Nombre del Inmueble
San Pedro
Clave del estudio monográfico
MX-SC-DGSMPC-EM-000383
Estado, Municipio, Localidad
Estudio Monográfico
Clave del estudio monográfico
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Contenidos
1.-CONTEXTO URBANO
El conjunto del antiguo Hospital Real de San Pedro ocupaba casi la mitad de la manzana entre las calles 2 y 4 Oriente y 2 y 4 Norte. Buena parte del edificio hospitalario aún subsiste, convertido ahora en Archivo General del Estado y biblioteca pública, por lo que el templo se limita sólo a la esquina que forman 2 Oriente y 4 Norte.
Los usos del suelo en esta parte del Centro Histórico son mixtos: habitación, comercio y servicios. En la contraesquina del templo hay otra institución educativa, que ocupa una construcción del siglo XVIII, ya alterada por las adaptaciones, en la que estuvo la Casa de Diligencias y, más tarde, el primer telégrafo poblano.
Muchas de las casas del rumbo tienen comercios en planta baja, y oficinas, despachos o talleres en su interior, si bien hay otras que siguen habitadas. Hay una, precisamente frente a la entrada del templo, que muestra el balcón de esquina que caracterizaba a las casas poblanas del siglo XVII, sólo que en este caso no cuenta con columna esquinera. En lugar de ello, el balcón se proyecta sobre una cornisa soportada en la esquina por un atlante-niño. Tanto la cornisa como los frisos en los entablamentos están ricamente ornamentados con motivos vegetales, que destacan sobre el resto de los paños visibles de cantera, construídos a base de sillares de dimensiones apreciables.
Hay algunas otras casas de los siglos XVII y XVIII en las inmediaciones, pero la mayoría son decimonónicas. Pocos edificios son de este siglo, como el de cinco niveles sobre la calle 4 Norte, a media cuadra del templo, que muestra desafortunados ventanales de aluminio.
Se ve pasar a muchos estudiantes, dado que la sede de la Universidad Autónoma de Puebla se encuentra una cuadra hacia el sur de San Pedro, en el antiguo Colegio Caronlino. El antiguo barrio universitario no tiene límites definidos, pero San Pedro podría ser perfectamente uno de ellos.
2.-ANTECEDENTES E HISTORIA
El templo de San Pedro perteneció, originalmente, al conjunto hospitalario del mismo nombre que ocupaba buena parte de la manzana en que ahora se encuentra. Se trata de una de las instituciones asistenciales poblanas más importantes y antiguas, ya que sus orígenes se remontan al traslado del obispado de Tlaxcala a la ciudad de los Angeles, cuyos preparativos ocurrieron entre 1539 y 1543. Poco antes de morir, en 1542, el primer obispo de Tlaxcala, don Julián Garcés, había propuesto a su sucesor la fundación de un hospital. El instituto se estableció, inicialmente, en el solar que Garcés había escogido, contiguo al convento de Santo Domingo, con el nombre de Hospital de San Pedro y San Pablo de la Catedral de Tlaxcala. La creación quedó formalizada en 1544, un año después del establecimiento de la diócesis en su nueva sede.
Para ese entonces, ya había sido fundado el hospital de San Juan de Letrán, creado por el cabildo municipal, por lo que el virrey Antonio de Mendoza propuso en 1545 la unificación de ambas instituciones en una sola. Pero su propuesta encontró resistencia, si bien se llegó al acuerdo de que el hospital de San Pedro recibiría exclusivamente a hombres y el de San Juan de Letran se dedicaría a la atención de las mujeres.
El hospital de San Pedro dependía del Real Patronato para su sostenimiento. Al respecto, Zerón Zapata señala que ...como casa propia, la costea el Patronato Real con rentas suficientes, así para gastos comunes que pide la curación de los pobres enfermos, como para la clerecía que a su cargo tiene el Rector, capellanes y sirvientes... 1 Sin embargo, su administración y custodia estaban a cargo del cabildo eclesiástico, mismo que, en 1556, determinó vender el sitio original junto al conjunto dominico para adquirir el que ahora ocupa el conjunto.
