Nombre del Inmueble
San Luis Obispo
Clave del estudio monográfico
MX-SC-DGSMPC-EM-000575
Estado, Municipio, Localidad
Estudio Monográfico
Clave del estudio monográfico
MX-SC-DGSMPC-EM-000575
Contenidos
1.-ANTECEDENTES
Entre las fuentes que primero mencionan a Tlalmanalco destacan los Anales de Cuautitlán (1), conjunto de documentos en los que se relata cómo los gobernantes aztecas tuvieron que intervenir en el área ocupada por esa y otras localidades para terminar las fricciones y los enfrentamientos en que se expresaba una cierta rivalidad entre por lo menos una docena de jefes, o tlatoanis, que encabezaban a otros tantos grupos. Los gobernadores militares que designaron las autoridades mexicas, y que se establecieron en Amecameca, Tenango, Chimalhuacán y Tlalmanalco no hicieron sino preparar la conquista de esos territorios, acontecimiento que se presentó más tarde, durante el reinado de Moctezuma el viejo. Según algunos estudios, los tlalmanalcas, que procedían del tronco nonohualca que se había establecido en Chalco, fueron obligados a adoptar las usanzas aztecas y hasta a cambiar el nombre de su asentamiento: el vocablo Tlalmanalco tiene raíces del náhuatl, significa lugar de la tierra nivelada y se forma de tlalmanalli, tierra nivelada o aplanada, y de co, sitio o lugar (2). Cecilio A. Robelo supone, además, que la nivelación o el allanamiento de la zona pudo haber sido uno de los efectos causados por la acumulación de cenizas del volcán Popocatépetl (3).
Todavía existen, al parecer, algunos restos de pequeños edificios construidos durante aquella época en las zonas aledañas a Tlalmanalco; el Atlas Arqueológico publicado en 1939 (4) da cuenta de ellos e indica que no habían sido explorados suficientemente, lo que no ha ocurrido hasta la fecha.
Los conquistadores españoles encontraron una gran cantidad de pueblos en su ruta a Tenochtitlan; el más importante de ellos, en el descenso de La Sierra Nevada y ya francamente dentro del valle de México, fue Tlalmanalco, sitio del que el cronista Bernal Díaz del Castillo apuntó que los recibieron bien y de comer no faltó (5).
La ocupación de ese y otros territorios por los colonizadores españoles se presentó formalmente después de la derrota de la capital mexica; muchas localidades se transformaron por aquellos años, pues fueron nuevamente trazadas, esta vez a la manera europea, con la probable participación de los misioneros que se encargaron de evangelizar y hasta de reorganizar a los naturales antes de que las disposiciones políticas y administrativas del virreinato definieran las jurisdicciones de varios asentamientos: Chalco se convirtió, a partir quizá de 1523 y en relativamente poco tiempo, en la cabecera de una provincia que agrupó a cuatro localidades ya entonces destacadas: Chimalhuacán, Tenango, Amecameca y Tlalmanalco, comunidades que con el tiempo llegaron a ser alcaldías con algún grado de autonomía hasta que volvieron a agruparse en un distrito cuya sede principal fue otra vez Chalco.
El pueblo de Tlalmanalco y varias de las localidades que se encontraban en sus alrededores tenían, hacia los primeros años de la dominación española, un número considerable de habitantes dedicados a diversos tipos de labores; esa circunstancia, y la ubicación del sitio respecto de las rutas de acceso a la Ciudad de México, lo hicieron figurar entre los primeros planes de evangelización que emprendieron los frailes franciscanos un poco después de que llegaron los doce a la capital y formaron la Provincia del Santo Evangelio. La presencia de los hermanos menores, como también se llamó a los franciscanos, contribuyó de manera decisiva a la organización de los espacios del pueblo de Tlalmanalco pues, según afirman algunas investigaciones, su establecimiento en el sitio se consolidó cuando, desde época muy temprana, edificaron una pequeña instalación que debe haber sido rudimentaria y modesta ya que sólo cumplía con la satisfacción de las más elementales necesidades. En esa primera construcción, de la que no se tienen muchos datos pues además de haber sido provisional fue realizada con materiales perecederos, llegó a vivir fray Martín de Valencia, sin duda uno de los personajes más relevantes de cuantos llegaron a México en los años inmediatamente posteriores a la conquista. El padre Valencia, que había formado parte del primer grupo de misioneros franciscanos y que luego se desempeñó como custodio o quizá hasta como provincial de la orden, arribó a Tlalmanalco en 1533, cuando tenía 59 años; allí se dedicó a predicar y a visitar una gran cantidad de localidades cercanas realizando viajes que sólo interrumpía para retirarse a la cueva del Sacromonte en la vecina población de Amecameca. Cerca de un año después de haber llegado a Tlalmanalco (6) tuvo que ser trasladado a la enfermería del convento que los propios franciscanos tenían y en la Ciudad de México, pero murió en el trayecto cuando iba a ser embarcado en Ayotzingo (7).
