Nombre del Inmueble
San José de Analco
Clave del estudio monográfico
MX-SC-DGSMPC-EM-001128
Estado, Municipio, Localidad
Estudio Monográfico
Clave del estudio monográfico
MX-SC-DGSMPC-EM-001128
Contenidos
1.-ANTECEDENTES
El actual barrio de Analco fue originalmente un pueblo que se formó en la misma época en que se realizó la fundación de Guadalajara en 1542 (1). Algunas versiones señalan que el pueblo indígena de Analco existía ya antes de que la ciudad fuera mudada desde Tlacotán aunque la mayor parte de los datos disponibles se refieren a momentos muy próximos a la primera puebla de Guadalajara.
El origen del vecindario está vinculado, de cualquier manera, con la presencia de los misioneros franciscanos en territorio de Jalisco: en efecto, fray Antonio de Segovia, que fue el principal evangelizador del área, comenzó sus labores de cirstianización de los naturales por Tlajomulco hacia 1530 (2) y luego se estableció en Tonalá, donde construyó una pequeña iglesia que quizá fue la primera formal que hubo en la región; esa edificación, cuyo significado contribuyó de manera tan especial a alentar las tareas del padre Segovia, se hizo utilizando materiales perecederos y poco se sabe de lo que ocurrió con ella cuando un año más tarde el fraile se estableció en Tetlán. En este lugar edificó un convento, que fue pequeño y de adobe, en el que, según algunas crónicas, se reunían con alguna frecuencia la mayor parte de los misioneros que lo acompañaban. En Tetlán el convento tuvo una vida llena de actividades pues los franciscanos lo tenían sobre todo como una base desde la cual organizaban todas sus incursiones a los territorios y a los poblados aledaños.
Los acontecimientos sociales que tuvieron lugar entre 1531 y 1541 afectaron a toda la región aunque no de manera directa a sitios como Tetlán: la conquista del sitio había sido consumada antes y las acciones de guerra se desarrollaban en lugares un tanto distantes. Esos sucesos condujeron, después de ganadas las batallas por los españoles, a la consolidación de la presencia española no sólo en la naciente Nueva Galicia sino prácticamente en todo el actual territorio mexicano. Otra consecuencia de lo sucedido en esos años fue el cambio de sede de la ciudad de Guadalajara al Valle de Atemajac.
Los vecinos de aquella cuarta Guadalajara expresaron su deseo en el sentido de contar con un establecimiento religioso manejado por franciscanos, de modo que pronto -quizá en el mismo año de 1542- los invitaron a que dejaran Tetlán y se asentaran en las cercanías de la nueva ciudad; los frailes aceptaron y se mudaron primero a Analco. El conjunto se formó con los religiosos y con los indígenas que los siguieron desde Tetlán, principalmente tecos, cocas y tecuexes. Analco recibió ese nombre porque significa al otro lado o en la otra banda (del río). Guadalajara comenzaba a formarse en el valle, y el río que después se llamó de San Juan de Dios dividía a la nueva puebla del sitio elegido por los franciscanos.
Algunos autores afirman que durante su corta estancia en Analco los frailes alcanzaron a erigir un pequeño templo: eso debió ocurrir hacia 1543 pues durante ese año volvieron a mudarse. El lugar escogido, más cerca de la ciudad, les permitía visitar y atender a varias comunidades indígenas entre las que se contó Analco pues el barrio permaneció a pesar de la ausencia de los franciscanos.
2.-EMPLAZAMIENTO
Analco no se formó como un pueblo independiente separado de Guadalajara: desde sus primeros tiempos fue considerado como un barrio de la ciudad en el que lo caracteristico fue que estuviera habitado por indígenas. En esas condiciones creció el conjunto y, aunque conservó una parte importante de su traza alrededor de una plaza central y solares para la iglesia, ya en 1605 (3) era un integrante reconocido de la capital de la Nueva Galicia: en esa época sus vecinos sólo eran 60 mexicanos (4) a los que se deben los varios trabajos que condujeron a la consolidación definitiva del sitio. Los años siguientes fueron los de la expansión de la ciudad de Guadalajara y, en cierta forma, los de la anexión de Analco al conjunto urbano. Desde el siglo XVIII, en que la iglesia comenzó a ser reparada, el barrio de Analco recibó también algunos beneficios de mejoramiento promovidos por los vecinos. A principios del presente siglo la ciudad ya se prolongaba naturalmente hacia el oriente lo que motivó que Analco sufriera también un cierto proceso de expansión a pesar del cual logró conservar su calidad de barrio diferenciado.
