Nombre del Inmueble
San Lorenzo
Clave del estudio monográfico
MX-SC-DGSMPC-EM-000452
Estado, Municipio, Localidad
Chihuahua > Dr. Belisario Domínguez > San Lorenzo (080220001)
Estudio Monográfico
Clave del estudio monográfico
MX-SC-DGSMPC-EM-000452
Contenidos
1.-ANTECEDENTES
Cuando se estableció un templo misional en este lugar de la vertiente oriental de la gran Sierra Madre Occidental, cercana ya la mitad del siglo XVII, el camino recorrido por los jesuitas para llegar a este punto era ya largo de medio siglo en tierras de la Nueva Vizcaya y había sido dificultoso en extremo.
La Nueva Vizcaya fue llamada reino por su explorador y primer gobernador, Don Francisco de Ibarra, pero no era tal, sino una provincia del virreinato de la Nueva España. Otros muchos siguieron a Ibarra, deslumbrados por la enorme riqueza minera que se encontró en la región y desde el sur, en donde tuvo sus primeros asentamientos importantes, la colonización española se dispuso a ocupar territorios más hacia el norte, a finales del siglo XVI.
La colonización, había sido demostrado, no avanzaba, o lo hacía muy lentamente, sin la completa pacificación de los indígenas que serían empleados como fuerza de trabajo para el progreso de las nuevas tierras y la riqueza de sus conquistadores, a menos que se lograra la intervención de los misioneros que no solamente llevarían la fe y el auxilio espiritual a los indios, sino que también lograrían una más efectiva pacificación.
El gobernador Don Rodrigo del Río, hacia 1588, solicitó el envío de sacerdotes jesuitas (los franciscanos estaban allí desde 1564 en que fundaron su convento de San Bartolomé) que específicamente fueron dedicados a la evangelización de los tarahumaras, el pueblo más importante entre los muy numerosos que habitaban la Nueva Vizcaya.
El trabajo de los jesuitas fue constante y organizado, llegando en ocasiones a la abnegación. Toda la tarahumara supo de sus representantes, aún las rancherías más alejadas hacia el oriente, como el antiguo poblado de San Lorenzo.
2.-EMPLAZAMIENTO
La región donde se encuentra el antiguo poblado de San Lorenzo (hoy Belisario Domínguez) pertenece a la parte más alejada de la sierra de lo que se denominó en épocas coloniales la Alta Tarahumara y es, por tanto, un poco más seca, el río Conchos pasa a muy considerable distancia y el resto de los escurrimientos de la sierra son pequeños arroyos que llegan muy mermados en su caudal. No obstante, la zona es predominantemente agrícola y ganadera.
La traza urbana del poblado revela con mucha exactitud el origen de su formación. El templo misional es el núcleo en torno al cual ha tenido todo su desarrollo, aún cuando en la actualidad, el camino de terracería que comunica con la carretera estatal y otros poblados, signifique el eje principal de expansión de las construcciones de este centro urbano.
El espacio público más importante de Belisario Domínguez, es la Plaza de Armas, de poca extensión, cercado formalmente con malla metálica y que, más que jardines, contiene algunos árboles jóvenes que refrescan el ambiente. Este espacio se extiende hasta el templo, de modo que el pequeño atrio participa de él con la única separación de un murete con malla.
Significativamente las cabeceras poniente y oriente de esta plaza están ocupadas, respectivamente, por el templo y las principales dependencias de la administración municipal, con la carretera, transformada en la calle principal, cruzando de norte a sur en el extremo oriente de la plaza.
El resto de las calles que circundan al templo son de poca amplitud, de acuerdo al escaso flujo vehicular del lugar, pero con una correcta pavimentación. Las construcciones son, casi en su totalidad, de una sola planta, con fachadas planas y vanos chicos, dominando los aplanados de mezcla y los colores muy claros.
3.-ASPECTO HISTORICO
Cuando se estableció un templo misional en este lugar de la vertiente oriental de la gran Sierra Madre Occidental, cercana ya la mitad del siglo XVII, el camino recorrido por los jesuitas para llegar a este punto era ya largo de medio siglo en tierras de la Nueva Vizcaya y había sido dificultoso en extremo.
La Nueva Vizcaya fue llamada reino por su explorador y primer gobernador, Don Francisco de Ibarra, pero no era tal, sino una provincia del virreinato de la Nueva España. Otros muchos siguieron a Ibarra, deslumbrados por la enorme riqueza minera que se encontró en la región y desde el sur, en donde tuvo sus primeros asentamientos importantes, la colonización española se dispuso a ocupar territorios más hacia el norte, a finales del siglo XVI.
