Nombre del Inmueble
Santo Cristo (Señor de Mapimí)
Clave del estudio monográfico
MX-SC-DGSMPC-EM-001019
Estado, Municipio, Localidad
Estudio Monográfico
Clave del estudio monográfico
MX-SC-DGSMPC-EM-001019
Contenidos
1.-ANTECEDENTES
Como a la mayoría de las imágenes a las que se rinde fervoroso culto y en las que se tiene arraigada fe, a la escultura que se venera en Saltillo desde hace más de tres siglos, se le ha rodeado de una leyenda muy parecida a la del Cristo que se adora en Chihuahua, que en este caso se llama de Mapipí, y que, se asevera, estando destinada al último de los lugares mencionados, la mula que lo cargaba se extravió y no fue a parar sino hasta la mencionada Villa de San Felipe de Chihuahua; así, de la escultura venerada por los saltillenses se asegura que fue enviada a la catedral de Guadalajara y que la mula procedente de Jalapa se desvió, marchándose directamente a Saltillo.
Cuenta la tradición que el 6 de agosto de 1608 apareció ante el asombro de los habitantes de Saltillo una mula cargada con una gran caja; cuando los vecinos lograron detener la acémila, ésta ya había llegado frente a la Plaza de Armas y al abrir la caja se encontraron con la grata sorpresa de que contenía una escultura de Cristo Crucificado, habiendo desaparecido misteriosamente la mula poco después. La misma tradición reza que desde entonces se celebra anualmente la fecha del 6 de agosto.
Desde que se fundó Saltillo procuraron los vecinos hacer su iglesia parroquial; echaron los cimientos de ella y la siguieron edificando poco a poco. Esta primera construcción era una sencilla nave de adobe. Santos Rojo, natural de un pueblo de Vizcaya, casado con Beatriz de las Ruedas fue de los primeros pobladores de la Villa y edificó a su costa, la parroquia, el crucero del lado norte, donde se colocó un altar dedicado a las Animas, de las que era muy devoto, por lo que entonces se llamó a este crucero: Capilla de las Animas.
En el año de 1607 se le otorgó a Santos Rojo un sitio de caballería al otro lado de la ciénega grande, al oriente de la villa, no obstante que tierras y lugares le fueron concedidas en el año de 1577; la construcción de un molino se llevó a cabo tres lustros después, poniéndole por nombre el de Belem; con la llegada de los colonos tlaxcaltecas, la pequeña villa se vió aumentada en el número de sus habitantes y se fundó la villa de San Esteban de la Nueva Tlaxcala en terrenos aledaños a Saltillo, en 1592, aumentadas las cosechas de trigo fue necesaria la construcción de otro molino y Santos Rojo se dió a la tara de edificar otro al poniente de la villa, en la confluencia de los caminos a Palomas y al fértil valle de Saltillo; pronto se terminó y fue imperioso traer las piezas de fabricación europea que se podían conseguir en el vasto mercado de Jalapa, donde se reunían las mercaderías procedentes de ultramar. Santos Rojo inició su viaje al Jalapa en el año de 1607 para hacer sus compras, y en su estancia en esa ciudad, que fue larga, pues tenía que esperar los finos engranes metálicos y las cribas para la molienda de trigo; en su diario recorrer por los mercados de aquella ciudad, se encontró en una feria, una bella imagen de un Cristo Crucificado, con tal expresión en el rostro que de inmediato procedió a comprarla; Es la sagrada imagen de particular hermosura y peregrino color, media entre lo obscuro y claro, de dos varas de largo, hermosamente proporcionada de miembros y tan amable que solo con verle el rostro atentamente, atrae los corazones mas pervertidos (1). Cuidadosamente embalado y a lomo de mula emprende el camino de regreso a Saltillo con las mercaderías ahí requeridas, llega a la ciudad en el año de 1608 en la mitad del mes de marzo. La bella imagen quedó en el altar de la capilla de Las Animas y fueron sus familiares los que proveyeron de lo necesario para su culto y veneración.
En retablos populares, sencillos y elocuentes cuentan numerosos prodigios y favores, curaciones de paralíticos y otras curas milagrosas y bienes materiales recibidos, tales que aún siendo de gran devoción desde el principio, la veneración a la imagen se extendió a toda Coahuila, Nuevo León y aún hasta Texas.
2.-EMPLAZAMIENTO
Saltillo, la capital de Coahuila, se encuentra comunicada por carretera, la cruzan la número cuarenta que enlaza Mazatlán con Matamoros, dándole salida al Pacífico y al Golfo; la federal número cincuenta y cuatro que parte a Zacatecas y la cincuenta y siete que llega hasta México y a Piedras Negras, de donde también se puede viajar por ferrocarril; el acceso por avión es por vía Monterrey, de donde dista ochenta y cinco kilómetros, o vía Torreón, a doscientos seis.
La ciudad es un oasis en la zona desértica que la circunda, está situada en la márgen derecha de un afluente del río Salinas pese a su clima templado y seco con gran oscilación térmica, es un lugar agradable con construcciones de diversos tipos en calles angostas e inclinadas, dado que se encuentra enclavada en la Sierra de Sapaliname.