El primitivo establecimiento de Tlalmanalco adquirió una cierta relevancia cuando se inhumaron en alguno de sus espacios los restos del padre Valencia; unos treinta años después, seguramente con motivo de las obras del nuevo recinto, y quizá de la capilla abierta, aquellos despojos fueron desenterrados para no volverse a saber ya nada de ellos.
La época de construcción de la capilla abierta terminó, en efecto, con el período durante el cual varios grupos de indígenas convirtieron a la instalación de Tlalmanalco en sito casi de veneración en recuerdo de fray Martín de Valencia, en reconocimiento de las numerosas ocasiones en que intercedió por ellos. Las informaciones que se han conservado sobre aquellos años no son suficientemente precisas y pueden considerarse hasta contradictorias pues mientras unas señalan que hacia 1555 todavía no se habían comenzado las obras de lo que más tarde sería el convento, y que, en consecuencia, no había fraile doctrinero, otras afirman que la sepultura del padre Valencia seguía intacta y estaban por iniciarse las labore de erección de la capilla de indios. Los hechos que merecen mayor atención, sin embargo, son los siguientes: en la zona, y en especial en la población de Tlalmanalco, se congregaban grupos de naturales a los que ya se había evangelizado toda vez que, como afirmó Jorge Cerón, el alcalde mayor de Chalco en aquella época, ...los indios de estancias sujetos a Tlalmanalco quieren ir a oir misa a Chimalhuacán (Chimalhuacán-Chalco), según lo han acostumbrado (8). La presencia en el sitio de un personaje de la talla de fray Martín de Valencia, le atribuyó al conjunto franciscano, aún a la sección construida mucho después de su muerte, un caracter especial pues se trató de alguien a quien ya se reconocía en su tiempo tanto por su obra como por la influencia que ejerció en un vasto territorio y de la que se ha conservado recuerdo durante muchos años a través de diversas obras entre las que destacan los murales en que se recuerda el momento en que Cortés recibió en México a los primeros franciscanos, entre los que figuraba el padre Valencia.
2.-EMPLAZAMIENTO
La población de Tlalmanalco se encuentra a una altitud de 1475 metros sobre el nivel del mar, en una de las estribaciones de la vertiente occidental de la sierra formada por las eminencias del Popocatépetl y del Iztaccihuatl. El medio físico de la región, prácticamente desde los primeros tiempos de ocupación, se forma de grandes áreas boscosas y de extensas tieras de cultivo dedicadas a la siembra de maíz y de otros cereales que han sido, tradicionalmente, la base de la alimentación de amplios sectores de la población.
Los colonizadores españoles que llegaron al lugar un poco después de la conquista y de los primeros años de labor evangelizadora de los frailes franciscanos, le dieron a Tlalmanalco una serie de características que luego se conservaron por mucho tiempo durante el virreinato; en efecto, aquellos primeros vecinos advirtieron que el clima y la situación del poblado eran propios para la instalación de molinos de trigo y obradores que se alimentarían con la producción de diversos sitios, como Amecameca y aún otros ubicados del otro lado de la sierra. El pueblo, que contaba además con los caudales del río de La Compañía, se convirtió en relativamente poco tiempo en un centro comercio al que le daba importancia su relación con el camino que conducía a la ciudad de México. Ese río proporcionaba agua fresca a la población además de contribuir al mantenimiento de los niveles en la laguna de Chalco, que fue, por muchos años, el medio a través del cual se enviaban a México y a otros sitios los productos que se acopiaban en Tlalmanalco y en sus alrededores.
