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Nombre del Inmueble
San Juan Evangelista
Clave del estudio monográfico
MX-SC-DGSMPC-EM-001151
Estado, Municipio, Localidad
Jalisco > Tlajomulco de Zúñiga > San Juan Evangelista (San Juan) (140970004)
Estudio Monográfico
Clave del estudio monográfico
MX-SC-DGSMPC-EM-001151
Contenidos
1.-ANTECEDENTES
El pueblo de San Juan se encuentra en la ribera sur del Lago de Cajititlán; junto con otros cuatro poblados ha sido sede de un grupo social siempre vinculado a las bondades del medio: en efecto, desde épocas muy remotas hubo pobladores en el área que, según varias investigaciones, estuvieron dedicados a la recolección de frutos silvestres, a la caza y a la pesca. Las exploraciones arqueológicas que sólo parcialmente se han emprendido no ilustran lo bastante sobre otras de las actividades o las creaciones de aquellos pueblos primitivos. Se sabe que algunos de los poblados ribereños tuvieron constructores más o menos importantes a juzgar por los restos que se encontraron de una pirámide en plena traza del actual Cajititlán.
Los rasgos culturales de la región incluyen hasta etimologías de origen mexica, lo que revela una serie trascendente de contactos que no llegaron a expresarse en dominación o a través de formas de sujeción tributarias debido quizá a la distancia que separa esta zona de Jalisco de lo que fue la capital de México-Tenochtitlán, ya que la capital azteca no estaba totalmente organizada además de la resistencia que debe haberse opuesto a los posibles invasores en una primera confrontación. Los aspectos más documentados acerca de la vida prehispánica de todos estos sitios son los relativos a la fundación del tlatoanazgo de Tlajomulco a raíz del triunfo de los tonaltecas en la llamada guerra del Salitre.
Al crearse y al organizarse Tlajomulco los pequeños pueblos de los alrededores pasaron, algunos contra su propia voluntad, a formar parte de la jurisdicción; los asentamientos ribereños eran sitios que debían su relevancia al cierto bienestar que les proporcionaba la estabilidad del embalse. San Juan fue una localidad que congregaba básicamente pescadores aunque Cuyutlán y Cuexcomatitlán eran cabeceras de cacicazgos. Tlajomulco, a su vez, era dependiente del hueytlatoanazgo de Tonalá, de modo que todos los conjuntos ribereños pasaron también a ser considerados dentro de la gran jurisdicción que se manejaba y administraba desde Tonalá en épocas muy próximas a la aparición de los conquistadores, colonizadores y evangelizadores españoles.
Quedaron cerca de la cuenca del Lago de Cajititlán numerosas evidencias de los primeros contactos de los naturales con quienes llegaron aproximadamente al mismo tiempo que las huestes de Nuño Beltrán de Guzmán. La organización definitiva de los poblados así como las primeras obras que se comenzaron a levantar en terrenos definidos por las nuevas trazas se debieron, sin embargo, al entusiasmo y al trabajo de los religiosos franciscanos que encabezó fray Antonio de Segovia y que, más tarde, siguieron misionando y evangelizando al realizar viajes con esos motivos desde sus conventos de Tetlán, primero, de Guadalajara, después, y de Tlajomulco, a partir de 1551 (1).
San Juan Evangelista debe su nombre actual y la más temprana organización de su contexto a esos religiosos pues se sabe que ellos comenzaron a trabajar, e incluso a erigir pequeños templos provisionales en los pueblos aún antes de que se formalizaran las encomiendas de indios. No resulta aventurado, por tanto, atribuir a los franciscanos la primera traza urbana del conjunto así como la construcción de algunas obras que luego dejaron su lugar a edificaciones más duraderas. A los frailes les debe haber correspondido convencer a algunos grupos dispersos de que se congregaran en el sitio con el objeto de facilitar su atención y garantizar la permanencia de las fundaciones.
2.-EMPLAZAMIENTO
El trazo del conjunto se hizo con apego a las normas urbanísticas que señalaba la Corona. No se cuenta con mayores datos relativos a las condiciones específicas que privaron en el caso de San Juan como tampoco se conocen las fechas en que se sucedieron los primeros trabajos de repartición de solares; las varias suposiciones a ese respecto señalan que el poblado fue transformado y vuelto una fundación española durante el mismo siglo XVI.
