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Nombre del Inmueble
Santa Clara
Clave del estudio monográfico
MX-SC-DGSMPC-EM-000002
Estado, Municipio, Localidad
Estudio Monográfico
Clave del estudio monográfico
MX-SC-DGSMPC-EM-000002
Contenidos
1.-ANTECEDENTES
Para 1537, la ciudad de Querétaro quedó formalmente fundada por medio de una real cédula, en la cual se nombró como patrono al apóstol Santiago. Y una vez iniciados los asentamientos de los españoles se procedió a la evangelización y al sometimiento de los indígenas.
Conocida es la disputa que sostuvieron las primeras órdenes religiosas que llegaron a la Nueva España, la cual fue resuelta, en Querétaro a favor de los franciscanos, siendo así que los primeros conventos e iglesias son obra de la orden franciscana, dejando en manos de agustinos y dominicos, entre otros, las labores de la evangelización, sobre todo en las partes aledañas a la ciudad.
Diego de Tapia, hijo del cacique y luego Gobernador de Querétaro Fernando de Tapia, fue quien, de alguna manera, hizo posible la existencia de la iglesia de Santa Clara y el Real Convento anexo; contribuyendo además, a la afirmación de la orden de las Clarisas que permanecían dependientes de la de San Francisco.
Una de las motivaciones que tuvo Diego de Tapia para esta fundación, además de elevar su posición social, fue la de hacer que su hija Luisa, por medio de una cuantiosa dote, fuera practicante de esta orden, ingresando primero como novicia en el Convento de Santa Clara de la ciudad de México (1). Recibió el hábito del Espíritu Santo ante la imagen de la Virgen, en la Villa de Guadalupe, regresando a Querétaro en enero de 1607 para comenzar su vida conventual.
2.-EMPLAZAMIENTO
El Templo de Santa Clara se ubica al oeste del Centro Histórico de esta ciudad, sitio que por sus cualidades históricas y arquitectónicas se encuentra actualmente conservado y restaurado, lo que le confiere una imagen urbana de buena calidad. En este contexto destaca este monumento, considerado como una joya del barroco en Querétaro, el cual además de resaltar en su entorno directo por sus cualidades plásticas, adquiere mayor jerarquía por encontrarse rodeado de dos importantes áreas abiertas y arboladas, una pequeña que se localiza frente a los accesos del templo, y que lleva el nombre de plaza de Santa Clara, y la otra conocida como jardín Guerrero, ubicada al oeste del templo.
Desde estas dos zonas peatonales es desde donde mejor se aprecia al monumento. Viniendo por la calle V. Guerrero tenemos en primer término el jardín que lleva el mismo nombre, desde donde destaca la fachada posterior de la nave del templo y a lo alto la cúpula. Desde aquí también se puede apreciar una construcción que se encuentra adosada al templo, imposibilitando una mejor perspectiva del mismo.
En la esquina formada por Allende y Madero se localiza la Plaza Santa Clara, ubicada frente al monumento. Aquí encontramos un ambiente conformado por un gran número de árboles y bancas que invitan al descanso, aunado a este paisaje se encuentra en un extremo de la plaza y destacando de manera importante por su ubicación esquinada, la fuente de Neptuno, obra del arquitecto celayense Eduardo Tresguerras.
De esta plaza se aprecia la fachada principal del templo destacando principalmente las portadas de acceso y la torre del campanario.
En general el uso de suelo, predominante en este sitio es comercial,existiendo un gran número de locales en la planta baja de las edifcaciones que rodean al monumento. Conforman igualmente el contexto arquitectónico de Santa Clara, edificios muy valiosos a unos cuantos metros de aquí, como son el templo de San José de Gracia, la casa de la marquesa y el palacio municipal por mencionar algunos.
3.-HISTORIA
El Templo de Santa Clara y el Real Convento anexo se empezaron a construir en los terrenos donados por doña María de Tapia, hermana de don Diego. A pesar de que ella quería ser la fundadora del templo, se le encomendó gestionar las licencias y demás trámites para la edificación, a fray Miguel López, vicecomisario de las provincias de la Nueva España.
La fábrica del templo se inició frente al Convento de San Francisco, en la calle de los Cinco Señores, cuyas rejas estaban en la que iba de la huerta de dicho convento para San Agustín y que por ello en esa época se llamó Calle de las Rejas (2). La fundación se realizó el día 13 de enero de 1607, fiesta entonces del Santo Nombre de Jesús, sin que estuviera aún terminada la construcción del templo.