Los productos de los molinos y las otras instalaciones hicieron posible la repartición de algunos beneficios de carácter económico en una vasta región pues la salida de Tlalmanalco hacia el embarcadero de Ayotzingo cruzaba por varias localidades en las que también se desarrollaron diversos programas agrícolas. Durante muchos años del virreinato fue habitual, según consignan algunas crónicas, encontrar al pueblo de Tlalmanalco rodeado de alfalfares a los que se regaba con aguas de pozos o de excedentes de la laguna de Chalco.
Las perspectivas actuales hacia la población, especialmente desde el camino que llega de Chalco o desde los asentamientos situados al oriente del Distrito Federal, incluyen, todavía, algunos campos en los que se siembran diversas especies que contribuyen, gracias a los cambios de estación y a sus propios ritmos, a dar a la región colores y tonos cambiantes pero igualmente atractivos. Los volúmenes característicos de Tlalmanalco se ordenan, en las visuales y en los perfiles, no sólo respecto del edificio de mayores dimensiones, que es el conjunto de la parroquia de San Luis Obispo, sino conservando una serie importante de nexos con el medio físico, circunstancia que comparte con otros muchos asentamientos de vocación agrícola pero que aqui se acentúa en la medida de las pendientes del terreno que facilitan la observación desde diversos ángulos.
El templo parroquial y el convento anexo se alzan sobre uno de los predios más importantes del poblado, sobre la traza que ha persistido desde el siglo XVI; la disposición de las manzanas y en general de calles y circulaciones se apega al diseño primitivo que no se limitó a una retícula sino que se amplió en el sentido norte-sur, sobre un eje que se desarrolla de manera de adaptarse a los desniveles de la zona. La iglesia, en esa medida, ocupa realmente el centro del conjunto urbano así como el lugar principal de la m ayoría de los remates físicos y visuales del asentamiento. El terreno del edificio religioso, además, está vinculado con la plaza central, con la que comparte un espacio abierto que se forma desde el atrio y el frente de la capilla abierta; aún en esa área del sitio es ostensible la accidentada topografía de la región pues de la plaza se accede al atrio salvando un desnivel de por lo menos metro y medio.
3.-ASPECTO HISTORICO
Tlalmanalco tuvo importancia, como ya se dijo, por su ubicación respecto de los accesos a la Ciudad de México y por ser uno de los integrantes del complejo económico y cultural que se extendió de Chalco a Amecameca y que persistió durante muchos años del virreinato. Así se explica que hay sido sede de una comunidad franciscana desde época tan temprana: los Annales de Chimalpahin (9) señalan, según varias interpretaciones, que en 1525, al ser destruidos los últimos templos indígenas, se realizaron los primeros bautizos en una instalación provisional; otras fuentes, sin embargo, afirman que ya en 1524 (10) estaba fundada la parroquia que tuvo edificio terminado entre 1532 y 1533 (11). De esa primitiva iglesia no se sabe casi nada y si ha trascendido se debe a que en ella se sepultaron los restos del padre Valencia.
El conjunto definitivo se comenzó y casi se terminó durante el propio siglo XVI a lo largo de períodos constructivos sobre los cuales no se tienen precisiones suficientes pues aún quienes se ocuparon del convento de Tlalmanalco en aquellos años, como los frailes Jerónimo de Mendieta y Alonso Ponce no mencionan sino algunas parcialidades de la obra.
