Nombre del Inmueble
Santa Rosa de Lima
Clave del estudio monográfico
MX-SC-DGSMPC-EM-000432
Estado, Municipio, Localidad
Estudio Monográfico
Clave del estudio monográfico
MX-SC-DGSMPC-EM-000432
Contenidos
1.-ANTECEDENTES
La parte central del actual estado de Chihuahua comprende las estribaciones de la sierra que se eleva al occidente y los rios que escurren de ella forman valles con un clima y unas condiciones naturales en general mejores al resto de la región circundante; extremosa y seca hacia las llanuras del este y noreste, fria y escarpada hacia el occidente. Para un pueblo cazador y recolector, de agricultura incipiente como el tarahumara, la zona y sus características naturales resultaba ideal por lo que, desde su asentamiento en el lugar tuvieron que defender su territorio de los demás pueblos circundantes: tepehuanes y tobosos del sur, conchos, julimes y sumas del este y noreste, janos, apaches, pimas y ópatas del norte, entre los noventa y cuatro grupos diferentes que habitaron aquella extensa región. La defensa fue exitosa a juzgar por el dominio que tenian los tarahumaras de su territorio a la llegada de los primeros españoles a principios del siglo XVII. Algunas expediciones como las legendarias de Cabeza de Vaca, Marcos de Niza, Vásquez de Coronado y después las organizadas en la, ya entonces Nueva Vizcaya, como las de Francisco de Ibarra, Sánchez Chamuscado, Espejo y Juan de Oñate para incorporar los territorios del norte hasta Nuevo México, bordearon esta región, la Alta Tarahumara, por las costas de Sonora o por los desiertos del este, a fines del siglo XVI. La penetración española hacia Cusihuiriachi fue lenta (es común encontrar el nombre del lugar escrito Cusihuiriachic, sin embargo la mayoría de los autores relacionados con el tema Almada, Gassó, Ferrero, etc. prefieren la biografía aqui utlizada sin la c final). Penetración llevada en pasos sucesivos pero firmes ya que traía consigo una colonización estable basada en dos propósitos fundamentales: la evangelización de los naturales a cargo de los misioneros jesuitas y franciscanos y el descubrimiento de yacimientos de plata y otros valiosos metales en muchos lugares de las montañas de la Nueva Vizcaya.
Los jesuitas organizaron sus fundaciones a partir de Sinaloa avanzando hacia el noreste a través de la sierra apoyados por el gobernador (residente entonces en Durango) Rodrigo del Río, hacia 1588, mientras los franciscanos ya habían obtenido en 1564 una autorización del obispado (correspondía la zona al de Guadalajara) para establecer un convento en San Bartolomé (Valle de Allende), desde donde lanzaron a sus misioneros a la evangelización de Nuevo México. Situadas ambas órdenes en los alrededores de Parral, fue necesario que una mediación del gobernador Lic. Lope de Siera y Osorio fijara los territorios en los que realizaría sus labores de evangelización. Los franciscanos obtuvieron la parte llana del este y los jesuitas la Tarahumara.
Organizaron los jesuitas dos misiones, la Alta y la Baja Tarahumaras, entendidas, de acuerdo a su sistema, como regiones a evangelizar. Dentro de estas misiones generales fundaron sus partidos, regiones menores asentadas en una fundación (templo y casa para el o los sacerdotes, básicamente), de los que dependían las visitas, templos menores sin sacerdote fijo.
Pronto entraron los jesuitas en contacto con los tarahumaras. En 1601, muy al oeste, en la sierra de Chínipas, el P. Pedro Méndez bautizó a los primeros 14 tarahumaras. Pero la escarpada sierra no permitió mayor avance por aquella zona. Más cerca de Cusihuiriachi y hacia el sur, el río Conchos marcaba el límite del territorio tarahumara. En 1608, el P. Juan de Fonte, que un año antes h abía sido visitado en la fundación de Valle de San Pablo (hoy Balleza) por tarahumaras, cruzó el río y se internó en lo que se convertiría en la Misión de la Alta Tarahumara.
De ahí en adelante el avance de la evangelización jesuita no se detuvo hasta abarcar toda la Alta Tarahumara. Los Tarahumaras fueron dóciles a las enseñanzas de los jesuitas en un principio, pero los malos tratos del resto de los españoles, contrarios a alguna cédula real, provocaron una tremenda serie de insurrecciones durante todo el siglo XVII que con grandes esfuerzos pudieron sofocar las acciones combinadas de todas las fuerzas militares españolas en la zona e indios amigos y la paciente labor de evangelización y civilización de los jesuitas.
