Imagen principal
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Nombre del Inmueble
Nuestra Señora de Ocotlán
Clave del estudio monográfico
MX-SC-DGSMPC-EM-000039
Estado, Municipio, Localidad
Estudio Monográfico
Clave del estudio monográfico
MX-SC-DGSMPC-EM-000039
Contenidos
1.-ANTECEDENTES
En la etapa prehispánica, la zona dominada por los tlaxcaltecas se constituía por una reunión de señores que gobernaban cuatro cabeceras: Tepeticpac, Tizatlán, Ocotelolco y Quiahuiztlán. A dicha reunión se le ha llamado también Senado de Tlaxcala. Es así, que la actual capital del Estado no existía para esta época y que su origen y desarrollo va a deberse a los españoles (1).
Aunque existen enfrentamientos entre los naturales de esta región con los recién llegados del otro lado del mar, a fin de cuentas, serán los tlaxcaltecas los aliados que permitirán a Cortés conquistar el Imperio Azteca.
Así pues, no es de extrañar la leyenda que aparece inscrita en el púlpito que se halla en la hoy Catedral de Tlaxcala y que a la letra dice así: Aquí tuvo principio el Sto. Evangelio en este Nuevo Mundo.
Indudablemente que el primer reto que enfrentaron los evangelizadores fué el dominio de la lengua. Para salvar tal escollo, agruparon en torno de ellos a ciertos naturales en los que veían dotes de conversión y religiosidad. Así aparece en forma repentina, dentro de la leyenda y tradición, un indígena llamado Juan Diego Bernardino que era nativo de un Pueblo de nombre Santa Isabel Xiloxostlán, y que desarrollaba labores de mozo con los franciscanos que se hallaban asentados de los altos de San Miguel donde poseían una ermita.
Este personaje tiene importancia para la historia del templo de Ocotlán, debido a que él será elegido por la Virgen para mostrársele. Todo ello ocurre, según se cuenta, por el año de 1541; mismo año en que ya existía en la cima del cerro de los ocotes, una pequeña capilla dedicada a San Lorenzo Mártir y será a partir de esta fecha que el cerro de los ocotes va a comenzar a figurar, pues a excepción de la pequeña capilla que se encontraba en su cima, nada de notable o histórico poseía.
Cuenta la tradición, que en uno de los atardeceres próximos a la primavera del año 1541, Juan Diego subía por la ladera occidental del cerro penetrando en un bosque de ocotes que para aquella época existía junto a una barranca, cuando se le aparece la imagen de una señora que le pregunta: ¿a donde vas?, a lo que el indígena responde: voy a llevar a los enfermos de mi pueblo, agua del río. Ante esta respuesta, la señora le ordena: ven tras de mi, que yo te daré agua para extinguir ese contagio y sanen no sólo tus parientes, sino cuantos bebieren de ella... Así, la virgen lo guía a una quebrada situada a mano derecha del lomerío y hacia el sur del mismo. Llegados pues al centro de aquel sitio, se formó un manantial que aún perdura y de esta agua, llevó el creyente indio una cierta cantidad a su pueblo, que al ser bebida por algunos enfermos, en forma instantánea sanaron. Esta experiencia notable se propagó de inmediata y llegó a oídos de los padres franciscanos encargados de la evangelización de la zona. Por tal motivo, inquieren a Juan Diego para conocer el hecho y así se enteran de la promesa de la Virgen hecha poco después de la formación del manantial, de que en aquel sitio se encontraría una imagen suya, un verdadero retrato que debería colocarse en la capilla de San Lorenzo, que va a transformarse, para ser denominado cerro de Nuestra Señora de Ocotlatia (ocote que estuvo ardiendo) y que en nuestros días denominamos Santuario de la Virgen de Ocotlán (2).
2.-EMPLAZAMIENTO
El promontorio en cuya cima se desplanta la Basílica y Santuario de la Virgen de Ocotlán, actualmente se encuentra conurbada a la ciudad de Tlaxcala, debido sobre todo al crecimiento demográfico que ha tenido esta última.
Por su importancia religiosa posee varios accesos principales. El primero corresponde a la calle Diego Muñoz y que corre de poniente a oriente entroncando a pocos metros con la carretera conocida como camino a Ocotlán, la cual se inicia desde el poblado de Texoloc. Por esta vía, se accede al Santuario por su parte sur-oriente.
Otro acceso puede ser por la calle Galeana l que se abre en dos vías a fin de permitir llegar tanto al santuario como al lugar donde se encuentra el manantial dado a conocer por la Virgen. Por este camino se arriba a la parte sur-poniente del inmueble, es decir a la esquina sur del atrio.
Por último, el camino más empleado es el que parte de la calle Zitlalpopocatl, la que cruzando la Av. Juárez entronca con la llamada calle Independencia, la que al final remata con el parque llamado Miguel Hidalgo y que limita con las bardas perimetrales del espacio religioso.