El orden que bien pudo haberse seguido en la fábrica del conjunto según algunas de las inscripciones que se hallan en diversos sitios del inmueble, es el siguiente: las primeras obras se realizaro en el convento pues varias de las habitaciones ya estaban en pie hacia febrero de 1582 como lo informa una leyenda dispuesta al sur del curato: Ycimilhui Febrero 1582 años (12); un poco más tarde, lo que se constató por varios cronistas entre quienes se encontraba el padre Ponce, en 1585 (13), se trabajaba en completar los andadores de los claustros y otras dependencias. Esas noticias son atendibles en la medida en que no mencionan a la iglesia ni a la capilla abierta pero sí señalan que había un retiro para mujeres indígenas cuya obra no se concluyó (14). El carácter tardío de la fábrica de Tlalmanalco parece subrayarse, además, por la presencia del mural en el que se retrató al padre Valencia recurriendo a la influencia formal que ejercieron las ilustraciones del Flos Sanctorum, de Pedro de Vega, que se habían utilizado como modelo en la decoración de una gran cantidad de establecimientos conventuales pues, según José de Siguenza, fue el único martirologio y tratado de hagiología español de que se dispuso durante muchos años (15). Otro dato importante para la comprensión del desarrollo histórico de Tlalmanalco se obtiene al advertir que sus constructores siguieron, como fue usual en el último tercio del siglo XVI, la usanza de mostrar temas pedagógicos en sitios que permanecían a la vista y reservar otros motivos, como imágenes hagiológicas o mensajes simbólicos para las áreas privadas: en uno de los muros del claustro, por ejemplo, se pintó un fauno renacentista que alude al encuentro de un monstruo, mitad hombre y mitad cabra, con San Antonio, quien iba camino a Tebas para visitar al eremita San Pablo (16).
Un segundo grupo de trabajos probablemente tuvo como objeto edificar la iglesia: a esa conclusión han llegado varios estudios toda vez que sobre la fachada principal del templo se halla un letrero en dos secciones, que reza: A honra y gloria de ntro. Sr. Jesuxpo y, en una columna, Acabóse esta portada año de 1591 (17). La puerta de lado del Evangelio, que mira al norte, lleva otra inscripción en el arco: Acabóse esta portada á principios de 1591 (18). La bóveda de cañó n corrido (19) con que se cubrió al templo podría colaborar a verificar la hipótesis señalada antes habida cuenta de que ese sistema constructivo no se había empleado con frecuencia en edificios construidos con anterioridad.
El elemento más relevante del conjunto de Tlalmanalco, la extraordinaria capilla aierta quizá también sea una aportación de los últimos años del siglo XVI (20): no se da cuenta de su existencia en ninguno de los textos que se escribieron sobre el sitio, de manera que tal vez no sea del todo correcta la interpretación de un relieve al que se ha tomado como tres pederanl y al que parece corresponder la fecha de 1560 (21). Esa capilla, justamente considerada como una obra maestra, quedó sin ser terminada pero con los componentes suficientes para tenerla por uno de los más valiosos ejemplos eclécticos de la arquitectura mexicana pues si bien predominan las soluciones platerescas, deben tenerse en cuenta las reminiscencias góticas y el vigor de la participación de la mano de obra indígena.
La torre del campanario, cuya estructura de soporte se desplaza diagonalmente sobre el atrio a partir del muro del imafronte, se construyó cerca de mediados del siglo XVII pues hacia finales de esa centuria ya se ofrecían datos sobre su apariencia: La Iglesia (de Tlalmanalco) es dedicada a S. Luis; la torre es bien labrada y eminente; (22). En la misma obra de Vetancurt, al mencionarse a los pueblos de visita, se señala que todos los templos tenían retablo; es probable que también cerca de finales del propio siglo XVII se hayan terminado algunos trabajos que incluyeron al retablo mayor toda vez que las formas salomónicas de sus columnas revelan una intervención coincidente con el período del barroco representado por ese recurso y característico, en varias zonas, del último tercio de aquella centuria. Una de las vigas dell curato podría confirmar que por esos años hubo obra en el conjunto pues reza: Año de 1699 (23).
La parroquia fue secularizada en 1768 (24), con lo que prácticamente se terminó la vida del convento, del que se dijo que llegó a tener diez religiosos durante el siglo XVII (25). Los usos parroquiales y las necesidades de la población produjeron algunos cambios en la estructura del terreno pues una pate del atrio se usó, en el siglo XIX, como panteón: Son notables en el cementerio de Tlalmanalco unos magníficos arcos, sobre cuyo origen nada se sabe dijo Fortino Hipólito Vera en 1880 (26).