La colonización, había sido demostrado, no avanzaba, o lo hacía muy lentamente, sin la completa pacificación de los indígenas que serían empleados como fuerza de trabajo para el progreso de las nuevas tierras y la riqueza de sus conquistadores, a menos que se lograra la intervención de los misioneros que no solamente llevarían la fe y el auxilio espiritual a los indios, sino que también lograrían una más efectiva pacificación.
El gobernador Don Rodrigo del Río, hacia 1588, solicitó el envío de sacerdotes jesuitas (los franciscanos estaban allí desde 1564 en que fundaron un convento: San Bartolomé) que específicamente fueron dedicados a la evangelización de los tarahumaras, el pueblo más importante entre los muy numerosos que habitaban la Nueva Vizcaya.
El trabajo de los jesuitas fue constante y organizado, llegando en ocasiones a la abnegación. Toda la tarahumara supo de sus representantes, aún las rancherías más alejadas hacia el oriente, como el antiguo poblado de San Lorenzo.
Habían llegado a este lugar en situaciones trágicas a raíz de la primera gran insurrección tarahumara que fue sofocada en esta pequeña ranchería el 23 de marzo de 1641, por las tropas al mando del general Juan de Barraza. En este caso, el propio vencedor solicitó y obtuvo el envío de sacerdotes jesuitas que tomaran a su cargo el trabajo misional en esta zona, procurando además, reunir a los tarahumares dispersos en la nueva fundación jesuita para asegurar así su control.
El jesuita P. José Pascual acompañaba el Gral. Barraza y pronto quedó construida la primera capilla en el lugar, dependiente de Villa Aguilar (Papigochi).
Pero los tarahumares distaban de haber aceptado aquella paz forzada y las rebeliones se sucedieron, cada vez más sangrientas. El segundo levantamiento, en 1650, no parece haber afectado a San Lorenzo y terminó rápidamente, pero los tarahumares habían logrado unir a varios de sus caciques más importantes bajo la relativa dirección del famoso Tepóraca (Gabriel Tepórame) y en poco tiempo, una tercera y más extensa rebelión estaba en marcha. Toda la alta Tarahumara sufrió una gran devastación. La cabecera de Villa Aguilar fue atacada y destruida por completo el 3 de marzo de 1652 y pocos días después San Lorenzo corrió igual suerte. Al fin, tropas virreinales de lugares tan distantes como Sinaloa fueron reunidas y todo culminó con la ejecución de Tepóraca en Tomochi.
Mucho tiempo llevó a los jesuitas restaurar esta zona misional, pero hay reportes acerca de un pequeño templo en San Lorenzo que estaba en servicio en 1678 como visita de Satevó y poco después, cuando Santa María de las Cuevas llegó a ser cabecera, con el activo trabajo del P. Luis Mancuso, San Lorenzo pasó a depender de ella y el tem plo mejorado hasta su estructura básica actual. Con el tiempo, San Lorenzo cobró más importancia como población que sus vecinas y al tiempo de su secularización era ya cabecera de Santa María y Santa Rosalía. Actualmente mantiene esta jerarquía como cabecera parroquial.
4.-DESCRIPCION ARQUITECTONICA
El templo de San Lorenzo es una excelente muestra de la arquitectura misional de la región; sencilla, austera y con una completa integración al ambiente y el paisaje.
Al frente del templo, el reducido atrio con murete de piedra y pequeñas columnas del mismo material que sostienen una malla baja de metal, no tiene razón de ser, ya que forma parte del espacio mayor de la plaza, sin una calle u otra división real que los separe. El espacio urbano está plenamente definido, como ya se indicó, de modo que esas pequeñas divisiones formales entre atrio y plaza, o plaza y calle, son completamente superfluas.
Aún cuando tiene las características tradicionales de las construcciones misionales del siglo XVII, no sería muy descriptiva una relación de los elementos de cada fachada puesto que su aspecto exterior depende para su integración plástica del juego de volúmenes que forman la torre y las fachadas oriente y norte. Entre estos elementos existe una participación de materiales, principalmente los espesos muros de adobe, tratamiento de los mismos, aspecto masivo con vanos pequeños sin ornamentación y acabados en un simple aplanado en color blanco, todo ésto en un diseño volumétrico escalonado para eliminar el peso excesivo sin detrimento de la austeridad señalada que posee todo el conjunto.