El área del Santuario ocupa una manzana completa y el terreno ha sido nivelado, cosa que es posible apreciar si se contempla el entorno, mismo que acusa fuertes pendientes dentro de un contexto quebrado.
Limitado por una barda perimetral, la Basílica tiene como colindancia tres calles y una plaza; al norte, la calle Hidalgo; al sur, la calle Tlahuicole; al oriente, una calle sin nombre y al poniente la plaza Hidalgo. El terreno acusa la mayor pendiente de Norte a Sur y la continuación de la calle Hidalgo es una brecha sin pavimentar, al igual que la calle sin nombre que limita al conjunto por la parte oriente.
Alrededor de este espacio se hallan construcciones diversas. Asi aparecen casas habitación y comercios, establos pequeños y depósitos de cerveza. Aparentemente, las personas fueron agrupándose y construyendo en los perímetros del santuario ya fuera por un acto de fervor religioso o por la situación comercial que genera la Basílica al atraer a tantos peregrinos. Esto último es posible notarlo claramente en el parque Hidalgo, mismo que se ha convertido en sitio permanente de venta tipo plaza. Otro aspecto digno de anotar, es el destino que se le dá al espacio que comprende la parte sur-oriente del inmueble, pues en días de fiesta sirve de asiento para juegos mecánicos al igual que de estacionamiento. De este modo, es interesante observar el aspecto dialéctico conjugado aquí, en donde la religión, es aprovechada en beneficio de lo material, al igual que lo material y mundano, como marco terrenal de lo espiritual y eterno.
4.-HISTORIA
El Siglo XVI marca el principio de la evangelización en México y como tal, está a su vez lleno de leyendas, sucesos, martirios y apariciones.
El caso de Ocotlán cuadra dentro de éste último aspecto; y es así que en esta colina denominada lugar de ocotes que se halla en las inmediaciones de la Ciudad de Tlaxcala, el año de 1541 se va a mostrar la Virgen a un indígena de nombre Juan Diego. Hecho notable si recordamos que en el cerro del Tepeyac también se va a aparecer una Virgen morena a otro indígena que curiosamente lleva el mismo nombre.
Sin embargo, las condiciones van a ser distintas y así relata la leyenda que la Virgen de Ocotlán hace brotar un manantial de aguas milagrosas con el propósito de que el indígena la llevase a su pueblo (Santa Isabel Xiloxostla), a fin de curar a los habitantes de esta localidad de la epidemia de peste que padecían.
A su vez, la Madre de Dios ordena al natural dé aviso a los padres franciscanos del acontecimiento, a efecto de que acudan al lugar y descubran su imagen, misma que se encontraría en el interior de un árbol y que sea trasladada a la Iglesia de San Lorenzo que se encuentra en la parte alta del lomerío. Obedeciendo el indio las instrucciones, regresa poco después acompañado de los frailes del lugar, los cuales vienen provistos de hachas y otros instrumentos para abrir el árbol señalado. Cuál no será su sorpresa al comprobar la verdad que existía en las palabras de Juan Diego. De las entrañas del árbol de ocote, extraen la imagen y de inmediato la trasladan al sitio ordenado, en donde va a permanecer por más de un siglo hasta que es erigido el templo que actualmente se conoce como Santuario y Basílica de Nuestra Señora de Ocotlán, patrona de Tlaxcala (3).
Para el año de 1755, la verdadera imagen de la Virgen va a ser trasladada a la Parroquia de la Ciudad de Tlaxcala, a fin de que el Obispo Don Pantaleón Alvarez de Abreu formalice la jura y patronato de toda la provincia de la Santísima Virgen de Ocotlán, lo que va a ser confirmado once años después por el Papa Clemente XIII (4).
Don Antonio Peñafiel (5) señala que fué el Presbítero y primer capellán del Santuario, Licenciado Don Juan Escobar quien levanta este magnifico templo por el año de 1670.
Para el año de 1691, se encontraba ya edificado el presbiterio, crucero y cúpulas al igual que las habitaciones de la casa cural anexa y construído el primer retablo.
Poco después empiezan a manifestarse los milagros al igual que los donativos; con ellos, se procede a decorar y adornar el templo con multitud de alhajas de oro, plata y pedrería y en forma especial el camarín, que al decir de los historiadores, era de una riqueza asombrosa, obra realizada por el artesano indígena llamado Francisco Miguel en cuyo cargo dura veinticinco años, hasta que en 1749 lo sorprende la muerte. Sin embargo fueron respetados los siete lienzos que Juan de Villalobos había ejecutado por el año de 1723 tal y como consta por la fecha que en ellos aparece (6).
En el año de 1751 es pintada la Sacristía por el pintor poblano José Joaquín Magón el que ejecuta y deja plasmados seis cuadros de la pasión de Cristo.