4.-DESCRIPCION ARQUITECTONICA
El conjunto conventual de San Luis Obispo se alza, como ya se anotó, en el centro de la población de Tlalmanalco y destaca, de una manera eminente, sobre todas las otras construcciones que se ubican en ese sector. A subrayar la importancia urbana y arquitectónica de este edificio contribuyen tanto la altura y dimensiones de sus elementos verticales, como la disposición de su atrio en una terraza que compensa y modifica pendientes por el extremo oriente del predio al tiempo que origina un nuevo desnivel que contribuye a darle relevancia a su frente y al acceso.
El atrio, por otra parte, está limitado por una barda que también puede considerarse como muro de contención toda vez que, gracias a sus características estructurales, colabora a soportar los empujes del terreno. La barda ha sido alterada en diversas ocasiones especialmente en la sección que forma parte de la fachada principal del monumento: es posible que la entrada haya sido diseñada utilizando rampas y una portada, como fue habitual hacerlo en otros sitios en aproximadamente la misma época; la apariencia actual de esa comunicación se debe a una escalinata que ocupa la totalidad de un vano practicado a la barda. El atrio no es tan grande como el de otros inmuebles similares y una sección de dimensiones considerables se encuentra cerrada con una cerca metálica y sujeta a un horario absurdo dispuesto por el Instituto Nacional de Antropología e Historia para organizar y controlar las visitas a la capilla abierta. El espacio atrial, sin embargo, ha logrado conservar el ambiente y las calidades que le han atribuido los 400 años de vida del establecimiento religioso. Podría decirse que su eje mayor se extiende de norte a sur, y que es perpendicular al de la nave del templo; no quedan capillas posas, cruz atrial ni camino procesional pero los árboles y algunas otras plantas se hallan sembrados de manera que parecen limitar los andadores que conducen a los accesos y a los interiores del conjunto.
La disposición del edificio, en general, corresponde al esquema de trazo y dimensionamiento que se empleó casi sin variaciones en la arquitectura monástica de Nueva España en el siglo XVI. La célebre capilla abierta, que en opinión de distintos investigadores nunca fue terminada, se alza hacia el norte de la iglesia y forma un volumen aparte pues no está integrada a los muros o a los espacios del templo o del convento. Esta capilla se construyó a partir de una planta que incluye dos espacios: el primero afecta el dibujo de un trapecio regular sobre cuyo lado corto se dispuso, siguiendo un trazo rectangular, el presbiterio; éste es de área reducida y sólo aloja un pequeño sagrario a modo de nicho y el vano para una puerta. El lado largo del primer espacio de la capilla está limitado por una espléndida danza de cinco arcos de medio punto soportados por apoyos en los que se combinan pilares de sección cuadrangular y columnas formadas por haces que rematan en capiteles influidos por normas de composición corintias. Esos elementos verticales son los únicos que no presentan ornamentación pues el resto de la obra recibió toda clase de motivos entre los que pueden mencionarse trabajos de grutesco (27), mascarones, rostros humanos y alegorías fantásticas que se unen por medio del continuo cordón franciscano dado que los temas, que las más de las veces llevan personajes desnudos, niños, ángeles, flores, vegetales y hasta animales del todo imaginarios, no se repiten y dan a cada arco una fisonomía par ticular aunque estilísticamente armónica con los demás. El presbiterio, que como se dijo se encuentra en la parte central y posterior del recinto, se abre gracias a un arco triunfal que es verdaderamente una portada pues lleva un alfiz cuyas jambas parecen una continuación lateral de las que reciben al gran arco también de medio punto al que se formó con recursos formales igualmente interesantes pero que van acompañados de medallones y otros relieves a los que no se ha estudiado con suficiente profundidad.