Las funciones asistenciales desempeñadas por el centro requerían, para la mentalidad novohispana, el complemento de un sitio en que se llevaran a cabo las actividades religiosas, por lo que ya en 1564, según Castro Morales, el mayordomo de la catedral, Juan Velázquez, firmó un contrato con Francisco Doro, maestro de albañilería, para que edificara la iglesia del hospital con un artesón de par y nudillo 2, es decir, una cubierta de influencia mudéjar, con estructura de madera y tejado como las que se emplearon mucho en el siglo XVI. El mismo autor menciona que el pintor Juan de Arrué fue encargado de labrar el altar mayor en 1599.
Hacia 1640, el obispo Palafox integró el hospital de San Juan de Letrán al de San Pedro, cumpliendo así el deseo del virrey de Mendoza un siglo antes. Su objetivo era dar mayor eficiencia a los servicios hospitalarios de la ciudad. A partir de de entonces, en San Pedro se abrió una sala para mujeres.
Entretanto, se proseguía la decoración interior del templo. Uno de los retablos dorados, el primero del lado del Evangelio, lo llegó a conocer Veytia.3 Era obra del ensamblador Diego de los Santos, quien fue contratado por los mayordomos de la cofradía del Santo Entierro y Soledad de la Virgen don Juan Dávila Galindo, funcionario del Santo Oficio de la Inquisición, y el capitán y regidor Gabriel Hidalgo Vida. El compromiso se firmó el 19 de agosto de 1670, estipulándose el precio de la obra en 1,680 pesos. En ese retablo se colocó la urna de plata que habían cincelado, una década antes, los maestros de platería Gaspar de Lariz y Nicolás Díaz.
La primera iglesia se reedificó en el último cuarto del siglo XVII; su cubierta de artes ón fue sustituída por bóvedas y se abrieron dos de los tres accesos con los que llegó a contar. Así, la bendición del segundo templo se llevó a cabo en 1679.
A fines del mismo siglo, en 1684, el obispo Fernández de Santa Cruz mandó sustituir los techos de vigas del hospital por otros de bóvedas. Dos años antes se le había agregadp otro instituto dedicado a la atención de enfermos del humor gálico o mal francés, cuyas camas fueron trasladadas a una sala separada. Estos cambios traían aparejadas reformas para mejorar el servicio: en 1693, las primeras disecciones anatómicas en Puebla se practicaron en el hospital de San Pedro.4
A partir de 1715 la institución quedó sujeta a una reglamentación debida al obispo Pedro Nogales Dávila. En estas normas se establecía con precisión la estructura orgánica del instituto. El cargo religioso se encontraba en manos del capellán; su labor consistía en prestar los auxilios espirituales a los enfermos y a los trabajadores. El funcionamiento general estaba en manos del rector, nombrado por el obispo. A él correspondía la dirección de las actividades internas. Dos médicos se encargaban de los servicios clínicos auxiliados por un cirujano, un barbero, las enfermeras y enfermeros mayores y los estudiantes. Los quehaceres domésticos eran realizados por los sirvientes. Algunos de ellos eran esclavos.
Sin embargo, en 1792, se presentó nuevamente la necesidad de reformar el hospital. El edificio se encontraba en condiciones lamentables, así que el obispo Domenech se dio a la tarea de renovarlo. A partir de estas modificaciones el hospital contó con unas instalaciones muy completas. Tenía salas separadas para hombres, mujeres, sacerdotes, enfermos distinguidos y sifilíticos. También poseía una botica equipada con herbario, alambiques y otros remedios. La panadería, la cocina y el almacén completaba el conjunto hospitalario.5 El cementerio que se encontraba en el patio del hospital fue trasladado al barrio de Xanenetla. Además, parece ser que su administración estuvo a cargo de los hermanos de San Juan de Dios a fines del siglo XVIII.6
El sostenimiento de una organización tan compleja requería de algo más que los recursos proporcionados por el Real Patronato. El hospital contaba con variadas fuentes de ingreso para su sostenimiento. Entre ellas, poseía casas que le proporcionaban entradas constantes y considerables.