Todo lo descrito anteriormente y que da idea de lo magnificente de este templo, va a tropezar con la buena voluntad de gentes devotas que sin mayores conocimientos alteran el sentido original de la obra. Tan es así, que el propio Antonio Peñafiel menciona que el Santuario va a ser reedificado por no decir destrozado, a expensas dela Señora Doña Ma ría Josefa Zavala de Gutiérrez, respetándose únicamente el altar mayor y el crucero, dando por concluídos los trabajos y consagrados el 27 de Octubre de 1854 por el Señor Obispo de Puebla, Doctor Don José María Luciano Becerra (7).
Para el año de 1906, el arzobispo de Puebla obtiene de Pio X, un decreto por medio del cual el Santuario de Ocotlán va a ser elevado al rango de Iglesia Colegiata, que tiene como antecedentes el deseo de celebrar en forma suntuosa los oficios divinos en aquellas ciudades populosas en que no había catedral y que los canónigos viviesen en forma semejante a los que moran en las catedrales. (8).
Al ser un Santuario de Peregrinación, aparte de que la imagen de la virgen que ahí se venera es considerada como Patrona de Tlaxcala, la cantidad de fieles que hasta ahí concurre es significativa, razón por la cual, esta elevación o rango es adecuada; piénsese si no, la cantidad de gentes que hay necesidad de entender.
El 12 de Mayo de 1907, se obtiene del Papa la gracia de la Coronación de Nuestra Señora de Ocotlán y durante las celebraciones realizadas con motivo del IV centenario de la aparición, verificadas del 13 al 22 de febrero del año 1941, será colocada en las sienes de la imagen una corona imperial. Otra más y de tipo conmemorativo, adornará la cabeza de la Virgen para el año de 1957; mismo año en que el Papa Pio XII, eleva el santuario a la dignidad de Basílica Menor en 1975 y precisamente después de la bajada anual de la Virgen a la ciudad de Tlaxcala, lo que ocurrió durante el mes de Mayo, será coronada nuevamente la imagen debido al robo que sufrió el santuario, al despojar a la Virgen de la valiosa corona de oro que poseía incrustaciones de diamantes y otras piedras preciosas. Este hecho lastimoso ocurrió en el año de 1974. (9).La evangelización en México que parte desde el primer cuarto del siglo XVI fué tan fecunda, que a la fecha, pocos países en el mundo poseen un porcentaje tan elevado de católicos como el nuestro.
El espíritu religioso que animó a los pueblos mesoamericanos desde sus orígenes no ha cambiado, simplemente se ha modificado. Por ello tal vez, existen a lo largo y ancho de nuestro territorio inumerables sitios de peregrinaje, a donde el pueblo concurre en busca de paz, con la idea y la esperanza de encontrar ahí la solución de sus problemas. Así pues, no es de extrañarse la veneración que se tiene por santuarios como Chalma, San Juan de los Lagos, etc., Sin embargo, pocos reciben la magnitud de fieles que concurren al Santuario de Ocotlán, el que junto con la Basílica del Tepeyac, se cuentan entre los más relevantes de nuestra nación.
5.-DESCRIPCION ARQUITECTONICA Y OBRAS DE ARTE
Pocos monumentos religiosos de la época colonial resultan tan difíciles de describir como lo es el llamado Santuario de Ocotlán debido a lo magnificente de su fábrica. No obstante lo anterior asumimos el reto concientes de la posibilidad de incurrir en algún olvido sin intención.
El primer elemento que llama la atención, es el acceso principal del atrio, que consiste en un monumental arco de medio punto en cuya parte superior se aprecian dos volutas, las que aparte de servir de cobijo a un número igual de medallones marcan el espacio central para dar realce a la base sobre la que e apoya la Virgen María y que ostenta la fecha 1541. Enmarcan el arco 3 pilastras por lado, construidas a base de argamasa y fuste decorado con motivos vegetales; como aparecen dos figuras que representan a sendos indígenas en actitud de contemplación (uno por lado) y cuatro agujas (dos por lado). La puerta se constituye por una reja de fierro de cuidadosa fábrica. Reste por último mencionar los faroles de manufactura delicada y que se hallan dispersas por las zonas de Andalucía en España.
Al penetrar al atrio, es posible comprender como la cantidad de peregrinos que arriban aqui no tienen problemas de espacio ya que éste es grandioso, alcanzando una superficie libre aproximada de 1.700 m², Esta área se delimita por una barda edificada a base de ladrillo y elementos decorativos de argamasa. Posee 26 arcos invertidos coronados con agujas y cinco pórticos de acceso. Por la fecha que ostenta al interior, la base sobre la que se apoya la Imagen de la Virgen (1856), podemos pensar que corresponde a la construcción de la barda.