El templo parroquial es de muy buena calidad habida cuenta de que la mayor parte de sus componentes son soluciones en las que privaron la pulcritud de diseño y la notable mano de obra local. La torre del campanario se dispuso sobre un cubo de planta cuadrada que no se integra al paramento de la fachada y del que se separa merced a un giro de por lo menos 45 grados, con el que se logró acentuar un cierto claroscurismo en esta sección del edificio. La portada que señala el acceso se consiguió con un arco de medio punto al que flanquean medias muestras estriadas terminadas en capiteles de ascendencia jónica sobre los que descansa el entablamento; un poco más arriba se encuentra una hornacina hoy vacía antes de la ventana de coro a la que distingue un pequeño frontón triangular. El remate de la portada es un pretil mixtilíneo que se levanta sobre una moldura que, como cornisa, quizá fue la culminación del imafronte en una etapa temprana de la fábrica.
La portada lateral norte, o puerta de porciúncula del templo, es un ejemplo de arquitectura renacentista en el que se prefirió dar prioridad a los valores estructurales (28) sin perder de vista las formas clásicas que utilizó aquella tendencia; el entablamento de este acceso lleva una de las inscripciones señaladas antes. La nave de la parroquia es rectangular y va cubierta con cañón de medio punto corrido a que prácticamente no se le han hecho modificaciones salvo, quizá, las claraboyas que se practicaron en su sección sur. La ornamentación del recinto es en extremo sencilla y aunque conserva algunos altares laterales dedicados a diversas devociones marianas con imágenes y pinturas de calidad, el elemento principal es el retablo que cierra el polígono en que se resuelve el ábside y da un interés especial al presbiterio: se trata de una eminente pieza realizada en madera, de dos cuerpos y cinco calles divididas por columnas helicoidales o salomónicas en las que se hallan ocho nichos laterales y dos centrales en los que e alojan esculturas de notable calidad como la de la Virgen y la del titular del templo; el remate es un tablero francamente excepcional en el que se reproduce la escena de la Visitación de La Virgen. Los muros presentan pinturas ejecutadas al fresco que durante mucho tiempo permanecieron ocultas bajo una capa de cal. Entre los acervos artísticos del conjunto parroquial se cuenta la interesante pila bautismal, de piedra y de una sola pieza, labrada con motivos heráldicos y vegetales que se localiza en el bautisterio, espacio de planta octagonal al que se accede desde el sotocoro. La colección de pintura de la iglesia se forma, entre otros, con los óleos de La Natividad y La Adoración de los Reyes, que se hallan en los laterales del retablo; La Sagrada Familia, Las Bodas de La Virgen y un Descendimiento, destinado originalmente al hospital betlemita de Tlalmanalco y fechado por autor anónimo en 1774, colgados en los muros laterales; La Crucifixión y otra Adoración de los Re yes, éste último pintado por Francisco Xavier Cázares y sin fecha, en la sacristía.
El convento es una noble construcción de dos niveles a la que e accede, como a la anexa capilla de La Tercera Orden, por una portería que lleva siete arcos de medio punto apoyados en columnas lisas y que, con un paramento al que se abrieron vanos rectangulares, forma la fachada poniente de ese sector. El interior está organizado en torno de un patio cuadrado al que miran los claustros bajo y alto a través de los cuatro arcos de medio punto y sobre columnas que los limitan por cada lado. En esta instalación se han sucedido un considerable número de intervenciones a pesar de lo cuall se conservan pinturas murales en casi todos los locales; entre los motivos de decoración más destacados se cuentan los retratos de fray Martín de Valencia y de Santa Clara además del ya mencionado fauno y otras interpretaciones de animales y figuras cuyo cometido consistió en inducir a la comunidad a la reflexión y a la meditación. La utilización actual del convento como casa cural ha garantizado cierto tipo de atenciones pero ha provocado algunos deterioros de importancia.
