Nombre del Inmueble
San Salvador
Clave del estudio monográfico
MX-SC-DGSMPC-EM-000558
Estado, Municipio, Localidad
Estudio Monográfico
Clave del estudio monográfico
MX-SC-DGSMPC-EM-000558
Contenidos
1.-ANTECEDENTES
Los pueblos que integran el municipio de Metepec han estado ligados al que ahora es su cabecera desde épocas relativamente remotas. Se sabe muy poco acerca de los primitivos pobladores del valle de Toluca, que probablemente los hubo. Se dispone, a cambio, de varias referencias en las que se alude al establecimiento de los matlatzincas, o pirindas, en el sitio: según tradiciones toltecas y chichimecas la llegada de los primeros contingentes ocurrió entre los siglos III y VII; los aztecas, por su parte, fijaron su arribo en el año 1060 (1). Hacia 1120 (2) fundaron un asentamiento en el área que hoy ocupa la capital del Estado y, desde entonces, se constituyeron en un grupo fuerte y unido que llegó, inclusive, a tener más tarde algunos enfrentamientos con guerreros enviados de México-Tenochtitlan.
En aquella época, y a lo largo del siglo XV, poblados de distintos tamaños se dedicaban, básicamente, a labores agrícolas y a la confección de cierto tipo de textiles. En 1440 (3) se negaron a participar, junto a los aztecas, en una campaña contra Azcapotzalco; a esa postura, y a la vocación expansionista del imperio mexica, se debieron las primeras invasiones de Itzcóatl a su territorio. Fueron sojuzgados, finalmente, durante el reinado de Axayácatl (1469-1484) (4) y, ya sujetos a un régimen de tributación, obligados a modificar los nombres de sus pueblos a los que desde entonces se conoce por las voces del náhuatl que impusieron los mexica.
Tlatelulco formó pues parte de la provincia de Metepec y, junto con ésta última comunidad, corrió su misma suerte en la época prehispánica así como en el tiempo durante el cual se desarrollaron los primeros años del virreinato. En efecto, después de la fundación española de Metepec en 1526 (5), todos los asentamientos de la zona comenzaron a ser visitados por religiosos franciscanos que trabajaban en la conversión de los indígenas a la religión cristiana. En Tlatelulco, desde entonces, se habían diferenciado varios barrios de los cuales sólo dos trascendieron y han llegado a nuestros días.
No se cuenta con datos suficientes para esclarecer el tratamiento que los frailes dieron a los pueblos y a los barrios que encontraron y que reorganizaron, se admite, sin embargo, que entre las principales funciones cumplidas por ellos estuvo la de fundar pequeñas iglesias provisionales que luego sirvieron como capillas abiertas, o como ermitas a partir de las cuales, algunas veces, se construyeron obras mayores. Es de suponerse que, en Tlatelulco, se respetó la estructura de los barrios de manera que pudo haberse hecho, por lo menos, una segunda fábrica religiosa primitiva en uno de los sectores del pueblo que quizá deba su nombre a los mismos franciscanos: el barrio de San Salvador.
Fray Andrés de Castro fue el principal evangelizador entre los matlatzincas: llegó a Toluca en 1542 (6) y se hizo célebre por sus contínuas andanzas a través de todo el valle así como por el respeto con que trató a toda la comunidad matlatzinca. La organización definitiva de pueblos como Tlatelulco se debe a él o a sus seguidores y procede, al parecer de la segunda mitad del siglo XVI.
2.-ASPECTO HISTORICO
En ésta, como en muchas otras obras de carácter popular, no se han conservado constancias de las distintas etapas constructivas por las que atravesó el edificio hasta completarse. Se presume que la primitiva fábrica tuvo lugar quizá a mediados del siglo XVII pero de entonces no puede afirmarse que se conserve nada. Tanto la planta como casi todos los otros elementos de la composición proceden, evidentemente, de otras épocas y de muy distintos períodos de actividad constructora. Es posible, así, que de la primera edificación sólo sobreviva el esquema de la planta sin el volumen agregado del presbiterio.
En esta área del Estado de México la mayor parte de los edificios que se construyeron en barrios son obras del siglo XVII. La capilla de San Salvador puede, en consecuencia, proceder de entonces. Entre las muy escasas noticias sobre los edificios de Tlatelulco destaca la que dejó Vetancurt en su Chrónica de la Provincia del Santo Evangelio publicada en 1697 (7): afirma que en el pueblo de San Bartolomé Tlatelulco había dos iglesias que eran visitas de la parroquia de Metepec; que se celebraban misas en ellas en días de obligación; y que sus nombres eran la Transfiguración y Santiago.
No hay datos sobre lo ocurrido a ambos edificios durante el siglo XVIII; se presume que la actual parroquia de San Bartolomé comenzó por entonces a sufrir una larga serie de intervenciones mientras en la capilla de San Salvador quizá se procedía a erigir la torre del campanario. En muy numerosos casos de establecimientos religiosos construidos durante el virreinato, los últimos elementos en ser incorporados a las fábricas fueron las torres. Eso hace suponer que cuando se decidió hacer la de San Salvador el resto del edificio ya estaba en pie.