Durante casi treinta años habitaron en este edificio las religiosas clarisas, en tanto se construía el nuevo convento, y templo de proporciones gigantescas, al cual se trasladaron el día 21 de julio de 1633. Según la crónica de Zelaa Hidalgo llamada Glorias de Querétaro, estuvieron las religiosas en el edificio anterior más de veinte años, porque en este tiempo se fabricó de nuevo en el que están, cuya conclusión con la capacidad y grandeza, es debida al celo y actividad de Fray Cristóbal Vaz, Vicario administrador de este convento, y después provincial de esta provincia de Michoacán (3). La fundación se debió, por otro lado, a Sor Elvira Sánchez Figueroa, quien presidió la mudanza al nuevo conjunto en la fecha arriba mencionada, en medio de una solemne procesión.
El convento de Santa Clara de Jesús ocupaba un terreno equivalente a cuatro manzanas, y albergaba en su interior calles, jardines, fuentes y más de sesenta casas en buen estado, las cuales funcionaban como habitación de las religiosas y de la servidumbre: sus cuantiosas rentas permitían a las monjas vivir, dentro de él, en casitas personales, en vez de celdas y disponer de la servidumbre necesaria. Era como una ciudad en pequeño con capilla, calles, plazas, fuentes. (4)
Los restos mortales de don Diego de Tapia, se encuentran depositados en el presbiterio del templo del lado del Evangelio.
Durante el siglo XIX, y a consecuencia de las Leyes de Reforma, fueron exclaustradas las religiosas claristas. En 1863 se comenzó la demolición de bóvedas y muros por orden del gobernador de Querétaro, José Linares, quien dispuso la apertura de una calle en medio del claustro principal hasta dejar abierta una brecha que por muchos años duró en ese estado. Posteriormente se demolió el resto del convento, respetándose únicamente el templo, del cual se hiceron cargo los padres franciscanos, quienes la entregaron al Gobierno Eclesiástico de la Diócesis, cuando, autorizados por la Santa Sede, recogieron la de San Francisco, que había servido como Catedral. (5)
Más tarde, en el año de 1912, se hizo el intento de erigir en este terreno la Catedral de la ciudad, pero las gestiones no prosperaron por la muerte del Obispo Rivera. A raíz de ésto, el Gobierno del Estado dispuso la expropiación del terreno para convertirlo en jardín público, que funciona actualmente con el nombre de Jardín Guerrero.
El 20 de julio de 1921, se firmó el decreto de fundación de la parroquia del centro de la ciudad, a la que se le dio como titular el Sagrado Corazón de Jesús, y como templo la de Santa Clara, con la firma del Dr. Francisco Banegas. Entre los sacerdotes que han administrado desde entonces dicha parroquia merecen citarse a don Alberto Luque, d on Salvador Salazar y don Cesáreo Munguía, además del padre Gonzalo Vega.
4.-DESCRIPCION ARQUITECTONICA
El conjunto de Santa Clara se compone por el templo, una casa cural, una pequeña capilla anexa y una nave lateral al templo de uso recreativo, la cual funciona como auditorio. El conjunto se orienta con respecto a un eje de simetría, en dirección este-oeste. El templo se encuentra según esta orientación, al lado oeste, la pequeña capilla se localiza al este, anexa a la nave e interceptando a ambos, se encuentra la torre. La casa cural y la nave lateral se encuentran paralelas hacia el norte.
Desde la plaza de Santa Clara se aprecia la fachada principal, compuesta por los accesos a la nave y los contrafuertes que sobresalen del muro, hacia el lado derecho se levanta la torre y al izquierdo la cúpula. La gran cúpula destaca aunque no francamente hacia el oeste, ésta presenta planta en forma octagonal, con tambor en donde se ubican ocho pequeñas pilastras adosadas a cada vértice y acabados en aplanado con capitel de cantera, rematando y finalmente con un alfil redondeado en cantera. En las ocho caras del tambor existen ventanas rectangulares rematando con cornisa en forma de arcos rebajados. La cúpula se encuentra recubierta con azulejos de colores: blanco, amarillo y azul, en cuya cúspide remata con la linternilla, que empieza con una base de cantera para continuar con una franja de azulejos y nuevamente con cornisa de cantera, aquí se tienen pequeñas ventanas rectangulares enmarcadas con pilastras adosadas. Finalmente, en la cúspide se levanta una cruz.
Continuando hacia la derecha encontramos la torre definida por tres cuerpos divididos claramente por cornisas y remates de cantera. El primero es de piedra con pilastras estriadas enmarcando las ventanas del campanario con arcos de medio punto. El segundo cuerpo es de planta circular y de menores proporciones, presenta pequeñas columnas circulares independientes de cantera, su base es una franja de azulejos rematada con cornisa de cantera.
En este cuerpo se abren ventanas rectangulares, para rematar finalmente con otra hilera de azulejos y cornisa de cantera.
El último cuerpo totalmente terminado en aplanado, presenta ventanas con arcos de medio punto rematando con una cornisa y pináculos de cantera y a lo alto una pequeña cúpula ornamentada por azulejos y pináculo circular en lo alto.