Quienes intervinieron en la composición del asentamiento tomaron en cuenta, con seguridad, las calidades que singularizaron al primer vecindario indígena; es evidente, por lo que se observa ahora en San Juan, que también fueron atendidas, de una manera muy cuidadosa. Las relaciones que ya existían y las que se iban a generar entre el caserío y el paisaje, especialmente con el lago. La ubicación del solar destinado al edificio religioso no fue un accidente pues se buscó no sólo satisfacer algunas necesidades plásticas sino cumplir las exigencias simbólicas que un recinto abierto al culto de una nueva religión iba a plantear.
El terreno que ocupa el conjunto religioso está limitado, desde entonces, por una de las calles que conducen a los embarcaderos; la plaza que hoy se extiende al otro lado de esa misma calle también debe ser un espacio abierto por lo menos desde el siglo XVII: el pueblo, pues, fue trazado de modo que sus crecimientos y las relaciones entre sus elementos y edificios no afectaran el entorno natural del lago y, de paso, tampoco comprometieran la presencia del templo.
Los accesos al área de San Juan Evangelista se realizan por medio de una calle que recorre el pueblo de manera longitudinal y que es la continuación, en ambos sentidos, del camino que une a la carretera Guadalajara-Chapala con Tlajomulco, la cabecera municipal. Ese camino va paralelo, en varios de sus tramos, a la ribera del lago y cuando entra en San Juan se vuelve su calle más importante. La circulación que limita al conjunto de la capilla por el sur es una paralela a esa avenida principal, de modo que la vida del poblado puede desarrollarse sin que ningún vehículo tenga la necesidad de cruzar por las calles adyacentes al área que puede considerarse el centro toda vez que se integra por la iglesia, la plaza y algunas construcciones civiles desde las cuales se administra por lo menos una parte de los asuntos de la población.
Es posible que la imagen actual del pueblo de San Juan no corresponda exactamente a lo que dejaron previsto sus fundadores: algunos crecimientos han sido anárquicos y el lago, que ha sufrido varias veces los intentos por desecarlo, ya casi no ofrecería resistencia llegado el caso de que se construyera en su ribera. La relación entre el volumen de la capilla y el lago y entre ambos y el paisaje más lejano, formado por varias serranías de diferentes alturas y calidades, sí corresponde a la visión que tuvieron tanto los fundadores como los constructores del templo. En pocos sitios se establecieron límites de una manera más libre: la barda atrial, en su paño norte pudo señalar la dimensión de una propiedad además de dividir dos clases totalmente distintas de terrenos: uno con agua y otro con tierra y prestando un servicio religioso; hoy que el lago aparece un tanto distante no divide agua de tierra: simplemente señala planos de un mismo paisaje.
3.-HISTORIA
Es probable que recién fundado el poblado y ya dispuesto el solar destinado a alojar el edificio religioso se haya comenzado una primitiva obra quizá provisional o construida humildemente a base de materiales perecederos. La atención evangelizadora que requería una comunidad que se empezaba a formar de una manera sustancialmente distinta a como había sido hasta entonces, obligaba a disponer de por lo menos un pequeño recinto o de una capilla abierta, como ocurrió en otros muchos sitios inclusive en fundaciones que pasaron a ser ciudades de relevante importancia. Si estaba decidido el lugar donde se construiría el templo y si llegó, como ocurrió, a consagrarse la imagen de un recinto para culto, es presumible que con el crecimiento de la población y la multiplicación de sus recursos, en un plazo relativamente breve se intentara erigir un nuevo conjunto no sólo más duradero sino verdadero reflejo de las posibilidades expresivas de la comunidad.
La capilla dedicada a San Juan Evangelista no presenta cartelas o placas en las que se haya dejado constancia de las circunstancias que le fueron propias durante su fábrica. La mayor parte de sus rasgos compositivos y constructivos pueden presumirse como originarios del siglo XVII: en esa época la catedral de Guadalajara era ya un edificio suficientemente conocido y prestigiado de modo que es comprensible que sus influencias formales alcanzaran sitios como San Juan Evangelista y aún otros mucho más distantes; en efecto, el trazo del edificio es un recuerdo del modelo de la catedral tapatía. Las aportaciones locales al diseño proceden de diversas épocas pues es probable, como también ocurrió en otros muchos lugares, que las acciones constructivas no hayan sido continuas sino que avanzaron al mismo ritmo en que la población disponía de facilidades y de excedentes con que contribuir a la conclusión del volumen.