Las dimensiones, el proporcionamiento y los elementos de ese componente revelan una cierta atención a la influencia que ejerció por todo el Estado la escuela barroca desde mediados del siglo XVII hasta los últimos años del siguiente, y en especial los resultados que se observaron en la fachada nueva de la parroquia de Metepec, erigida hacia mediados del siglo XVIII.
En el curso de los años siguientes, y a lo largo del siglo XIX, el edificio sufrió algunos deterioros que lo condujeron a la ruina a principios de este siglo: en la relación de las iglesias de la parroquia de Metepec, hecha por el Padre J. Trinidad Basurto, y publicada en 1901 (8) se dió cuenta de que en Tlatelulco había entonces dos templos, uno de los cuales se encontraba en ruinas. En esa época ya se trabajaba en algunas adiciones a la parroquia, de manera que el templo arruinado tuvo que haber sido el de San Salvador. Es evidente, por otra parte, que los trabajos con los que se concluyó la capilla son relativamente recientes pues muy probablemente se ejecutaron cerca del momento de la terminación de la parroquia en 1939.
Los edificios de carácter popular, como la capilla de San Salvador, suelen ser objetos de mejoras casi constantes que se expresan tanto en trabajos pequeños, pintura y otros arreglos más bien ornamentales, como en sustituciones o reposiciones completas de elementos fundamentales. Una de las últimas partes de la fábrica de la capilla es, sin duda, la que incluyó el sistema de cubiertas de la nave y del presbiterio. El arreglo del interior y la pintura de la portada tienen no más de 7 años de haber sido terminados. El arco metálico que soporta una elemental iluminación es también un agregado cuya edad quizá no rebase los 5 años.
3.-EMPLAZAMIENTO
La capilla se encuentra al suroeste del pueblo, en los límites que dividen la zona urbana de las áreas de cultivo. Se puede acceder a su entorno por medio de lagunas de las calles que comunican a la parroquia con el área poniente del poblado; la entrada natural al barrio de San Salvador, sin embargo, es de sur a norte por el camino que se utiliza tradicionalmente para sacar los productos del sitio, en especial adobes y otros productos de barro.
El núcleo central del barrio es un enorme espacio en el que coexisten varias funciones sin que ninguna barrera establezca divisiones o señale territorios: es de planta cuadrada y a él desembocan tres calles; las manzanas están insinuadas pues no hay paramentos de muros en la mayor parte de los solares. Hacia el sur, además, podría continuar de no ser por un bordo que confina otra gran área en la que se hacen y se secan adobes. Sólo algunas de las casas tienen acceso a través de banquetas; casi todas las construcciones se desplantan prácticamente del terreno natural de tierra. Ese es el caso de la capilla, que ocupa la esquina noreste de esa singular plaza que también sirve como calle, como atrio, como estacionamiento o como patio de carga y descarga. No es frecuente encontrar establecimientos religiosos en esta zona del Estado de México que carezcan de un atrio formalmente delimitado; es notable, por esta circunstancia, que la capilla de San Salvador haya recibido un trato tan espontáneo cuanto ingenuo pues bien puede considerársele como una casa más en el barrio.
Las relaciones arquitectónicas entre el conjunto religioso y los otros edificios aledaños a la plaza también son producto de la más libre expresión vernácula. Es de lamentar, en todo caso, que en algunas de las viviendas los materiales regionales hayan cedido su lugar a soluciones más duraderas pero ciertamente más difíciles de integrar al contexto.
La capilla, pues, ocupa un lugar preponderante en el barrio de su nombre, entre las casas y entre los centros de trabajo que dan cohesión y sentido a toda la organización urbana al poniente de la localidad. La calidad de su emplazamiento sufre menoscabo, si acaso, por la falta de recursos que ha impedido replantear adecuadamente las vinculaciones espaciales que tienen lugar en todos los ámbitos de la que tiene derecho a ser una gran plaza.