En épocas mucho más recientes las autoridades municipales de Guadalajara tuvieron el sentido de disponer nuevas avenidas que van de poniente a oriente y que con mucho contribuyen a aliviar el tráfico de vehículos en la ciudad, pero sin afectar directamente a sitios tan característicos y entrañables como el barrio de Analco. Las comunicaciones urbanas lo mantienen unido con el resto de la población pero ninguna de las grandes avenidas desemmboca en la plaza o en las cercanías del templo: gracias al cuidado con el que se trazaron las vías puede vivirse en Analco, como también en otros barrios y sectores, la sensación de pertenecer a una gran ciudad sin perderse la apasibilidad de un asentamiento de pequeñas dimensiones cuyos edificios se han situado en torno de una plaza que más que un simple espacio abierto es un sitio que pertenece a todos.
La actual parroquia de San José de Analco se encuentra, pues, en la manzana que limita a la plaza por el oriente: como todo el barrio ocupa terrenos que descienden de oriente a poniente hacia el río -que hoy corre entubado bajo la Calzada Independencia- el atrio y las otras áreas del templo se ubican a una mayor elevación que el nivel medio de la plaza. Los terrenos con los que colinda la propiedad federal no han permanecido baldíos y hoy asientan a un grupo considerable de viviendas y otras construcciones cuyos rasgos arquitectónicos más importantes revelan una etapa constructiva más bien intensa que puede considerarse terminada a principios del presente siglo.
Las relaciones que se advierten entre los varios edificios del centro del barrio están regidos por la continuidad espacial de la plaza y por las dimensiones y ubicación del templo: los anchos de las calles que limitan a la plaza son, como en una gran parte de Guadalajara, suficientemente generosos como para permitir no sólo una rápida circulación sino el estacionamietno de varios vehículos en los que continuamente llegan quienes saben que en la plaza de Analco se conservan algunas tradiciones que se expresan en la venta de por lo menos cuatro clases distintas de alimentos y golosinas.
3.-HISTORIA
Varios estudios señalan que hacia 1542 ó 1543 (5) ya existía en el lugar una pequeña edificación a partir de la cual se organizó y completó el conjunto religioso de San José de Analco. Es probable que así haya sido pues esos fueron justamente los años en que estuvieron en el sitio los padres franciscanos antes de cambiarse al terreno que ocuparon en las inmediaciones de Guadalajara. De aquella primitiva fundación, si en realidad la hubo, no quedó nada pues es sabido que el templo parroquial que ha llegado a nuestros días es producto de una larga serie de modificaciones y ampliaciones que se presentaron hasta época muy reciente.
Es posible que sobre aquella primitiva construcción se hayan realizado algunas obras de cierta envergadura pues hacia finales del siglo XVII o principios del XVIII (6) era ya la parroquia del barrio. No hay datos precisos sobre la erección parroquial pues es posible que sea anterior a la secularización de doctrinas y curatos de religiosos que tuvo lugar en los primeros años del siglo XVIII.
Una parte importante de la historia del templo de San José está vinvulada con la imagen de la Virgen de La Salud que fue hecha por encargo de los franciscanos de Guadalajara y que aparentemente estuvo en esta iglesia desde principios hasta mediados del siglo XVIII. Hacia 1750 el edificio sufrió una serie importante de deterioros a los que se debió que la escultura fuera llevada al otro templo del barrio, el de San Sebastián, en donde, después de recibir varias limosnas, se decidió construirle una capilla lateral especial que fue comenzada el 7 de abril de 1757 (7).
La iglesia de San José, entre tanto, continuba arruinándose. Entre 1802 y 1804 (8), por órdenes del obispo Juan Cruz Ruiz de Cabañas y Crespo, el templo fue totalmente reconstruido llegándose incluso a dejar preparativos para la posterior colocación de algunos arreglos que ya seguían las normas del estilo neoclásico. Esa puesta en valor y en funcionamiento no fue suficiente ni definitiva toda vez que hubo necesidad de practicar nuevas intervenciones en 1884 (9). La importancia relativa del conjunto permitió que muchos de los servicios religiosos no se interrumpieran y se tomaran las obras como terminadas en un plazo más o menos breve. El párroco Lauro Díaz Morales pidió autorización al obispo Pedro Loza y Pardavé para construir una capilla lateral en la cual alojar a la imagen de la Virgen de La Salud -que todavía se encontraba en San Sebastián- y, al obtenerlo, comenzó la edificación de ese anexo el 19 de diciembre de 1897 (10); terminó la obra el 20 de abril de 1901 y, desde entonces, ahí se venera a esa advocación de María. El edificio se ha completado a través de numerosas etapas constructivas que se fueron presentando según las necesidades y las posibilidades de la comunidad. Aunque no se cuenta con datos bastantes ni con la descripción de los trabajos, se sabe que en 1904 y en 1938 (11) se llevaron a cabo algunas acciones tendientes a remozar el conjunto interior y exteriormente. La historia del edificio no ha terminado pues los últimos trabajos de que se tiene conocimiento, y que modificaron grandemente la estructura del conjunto se terminaron en 1962.
