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Nombre del Inmueble
Santos Reyes
Clave del estudio monográfico
MX-SC-DGSMPC-EM-001152
Estado, Municipio, Localidad
Estudio Monográfico
Clave del estudio monográfico
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Contenidos
1.-ANTECEDENTES
El pueblo de Cajititlán, igual que los otros asentamientos que se ubican en las riberas del lago de ese mismo nombre, procede de una época muy remota. Varios autores coinciden en señalar la imposibilidad de determinar el origen y las condiciones de quienes fueron sus primeros pobladores aunque se acepta que debieron ser grupos dedicados básicamente a la recolección de frutos y a la caza y a la pesca. Las características naturales del lago así como la estabilidad del embalse y la abundancia de buenas tierras en la región, colaboraron a que aquellas primeras sociedades accedieran a un nivel superior de vida basado, también, en una agricultura incipiente. La ocupación del área fue, quizá a partir de entonces, un tanto más completa pues aparecieron varios pueblos por todo el litoral del lago; entre ellos destacan los cinco que aún se conservan -Cajititlán, Cuexcomatitlán, Cuyutlán, San Juan Evangelista y San Lucas Evangelista- y en los que todavía es ostensible una extensa gama de peculiaridades indígenas.
Las actividades de aquellos primeros pobladores son apenas conocidas toda vez que no se han realizado todavía exploraciones arqueológicas suficientemente profundas: casi todos los datos que han podido reunirse para comprender el desenvolvimiento de la vida prehispánica en Cajititlán son suposiciones cuyas fuentes son una pirámide de grandes dimensiones, construida a base de lajas superpuestas (1), que ha resistido el paso del tiempo en el mismo sitio de Cajititlán, y una numerosa colección de vasijas y de representaciones de ídolos que han sido recogidas tanto de las playas como de las aguas bajas del lago. Esos rasgos culturales, junto con las etimologías de los sitios del área, revelan algunas de las calidades que tuvieron los contactos entre los mexica del altiplano y los grupos asentados en esta región. La dominación azteca, sin embargo, no llegó a consumarse del todo pues en la época inmediatamente anterior a la conquista española todos los poblados que se localizan en los terrenos ribereños del lago, que estaban organizados como cacicazgos, dependían del señorío o tlatoanazgo de Tlajomulco, parte, a su vez, de una extensa jurisdicción gobernada desde Tonalá (2).
Al noroeste del pueblo de Cajititlán se encuentra el cerro del Sacramento (3), eminencia así llamada porque, según algunas tradiciones, la cacica Coyota (4), de la localidad de Cuyutlán, fue llevada hasta su cima para recibir el bautismo cristiano de manos de los religiosos que acompañaron a Nuño de Beltrán de Guzmán en sus primeras incursiones a lo que hoy es la zona metropolitana de Guadalajara. Los frailes encargados de la conversión y la evangelización de los naturales de la región fueron los franciscanos que encabezó fray Antonio de Segovia: los misioneros que atendían a los habitantes de la región de Cajititlán eran quienes se habían establecido en Tetlán; luego fueron auxiliados y sustituidos por los que vivieron en el convento de Guadalajara hasta que, en 1551 (5), se fundó la casa de Tlajomulco, sitio desde el cual un número considerable de religiosos se dedicó a recorrer una muy importante zona que hoy integra el municipio de Tlajomulco.
La presencia de los franciscanos no se limitó a cumplir las primeras etapas de la cristianización: los frailes desempeñaron papeles de trascendencia en los períodos tempranos de organización de los pueblos pues además de comenzar a erigir los primitivos templos muy probablemente también intervinieron en la traza de los c entros y en la definición de barrios. Estas acciones fueron desarrolladas al tiempo que se formalizaban las encomiendas de indios y se consolidaban los núcleos de población. Es de suponer, según las observaciones de varios investigadores, que tanto Cajititlán como los otros asentamientos del área llegaron a ser comunidades muy pobladas desde finales del siglo XVI o desde los primeros años del XVII pues de entonces son originarios los edificios religiosos de mayores dimensiones que fueron construidos para sustituir las primeras estructuras levantadas utilizando materiales perecederos.