Otro de los aspectos interesantes del hospital de San Pedro fue su funcionamiento académico. En 1787 se permitió que suscirujanos instruyeran a los prácticantes para evitar que estos últimos viajaran a México para recibir el entrenamiento necesario. Una vez terminada su preparación, los aprendices debían ser examinados por el Protmedicato para recibir la licencia que les permitiría ejercer la profesión. Con este fin se estableció el Anfiteatro de Anatomía por iniciativa del obispo Ignacio Domenech.
A principios del siglo XIX, el hospital de San Pedro cobró importancia desde el punto de vista académico. Hacia 1802 se fundó en él la Academia de Medicina, Anatomía y Farmacia. En 1817 se agragó una cátedra del Arte de Partear. Poco después, consumada a independencia de México, el instituto se convirtió en el Hospital General del Estado. Ahí se impartieron algunas cátedras de la Escuela de Medicina de Puebla, fundada en 1833. Es posible que por esa época se haya independizadola administración del templo de la del hospital.
A lo largo de la misma centuria, la ornamentación del templo se mod ificó. En el altar principal se colocó una baldaquino neoclásico, obra de José Manzo y Jaramillo. El resto de los muros se decoró con pinturas de diversos autores.
El centro médico siguió prestando sus servicios hasta 1917, en que se instituyó el nuevo hospital general, Francisco Marín, donde fueron trasladados los enfermos. Como consecuencia, el inmueble permaneció sin uso por algún tiempo. Hacia 1932 se había convertido en casa de vecindad, gasolinería, taller mecánico y, tal vez, hasta templo masónico.7 Posteriormente el gobierno federal lo convirtió en cuartel. El 27 de marzo de 1940, el antiguo hospital fue declarado monumento nacional; sin embargo, para 1947 estaba ocupado por casas, locales en que se desempeñaban diversos oficios, salas de baile y canchas para jugar pelota. En 1978 se dió inicio a la restauración del antiguo hospital para arbergar el Archivo General y Biblioteca Pública del Estado. A partir de 1980 se incorporó a su acervo el Archivo de Notarías.
Entretanto, el templo no había dejado de funcionar a lo largo del siglo XX, exceptuando el período alrededor de 1914, cuando los carrancistas lo utilizaron como cuartel, pero tuvieron que evacuarlo porque los soldados comenzaron a contagiarse de viruela negra, lo que causó muertes entre ellos. En la actualidad, el templo sigue desempeñando su función religiosa tradicional, como lugar de culto católico.
1 Zerón Zapata, La Puebla de los Angeles..., p. 100.
2 Castro Morales, n. 415 en F. de E. y Veytia, op. cit., t. II, p. 532.
3 F. de E. y Veytia, op. cit., t. II, p. 534.
4 (Isidro Garza Falla) Nonografía del ex-hospital de San Pedro, p. 19
5 J.M. Izquierdo, Raudón, cirujano poblano de 1810, p. 41.
6 Castro Morales, n. 416 en F. de E. y Veyta, Historia de la fundación..., t.II, p. 534.
7 Almendaro, Indice de las iglesias..., p. 62.
3.-DESCRIPCION ARQUITECTONICA
San Pedro es uno de los pocos templos del Centro Histórico de Puebla que carece de atrio. El edificio es de una sola nave llana, sin transepto, que corre de Oriente a Poniente a lo largo de cinco tramos. En el primero de ellos se encuentran el coro y el sotocoro, ambos cubiertos por bóvedas de cañón con lunetos. En el segundo continúa la nave en todo lo alto, también cubierta por cañón con lunetos, mientras que abajo, del lado de la Epístola, un sencillo marco de piedra labrada señala el sitio donde estuvo la entrada desde el hospital, ya clausurada. La cúpula ocupa el tercer tramo, es decir, justo a la mitad del recorrido de la nave, lo cual es anómalo, pues queda equidistante del coro y del presbiterio. La soportan dos arcos fajones y dos formeros (que hacen las veces de arcos torales), cuatro pechinas entre ellos, y un anillo sobre el que se alza la media naranja.8 En ese mismo tramo se encuentra la entrada de la porciúncula. El cuarto y quinto tramos están abovedados nuevamente con cañón y lunetos, correspondiendo al último tramo el sitio del presbiterio. En la parte posterior se encuentran la sacristía y un anexo, del mismo ancho que la nave pero de menor altura, cubiertos cada uno por bóvedas de arista.
