante el siglo pasado. En el plano de Medina de 1754, se aprecia claramente que tanto San Marcos como San Ildefonso estaban provistos de torres.
4.-OBRAS DE ARTE
Los objetos que se conservan en el interior de San Ildefonso son escasos pero interesantes.
Aún cuenta con el ciprés neoclásico del presbiterio, de muy buena factura. El ciprés asume la forma de un templete, con la imagen de la Virgen de los Dolores en su interior, en el que ocho columnas corintias, que soportan cuatro frontones quebrados, flanquean otros tantos arcos de medio punto sobre los que se eleva el cimborrio. Este último sirve de soporte a una figura de San Ildefonso, titular del templo. En las esquinas hay ángeles portando flameros.
El testero está cubierto en su totalidad por una singular pintura al óleo dividida en secciones, que debería consignarse entre los antecedentes de la pintura mural mexicana. Parece ejecutada poco después del ciprés y su asunto es enteramente arquitectónico, pensado seguramente para hacer juego con aquél. Es un raro ejemplo de trompe l'oeil, aquel concebido expresamente para engañar al ojo del observador, ya que representa la perspectiva de un ábside con pilastras, puertas, nichos, entablamento y balaustradas semicirculares, y una semicúpula con ventana y gallones. El efecto perspectivo es convincente y ese es su principal mérito.
Además de este raro ejemplo hay un púlpito en el muro de la Epístola, entre el tercer y cuarto tramos de la nave, provisto de su tornavoz. Del lado opuesto, sobre el muro del tercer tramo, hay un gran óleo que representa al Descendimiento. Parece del siglo XIX y es de escasa calidad.
Inmueble de pertenencia
Nombre del Inmueble
San Ildefonso