La cercanía del área lacustre de Cajititlán con la ciudad de Guadalajara no propició, durante todo el virreinato, influencias que contribuyeran a acelerar el desarrollo de los pueblos ribereños: la actividad preponderante continuó siendo la agricultura aunque los beneficios eran más bien escasos toda vez que la propiedad de la tierra estaba concentrada en unas cuantas personas además de que se puso en peligro varias veces al lago pues sus aguas se utilizaron inmoderadamente para riego. Los enfrentamientos y los conflictos que se produjeron fueron múltiples pues se afectó a un número considerable de pescadores; esa situación persistió a lo largo del siglo XIX y aún durante los primeros decenios del presente. La vida de la comunidad de Cajititlán siempre ha estado vinculada al lago, de manera que hoy es posible hablar de una cierta revitalización debida al fracaso de los planes de desecar el vaso puestos en práctica entre 1948 y 1955 (6).
El aislamiento de Cajititlán -que compartió con los otros asentamientos ribereños- hizo posible que fueran consagradas muchas soluciones locales tanto en vivienda como en arquitectura religiosa. Los medios de conservación, empero, no fueron precisamente los adecuados aunque sí suficientes para mantener, con muy contadas alteraciones, los ejemplos arquitectónicos de mayor trascedencia. El pueblo de Cajititlán ha comenzado, en los últimos 25 años, a vivir los beneficios y los riesgos de su paulatina incorporación al desarrollo que hoy caracteriza a todo el Estado de Jalisco, sin que por eso se tengan que modificar sus rasgos urbanísticos o los valores peculiares de su arquitectura vernácula.
2.-EMPLAZAMIENTO
La disposición del pueblo es resultado de las condiciones que impone su proximidad al vaso del lago. a la extensión cubierta por agua se añaden, al final de cada temporada de lluvias, un considerable número de hectáreas que se inundan en virtud de que las salidas naturales de la cuenca resultan insuficientes para desalojar caudales extraordinarios. En esas circunstancias, y en previsión de que se repitan en el pueblo las molestias producidas por las inundaciones, la mayor parte de los edificios se localizan sobre calles que salvan importantes desniveles y cuyos remates se encuentran relativamente distantes de las playas. El poblado era mucho más chico en las épocas en que se le trazó y organizó, de modo que es comprensible que el centro ocupe una de las áreas más bajas y que los crecimientos naturales hayan sido orientados hacia las eminencias y no sobre los terrenos en los litorales. El acceso principal actual al conjunto urbano es la prolongación del camino que se origina en su intersección con la carretera Guadalajara-Chapala. La entrada al caserío, propiamente, se resuelve en una calle con una de las más suaves pendientes y comunica, al final de su recorrido, con algunas de las instalaciones turísticas que se han ubicado en la zona más próxima al lago.
La plaza principal del lugar es accesible tanto por la calle de entrada como desde su remate. En esa plaza se advierten varias de las circunstancias que caracterizan a muchos asentamientos semejantes de todo el país así como algunas de las más importantes peculiaridades que relacionan a un vasto número de localidades jalisciences de mediano tamaño: en efecto, la plaza conserva su calidad de espacio público más relevante pues, aunque por razones viales ya no es el principio de los caminos, sí sigue siendo una zona por la que es obligado cruzar al hacer desplazamientos dentro del pueblo; la parroquia ocupa el solar que limita a la plaza por el oriente, de manera que su fachada, como es habitual en estas construcciones, ve hacia el poniente. El sitio no es cabecera municipal, así que se justifica el que no se haya previsto un espacio para la sede de los poderes civiles. La plaza, sin embargo, participa de las singularidades regionales jaliscienses en la medida en que aloja, en el paramento poniente que la contiene, los restos de la que debió ser la capilla de hospital, conjunto que, según se dice, abarcaba bastante más terreno del que se ha destinado actualmente a una escuela e incluía, entre otras cosas, toda el área que hoy ocupa la iglesia conocida como Santuario de Guadalupe, en predios que definen la esquina suroeste de la propia plaza.
Razones seguramente topográficas obligaron a dar a la manzana en que se alza la parroquia una solución distinta de la cuadrada a menudo empleada en casos similares. la cuarta parte de ese sector, o sea toda su superficie suroeste, es otra manzana independiente que ha producido, entre otros reajustes urbanísticos, un par de calles que ciertamente han beneficiado al contexto del edificio parroquial. La calle que va de sur a norte ha contribuido a jerarquizar una circulación así como la portada lateral del atrio; la otra, dispuesta de oriente a poniente, ha impedido que el frente del conjunto -la barda atrial- comparta su espacio con otras construcciones. El encuentro entre ambas calles ha dado por resutado una zona muy interesante, en el interior del atrio, que consiste en un vestíbulo para la notaría y un área muy generosa para los edificios ane xos a la parroquia hacia la parte posterior del acceso a la casa cural.
