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Nombre del Inmueble
Siete Príncipes (Nuestra Señora de los Angeles)
Clave del estudio monográfico
MX-SC-DGSMPC-EM-000314
Estado, Municipio, Localidad
Estudio Monográfico
Clave del estudio monográfico
MX-SC-DGSMPC-EM-000314
Contenidos
1.-ANTECEDENTES
La orden de las Religiosas Capuchinas, que ocupó el convento de los Siete Príncipes de Oaxaca, constituía una de las ramas de la primitiva fundación de las Clarisas, derivada de la Orden Franciscana. Hacia 1209, Francisco de Asís había instituido una orden conventual basada en la regla de la pobreza evangélica, aprobada por Inocencio III en 1210 y, en 1223, por Honorio III. De esta primitiva congregación masculina se formó la rama femenina de las Clarisas, fundada por Clara Sciffo el 12 de marzo de 1212 en la Iglesia de Nuestra Señora de los Angeles de Umbría, siendo aprobada como orden por Inocencio III en 1212 y confirmada por Honorio III en 1224. La orden sufrió diversas reformas y mitigaciones a la regla -entre ellas la de Urbano VI- de donde surgió el grupo de Clarisas Urbanistas. Más tarde, en 1538, aparece la rama de las Capuchinas, llamadas originalmente Hijas de la Pasión por su fundadora, Laurencia Longa, cuya reforma retornaba a la regla primitiva franciscana (1).
Las diversas ramas coexistían en España al iniciarse la Conquista y llegaron a constituir un grupo importante. El 7 de octubre de 1665 llegaron a México las Religiosas Capuchinas: Sor María Felipa García, Sor María Fernández de Aragón, Sor Lorenza Berneda del Moral, Sor Teresa María de Herrera, Sor Jacinta Juana García Zerrudo y Sor Clara María Plata, quienes fundaron el convento de San Felipe el 27 de mayo de 1666. Hacia 1700 el Virrey de Nueva España, Baltasar de Zúñiga, ayudó a las monjas franciscanas a establecerse en Querétaro y, estando en contra de la desigualdad racial que impedía profesar a las mujeres indígenas, promovió la fundación de un convento para novicias, hijas de nobles indígenas.
El nuevo convento fue aprobado por Real Cédula de Felipe V en 1727, quien lo autorizó a condición de que subsistiera sólo de las limosnas recibidas, y sin formar comunidades mayores de veinte religiosas. Se erigió así el convento de Corpus Christi de México con hijas de caciques enviadas de Oaxaca, Puebla, Tlaxcala, Valladolid y Guadalajara, que ocuparon la casa en julio de 1724.
En Antequera ocurrió algo semejante. Primero se establecieron las Capuchinas Españolas en 1744, solicitadas por el Cabildo Eclesiástico al Arzobispo de Guatemala, en el convento anexo al templo de San José, cuya construcción acababa de terminarse. Recién en la segunda mitad del siglo XVIII se pensó en edificar otro convento para Capuchinas Indias.
Para este propósito se localizó un predio anexo al templo para el cual, a moción del presbítero Juan Diego Martínez Castellanos, un grupo de vecinos había solicitado licencia de construcción al Virrey Juan de Acuña, Marqués de Casafuerte, quien la expidió en 1730. Dicho documento ya menciona que el objeto de devoción de los vecinos eran los Santos Siete Príncipes (2). Por lo tanto, el nombre de la iglesia no deriva de las figuras populares del retablo mayor.
El otro nombre en uso -Nuestra Señora de los Angeles- debe haber sido impuesto posteriormente por las Capuchinas Indias en honor del Templo donde tomó los hábitos su fundadora, Clara de Asís.
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1. MURIEL, P. 14.
2. BRADOMIN (1960) pp. 230 a 231.
2.-EMPLAZAMIENTO
Las calles de Colón, González Ortega, Rayón y Degollado forman la manzana que hoy ocupa en Oaxaca el templo conocido como Siete Príncipes y la Casa de la Cultura ubicada en el ex-convento de las Capuchinas de Abajo.
La fundación tardía del convento y el origen indígena de las religiosas que lo formaron, explican en buena parte dos rasgos esenciales: su posición relativamente marginal, lejos de otros templos importantes, así como el entorno sencillo, de casas de un piso, algunas todavía con cubiertas de tejado. Muchas deben haber contado con huertos hasta hace pocos decenios, y sobre algunas se levantan, enhiestas, altas palmeras que, en este caso, anuncian la cercanía del ambiente semiurbano.
En la esquina de Colón y González Ortega se forma una plazuela empedrada de unos ocho por treinta metros, que da acceso tanto al pórtico del templo como a la Casa de la Cultura. Todo el adorno de la plaza consta de seis cipreses y una fuente, ubicada ya cerca de la esquina. Es de planta lobulada, y el surtidor labrado de la pileta luce una discreta decoración de flores y rombos alternados.