El crecimiento relampagueante de Cusihuiriachi tuvo lugar a partir de los primeros días de agosto de 1687, cuando el español Antonio Rodríguez denunció la rica mina de San Bernabé.
Ocho años antes misioneros jesuitas se habían establecido en el lugar.
2.-EMPLAZAMIENTO
A unos 26 Kms. de Ciudad Cuauhtémoc (la antigua San Antonio de los Arenales), rumbo al sur, hacia la sierra y después de cruzar campos de notable fertilidad, el paisaje y aún el tiempo cambian abruptamente y el visitante se adentra en el ambiente de un poblado minero de la Nueva Vizcaya del siglo XVIII: Cusihuiriachi.
El único camino practicable para unir las bocas de las galerías mineras que se abrieron en los cerros, era la pequeña cañada que formó el arroyo de Cusihuiriachi y a lo largo de esa cañada se fué formando la población.
Sin un punto de transición definido, el camino que conduce desde Ciudad Cuauhtémoc, se transforma en la Calle Grande al aumentar el número de construcciones de pequeños ranchos y alternarse con casas, deshabitadas algunas, muchas otras en ruinas.
La Calle Grande se extiende así por poco más de un kilómetro en la parte que corresponde a la mayor concentración de construcciones, pero en sus tiempos de auge llegó a estar unida con el Real de Abajo, formado igualmente de minas a los lados y casas en la parte baja, hacia el sur en el camino a Carichi.
Dos ensanchamientos de la cañada fueron debidamente aprovechados para las principales funciones públicas del lugar. El primero situado más al norte contiene el palacio municipal y otras dependencias de la administración civil. El siguiente, hacia el sur, es ocupado por el templo de Santa Rosa de Lima.
Esta pequeña explanada es plana en unos cien metros en sentido transversal a la Calle Grande que la atraviesa de norte a sur. Hacia el oriente se encuentra el Cerro de Santa Rosa, el arroyo y en la parte plana, dos casas con pequeñas huertas de la familia Medrano y el Sr. Antonio Domínguez. Cruzando la calle, la explanada está limitada por algunas casas particulares al sur y el arroyo de San Antonio al norte y contiene una pequeña plaza al sur, ocupada como cancha de basquetbol y el conjunto del templo y su atrio. Al poniente el terreno se eleva suavemente en el sitio en ruinas que supuestamente ocupó el colegio de los jesuitas, hasta los cerros de San Antonio y San Miguel que albergan minas con los mismos nombres.
El poblado actual cuenta, según los últimos datos censales, con 8750 habitantes. El comercio es escaso y en pequeña escala ya que la dependencia en este y otros aspectos (sanidad, educación, etc) de la cercana Ciudad Cuauhtémoc es casi absoluta.
3.-HISTORIA
El templo de Santa Rosa de Lima de Cusihuiriachi tiene sus origenes en los primeros trabajos misionales de los jesuitas en la zona, pero su desarrollo posterior, tanto en el edificio mismo como en su funcionamiento como centro religioso, se ha visto intimamente ligado a la vida azarosa y muy irregular del poblado mismo, sus épocas de gran auge económico alternadas con períodos de total abandono.
No se tienen datos acerca de la magnitud de la población tarahumara del lugar a mediados del siglo XVII, pero es indudable que se trataba de una población de importancia dado que, al llevarse a cabo la organización de la Misión de la Alta Tarahumara, los notables fundadores jesuitas P:P: Juan Gamboa y José Tardá, decidieron unir sus recientes establecimientos de Coyáchic, Huizóchic y Cusihuiriachi en un partido con cabecera en este último. El nuevo partido tomo oficialmente el nombre de San Bernabé de Cusihuiriachi el 13 de febrero de 1674, con las dos poblaciones indicadas como visitas.
La construcción del templo se inició de inmediato bajo la dirección de sus dos fundadores y el siguiente reporte que aparece en los sumamente mermados archivos jesuitas, es acerca de que en 1678 existía ya ... una pequeña iglesia con techo plano...