A través de un atrio irregular (que tiene en común con la Catedral de Santiago) se llega a la portada de la capilla; frente a ella se alza el palacio e gobierno en cantera rosa con una serie de arcadas que protegen los accesos a unas oficinas y comercios.
Los portales cierran una plaza que en el centro tiene una gran fuente de bronce y cantera; esta fuente es de planta lobulada con cuatro pilastras de base cúbica que sostienen sendas figuras femeninas. Todas ellas con la mano izquierda en alto portando un foco en forma de llamas. Al centro, en lo más alto, una mujer vierte agua de un jarrón sobre una gran base que tiene a sus pies, ésta última es sostenida por una columna corta cuya base sirve de asiento a otras dos figuras femeninas en actitud meditante.
El lugar es tranquilo a pesar de encontrarse en el centro de la ciudad, que no ha perdido su sabor provincial y que acertadamente se han cerrado tramos al tránsito mejorando mucho el ambiente que rodea a la capilla.
3.-HISTORIA
La gran fe de los creyentes de la villa, fue dandole a la imagen del Santo Cristo de la capilla, una devoción más grande cada vez, y sus milagros fueron en aumento, pensándose entonces hacer una capilla mayor y construirla de piedra. Santos Rojo pidió ser enterrado en la capilla, privilegio otorgado por el obispo de Guadalajara en 1608, y años más tarde el cura de Saltillo, Baldo Cortés lo hizo extensivo a toda la familia de este varón, siendo algunos de sus familiares Martín Ochoa Lejalde, Domingo Gil de Leyva y Bernardo de los Santos Coy.
Fue hasta 1690 cuando se inició la construcción de la nueva capilla, recolectó los fondos para la obra Josefa Báez de Treviño y los mineros de la Iguana, mineral que existió cerca de Boca de Leones, aledaño a Lampazos Nuevo León. Los dueños de este mineral eran tlaxcaltecas originarios de Saltillo (San Esteban) y cedían toda la plata que se extraía, los sábados, para la construcción de la capilla; aunado a estos notables esfuerzos, el pueblo contribuía con materiales y mano de obra muy dignos de tomarse en cuenta. Los materiales de la región fueron los que acentuaron el estilo y carácter de la construcción trayéndose piedra de sillar de los alrededores y piedra de rostro de las lomas y sierras circunvecinas.
Se contaban numerosos prodigios sobre esta imagen. El 13 de marzo de 1708 -reza un ingenuo relato- al trasladar el sacristán la escultura de la parroquia de Santiago a su capilla, observó que sudaba copiosamente. Advirtió entonces el cura, José Guajardo y todos los eclesiásticos, y le enjugaron el sudor con lienzos y algodones, inmediatamente hicieron repicar para dar noticia del milagro sucedido a los fieles y dieron fe del prodigio.
Era el Dr. Lucas de las Casas de la Mota y Flores, párroco de Saltillo, de los años 1716 a 1730. Publicó alrededor de 1725 la novena del Señor de la Capilla, fué esa la primera descripción sobre la venerada imagen de que se tiene noticias. De material muy ligero y deleznable, la imagen estuvo sin protección y expuesta a los excesos de la devoción popular hasta 1762. También es importante referir la historia de las campanas, pues cuenta la tradición que Cuando en el atrio de la capilla la ignea mezcla de cobre, estaño y plomo estaba por ser vertida en los enormes moldes de las campanas todo el pueblo, San Esteban y Santiago del Saltillo se aproximaban e iban echando en ella pendientes y sortijas de oro y plata pero faltaba la gran devota del Santo Cristo, quien le había edificado con primor su capilla. Doña Josefa Báez de Treviño. De pronto entre la expectación, de los sencillos vecinos apareció silenciosa y solemne cubierta e negras tocas, seguida de varios sirvientes que lentamente fue depositando en el ardiente crisol barras de plata y oro. De ahí dice la tradición, la bella sonoridad de sus campanas (2).
Desde la construcción de la capilla del Santo Cristo en el año de 1762, el edificio en sí no ha cambiado mucho en su forma primitiva, si bien se ha remozado en su exterior. En el interior es donde encontramos los cambios más notables en su decoración; se colocaron los altares: El mayor, en su porción superior, una vidriera correspondiente al tamaño del mismo. Este altar fue cambiando en las postrimerías del siglo pasado por lo que ahora se muestra, lo que denota una de las pérdidas más notables que la capilla haya sufrido. El altar en cuestión se encuentra actualmente en la iglesia de San Francisco del Pueblo, en Monclova, ignorándose cual fue el ob jeto el acuerdo que ordenó tal cambio.
Para 1777 comenta Fray Agustín Morfi Las fundaciones parroquiales se ejercen en una capilla contigua con toda la capacidad y proporciones para ser con el tiempo una nave lateral de la nueva iglesia. En el altar mayor se venera una devotísima imagen de Jesús Crucificado. La construyó con una bella torre que la adorna doña María (sic) Báez Treviño, que gastó en la obra una gran parte del caudal que le dejó su marido (3).