3.-HISTORIA
Muchos edificios religiosos situados en lo que hoy se considera la zona metropolitana de Guadalajara fueron construidos en épocas posteriores a la primera mitad del siglo XVII; casi todos esos recintos fueron promovidos o patrocinados por miembros de órdenes religiosas o por fundadores y colonizadores españoles que buscaban garantizar la permanencia de sus mercedes, o de sus encomiendas, por la vía de la satisfacción de una doble necesidad: por una parte se mantenía atendidos a los naturales y, por otra, se podía contar con la presencia y el eventual apoyo de los religiosos.
La evangelización pasó prácticamente a ser un asunto histórico después del siglo XVI, de manera que las tareas más importantes de la comunidad religiosa cambiaron para ser las de la administración de una gran cantidad de actividades. Para entonces ya había en varios pueblos, incluído por supuesto Cajititlán, algunos recintos destinados al culto que tuvieron que ampliarse o reformarse en la medida en que aumentaba el número de fieles.
Los lugares que estuvieron habitados desde tiempos anteriores a la llegada de los españoles, como es el caso de Cajititlán, evolucionaron de una manera más rápida que aquellos sitios que fueron destruidos durante la conquista o que fueron organizados en presencia de estrategias económicas o políticas. Los primeros conjuntos religiosos de Cajititlán deben haer sido construidos, como fue habitual entonces, utilizando materiales fácilmente disponibles y muy probablemente perecederos. Una segunda etapa encargada de dotar al asentamiento de edificios permanentes tuvo lugar, según varias informaciones, en los primeros años del siglo XVII: una de las obras que han logrado sobrevivir en Cajititlán es originaria de 1634 (7).
Todas esas edificaciones acusan una intensa y valiosa participación popular aunque, claro, es de suponerse que buena parte de los trabajos hayan sido dirigidos por los franciscanos que visitaban y atendían constantemente a los pueblos de la región.
Los templos comenzados durante el siglo XVIII son también ejemplos de incorporación de soluciones vernáculas a un concepto y a un diseño de espacio seguramente producto de una tradición constructiva que dejaba de ser impuesta para convertirse en un rasgo de la vida de la localidad. Muchas de las formas empleadas en la parroquia de los Reyes proceden de interpretaciones de fenómenos locales o representan alusiones a ciertas expresiones del sincretismo religioso que tuvo que darse en un sitio con tan profundas raíces de religiosidad. Otro grupo de formas, éstas más arquitectónicas, son muestra de que los constructores tenían acceso a informaciones oportunas sobre lo que ocurría en el medio de la construcción en otros varios sitios. Las influencias que ejerció la catedral de Guadalajara sobre los autores de la parroquia de los Reyes son evidentes, pero es también ostensible que se recogieron experiencias en la observación de otros edificios en los que ya se consagraban las tendencias estilísticas barrocas.
en el pueblo de Caxititlán en los días del mes de febri de 1777 años ce enpeso a travajar la iglesia a el lado norte siendo ar de mgi gasr reza la leyenda que da cuenta de algunas noticias referentes a las primeras labores en el edificio. Sergio Zaldívar (8) supone que el último trazo de la inscripción es una firma y que las dos últimas palabras probablemente sean abreviaturas del nombre Miguel Gaspar, el principal constructor del edificio.