San Pedro es uno de los templos más austeros, tanto interior como exteriormente, del Centro Histórico de Puebla, aunque quizá no siempre fué así por lo que se refiere a su interior. Al parecer, se contó entre los últimos que tuvieron cubiertas de madera y teja, ricamente decoradas por artesones. Luego, en la época en que se cubrió de bóvedas, lo normal era que éstas ostentasen yeserías barrocas de intrincado diseño. Además, se sabe que tuvo altares barrocos dorados. Hay que imaginar esas riquezas ahora que su nave sólo muestra el severo contraste entre la cantera oscura con que se labraron pilastras, entablamento y arcos fajones, por un lado, y los muros, tímpanos, bóvedas y cúpula blanqueados, por otro. Por cierto que, con todo y su sobriedad, las pilastras son las mejores de orden jónico en toda Puebla. Muestran fustes vigorosamente estriados, y su capitel sigue fielmente el cánon prescrito en los tratados renacentistas a los que se recurría como modelo para dar forma a elementos como éstos.
En cambio, hay pocas dudas sobre la sobriedad de su aspecto externo en todas las épocas. Se trata de una sencilla caja, marcada lateralmente por los contrafuertes regularmente espaciados. Carece de campanario y su cúpula apenas asoma por encima de los pretiles.
El imafronte se muestra claramente, dispuesto como muro piñón de cantera labrada y ocupado en su mayor parte por la portada principal, de tres cuerpos y una sola calle. En el primer cuerpo, el vano central de acceso está delimitado por jambas, cuyos fustes muestran canaladura perimetral, y arcos bien moldurados. Las enjutas se señalan con filetes perimetrales y adornos circulares concéntricos. Como el vano es de proporción más alta que la usual en estos casos, los dos pares de pilastras que lo flanquean se elevan sobre altos plintos lisos. Sus fustes son tritóstilos, con contraestrías en el primer tercio, y llevan capiteles toscanos. El entablamento es clásico, sin resaltos, con friso donde alternan triglifos y metopas adornadas con florones.
Sobre la cornisa con que finaliza el primer cuerpo se alza el segundo. En los extremos se ven esbeltos pináculos coronados por perillones, mientras que sendas pilastras jónicas prolongan el trayecto del par de apoyos interiores de cue rpo bajo. Son muy esbeltas, y soportan un entablamento en cuyo friso se labró en bajorelieve un letrero en latín, que alude a Carlos II de España, durante cuyo reinado se edificó este conjunto. Como se trataba de una institución bajo el patronato real, el lugar de honor en este segundo cuerpo lo ocupaba el escudo de armas de la corona española; pero éste fué destruído el mismo año de la consumación de la Independencia. Sólo quedó el par de medias muestras toscanas, rematadas por coronas, que usualmente flanqueaban a ese blasón.
El tercer cuerpo posee otros rasgos manieristas. No muestra angostamiento respecto al segundo, característica barroca, sino que prolonga el trayecto de los apoyos del segundo cuerpo con un curioso par de cariátides que combinan rasgos antropomorfos con róleos y estípites. Son muy interesantes, porque muestran la versión manierista con la que el estípite hizo su aparición en la Europa de las postrimerías del siglo XVI y los inicios del siglo XVII, y dan razón, hasta cierto punto, a quienes, como Fabienne Hellendoorn, encuentran nexos importantes entre el manierismo nórdico y la arquitectura virreinal religiosa de México.9 Las cariátides-estípite apoyan un esbelto entablamento liso, con lo que se completa el marco en torno a la ventana ocular, de curioso marco con estrías concéntricas.