El área del Lago de Cajititlán ha alcanzado cierta notabilidad por la calidad de sus conjuntos arquitectónicos tanto civiles como religiosos; algunas exploraciones y muchas observaciones han permitido establecer la identidad de varios de los constructores de iglesias que quizá pertenecieron a un mismo tronco familiar y que muy probablemente vivieron en la población de San Lucas, sitio al que se reconoce la fama de haber producido canteros de excepcional calidad. No se conocen los nombres de ninguno de los artesanos que debieron haber intervenido en la fábrica del templo de San Juan pero habrá que reconocer que se trató de personajes de talento extraordinario pues supieron recoger una de las tradiciones espaciales que estaba apenas desarrollándose -la influencia de la Catedral de Guadalajara- al tiempo de incorporar soluciones regionales que incluían no sólo recursos formales sino que eran posibles gracias a la facilidad y a la habilidad con que eran trabajados los materiales también vernáculos. El autor del diseño aprovechó, además, las sugerencias estilísticas, ornamentales y simbólicas que hacía la corriente barroca por todo el país. El edificio de San Juan se resolvió, pues, sin dejar fuera ninguna de las posibilidades que se presentaban tanto por el medio como por la época: su autor anónimo, que dejó una obra a la que poco se le ha modificado en lo sustancial en el curso de los años, fue una persona que tal vez no aspiró a la trascendencia sino a reunir en un sólo volumen arquitectónico las experiencias y las enseñanzas que fueron parte de su tiempo.
4.-DESCRIPCION ARQUITECTONICA
El volumen de la capilla tuvo, aparte sus propios valores, el atractivo de estar vinculado estrechamente con sus propias áreas exteriores y con los más notables espacios abiertos del pueblo. El conjunto que forman la plaza y el atrio debió ser una sola unidad del mismo modo que el terreno atrial se conserva integrado al paisaje y al litoral del lago por el lado norte del templo. La plaza y el atrio hoy día se encuentran separados por una pequeña calle que remata en un embarcadero y que, seguramente, señalará un límite para las actividades religiosas. La barda norte, por su parte, contiene también al cementerio que ocupa una parte considerable del atrio. Los árboles, que tanto contribuyeron a la continuidad del paisaje, han comenzado a desaparecer pues no están incluidos en los planes de transformación del atrio que se llevan a cabo en el primer trimestre de 1984.
El entorno de la capilla ha perdido a algunos de sus componentes lo que ha provocado una cierta ausencia de relaciones entre la obra arquitectónica y el medio natural: la masa de la fachada hoy se ha constituido en el remate visual de un campo en el que predominan los troncos caídos y las sepulturas de muy diversas calidades: el acceso a su conjunto se hace por medio de una plaza que parece prevista para dispersar más que para congregar.
Las generosas dimensiones del atrio no lograron influir lo suficiente para que se considerara la posibilidad de atribuirle usos o destinos diversos sin tener que recurrir a la desintegración del espacio. En esas condiciones, la apariencia del conjunto apenas comienza a ser estudiada otra vez: se ha recurrido a la organización del atrio mediante un nuevo andador central que conduzca a una pequeña plazoleta sobre la cual se desplanta el edificio. Los pavimentos tienen la función adicional de separar las zonas de carácter religioso de las áreas que se han utilizado como cementerio.
Los muros y los paramentos verticales que forman la fachada condicionan, por su longitud mayor que la anchura del templo, algunas de las perspectivas hacia el inmueble haciéndolo parecer más horizontal y menos rico volumétricamente de lo que en realidad es: la fachada principal está compuesta por varios tipos de elementos que van desde la sección norte -sobre la que no se construyó la torre- hasta una especie de portería que fue resuelta con un arco de acceso y una ventana superior que coincide con los otros vanos similares del conjunto.
Entre el elemento que debió haber cumplido las funciones de cubo para la torre y la portada de la iglesia, se erigió un campanario provisional que ha permanecido en ese sitio durante largo tiempo: se le hizo de adobe y se colocaron dos tramos de viguetas de acero de las cuales penden las campanas.