Para ese año el P. Gamboa había regresado a las misiones del sur del estado y el P. Tardá seguía a cargo del partido como recto de toda la Alta Tarahumara.
Tenemos una razonable certeza de que aquella construcción primitiva se conserva en el templo actual. No existen antecedente de que el sitio ocupado por ella haya sido variado y la nave actual corresponde al tipo de las de otras iglesias jesuitas de la época en la Tarahumara. Podemos suponer que las modificaciones posteriores fueron únicamente adiciones especiales y de ornamentación.
El primer gran acontecimiento que afectó a la construcción y mejoramiento del templo fue la transformación radical que sufrió la población de Cusihuiriachi a partir del descubrimiento de la rica mina de San Bernabé que con las de la Concepción y San Juan provocaron una enorme afluencia de inmigración española y mestiza, atraída por las minas y sus múltiples actividades anexas, al grado que, en un plazo tan corto como el que va al 13 de enero de 1688, el gobernador de la Nueva Vizcaya, D. Juan Isidro de Pardiñas, constituyó a Cusihuiriachi en Alcaldía mayor y nombró al Gral. Marcos Fernández de Castañeda primer alcalde Mayor, con control sobre toda la Alta Tarahumara.
Un segundo acontecimiento se sumo a las modificaciones en la vida del poblado y fue la serie de sangrientas sublevaciones de los tarahumaras en la última década del siglo XVII.
Los efectos en la Misión de San Bernabé fueron casi inmediatos y profundamente negativos. El trabajo de los jesuitas se vió tan afectado que se suspendió prácticament el funcionamiento general de la misión y por tanto de la construcción del templo.
Los motivos directos fueron los relacionados con el trabajo misional específico de los jesuitas, encaminado siempre hacia la población indígena, sin autorización para la atención religiosa del resto de los habitantes del lugar. Y los tarahumaras desaparecieron de Cusihuiriachi, tres fueron los motivos principales: el duro e ilegal trabajo a que los sometían los españoles en minas y haciendas, las invitaciones de sus hermanos en armas para unirseles y el miedo a los mismos cuando se rehusaban que los obligaba a internarse en la sierra. Poco después de 1690 el P. Miguel Ortega estaba a cargo del pa rtido y la cabecera se había trasladado a Coyáchic. No se reportaban jesuitas en Cusihuiriachi.
La atención religiosa de la población no se interrumpió. Para 1709, según reporte de ese año, el cura diocesano José García Valdés estaba a cargo del templo, pero no es probable que haya realizado ninguna mejora al templo original, ya que las condiciones en el poblado eran desastosas. Parte de la población había sido reclutada (varones) para las milicias que defendían la región y al terminar la guerra, la mayoría no regreso. Por otro lado el descubrimiento de nuevas minas en Urique y Santa Eulalia hizo que muchos mineros del lugar probaran fortuna en aquellos lugares. La población bajo a 360 habitantes.
La situación mejoró lentamente. Para 1718 los jesuitas establecieron un colegio, cuyas ruinas son probablemente las que se observan hoy al oeste del templo, para enseñanzas del idioma tarahumara a nuevos misioneros y educación de algunos integrantes de las familias tarahumaras que poco a poco regresaban. No volvieron a tener a su cargo el templo, pero indudablemente auxiliaron sus funciones. Tampoco en ese periodo se recuerda alguna modificación de importancia al templo.
A mediados del siglo XVIII, el crecimiento de la población era evidente. El colegio jesuita seguía funcionando y el curato tenía como cura titular y juez eclesiástico al P. Marcos Andrés Sánchez de Tagle y como vicario al P. Francisco Xavier Zárate.
El templo, seguramente se hallaba ya bajo la advocación de Santa Rosa de Lima y sus modificaciones habían sido mínimas.
El último cuarto del siglo XVIII marca el punto máximo del esplendor del templo, las modificaciones que le dieron su dimensión y ornamentación actuales además de las que se han perdido, locales en ruinas cuyo uso no podemos más que imaginar, ornamentación deteriorada indicadora de una voluntad de lucimiento es lo que nos queda de aquel segundo período de auge minero en el que Cusihuiriachi superó la población de la ciudad de Chihuahua.
A partir de la Independencia, el templo continúo a cargo del obispado de Durango, al principio y después al de Chihuahua, al establecerse esta nueva diocesis. Los jesuitas dejaron el colegio, presumiblemente, a partir de su expulsión en 1767.