El templo se erigió d espués de varias series de labores pues evidentemente no se abarcaron todos los frentes de trabajo de manera simultánea: sobre el trazo, que debió haber sido lo más temprano, quizá se procedió a completar unas zonas antes que otras por los distintos grados de dificultad entre obras de mampostería y acabados de cantería. Se advierten, según coinciden en señalar varias investigaciones, por lo menos cuatro etapas diferentes en el avance de la edificación: el ábside y el presbiterio, espacio éste último en el que se acentúa la ascendencia de la catedral tapatía a través de las reminiscencias que condujeron al empleo de soluciones estructurales de carácter gótico, tienen la apariencia de corresponder a un primer período; el interior de la iglesia, con sus tres naves a la misma altura y separadas por danzas de arcos en las que son evidentes los alargamientos del elemento vertical sobre los capiteles de las columnas, también a la manera del templo catedralicio, se ofrece, junto con buena parte de las soluciones ornamentales, como el sector más importante de una segunda temporada constructiva. Es probable que los fundamentos de la capilla anexa al sur sea inmediatamente anterior al tercer grupo de obras que abarcó, básicamente, la erección de la portada y quizá del primer cuerpo de la torre del campanario. Muchos trabajos, organizados como intervenciones de mantenimiento o de mejoría tuvieron lugar desde entonces en el edificio: durante el siglo XIX se practicaron modificaciones y adiciones que no llegaron a transformar mayormente al templo. La cuarta etapa puede considerarse terminada en el pasado reciente, en el transcurso de los primeros decenios del presente siglo, cuando se dieron por concluidas las obras de la torre y de los varios anexos que forman la notaría y la casa parroquiales.
4.-DESCRIPCION ARQUITECTONICA
El volumen del inmueble ocupa el remate oriente de la gran extensión de terreno que es su atrio además de uno de los paramentos más interesantes en el paisaje urbano del pueblo. El espacio atrial es una natural continuación de las varias zonas públicas que conforman el centro de la localidad incluida, claro, la plaza principal: es circunstancia se debe no sólo a la escasa altura de la barda, o al desnivel que sutilmente separa las elevaciones de las calles del ámbito religioso, sino a que la vida en el poblado transcurre sin que se presenten mayores alteraciones a pesar de la cercanía de Cajititlán con una carretera tan transitada como la que va de Guadalajara a Chapala y a varias zonas industriales, así como con la propia ciudad capital del estado. La transición entre la vía pública y el atrio, pues, se realiza sin obstáculos a través de tres portadas que revelan momentos distintos en la organización de las áreas religiosas: la más sencilla de ellas es la situada al sur, en el remate de una calle por la que tienen que circular prácticamente todos quienes se dirijan al centro o a los sectores ribereños de la población; en la que se abre por el norte, trazada de la misma manera que la anterior, destacan algunos trabajos de cantería que han sido incorporados recientemente. La portada principal, por su parte, es un elemento integrante del paramento oriente de la plaza; está compuesta por tres arcos inscritos en un gran muro rematado por una cornisa en la que quisieron evocarse algunos rasgos de trazo de carácter barroco. Llama la atención en este acceso una cierta exageración en el empleo de diversos materiales pues la barda presenta tabique por el lado norte, justo antes de que se alce la portada, mientras la piedra es lo que domina por el sur; la estructura que aloja a los arcos fue aplanada y, junto a algunas molduras, se agregaron paneles de mosaico en las jambas; los arcos laterales, de menor altura que el central, no tienen funciones de acceso sino que son meramente decorativos toda vez que dan, hacia el lado de afuera, a unas minúsculas jardineras inconclusas que parecen abarcar en su totalidad la anchura de la banqueta. El atrio propiamente es un enrome predio al que se dió un tratamiento más bien de plaza pues se prescindió de áreas jardinadas y de algunos árboles que, según se dice, tuvo todavía en épocas recientes. La cruz atrial y la zona de circulación próxima a la barda sur son los únicos elementos que juegan un cierto papel en la composición del atrio.
La fachada principal de la parroquia está compuesta por varios volúmenes de distintas calidades: además de la portada del templo, paramento en el que se acentúa la individualidad que corresponde al acceso, forman parte de la fachada, de norte a sur, la torre del campanario, con su gran cubo y sus cuerpos desiguales; la pequeña portada de la anexa capilla de Guadalupe; y, finalmente, el conjunto de la notaría y de los accesos a la casa parroquial. Entre lo más destacado de la fachada se encuentra, claro, la portada, elemento al que se completó con un sencillo arco de medio punto ubicado arriba de una escalinata de siete peraltes que sirve para salvar los desniveles entre el atrio y el interior del recinto; dos inusuales contrafuertes flanquean ese acceso y dan lugar a tres ventanas rectangulares de coro que coinciden con cada una de las naves del interior. Sobre el enrase de los contrafuertes se alza un aparente segundo cuerpo organizado básicamente por dos elementos vertica les a modo de pilastras que lo mismo confinan el paño en el que se encuentra un nicho, que colaboran a dar sustento visual a la cornisa que remata la composición, ésta de trazo mixtilíneo y seguramente fuente de inspiración de la que se tomó ejemplo para la portada del atrio; en la parte más alta de ese mismo remate se ubica un reloj que debe haber sido incorporado en el pasado reciente.