3.-HISTORIA
El conjunto de los Siete Príncipes fue construido entre 1744 y 1782 según unos historiadores, y entre 1732 y 1782 según otros. Las obras fueron sostenidas por el Obispo José Gregorio de Ortigoza. El construyó, además, la cañería que traía agua potable desde el convento del Carmen Alto a las dos fuentes que aún se conservan, una en el frente, junto a la entrada de la iglesia, y otra en el primer patio del claustro.
El 18 de enero de 1782, Sor María Teodora de San Agustín solicitó al Virrey que el convento fuese bendecido antes de que ella llegara a Oaxaca. El 29 de enero salían las religiosas, conducidas por el párroco de Zimatlán, José Ruiz, y por el Obispo Núñez de Haro y por nobles de México. El convento fue bendecido por el deán Pedro Quintana el 10 de febrero, siendo el padrino el alcalde de segundo voto Andrés Larrazábal. El 24 de febrero, las capuchinas indias -Sor María Teodora de San Agustín, Sor María Petra del Santísimo Sacramento, Sor María Francisca Liberata de San Pedro de Alcántara y Sor María Gertrudis de los Dolores- tomaron posesión del convento de los Siete Príncipes.
Debido a los constantes temblores en la ciudad de Oaxaca, el conjunto ha sufrido diversas modificaciones interiores, circunstancia que dificulta cualquier referencia a su distribución inicial. Es notable por su antigüedad la capilla lateral izquierda, que pudo haber servido de oratorio del convento. A raíz de las Leyes de Reforma, el convento fue expropiado y vendido a particulares. Perdió la fisonomía original a partir de diversas reformas: cambio de materiales, introducción de ventanas, etc. Durante algunos años fue totalmente abandonado. El piso superior del claustro fue derribado, a pesar de ser de sólida construcción franciscana. En 1859 la Dirección General de Alcabalas le asignó un valor de 15,374 pesos en la venta. Después de 1876, el convento pasó a dominio de la nación y el importe de su posterior venta se destinó a sufragar gastos de guerra.
En 1898, cuando se encontraba en poder de Andrés Portillo y otros ciudadanos, fue comprado por el Obispo Gillow, quien lo puso bajo la administración de su capellán, presbítero Nicolás Sánchez. El templo resultó muy afectado por los temblores de 1928, particularmente la pequeña capilla anexa. Su restauración fue iniciada pero la estructura volvió a fallar con el sismo de 1931 debido a las insuficiencias del sistema utilizado. El 30 de noviembre de 1933 fue declarado monumento histórico. Posteriormente la Dirección de Monumentos inició una reparación en firme.
En 1960, el convento se reconstruyó totalmente con la finalidad de establecer una escuela de artesanías, hoy desaparecida. A partir de la moción del Lic. Fernando Gómez Sandoval, el antiguo ex-convento ha servido de asiento a la Casa de la Cultura y al Archivo General del Estado de Oaxaca.
4.-DESCRIPCION ARQUITECTONICA
A pesar de sus discretas dimensiones y su sencillez, la solución arquitectónica del conjunto de Siete Príncipes es una de las más originales en Oaxaca. El volumen del templo avanza sólo unos cuantos metros adelante del largo paramento del exconvento anexo, lo necesario para acomodar el nártex, o vestíbulo porticado de la iglesia. Esta se desarrolla interiormente como un espacio de una sola nave, sólo que a lo largo del trayecto se van sucediendo distintos ámbitos, como si el espíritu de los constructores, muy cercano ya a las expresiones populares, hubiese encontrado esta peculiar manera de interpretar el dinamismo de un espacio barroco.
El cañón con lunetos del nártex va decorado con figuras de pétalos rehundidos en el aplanado. Sigue después la puerta de ingreso, cuyas jambas, y el arco de medio punto que las corona, tienen cuadros y flores en relieve, alternándose. Sólo entonces se ingresa al templo. El sotocoro no parece ocupar más que un entre-eje, pero en realidad el coro alto y las dos bóvedas vaídas que lo cubren están parcialmente montados sobre el pórtico.
Una vez traspuesto el sotocoro, viene un tramo cubierto por cañón corrido. Después, otro con otra bóveda vaída, y por último, el ábside, nuevamente con cañón corrido. Tal número de transiciones en un trayecto tan breve se acentúa con la decoración de finos artesones en el intradós, o cara interior de los arcos fajones. Este rasgo, así como la fina decoración en relieve del cañón sobre el presbiterio, a base de una flor central, de la que parten medianas y diagonales a otras seis flores, es otro de los muchos acentos populares en este templo.
Del lado izquierdo de la nave se accede a una pequeña capilla cubierta con cañón y lunetos, y a ambos lados del presbiterio se han abierto recientemente dos espacios a la feligresía. El de la derecha era antiguamente una sacristía, cubierta con dos bóvedas vaídas.