Los accesos al templo son laterales y están definidos por dos portadas iguales de dos cuerpos, divididos por cornisa, en el primero se pronuncia un arco de medio punto moldurado, cerrado en la parte superior con clave adornada con un medallón, y a los lados pilastras estriadas adosadas. En el segundo se pueden apreciar una ventana rectangular con pequeñas pilastras a los lados y rematando con cornisa. Más arriba al centro, se ubica un escudo el cual remata con frontón recto y una escultura en el tímpano. Este diseño caracteriza y resalta los accesos al interior, desde donde se aprecia el conjunto de la nave principal, coros y presbiterio integrados dentro de un espacio formado por soberbios muros, y una sucesión de pilastras donde se apoyan las bóvedas de arista.
El acabado exterior de los edificios es de aplanado de mortero pintado de color blanco, contrarestando con el tratamiento de piedra cantera en portadas, ventanas y recubrimiento de azulejos.
El templo presenta planta de una nave sin crucero. Al este de la nave, inmediato a una de las entradas, se construyó el coro, renovándose totalmente su interior a fines del siglo XVIII. Es parecido a los coros poblanos de tres grandes bóved as de lunetos, cuyas aperturas permiten la iluminación. El coro bajo conserva sus dos rejas, la exterior con un diseño de sencillos travesaños cuadrangulares y la interior alternando barrotes de hierro con balaustres de madera. La cratícula o ventanilla por donde se da la comunión a los monjas está intacta, como su puerta dorada en madera que da al exterior.
El encuadramiento del coro bajo hasta donde empieza la reja del coro alto, presenta una sucesión de grandes medallones, con imágenes, para luego continuar hacia arriba con la sencilla reja enmarcada con ligeros adornos de tela; inmediatamente a ésta, continúa en la parte superior un arco toral de medio punto con un tímpano cubierto por un paño de hermosos diseños calado en fierro forjado, completando así la fachada interior de uno de los coros más hermosos y representativos del barroco en México.
Del coro bajo se desciende a la cripta, que es una construcción grande de planta cuadrada, con bóveda plana y donde se depositaban catorce ataudes y una fosa en el piso que la denominaban osario.
Continuando en el templo interiormente, hacia el oeste de la nave se aprecia durante el recorrido, entre las columnas y cubriendo los colaterales, una sucesión de impresionantes retablos de madera dorados que van ambientando toda la nave principal hasta llegar al arco triunfal que, junto con la cúpula de planta octagonal, origina una fluidez del espacio hacia arriba por la doble altura y la iluminación cenital, enfatizando la diferencia entre la nave y el presbiterio, donde se encuentra el altar actual de estilo neoclásico; éste en reemplazo del retablo mayor original de estilo barroco tallado en madera, que fue intencionalmente desmantelado en la primera mitad del siglo XIX.. Aquí se aprecia la bóveda de arista en cuyos lados norte y sur presentan ventanas altas que iluminan todo el presbiterio, el altar y el ciprés; caracterizado por la presencia de cuatro columnas a los lados, continuando con dos pilastras estriadas, una a cada lado de una caja central independiente, formada por seis pequeñas columnas unidas entre sí con arcos de medio punto que sostienen una pequeña cúpula rematando con una cruz, jerarquizándose de esta manera, como elemento central, acompañado por esculturas de vírgenes y santos.
Dirigiéndose hacia el norte, se encuentra un marco porticado de reja forjada, ricamente diseñada, que corona la puerta, la cual comunica al templo con la antesacristía, donde hay un altar menor enrejado. Hacia el oeste se encuentra la puerta de la sacristía finamente tallada en madera, demostrando una vez más, la riqueza ornamental del estilo churrigueresco. Este ambiente tiene un acceso al exterior, donde se sale a un pasillo cubierto con bóveda de cañón, que hacia un lado conduce a una salida al Jardín Guerrero y al este hacia un grupo de espacios de uso administrativo de la casa cural, cubierto todo por bóveda de arista.
La casa cural hacia el norte y paralela al templo, se compone de un patio central descubierto que integra a ésta con la nave lateral y construcciones posteriores del templo.
La casa cural construída aproximadamente hace 40 años con vigas de madera y bóveda catalana, es de dos niveles con corredor en planta alta. Actualmente funciona como habitación y vivienda de los padres de la iglesia. Formalmente no discrepa con el monumento, más bien se integra, junto con la nave lateral que presenta bóveda de cañón. En el interior esta nave que se comunica con los coros, actual mente ha sido adaptada para ser usada como un pequeño auditorio.
5.-OBRAS DE ARTE
El templo de Santa Clara alberga en su interior auténticos ejemplos del arte barroco, representados magníficamente por sus seis retablos tallados en madera dorada, pinturas, púlpito, esculturas y acabados de rejas.