El componente más distinguido del templo es la portada: esa pieza es una muestra eminente tanto de las capacidades compositivas como de las habilidades constructivas de su autor. El diseño está contenido en un gran arco de medio punto claramente definido por molduraciones y rematado por un pretil y por roleos que se resuelven, en los extremos laterales, en una especie poco habitual de ganchos que se separan del paramento al que limitan. Consta la portada de dos cuerpos principales y de un tercero que hace las veces de remate: en el primero los motivos ornamentales se dispusieron en torno del arco que señala el acceso y cuya clave es un ángel que lleva los ojos de obsidiana; en efecto, tanto la clave y las enjutas del arco como el entablamento que soportan dos pares de medias columnas terminadas en capiteles de inspiración toscana presentan la mayor profusión de decorados. El segundo cuerpo, que se apoya sobre una vasta cornisa, aloja a la ventana del coro como elemento principal: ese vano, que está flanqueado por pilastras estriadas y un sencillo entablamento, ostenta una solución de clave verdaderamente notable pues es un gran motivo vegetal que desciende sobre el vacío que comunica al interior con el exterior.
A sus lados se colocaron dos personajes a partir de los cuales brotan varios follajes: el situado al sur, además, lleva un instrumento musical que podría ser una guitarra. Las medias muestras inferiores se prolongan visualmente en este segundo cuerpo por medio de pequeñas columnas salomónicas en cuyos intercolumnios se incluyeron nichos que hoy alojan a imágenes que no son las originales. El tercer cuerpo, o remate de la composición, también incluye un motivo principal, que esta vez es una hornacina ocupada por un Cristo y sobre cuyo eje se encuentran un águila, un par de ángeles que llevan una corona y el principio de las curvaturas de los pretiles; el fondo presenta trabajos de cantería que recrean follajes mientras al frente, y abajo, aparecen los remates de los elementos estructurales verticales resueltos como pilastras coronadas por pináculos que recuerdan el trazo de algunas almenas.
Entre lo más destacado de los exteriores del templo se cuenta la portada lateral sur que ahora comunica al patio de la vivienda de los vigilantes: se trata de un arco conopial vigorosamente labrado en cantera cuyas jambas, clave y ornamentación lo separan del fondo liso formado por el paño del muro.
El interior del templo está dividido en tres naves de igual altura y que se dividen por medio de dos arcadas de cuatro vanos de medio punto cada una; las columnas presentan fuste liso y una curiosa solución de capitel y entablamento que, una vez más, da fe de la importancia que tuvieron las influencias de la catedral tapatía. Las claves de los arcos presentan motivos esculpidos en bajorelieve en los que se acusa la mano de obra indígena.
El espacio interior tiene, pues, un gran interés al que también contribuyen la luminosidad que se recibe por la puerta lateral sur y el remate visual que forma el retablo popular que se aloja en el presbiterio: la primera hace posible la observación de algunos elementos habitualmente en penumbra; el segundo, por su parte, es una pieza notable lo mismo por las particularidades de su composición que por la calidad de la mano de obra que lo ejecutó. Sobre una especie de predela se desplantan dos cuerpos en los que destacan, especialmente, los apoyos estípites y las conchas en que rematan las hornacinas; unos y otras son sobrepuestos, de manera que sólo insinúan una condición estructural que no se cumple. En el remate aparecen varios roleos terminados en ganchos muy parecidos a los motivos que limitan la portada.
El espacio propio del presbiterio fue cubierto con una cúpula semiesférica de planta octagonal que se apoya en unas minúsculas pechinas que no llegan a ostentarse como elementos de interés pues se incorporan naturalmente a los paños de los muros que las contienen.
5.-NOTAS Y BIBLIOGRAFIA
(1) OROZCO, Luis Enrique. Iconografía Mariana de la Arquidiócesis de Guadalajara.
Tomo I, p. 170 y 171. Jalisco, 1954.
RUBIN, Ramón. Lago Cajititlán. Colección Jalisco en el Arte. Jalisco, 1960.
ZALDIVAR, Sergio. Arquitectura, Barroco Popular (1). Colección Jalisco en el Arte.
Jalisco, 1960.
ZARAGOZA Razo, José Luis. Historia Temática Jalisciense/Parte I. Reino de Nueva Galicia. Universidad de Guadalajara. Jalisco, 1981.
Enciclopedia de Méxioc. Tomo V, segunda edición. México, 1977.
Análisis Geoeconómico de Tlajomulco. Instituto de Geografía y Estadística, Universidad de Guadalajara. Jalisco, 1977.
Inmueble de pertenencia
Nombre del Inmueble
San Juan Evangelista