El cubo de la torre incluye dos de los elementos más representativos de la parroquia: una notable ventana de trazo mixtilíneo inscrita en una envolvente cuadrada, y un óculo. En ambos vanos se da muestra de una desusada calidad en el labrado de la piedra: la ventana, ejemplo de las llamadas cuadrifolias -o cuadrifoliadas- (9) es de una notable riqueza tanto por sus molduraciones como por la cantidad de motivos ornamentales que incluye; el óculo es menos exuberante pero también forma parte, sin duda, de la intención de dotar a los paramentos del conjunto con pequeños relieves que representan a una enorme cantidad de animales entre los que se incluyen, a juicio de varios investigadores, lechuzas, vacas, venados y otros (10).
El interior del recinto es de un gran atractivo gracias a la organización del espacio en tres naves de igual altura; la central cubre un claro mayor pero se integra con sencillez a las laterales toda vez que el sistema estructural de cubiertas que se utilizó fue el mismo: bóvedas de arista que se apoyan en dobles arquerías terminadas, como ya se anotó, en pequeñas ampliaciones verticales sobre los capiteles de las columnas que recuerdan las secciones de entablamento con que se resolvió el problema del proporcionamiento de los apoyos en la catedral de Guadalajara.
El motivo principal de la iglesia es, por supuesto, el presbiterio, sector en el que remata, arquitectónica y visualmente, todo el conjunto. Ese espacio se techó con una bóveda de crucería digna del mayor interés: su sistema compositivo incluye una representación de San Miguel en la clave y otras del Apóstol Santiago y de San Juan en las claves de los arcos laterales; sobre las nervaduras aparece un gran grupo de ángeles que forman un coro a juzgar por los instrumentos musicales que presentan varios de ellos: guitarras, violines, flautas; otros, en cambio, llevan frutas y libros. En el mismo presbiterio se abren dos ventanas, una a cada lado, en las que se vuelven a repetir las molduraciones del vano situado en el basamento de la torre; cambian, eso sí, los motivos decorativos para vincularse más estrechamente con la ornamentación en relieve que se ofrece en una especie de friso que recorre los muros laterales del presbiterio: en ese elemento abundan los follajes, algunos ángeles y hasta unos seres mitad águilas y mitad caballos.
El elemento más ostensible del presbiterio es el retablo que respalda al altar principal: es de madera dorada, de dos cuerpos, y está apoyado por un murete de cantera que hace las veces de predela. El motivo fundamental de composición es el nicho que aloja a un Cristo: en el primer cuerpo lo flanquean los reyes Gaspar y Baltasar mientras Melchor aparece en el segundo. Dos pinturas, debidas al copista Francisco Godinez, completan la parte alta de ese ejemplo de colateral mayor en el que también son evidentes las aportaciones populares.
5.-NOTAS Y BIBLIOGRAFIA
(1) RUBIN, Ramón. Lago Cajititlán. Colección Jalisco en el Arte. p.27 a 29. Jalisco, 1960.
(2) RAZO Zaragoza, José Luis. Historia Temática Jaliscience/Parte I, reyno de Nueva Galicia.
Universidad de Guadalajara. p.11 y 37. Jalisco, 1977.
(3) Análisis Geoeconómico de Tlajomulco. Instituto de Geografía y Estadística. Universidad de Guadalajara. p.11 y 37. Jalisco, 1977.
(4) RUBIN, Ramón. Op. cit. p.31.
(5) OROZCO, Luis Enrique. Iconografía Mariana de la Arquidiócesis de Guadalajara.
Tomo I. p.170 y 171. Jalisco, 1954.
(6) RUBIN, Ramón. Op. cit. p.39 a 53.
(7) RUBIN, Ramón. Op. cit. p.33.
(8) ZALDIVAR, Sergio. Arquitectura, Barroco Popular (1). Colección Jalisco en el Arte.
p.51. Jalisco, 1960.
(9) ZALDIVAR, Sergio. Op. cit. p.53 y 55.
(10) ZALDIVAR, Sergio. Op. cit. p.53.
(11) Dato proporcionado por el Sr. Lic. Héctor Antonio Martínez González, miembro de la Comisión Diocesana de Liturgia, Música y Arte Sacro del Arzobispado de Guadalajara.
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