Sobre el tercer cuerpo se interrumpe el curioso entablamento corrido en torno a la caja del edificio, que incluso ostenta pendientes a dos aguas, tal vez reflejo de la techumbre de madera y teja que alguna vez tuvo la nave. Sendos róleos se apoyan sobre la cornisa del tercer cuerpo, y dejan libre el paso a la espadaña de dos cuerpos y tres vanos, con elegantes róleos flanqueando el segundo cuerpo. El remate final, al centro, muestra la mitra papal y las llaves que simbolizan a San Pedro, el primer obispo de Roma,10 mientras que en las esquinas del imafronte se ubicaron cortos pináculos coronados por perillones. En la fachada lateral no hay sorpresas, sólo hay orden y compostura: la cornisa forma un perfil a dos aguas en el tramo de la cúpula; las ventanas lucen marcos discretamente acodados, con arcos rebajados; los contrafuertes de sección poligonal parten de bases de cantera labrada, y disminuyen en dos ocasiones su sección hasta concluír su ascenso con perfil de pináculos, rematados por medias muestras de perillones; finalmente, las gárgolas labradas son cortas, adornadas con róleos en la parte inferior.
La portada de la porciúncula es todavía más clásica, si cabe, que la principal. Lo único que la ubica en el siglo XVII son las canaladuras perimetrales en los plintos y las jambas. Lo demás podría formar parte de una portada renacentista, especialmente sus pilastras de fuste estriado y capiteles jónicos, y su bien proporcionado entablamento. Sendas farolas soportadas por ménsulas de hierro forjado iluminan el ingreso.
Todos estos rasgos: el seguir lo más de cerca posible los cánones clásicos, la ausencia de resaltos en los entablamentos, la falta de angostamiento del tercer tramo respecto al segundo en la portada principal, la utilización de cariátides-estípite y los tramos inclinados de las cornisas que parecen aludir a la antigua cubierta de artesón, todo ello parece confirmar que la construcción de bóvedas a fines del siglo XVII no alteró la fachada original de este templo, de medio siglo antes. Desde este punto de vista, se trataría de uno de los ejemplos mejor preservados del manierismo en Puebla. Es cierto, por ot ra parte, que la inscripción alusiva a Carlos II, el hechizado, que reinó entre 1661 y 1700, es por lo menos contemporánea a la construcción de las bóvedas y no anterior a ellas. Sin embargo, podría tratarse de un agregado hecho al concluírse las cubiertas definitivas. Para el último tercio del siglo XVII, el manierismo poblano ya había dejado el paso a manifestaciones más claramente barrocas.
El edificio del antiguo Hospital Real ha superado épocas críticas, en las que pudo haberse perdido sin remedio.
Afortunadamente, es ahora un equipamiento público que puede visitarse, para admirar su claustro principal, con arcadas de dos niveles soportadas por robustas colummas de orden toscano. Tiene varias crujías abovedadas, así como otras partes con entrepisos o cubiertas de viguería y terrado. Su fachada de dos niveles muestra el tratamiento característico del siglo XVIII: los paramentos se recubren de ladrillo aparejado en petatillo, mientras que los enmarcamientos de la mayoría de los vanos, así como los cornisamentos, son de argamasa lisa, blanqueada. En este caso, las jambas de los vanos en ambos niveles se prolongan hasta la cornisa.
A pesar de su relativo buen estado de conservación, el edificio aún requiere obras de restauración para recuperarlo definitivamente. Las merecería, porque es una estructura que ha dado servicio a la ciudad desde hace más de tres siglos, y podría seguir siendo útil.
8 La imperfección del trazo del anillo circular es uno de los rasgos curiosos de esta cúpula. El otro es que la linternilla sí cumple -exiguamente, es cierto- con sus funciones. Por consiguiente, su vano cilíndrico no se ve ocupado por un florón, como ocurre en muchos otros casos en la Angelópolis.
9 F. E, Hellendoorn, Influencia del manierismo nórdico.... p.133
10 Otro símbolo semejante, pero más curioso porque forma un relieve esquinero, labrado sobre los sillares del muro, se encuentra en la esquina del templo.
4.-OBRAS DE ARTE
San Pedro tiene un solo altar neoclásico y un buen número de óleos que decoran sus paredes.