4.-DESCRIPCION ARQUITECTONICA
El conjunto arquitectónico del templo de Santa Rosa de Lima de Cusihuiriachi está formado por una gran cantidad de espacios en muy diferente estado de conservación. El hecho de que la mayoría hayan sido construidos de adobe y en diferentes épocas provoca que su didentificación sea muy difícil por el gran deterioro de los vestigios existentes y por la falta de documentación general de la vida del templo. Sin embargo es deterioro de los elementos arquitectónicos no es uniforme y abarca desde fracciones de muro de adobe de pocos centimetros hasta locales en razonable buen estado que aun permiten la celebración del culto religioso en forma irregular. Entre los espacios claramente definidos se puede iniciar una descripción más objetiva.
El atrio, situado en una posición tradicional al frente del templo, cambia sin embargo la proporción más común y presenta un frente mayor que su fondo (23.96 x 16.36 m.). Esta circunstancia es explicable por la necesidad de englobar en el conjunto del atrio a la torre, notablemente separada de la nave pero unia a ella en un solo paño de fachada. El atrio se encuentra delimitado por un muro bajo de mampostería con dos entradas laterales, pequeñas, sin más arreglo que el que le proporcionan algunos árboles jovenes sembrados sin orden.
La fachada no presenta una composición homogénea. Dos elementos destacan por si mismo sin integración formal entre ellos. Por un lado, un gran muro de adobe muestra un paño liso de proporción rectangular, con frente mayor que la altura y evidentemente construido para aprovechar su espesor y simplicidad uniendo dependencias edificadas en diferentes épocas. No posee ornamentación de ninguna especie, circunstancia que no se presenta en la arquitectura religiosa de la región, reforzando la tesis de una colocación del muro principal de fachada fuera de cualquier consideración plástica. Este muro se encuentra rematado en su parte superior con una pequeña cornisa de tabique que resulta más bien una doble ceja.
El templo tiene una planta cruciforme de proporciones y disposición tradicionales. Una sola nave rectangular remata en un ábside ochavado, crucero sin cúpula con dos capillas laterales coro y capilla lateral al lado del evangelio en la parte posterior.
La torre presenta características muy especiales que vale la pena detallar. Está formada por cuatro cuerpos, el primero de los cuales se encuentra integrado al gran muro liso de la fachada. Los dos siguientes están tratados similarmente reduciendo el tamaño en planta del superior y constan de muros de adobe y tabique reforzado con cantera en las esquinas que contienen grandes luces rematadas en medio punto y flanqueadas por pilastras simples, unidas en todo el perímetro por una cornisa de cantera en cuyas esquinas pueden verse aún restos de alguna ornamentación del mismo material. El cuarto cuerpo difiere por completo de los anteriores, tiene una graciosa ligereza pese a lo reducido de su altura y consta de una pequeña cúpula sostenida por ocho columnas cilíndricas con bases y capiteles sencillos que descansan y sostienen cornisas estucadas como la cúpula.
Con respecto a la ubicación de la torre se manejan varias teorías para explicar su franca separación de la nave. Las más simplistas colocan en el espacio intermedio, ahora libre, una sacristía (de la que carece el templo), una capilla lateral y aún una capilla abierta hacia el atrio. No son factibles pues el lugar es inadecuado para el funcionamiento de la sacristía, una capil la lateral requería una abertura mayor que la estrecha puerta existente hacia la nave y una capilla abierta hubiera carecido de sentido dada la escasa población indígena del lugar, es más probable que, en la última época de auge de Cusihuiriachi a finales del siglo XVIII, se haya pensado en ampliar el templo tomando como ejemplos las modificaciones prácticas a los planos originales del templo de Santa Eulalia y de la Catedral de Chihuahua, realizadas en condiciones socieconómicas parecidas. En el caso de la catedral, la planta de una sola nave se amplío a tres y en el de Santa Eulalia, que pudo tomarse como ejemplo directo, se le agregó una nave lateral con una elaborada portada. El rápido deterioro de las condiciones del lugar impidió la terminación del proyecto.