4.-DESCRIPCION ARQUITECTONICA
Como a la mayoría de las imágenes a las que se rinde fervoroso culto, a la escultura que se venera en Saltillo desde hace más de tres siglos, se le ha rodeado de una leyenda muy parecida a la del Cristo que se honra y respeta en Chihuahua, al que se le conoce como el Señor de Mapimí.
Desde que se fundó Saltillo, los vecinos procuraron fabricar su iglesia, por lo que iniciaron su edificación poco a poco; esta primera construcción fue una sencilla nave de adobe.
A través de un atrio irregular que comparte con la Catedral de Santiago, se llega a la capilla del Santo Cristo, un edificio de una sola nave cuya fachada está constituida por una torre y una portada muy sobria, su vano de acceso está coronado por un arco de medio punto moldurado; en ambos lados lleva pilastras labradas con rectángulos, éstas como el arco, parecen repetirse hasta seis veces por las molduras que acentúan sus perímetros, sosteniendo un entablamento que en el friso lleva formas florales y caras de ángeles. La ventana del coro con una reja de fierro forjado la enmarca una gran moldura, sus esquinas se remarcan con un cuadrado y al centro de cada lado una línea curva, un repisón labrado con diseños vegetales ocupa el espacio que da paso a las bases de las pilastras del segundo tramo.
Como remate de las pilastras laterales, el capitel presenta un ángel con los brazos hacia arriba como si sostuviera al entablamento, mismo en el que se apoya un nicho cruciforme con dos estípites sin labrar.
Por último, una cornisa en forma de arco limita la portada a través de róleos muy rebajados que se continúan bajo el campanario constituido por dos cuerpos. Bajo éste, lo que en otros monumentos corresponde a la torre, hay un vano tapiado concluido por un arco de medio punto.
El primer cuerpo del campanario presenta dos arcos de medio punto separados por pilastras acanaladas, al centro un reloj rompe el entablamento que en cada esquina tiene un pequeño remate de forma piramidal, el segundo tramo es de planta octogonal con arcos apuntados y una serie de molduraciones que se continúan al seguir el movimiento de las pilastras pareadas que separan cada arco. Se remata con un cupulín y en lo alto una linternilla con cruz de hierro.
En el interior hay una gran variedad de formas, colores y materiales, la nave está dividida por cuatro entrejes marcados por pilastras medias muestras de granito artificial, otras pilastras anchas continúan el perfil de la bóveda vaída, formando así los arcos fajones; las columnas que los reciben son de estilo corintio, compuesto con hojas de acanto y volutas en el capitel, sobre el cual resalta una imposta que se prolonga más sencilla a lo largo de toda la nave. A la mitad del primer entreje en el acceso, se encuentra el sotocoro, con una sencilla mampara de arco rebajado que se apoya en pinjantes -formas colgantes en ambos lados de la nave- a la altura del guardapolvo que recorre toda la parte baja de la nave. El coro es angosto y tiene un pequeño barandal de madera.
El presbiterio se señala por un comulgatorio realizado a base de pequeños arcos de medio punto, hacia el lado derecho tiene un púlpito de madera con casetones y a la izquierda un atril de plata, el altar es de mármol y se realizó en 1930.
El ciprés que alberga el presbiterio, se destaca por un arco de medio punto al paño del muro en que se apoya a cada lado, por un entablamento que se corta para dar paso a su cupulín que se sostiene en cuatro columnillas del orden corintio y cuerpo liso, y que, junto con la escultura que motivó toda la obra, se apoyan en un alto pedestal exagonal; a cada lado entre 2 pares de columnas jónicas hay un nicho que contiene sendas esculturas, en el izquierdo a Nuestra Señora de los Dolores y en el derecho a San Juan.
5.-BIBLIOGRAFIA Y NOTAS
1. ALESSIO ROBLES, Vito. Saltillo en la Historia y en la leyenda. A. del Bosque Impresor, México, 1939 p. 118
2. CASAS DE LA NOTA Y FLORES, Lucas de las. Novena a Cristo Señor Nuestro, Publicaciones del Obispado, Saltillo, 1863.
3. DAVILA AGUIRRE, J. de J. Crónica de Saltillo Antiguo. Editorial Progreso, Saltillo, 1977, pp. 69-70.
4. DAVILA AGUIRRE, J. de J. Una familia hacia Cristo. Opúsculo escrito sobre la familia del colono vasco Santos Rojo casado con Doña Beatriz de las Ruedas. publicación el Autor, Saltillo, 1980, p. 15
5. NEIRA BARRAGAN, Manuel C. Mireles. El Santo Cristo de la Capilla de Saltillo. Publicaciones del Obispado, Saltillo, 1948, pp. IX, X
6. PORTILLO, Esteban. Apuntes para la Historia antigua de Coahuila. tipografía del Gobierno de México, México, 1886 pp. 361-362.
Elaboró: Arq. José Alfonso Liceaga
1984.
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