El retablo ocupa todo el testero. Sobre el sotobanco se alzan cuatro plintos, cada uno con un par de columnas corintias y sus correspondientes tramos de entablamento, y flanquean un Crucifijo de buena factura. El cimborrio extiende cuatro segmentos que se apoyan precariamente sobre lo anterior, y lleva en la cúspide los emblemas pontificios. Más arriba, un fanal con nubes de escayola llena parte del tímpano. En las calles laterales hay imágenes de la Virgen de la Soledad y de San Pedro, flanqueadas por pilastras estriadas, de orden compuesto. Entre todas soportan el entablamento que sigue un trayecto ligeramente cóncavo, paralelo al paño del muro del testero.
En los muros laterales del presbiterio hay doce óvalos de pequeño formato que completan un Apostolado.
Diecisiete óleos más, de distintos tamaños, cuelgan en el resto de los muros de la nave, aparte de otro, de grandes dimensiones, en el coro alto. Algunos de ellos están firmados por Manuel López y fechados en 1819, otros están cortados en dos o tres segmentos pegados y todos parecen ser del mismo autor. Sin embargo, su temática, su tratamiento y su origen suscitan diversas reflexiones.
La tercera parte representa escenas de la vida del Apóstol titular del templo, pero no alcanzan a articular una serie coherente, por lo que es probable que hayan formado parte de un conjunto más amplio.
El resto muestra otras figuras de santos y personajes que tampoco revelan, en conjunto, el programa iconológico a que responden. Hay algunas, como los retratos de San Pedro Damián y San Pedro Celestino que flanquean la puerta de la Porciúncula, que son homónimos del Apostol fundador de la Iglesia Católica, mientras que otras, como la Guadalupana en el sotocoro, son una concesión evidente al culto de esa Virgen Apocalíptica, que tanto se extendió en la Nueva España.
Lo que unifica a toda la serie es la intención evidente de pintar a la arquitectura como escenario privilegiado o como apoyo, tanto de las escenas como de las imágenes. Ni siquiera el notable cuadro apaisado en el coro alto escapa a este rasgo, a pesar de que la dramática escena, en la que se representa a Cristo caminando sobre las aguas encrespadas y a los Apóstoles a bordo de una barca a punto de zozobrar, parecería no requerir de ninguna referencia arquitectónica. Sin embargo, el óleo en cuestión muestra en sus márgenes sendos plintos y partes de remates, como si hubiese formado parte de un retablo pintado.
En realidad, la arquitectura es el personaje importante en casi todos los demás cuadros. Por ejemplo, en el que se encuentra contiguo al presbiterio, del lado de la Epístola, aparecen San Pedro y un arcángel, así como un castillo de aspecto medieval y un templo clásico separados por un paisaje con un río. Es un tipo de representación que se aproxima más a las escenas fantásticas de la pintura veneciana de los siglos XVII y XVIII, donde se recrean ambientes arquitectónicos diversos, formando con ellos verdaderos palimpsestos y asociándolos al paisaje rural, que a las idealizaciones románticas sobre la antigüedad clásica del siglo XIX.
En otra escena, San Pedro y otros personajes se encuentran en el ingreso a un templo. Como las puertas están abiertas, se ve el interior, artesonado, con un retablo renacentista al fondo. Curiosamente, el arranque de la portada es muy semejante al de la propia entrada de esta iglesia, sólo que de e scala mucho mayor, puesto que los plintos son más altos que las figuras humanas representadas.
La obsesión por la arquitectura está presente aquí más que en ninguna otra serie pictórica conocida del Virreinato.
Algunas figuras se representan sobre columnas truncas a manera de plintos, y otras casi se convierten en atlantes, ya que se pintaron paradas sobre basas y sus cabezas rozan con cornisas.
Todo esto plantea muchas más interrogantes de las que es posible contestar aquí. Evidentemente, faltan piezas para armar el rompecabezas completo, pero la principal duda es sobre el autor y la fecha antes mencionadas. Todo parece más antiguo, más cercano al espíritu del Manierismo que a los temas y las técnicas del Neoclásico. El asunto merece una investigación a fondo.
Inmueble de pertenencia
Nombre del Inmueble
San Pedro