4.-DESCRIPCION ARQUITECTONICA
Varios de los edificios religiosos de Jalisco tienen la apariencia de proceder de una misma manera de interpretar ciertos rasgos arquitectónicos; esa característica, que permite suponer la preeminencia de un modelo, no es privativa de una época ni de una región determinada pues abarca un largo período que quizá comenzó a principios del siglo XVII y prácticamente se ha extendido hasta nuestros días. El modelo del que partieron buena parte de las influencias es, sin duda, la catedral de Guadalajara, obra a la que con toda razón se le atribuyen valores trascendentes extraordinarios. Es notable, sin embargo, que muchos de los trabajos de reconstrucción o de remozamiento ejecutados en muy numerosos edificios en épocas distintas también ostenten soluciones similares, que poco tienen en común con la catedral tapatía o con las imposiciones estilísticas o formales de un período. Se advierte, pues, que algunas de las intervenciones en edificios que integran el patrimonio cultural del Estado, y que debieran ser propias de cada uno de los inmuebles, presentan sutiles nexos que se han conservado a lo largo de los años y a t ravés, a veces, de grandes distancias.
La fisonomía actual del templo parroquial de San José de Analco, que se debe a una importante serie de labores de reacondicionamiento que han tenido lugar en el pasado reciente, es un buen ejemplo de lo anterior: su atrio, que se encuentra ligeramente elevado respecto del nivel de la calle y de la plaza del barrio, ha sido modificado hasta dejarlo como una pequeña plazuela desprovista de vegetación a la que limitan tanto la iglesia y su propia barda como las colindancias propias del predio y los anexos que hoy acompañan al conjunto religioso: por el norte un par de pequeños locales que gracias a la generosidad de la parroquia se utilizan como vivienda y, hacia el sur, el edificio en el que se alojan la notaría y casi todas las otras dependencias públicas y privadas de la parroquia. Ni en la barda atrial ni en la disposición de los pavimentos o de las distintas zonas se ostenta una intención compositiva que adecúe el espacio a las singularidades propias del barrio de Analco o de su gente. No hay razón aparente para que quienes asistan a las oficinas parroquiales no tengan la facilidad de encontrarse en un ambiente menos riguroso desde un punto de vista puramente religioso.
La fachada y los volúmenes que forman los paramentos del acceso son también producto de sucesivas modificaciones no siempre distinguidas por la fortuna o por el acierto. El diseño arquitectónico del conjunto probablemente incluía a la portada y a los dos macizos en forma de cubos que la flanquean: al de la izquierda (al norte) se le agregó la torre del campanario durante alguna de las obras realizadas en el siglo pasado pues las normas de tendencia neoclásica que acusa así lo sugieren; la diferencia entre los tratamientos de los muros que la componen basta para señalar momentos constructivos distintos al tiempo que subraya las inevitables comparaciones entre las escuelas formales que se utilizaron como guías en la fábrica del conjunto. En las secciones inferiores de ambos cubos se encuentran ventanas circulares y abocinadas que a algunos autores les sugirieron la presencia de canteros de Cajititlán en los trabajos.
La portada es el elemento más interesante del exterior del conjunto tanto por sus propios valores como por el insinuado contraste que establecen sus componentes en relieve con la continuidad de los planos de los paramentos laterales. El esquema compositivo de la portada está basado en lineamientos barrocos sobrios excepto en su remate, que en forma de frontón triangular fue agregado al conjunto en época próxima a la erección de la torre cuando la moda neoclásica se propagó por todo el país.
La portada, pues, consta de dos cuerpos cada uno de los cuales se estructura por medio de columnas de la modalidad conocida como tritóstila (que significa que están divididas en tercios y que uno de ellos lleva ornamentación que lo diferencia del resto del fuste) y que, según varios autores, son características de finales del siglo XVII o de principios del XVIII (12).