5.-NOTAS Y BIBLIOGRAFIA
(1) Gobierno del Estado de México, Panorámica Socio-Económica en 1975, tomo III, Toluca, 1976, pág. 584
(2) Basurto, J. Trinidad, El Arzobispado de México, Jurisdicción relativa al Estado de México, edición preparada por Mario Colín con adiciones y notas a la obra publicada en 1901 por el padre Basurto. Biblioteca Enciclopédica del Estado de México, tomo LX, México, 1977, pág. 338
(3) Robelo, Cecilio A., Nombres geográficos indígenas del Estado de México, edición facsimilar de la de 1900 preparada por Mario Colín, Biblioteca Enciclopédica del Estado de México, tomo XLII. México, 1974, pág. 198
(4) Piña Chan, Román y Brambila, Rosa Margarita, Primera Carta Arqueológica del Estado de México, Gobierno del Estado de México, Dirección de Turismo, Toluca, 1972, pág. 79
(5) Gobierno del Estado de México, obra citada, pág. 584
(6) Torquemada, Fray Juan de, Monarquía Indiana, edición de Salvador Chavéz Hayhoe, tomo III, tercera edición, México, 1943, pág. 418
(7) Torquemada, Fray Juan de, obra citada, pág 414
(8) Torquemada, Fray Juan de, obra citada, pág. 418
(9) Kubler, George, Arquitectura Mexicana del siglo XVI, Fondo de Cultura Económica, México, 1983, pág. 585
(10) Basurto, J. Trinidad, obra citada, pág. 339
(11) Kubler, George, obra citada, pág. 585
(12) Vera, Fortino Hipólito, Itinerario parroquial del arzobispado de México y reseña histórica, geográfica y estadística de las parroquias del mismo arzobispado, edición facsimilar de las de 1880, 1881 y 1889, Biblioteca Enciclopédica del Estado de México, tomo XCIX, México, 1981, pág. 73
(13) Vera, Fortino Hipólito, obra citada, pág. 73
(14) Kubler, George, obra citada, págs. 585 - 586
El investigador Kubler se apoya, en este punto, en la Relación breve y verdadera de algunas cosas de las muchas que sucedieron al padre fray Alonso Ponce en las provincias de la Nueva España, Madrid, 1873, tomo 1, pág. 170
(15) Kubler, George, obra citada, págs. 457 y 458
Kubler recurre a la obra de Siguenza Historia de la Orden de S. Gerónimo, libro II, cap. XLI, págs. 342 y 343
(16) Kubler, George, obra citada, págs. 469 y 470
Kubler aprovecha la información proporcionada por el trabajo de San Jerónimo Life of Paulas the First Hermit, A Select Library of Nicene and Post-Nicene Fathers, 2a. ser., Nueva Yor, 1890-1900, VI, pág. 300. H. Wace y P. Schaff, eds.
(17) Vera, Fortino Hipólito, obra citada, pág. 74
(18) Vera, Fortino Hipólito, obra citada, pág. 74
(19) Toussaint, Manuel, Arte Colonial en México, tercera edición, UNAM, México, 1974, pág. 41
(20) Angulo Iñiguez, Diego, Historia del Arte Hispanoamericano, tomo I, Salvat Editores, Barcelona, 1945, pág. 341
(21) Toussaint, Manuel, obra citada, págs. 13 y 57
(22) Basurto, J. Trinidad, obra citada, págs. 338 y 339
Entre las adiciones hechas por Mario Colín destaca la inclusión de algunas parcialidades de la obra de Agustín de Vetancurt Chrónica de la Provincia del Santo Evangelio de México, México, 1697
(23) Vera, Fortino Hipólito, obra citada,, pág. 74
(24) Basurto, J. Trinidad, obra citada, pág. 339
La información procede de una de las adiciones: del trabajo de Charles Gibson Los aztecas bajo el dominio español, Stanford, 1964
(25) Vera, Fortino Hipólito, obra citada, pág. 153
(26) Vera, Fortino Hipólito, obra citada, págs. 153 y 154
(27) Vargas Lugo Elosa, Las Portadas Religiosas de México, UNAM, México, 1969, págs. 153 y 154
(28) Vargas Lugo, Elisa, obra citada, págs. 3 37 y 377
(29) Angulo Iñiguez, Diego, obra citada, págs. 336, 337 y 338
(30) Alvarez Noguera, José Rogelio, El Patrimonio Cultural del Estado de México, Primer Ensayo, Biblioteca Enciclopédica del Estado de México, tomo CX, México, 1981, págs. 475 y 476
ELABORO: ARQ. JOSE ROGELIO ALVAREZ
FECHA: 1984
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San Luis Obispo