La nave, a partir de la puerta en dos hojas rematada con arco de medio punto, tiene dos salidas laterales en el sotocoro, una hacia la capilla posterior y otra, con puerta hacia el exterior. Una puerta más hacia el exterior, amplia de 2.96 m. se abre en el muro sur y termina la nave al frente con tres elementos que la separan del presbiterio: las gradas a todo el ancho, una barandilla de comulgatorio y dos pilastras laterales, lisas, con capitel de gran simplicidad que soportan la última viga de la cubierta que, en ese punto, cambia de nivel. Esta cubierta corresponde al estilo más común en la arquitectura misional del estado, a base de una viguería que cubre todo el claro (8.20 m) apoyando cada pieza en una sencilla cornisa que remata los espesos muros de adobe (1.40 m. de espesor). En este caso las vigas no tienen más ornamentación que un simple estriado longitudinal, en su mayoría, algunas tienen algún bajorrelieve en otro sentido con trazos muy sencillos. El mismo sistema constructivo se obseva en el resto de los espacios cubiertos con variaciones en el nivel y en el sentido de colocación de las vigas. Tenemos así el presbiterio, a un nivel superior y las capillas laterales, a uno inferior. El coro está sostenido en una viga maestra apoyada en unas cornisas de los muros laterales mediante la ayuda de ménsulas en madera de corta longitud. Esta viga maestra sostiene el entramado principal de vigas menores en sentido longitudinal a la nave, sobre el que descansa directamente el piso de tablas. El barandal es de madera sin mayor relevancia.
El presbiterio ocupa el ábside ya descrito y se encuentra completamente lleno por el gran retablo que ocupa el muro posterior, ya que es el único y gran elemento de ornamentación integrada a la arquitectura que posee el templo.
Las capillas laterales del crucero, al igual que el ábside, tienen planta rectangular con las esquinas posteriores ochavadas y la cubierta de vigas ya descrita. Se abren hacia la nave por medio de grandes vanos en el muro rematados en arco de medio punto sin más ornamentación que una corta y sencilla cornisa de cantera en el desplante del arco y un ensanchamiento doble en la base formado por la misma fábrica del muro. Cierran estas dos capillas sendas rejas de hierro forjado en diseño muy simple que cubren todo el vano. No tienen otro tipo de elementos arquitectónicos en sus interiores, por lo que las piezas de imaginería religiosa (pinturas y esculturas) que contienen, están presentadas en forma por demás improvisada.
La capilla lateral de la parte posterior tiene acceso mediante un simple vano rectangular rematando en arco de medio punto y correspondió indudablemente, a un antiguo bautisterio actualmente en fun ciones de capilla dedicada al Cristo Crucificado.
En la parte posterior del templo, a corta distancia existen las ruinas de los que podemos suponer fue el colegio jesuita y uniendo ambas construcciones, seguramente existieron la sacristía y demás dependencias para el funcionamiento original del templo.
5.-OBRAS DE ARTE
Las deplorables condiciones actuales del templo de Santa Rosa de Lima de Cusihuiriachi resultan especialmente preocupantes con respecto a su respetable acervo de imaginería religiosa, ya que su deterioro en algunos casos es irreversible.
La imaginería está contenida en dos series de pinturas, perteneciente una a las contenidas en el retablo del colateral mayor y la otra a cuadros independientes, además de algunas figuras en madera policromada.
Domina plásticamente el interior del templo y constituye su ornamentación principal, el retablo, al uso de la época de su factura, el colateral mayor. Ocupa el muro del fondo del ábside, de planta ochavada, en el que los dos muros diagonales del mismo flanquean al retablo resaltando su importancia. Este retablo pertenece a las últimas manifestaciones del barroco mexicano y su factura es de notable calidad, seguramente realizado, por la época, contrariando la orden real que prohibía estos trabajos en madera por el peligro de incendios. Su diseño evidencia un gran conocimiento de las formas y variaciones usuales en los trabajos de calidad en este tipo de retablos, pero también con una clara idea de simplicidad, sin duda relacionada con el aspecto económico. El resultado es un atractivo dominio de la linea sobre el relieve. Consta de tres cuerpos en ambos sentidos asentados sobre un banco que forma parte del mismo trabajo, pero estos elementos están tratados con tal libertad de movimiento que compensan ampliamente lo escaso del relieve en general ya que el ciprés presenta una mayor profundidad que el resto del retablo. Entre el banco y el primer cuerpo existen dos pequeñas predelas laterales con pinturas al óleo y a partir de ellas se extienden hacia arriba los tres cuerpos marcados en sentido horizontal por un ágil juego de cornisas quebradas en ambos sentidos siempre con trazos rectos, utilizando la curva unicamente en el remate del ciprés y en el tímpano.