Los cuerpos, además, terminan en entablamentos de correctos trazo y proporción. En el primero las columnas van estriadas del segundo tercio hacia arriba y rematan en capiteles corintios; en los intercolumnios se alojan hornacinas que parecen apoyarse sobre guadamalletas labradas en piedra y que contienen unos ángeles y otros motivos. Las jambas del arco van también ornamentadas mientras las dovelas presentan trabajos que recuerdan cierto tipo de casetones; las enjutas, las secciones laterales de los frisos y los paños sobre los nichos se completaron a base de pequeñas pero muy ordenadas ornamentaciones a base de follajes. En el segundo cuerpo las columnas son de fuste liso y también terminan en capiteles corintios; la ventana del coro, que es rectangular, va enmarcada por labores de cantería de gran sencillez; los intercolumnios altos se componen igualmente con nichos a los que forman sendas peanas. Las imágenes que hoy ocupan las cuatro hornacinas, y que no son de mala calidad en absoluto, son adiciones relativamente recientes (13).
La fachada lateral norte es prácticamente inaccesible pues se encuentra sobre un paso hoy ocupado por una vivienda y por un depósito de materiales de construcción que seguramente han quedado en ese lugar desde la última intervención al edificio. La del lado sur fue bien compuesta aunque los elementos que la componen son interpretacions de otros modelos consagrados.
El espacio interior del conjunto es, asimismo, producto de la asimilación e incorporación de influencias: la planta del templo es de tres naves y sus cubiertas están resueltas con bóvedas de aristas en la central y cañones corridos de medio punto en las laterales. Las alturas de las techumbres son distintas de modo que la nave central lleva ventanas en cada uno de los tramos que comprende; las naves están separadas por columnas de cantera estriadas cuyos tercios bajos ostentan un trabajo distinto a los dos superiores y que terminan en capiteles que recuerdan el trazo del orden clásico toscano. Esas columnas, a su vez, soportan vigorosos dinteles terminados con cantera pero seguramente realizados con otros materiales. El motivo principal de la nave central es el retablo que ocupa el presbiterio: es una pieza de cantera de dos cuerpos y remate en la que se recrea, nuevamente, el ánimo de dividir las columnas clásicas en tercios a la manera en que se hizo duante los primeros años en que el estilo barroco comenzó a propagarse por el país. El retablo y buena parte de los objetos y elementos arquitectónicos que hoy pueblan y caracterizan el interior del templo de San José de Analco proceden de la última etapa constructiva del inmueble.
5.-NOTAS Y BIBLIOGRAFIA
(1) CORNEJO Franco, José. Guadalaxara Colonial. Edición facsimilar de la de 1938. Consejo de Colaboración Municipal, p.35. Jalisco, 1970.
(2) JIMENEZ, Jesús. Antiguo San Francisco en Primer curso de información sobre Guadalajara de José López Portillo y Rojas. Edición del Departamento de Bellas Artes de Jalisco, p.166. Jalisco, 1975.
(3) OROZCO, Luis Enrique. Iconografía Mariana de la Arquidiócesis de Guadalajara.
Tomo I, p.70. Jalisco, 1954.
(4) OROZCO, Luis Enrique. Op. cit. p.70.
(5) CAMACHO Durán, Felipe. San José de Analco, en Iglesias y Edificios Antiguos de Guadalajara. Edición preparada por Ramón Mata Torres para la Ayuntamiento de Guadalajara y la Cámara Nacional de Comercio de Guadalajara, p.12. Jalisco, 1979.
(6) OROZCO, Luis Enrique. Op. cit. p.72.
(7) OROZCO, Luis Enrique. Op. cit. p.73.
(8) OROZCO, Luis Enrique. Op. cit. p.74.
(9) CAMACHO Durán, Felipe. Op. cit. p.12.
(10) OROZCO, Luis Enrique. Op. cit. p.74.
(11) CAMACHO Durán, Felipe. Op. cit. p.12
(12) Vocabulario Arquitectónico Ilustrado. Tercera edición, Secretaría de Asentamientos Humanos y Obras Públicas, p.436 y 437. México, 1980.
(13) Dato proporcionado por el señor Lic. Héctor Antonio Martínez González, Miembro de la Comisión Diocesana de Liturgia, Música y Arte Sacro del Arzobispado de Guadalajara.
Inmueble de pertenencia
Nombre del Inmueble
San José de Analco