4.-DESCRIPCION ARQUITECTONICA
La apariencia en conjunto de la capilla es el resultado de sus diversas etapas constructivas: la plaza por la que se accede al edificio permite tener perspectivas completas en especial desde el suroeste de modo que, no habiendo obstáculos visuales, se aprecian todos los elementos desde la fachada y la torre hasta el límite extremo de la cúpula y el ábside. Así, es posible advertir, y aún diferenciar, las partes con las que se fue completando el volumen. La fachada -que es el único paramento libre- ocupa una esquina de la plaza; es el componente más importante del inmueble pues comprende la construcción de más edad y forma, con las casas vecinas, el más largo y continuo tramo construido del centro del barrio. Consta de la torre del campanario y de la portada. La primera representa el mayor valor del conjunto por su antigüedad y la riqueza de sus acabados; sobre el remate del basamento se desplantan sus dos cuerpos. El primero se apoya en la parte superior de las molduras de que consta el remate a modo de friso; es de planta cuadrangular y ostenta un vano terminado en arco polilobulado en cada lado. Lo más interesante, aparte el trazo del arco, son las ornamentaciones que flanquean, sobre medias muestras, los soportes de los vanos: son de argamasa, se limitan a recorrer un estrecho tramo vertical y se concluyen en pequeños torsos y cabezas de ángeles o niños; tanto esas soluciones de decoración, como las utilizadas en la conclusión del basamento, recuerdan los rasgos que se consagraron en las pilastras, en los entablamentos y en algunas calles de la portada de la parroquia de Metepec. El primer cuerpo de la torre, además, se resuelve en una doble molduración -triple en las esquinas- que contribuye a acentuar la intención claroscurista de los paños al mismo tiempo que a recibir el arranque del volumen superior: éste último no es menos atractivo: es de planta octagonal; también presenta medias muestras que soportan cornisas que simulan un entablamento; en sus caras se alternan vanos elipsoidales y rombos enmarcados; y se continúa hacia arriba en una especie de linternilla cuyas aperturas son apenas cambios en la profundidad de sus paramentos verticales. La parte más alta la ocupa una esfera sobre la que descansa una cruz.
La portada es sólo el muro límite del edificio; su interés radica en que se conservaron algunos detalles de las basas de las jambas y las impostas del arco de medio punto de acceso. Encuadrando la puerta se construyó, con tabique, un doble juego de pilastras pareadas cuyas dimensiones se ajustaron a los desniveles del terreno. Las dos más próximas a la puerta están unidas, por su parte superior, con una ménsula sobre la que se apoya una ventana terminada en arco apuntado. Como el templo no tiene coro, la ventana sólo cumple funciones de iluminación. La portada, finalmente, termina en un pretil que sigue la forma de la bóveda y de la que se diferencia gracias a una cornisa lograda a base de tabiques que se desprenden del paño.
La liga entre la nave y la torre evidencia, como muchos otros detalles, la construcción y reorganización tardía de la primera: en la fachada persiste una junta mientras en el interior tuvo que improvisarse un acceso sobre el muro lateral norte.
La cubierta y la cúpula proceden del mismo período constructivo según lo demuestran su trazo y buena parte de sus acabados. Desde el exterior predominan los enladrillados con que se resolvieron aunque se advierten la trabe de concreto que recorre longitudina lmente la bóveda; las diferencias que existen en los trazos de los vanos en los lunetos; y el tabique aparente con que se ostenta la mayor parte del tambor de la cúpula. La linternilla de éste último elemento, como la de la torre, no tiene sino ventanillas simuladas y luego una esfera con su respectiva cruz.
El interior de la nave es de una gran modestia: los muros fueron pintados con flores que reproduce un rodillo sobre fondo de pintura de esmalte. La bóveda, que es una interpretación de un medio cañón ligeramente apuntado, presenta lunetos y ventanas circulares y apuntadas en cada uno de sus tramos. El presbiterio, bajo la cúpula, consta de un altar y un pequeño conjunto de madera que, como puente, se apoya e los muros laterales; hay una especie de frontón que corona a la imagen del Salvador colocada sobre un nicho en la que se aloja a otra imagen.
No hay coro y las bancas casi ocupan el área interna en su totalidad; a pesar de eso, sin embargo, los integrantes de las cofradías encuentran espacio para disponer arreglos con los cuales participar en las distintas celebraciones.
5.-NOTAS Y BIBLIOGRAFIA
(1) Enciclopedia de México, tomo 8, segunda edición, México, 1977, pág. 343
(2) Gobierno del Estado de México, Monografía del Municipio de Metepec, Toluca, 1973, pág. 12
(3) Enciclopedia de México, tomo 8, obra citada, pág. 343
(4) Enciclopedia de México, tomo 8, obra citada, págs. 343 y 559
(5) Gobierno del Estado de México, obra citada, pág. 14
(6) Valverde y Téllez, Emeterio, Bio-bibliografía eclesiástica del Estado de México, Biblioteca Enciclopédica del Estado de México, tomo LI, México, 1976, pág. 202
(7) Basurto J. Trinidad, El Arzobispado de México, jurisdicción relativa al Estado de México, edición preparada por Mario Colín con adiciones y notas, Biblioteca Enciclopédica del Estado de México, tomo LX, México, 1977, págs. 186 y 187
La edición de la Biblioteca Enciclopédica se hizo sobre la obra original del Padre Basurto El Arzobispado de México, publicada en 1901. En ella, el autor reproduce un fragmento de la Chrónica de Vetancurt.
(8) Basurto, J. Trinidad, obra citada, pág. 188
ELABORO:
FECHA:
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San Salvador