Los escasos vanos están tratados en forma rectangular sin marco ni ornamentación para la entrada lateral norte y las ventanas del coro y sus cubos laterales y con un remate de arco rebajado en la entrada principal y las luces de la torre. Esta tiene dos cuerpos de planta cuadrada, de menores dimensiones en el superior, con una luz en cada cara sin ninguna ornamentación. Su remate es una pequeña cúpula de cuatro nervios exteriores, sin tambor, con linternilla similar al cuerpo inmediato inferior y cruz metálica.
La entrada abre hacia el sotocoro que comunica a los cubos laterales mediante puertas a estos espacios que, más que capillas, son casi exclusivamente pasos para la subida al coro en el lado izquierdo y a la torre en el contrario.
La única nave está estructurada con muros de adobe de gran espesor, con una ventana y una puerta a cada lado y que actúan como únicos elementos de carga. En la parte superior, mediante una moldura sencilla, se apoyan los morillos (vigas que cubren todo el claro) sin ménsulas ni nornamentación.
Hacia el frente, la nave está separada del presbiterio por tres gradas y lateralmente por dos pilastras del mismo material de los muros que sostienen mediante ménsulas de madera labradas, una falsa viga maestra (no funciona como tal). En la parte posterior, una viga maestra similarmente apoyada, sostiene vigas en sentido longitudinal que forman el piso del coro, limitado por una barandilla.
El presbiterio está formado por el ochavado de los muros laterales hacia el centro, a modo de ábside, con altar y ambón centrales, de acuerdo a la liturgia actual y sin ornamentación. El muro posterior se encuentra en proceso de restauración.
Desde el presbiterio y hacia el lado sur, se encuentra la sacristía, un pequeño local de planta cuadrada, de un solo espacio y entrada desde un patio interior.
El resto de las dependencias parroquiales se hallan al sur de la nave y a partir de la fachada oriente, de la que forman parte únicamente por compartir el mismo paño, ya que un rodapié de mosaico de pasta y una ceja de tabique, diferencian por completo este frente de la fachada correspondiente a la nave y sus cubos laterales.
5.-OBRAS DE ARTE
La austeridad descrita del templo de San Lorenzo, evidenciada en todas las partes de su edificio, no fue en el pasado, obstáculo para un modesto acervo artístico y alguna obra artesanal de mérito en su ornamentación interior, según la tradición oral de la población. Ambos elementos se hallan actualmente casi completamente perdidos. Las agitaciones sociales y militares por las que tanto padeció la región a partir del fin de la dominación colonial, dispersaron equipamiento e imaginería. Las mal planeadas obras de mantenimiento han destruido la ornamentación interior.
Algo puede verse aún de lo que fue la obra de los artesanos y artistas locales en la ornamentación interior. Las dos vigas maestras del coro y el presbiterio poseen ménsulas finamente labradas en madera que, independientemente del valor artístico propio, nos muestran claramente el tipo de trabajo que alguna vez tuvo el envigado de madera en el plafón interior y la similitud que se encuentra entre estos residuos de la antigua ornamentación con los de templos tan cercanos en el espacio y el tiempo y personal de sus edificaciones como el de Santa María de las Cuevas y el de Santa Ana de la Joya, para citar solamente dos ejemplos, nos hace pensar que la ornamentación original debió tener las mismas características y calidad.
Dentro de la pobreza actual del templo, es clara la intención de mirar al pasado con cierta nostalgia de algún esplendor perdido y a la vez como base para un futuro resurgimiento. Frente a la entrada principal, al centro del atrio y como remate del pasillo central de la nave frente al presbiterio, se han colocado sendas pilas para agua bendita, procedentes del antiguo equipamiento, labradas en un sola pieza de cantera y colocadas sobre pedestales del mismo material en forma de columnas con basa y capitel, como las poseciones más valiosas del templo.
ELABORO: ARQ. ALBERTO VALENCIA
FECHA: 1984
6.-BIBLIOGRAFIA
ALMADA, Francisco R.
Diccionario de historia, geografia y biografía Chihuahuenses.
Ciudad Juárez, Chih. 1968.
ALMADA, Francisco R.
La Enciclopedia de México, Tomo 3.
México, D.F. 1980.
DECORME, Gerard, S.J.
La Obra de los Jesuitas Mexicanos durante la época colonial.
Porrúa. México, D.F. 1941.
ROCA, Paul M.
Spanish Jesuit Churches in Mexico's Tarahumara.
The University of Arizona Press.
Tucson Ariz. EUA. 1979.
PORRAS Muñoz, Guillermo.
Las luchas con los indios en la frontera.
Mexico, 1981.
ELABORO: ALBERTO VALENCIA
FECHA: 1984
Inmueble de pertenencia
Nombre del Inmueble
San Lorenzo