En sentido vertical, cuatro amplias lineas presentan una rica ornamentación a base principalmente de estípites y variaciones de ellos en un conjunto ininterrumpido en toda la altura, dejando en los paños intermedios un juego de variaciones de niveles de los tres cuerpos y el ya indicado de las cornisas.
El retablo tiene dos cuerpos en sentido vertical, el primero con un nicho para custodia resaltado hacia el frente por cuatro cambios sucesivos de paño rematado en arco seccionado. Una cornisa quebrada sostiene un gran nicho que actualmente contiene un Cristo Crucificado inadecuado para el lugar por su gran tamaño. No presenta más nichos y los paños para la imaginería son lisos ocupados con pinturas al óleo sobre tela en deplorable estado de conservación. De estas diez pinturas, unicamente en tres se pieden apreciar escenas bíblicas con cierta claridad, el resto están muy deterioradas y en cuatro de ellas la pérdida del pigmento es casi total, situación infortunada ya que el trabajo en madera dorada se encuentra en razonable buen estado de conservación.
En segundo lugar por su importancia cuenta el templo con una pequeña pero valiosa colección de cuadros al óleo sobre tela, todos ellos anónimos, pertenecientes a la escuela mexicana del siglo XVIII y que debieron pertenecer a una colección mayor, tal vez pintada exprofeso para el lugar. Se conservan seis cuadros todos de temas evangelicos en los que Cristo es la figura central; uno de ellos, en proporción alargada hacia la vertical y de 2.15 x 0.95 m, representa el bautismo de Cristo, los otros cinco son rectangulares en mayor dimensión a la horizontal, de 1.10 x 1.60 m. con temática general de la Pasión en todos en una serie que, según opinión de personas del lugar, fue mucho mayor, sin que se tengan datos de su número original y el paradero de los faltantes. Dos de estos cuadros, una Ultima Cena y un Descendimiento son notables por su tratamiento del claroscuro a la manera de la escuela mexicana del siglo XVII de influencia zurbaranesca y además de ellos, como en el resto su composición y sentido del movimiento en las figuras son notables. La buena calidad de esta pequeña colección hace todavía más deplorable su lamentable estado de conservación.
Entre los objetos menores que completan la imaginería del templo están algunas estatuas de madera policromada, dos virgenes, un Cristo, un San José, de tamaño casi natural y otras menores. Todas son de cierta antigüedad, sin datos al respecto y de una factura bastante deficiente.
El equipamiento del templo es escaso y además descuidado. Un púlpito de madera, bancas y balaustres del mismo material, pasan desapercibidos.
En cambio dos pilas de piedra toscamente labrada, una antigua campana de bronce y el Cristo del ciprés, poseen valor artesanal que los hace atractivos.
6.-OBRAS REALIZADAS
que la sacristía debió contar con varios espacios dala la importancia del templo en alguna época, así mismo los locales directamente unidos con el culto debieron estar unidos en algún momento con la misión jesuita, en un principio, y con el colegio de la misma orden pco después. Actualmente el terreno entre la nave y aquellas ruinas se encuentra totalmente limpio. Una situación parecida es la del espacio intrmedio entre la nave y la torre en el que solamente se conservó el muro hacia el oriente por ser parte de la fachada.
7.-BIBLIOGRAFIA
ALDAMA, Francisco R.
Diccionario de Historia, Geografía y Biografía Chihuahuenses.
Chihuahua, 1968
ALDAMA, Francisco R.
Enciclopedia de México, Tomo 3
México, 1977
ROCA, Paul M.
Spanish Jesuit Churches in Mexico's Tarahumara
University of Arizona Press. Tucson Ariz. (E.U.A.)
DECORME, Gerard
Historia de la Compañia de Jesús
México, 1947
HADLEY, Phillip L.
Mineria y sociedad en centro minero de Santa Eulalia.
Fondo de Cultura Económica. México 1979
ARCHIVO DE ARZOBISPADO DE CHIHUAHUA
Compilador: P. Manuel Acosta
Chihuahua, Chih.
ELABORO: ALBERTO VALENCIA
FECHA: 1984
Inmueble de pertenencia
Nombre del Inmueble
Santa Rosa de Lima