Entre los elementos artísticos más sobresalientes merecen mencionarse los del interior del templo, con sus riquísimos colaterales de madera dorada y sus profusas esculturas estofadas, además de las rejas del coro, y magníficas pinturas que adornan los retablos.
En el coro, el retablo del fondo, completamente despojado de sus esculturas, es de estilo rococó o sea con una decoración de carácter pintoresca y frágil, y el otro a su lado, de madera dorada con fondo rojo, emerge de una superficie en la cual ondula la madera en olas de oro, imitando un brocado. Entre las obras de arte se tiene también las pinturas que decoran este coro enmarcando la puerta de acceso al claustro y las ventanas. Son obras anónimas de la mitad del siglo XVIII, la de la puerta es una entronización de la Virgen, con ángeles y santos. En la primera ventana se aprecian las cuatro apariciones guadalupanas y más abajo cuatro medallones, dentro de los cuales van pintados San Ignacio de Loyola, Santa Ludovina, Santa Gertrudis y Santa Rosalía. En la segunda ventana están representadas San Alberto Magno y San Ramón Nonato, y también hay cuatro medallones en la parte inferior con sus respectivas pinturas de santos.
En el coro alto se conserva el retablo principal que es una muestra riquísima del último barroco mexicano, con detalles ornamentales del rococó, y un lateral con influencia del arte francés. Sobre la puerta que fue del antecoro hay una pintura de Tomás Xavier de Peralta, de 1731, con tres escenas de la vida de la Virgen.
En la fachada interior del coro, que en su totalidad es una impresionante obra de arte, se encuentran dos esculturas de varones. Arriba de las rejas, en lujosos marcos de madera dorada, están tres relieves femeninos; al centro una monja y a los lados dos doncellas. Estas obras se le atribuyen a Ignacio Mariano de las Casas.
El púlpito como escultura decorativa, es uno de los más barrocos de la Nueva España, cuenta con plataforma circular, antepecho cilíndrico y coronamiento macizo, todos rica y minuciosamente adornados con tallado en alto relieve dorados, y notables incrustaciones de plata y concha, basado en la índole del estípite, pues como se ve, cuanto más asciende, más se ensancha.
En los altares de Santa Clara, aún pueden admirarse notables esculturas de gran talla de los siglos XVIII y XIX, como la Purísima , obra de don Manuel Tolsá, que es de una perfección que asombra, acompañando a estos ejemplares, se tiene los retablos que se levantan a lo largo de los muros que son considerados como los más exuberantes churriguerescos del siglo XVII. Están totalmente tallados en muy buena madera, en alto relieve, pulidos en oro fino, con profusión de elementos decorativos, pilastras de variadas formas, capiteles caprichosos, medallones, repisa y nichos para numerosas estatuas y esculturas de santos, generalmente franciscanos, cuyo resultado estético es la proporción. Se atribuye a Francisco Martínez Gudiño la creación de estas maravillas.
Los retablos sobre el muro izquierdo, con vista hacia el altar destacan al centro por una vitrina con capelo, dentro de la cual se encuentra el Santo Cura de Arce coronado por imágenes de ángeles. En la parte inferior se encuentra una imagen de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, co ronada por una fina y estilizada concha; aunque es una obra adicionada posteriormente, guarda una extraordinaria armonía en el estilo.
Siguiendo el recorrido del muro izquierdo hacia el altar, se encuentra en la vitrina central la imagen de Santa Clara de Jesús, coronándose este retablo con la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe, flanqueada por tres ángeles y lateralmente se ubican las esculturas de San Simón y San Judas Tadeo.
En el retablo del lado derecho, se destaca una pintura al óleo de la vida y crucifixión de Cristo de autor desconocido, el cual presenta el influjo del pasado indígena, ya que hace notar con absoluta claridad la vertiginosa ascensión de los estípites, que quiere decir, el uso característico de elementos en forma de pirámides truncadas invertidas, para conformar las pilastras que enmarcan vitrinas, estatuas o pinturas en el retablo.
Terminando esta sucesión de retablos se encuentra la puerta que conduce a la sacristía, cuyo acabado en madera es de un talllado finísimo y elaborado con uso de tres colores, verde, rojo y bordes dorados.
Entre las pinturas, aunque en mal estado, pueden apreciarse todavía obras del pintor Tomás Xavier de Peralta, que datan del siglo XVIII y que se refieren a la Crucifixión de Cristo, asimismo tenemos el tema de San Ignacio de Loyola escribiendo el Libro de los Ejercicios Espirituales en la cueva de Manrefa, y una pintura al óleo con el tema de la vida de San Atenógenes.
Se comprueba de esta manera, que en el Templo de Santa Clara, hasta el más modesto espacio guarda un tesoro; jugosos bordados que vencen la naturaleza de la madera para crear un infinito tejido de formas en las expresiones más exuberantes del barroco mexicano.
Inmueble de pertenencia
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