A diferencia de muchas otras iglesias oaxaqueñas, cuyos espacios interiores se adivinan desde afuera, el templo de Siete Príncipes se aprecia desde el exterior como una caja: los campanarios, retrasados respecto a la fachada, contribuyen a darle este carácter. Tomando además en cuenta que buena parte de la atención la captan los arcos frontal y lateral del nártex, así como los arcos invertidos de la minúscula barda atrial, no es de extrañar que se haya prescindido del tradicional concepto de portada, estructurada con cuerpos y calles, con columnas o pilastras, y entablamentos. En vez de eso, simplemente se situaron tres nichos, encima y a ambos lados de la ventana del coro. El nicho central es más formal, y contiene una figura de Nuestra Señora de los Angeles. En cambio, los nichos laterales tienen un curioso perfil que revela a través de las ondulaciones de una cornisa la influencia del rococó. En su interior se encuentran las figuras labradas de los arcángeles Miguel y Rafael, de muy buena factura. Una ligera torsión en el movimiento de las tres figuras contribuye a darle mucho dinamismo a la fachada.
El estupendo resultado final de esta fachada explica por qué se abandonaron muchas de las convenciones de la arquitectura colonial. Esta abusaba, por ejemplo, de las portadas que de una u otra manera insinúan la imagen de un arco triunfal. Era una fórmula que había ganado mucha popularidad a partir del Renacimiento; está presente, por ejemplo, en el primer cuerpo de la portada de Santo Domingo. Pero muchas veces no pasaba de ser una simple alusión icónica, en la que muchos elementos, entre ellos las columnas y los entablamentos, no cargaban en realidad nada. En cambio, el poderoso arco del nártex en el Templo de Siete Príncipes es un verdadero elemento estructural, que contiene más fuerza expresiva por eso mismo.
El edificio del ex-convento, que ahora ocupa la Casa de la Cultura de Oaxaca, tiene por único adorno exterior la portada sobre el ingreso. La puerta tiene jambas y dintel decorados con rombos y un escudo de la orden franciscana en la clave. Más arriba hay un nicho con la figura de San Francisco, flanqueado por dos columnas tritóstilas de capitel corintio, cuyo fuste, a lo largo del primer tercio, está decorado con rombos. Ambas soportan un entablamento, encima de la cual se levantan una cruz y dos pináculos. Molduraciones laterales con roleos y más pináculos sobre el pretil completan este elemento.
En el interior del edificio todavía pueden apreciarse muchas características arquitectónicas virreinales. Hay dos claustros, uno de dos niveles y otro de un piso, cada uno con cuatro arcadas por lado. En ambos claustros existe una interesante estructura de viguería, tanto en los pasillos como en las bóvedas de arista, que se combina en las esquinas. Estas últimas también se conocen con el nombre de bóvedas de rincón de claustro, justamente por la posición que se comenta en este caso.
Pero el elemento sobresaliente del claustro principal es, sin duda, la fuente de planta octagonal. Su estupenda pileta tiene uno de los perfiles labrados más hermosos en toda la ciudad.
5.-OBRAS DE ARTE
De las que originalmente tuvo este templo, son pocas las obras de arte que conserva. El retablo principal es de comienzos de este siglo. Es de madera, en parte pintada y en parte dorada. Encima del banco o predela se levantan cuatro columnas con fustes lisos y capiteles dorados compuestos. Soportan un entablamento muy sencillo de friso decorado con estrellas. Entre las columnas hay cinco nichos, todos con jambas y arcos de medio punto. El central lleva la imagen de la Patrona del templo, y a los lados van dos pares de arcángeles. Encima del entablamento, entre cuatro columnas con curiosos remates adaptados a la curvatura de la bóveda, hay otros tres arcángeles. El del centro era considerado el más importante, pues está en un nicho.
Son siete los arcángeles que completan el número de potestades que custodian el trono del Señor: Miguel, Quién como Dios; Gabriel, Fortaleza de Dios: Rafael, Medicina de Dios; Uriel, Luz o fuego de Dios; Raquel, Amigo de Dios; Baraquiel Mi Rayo es Dios; y Yudiel, Doy gracias a Dios. Las figuras son todas de madera estofada, de primera calidad, y seguramente formaron parte de otro retablo más antiguo. Las figuras guardan diferentes posiciones, lo que imprime con fuerza la idea del movimiento en el retablo.
En la sacristía quedan todavia dos pinturas antiguas. En una se representa a la Santísima Trinidad. En la otra, el mismo tema está tratado con un grupo de arcángeles, donde resalta hacia el centro la imagen de San Miguel.
Cerca del ingreso hay una pila bautismal de hermoso labrado. La pesada puerta principal de madera también es una valiosa pieza: sus bulas o cabezas de clavos forjados le dan gran relieve.
ELABORO: ARQ. ALBERTO GONZALEZ POZO
FECHA: 1986.
Inmueble de pertenencia
Nombre del Inmueble
Siete Príncipes (Nuestra Señora de los Ángeles)