Aproximadamente a 38 metros de la puerta principal, se desplanta la fachada junto a la cual, todo lo demás carece de importancia. Se constituye por un cuerpo principal flanqueado por torres con base de ladrillo y remates de argamasa.
Por los materiales y técnicas empleadas en su construcción, diríase que no está exenta de la influencia del barroco poblano; basta recordar la famosa casa del Alfeñique.
La fachada principal consta de dos cuerpos perfectamente definidos. El primero de menor altura que el superior consta de puerta de medio punto flanqueada por pilastras estípites (rematadas por una pirámide de estilo churrigueresco invertida), de formas finas, decoradas hasta la saciedad. Enmedio de ellas, aparecen los interestípites que se desplantan de macizas bases en las que se hallan medallones con sendas figuras de padres de la iglesia. Arriba, existen esculturas de arcángeles en distintas posiciones enmedio de sus alas extendidas surgen conchas de buena factura e inmediatamente después, medallones (uno por lado) con las figuras de santos que parecen salir de ellos. La cornisa de remate del primer cuerpo, se quiebra en entrantes y salientes, generando así un claroscuro típicamente barroco que se acentúa más, por el blanco del material empleado.
El segundo cuerpo, posee en la parte central un óculo que semeja una estrella alargada y mixtilínea, enmedio del cual, aparece una escultura de la Virgen apoyada en elementos esféricos, que carga sobre su espalda, la figura de un franciscano arrodillado. De la parte alta del óculo, se desprende el lujoso dosel hacia ambos lados a manera de cortina.
A los flancos, aparecen pilastras estípites semejantes al cuerpo inferior, aunque las de los extremos son más bajas.
Arriba del óculo y enmedio de volutas que se abren para dar cabida a su imagen, se halla la escultura de un arcángel s entado, de cuidadosa factura. Inmediatamente encima de su cabeza se localiza un triángulo ue simboliza al padre eterno y que posee rayos que salen a los lados. A sus lados, existen otros arcángeles que sieven a su vez como remates de las pilastras estípites en cuanto a su eje de desarrollo. Toda la fachada se corona por medio de una concha de exquisito trabajo y decorada con elementos vegetales su friso, arriba del cual aparecen volutas que descienden a los extremos. Como remate final se encuentra un elemento conteniendo un reloj, flanqueado por agujas triangulares y coronado por un frontón quebrado (10).
Integrándose a la fachada y a los lados de la misma, se yerguen airosas torres y constan de tres cuerpos. El primer cuerpo es más ancho a los dos superiores y corresponden a los cubos de escalera las que se iluminan por medio de ventanillas rectangulares y abocinadas. Lo notable de estas bases es el acabado que poseen, consistente en pequeños ladrillos hexágonales de barro rojo, que al unirse, semejan piel de víbora. Arriba, se hallan los campanarios ejecutados en argamasa blanca. Consisten en dos cuerpos proporcionados con arcos de medio punto abiertos hacia los cuatro puntos cardinales. Se decoran a base de columnas y pilastras, molduras y remates; cornisas que se quiebran en entrantes y salientes generando así un estupendo juego de claros oscuros. Se remata por medio de cupulín y linternilla arriba de la cual se desplanta una cruz metálica.
Para muchos historiadores de arte, esta obra es una de las de mayor relevancia dentro de la arquitectura hispanoamericana.
Su interior, no desmerece del exterior. Se desarrolla en una planta de tipo longitudinal con bóvedas de lunetos, aberturas que permiten iluminarla lateralmente. A su vez, la parte inferior del coro genera un vestíbulo y en la parte interna de los arcos que sostienen la bóveda se pueden apreciar los nombres de mujeres famosas de la Biblia, tales como: Esther, Judith, etc. En los muros laterales de la nave, se encuentran pinturas ejecutadas por JUAN R. FUENTES y que muestran diversas escenas alegóricas a la aparición de la Virgen. Aunque suntuosa la nave, el presbiterio es de gran riqueza, y en general no hay espacio que no se encuentre ricamente decorado. Al centro del mismo se halla la imagen de la Virgen protegida dentro de una vitrina, destacando una estrella de cinco puntas que suege a su espalda. Arriba de esta imagen aparece un óculo con un vidrio que separa esta parte del altar principal, del camarín de la Virgen. A los lados aparecen las figuras de santos que ocupan el espacio que dejan las pilastras cuya base de menor dimensión se denominan estípites, cubriéndoles la cabeza sendas conchas. Las tallas de madera son exquisitas y el dorado del retablo es total por lo que es posible afirmar que cualquier pieza de tipo aislado representa por si sola, toda una obra de arte. Como para no desmerecer, el altar se halla ejecutado en plata repujada en cuya base y al centro destaca el escudo de la población, esta obra se debe al arte del orfebre Antonio Fernández, aunque fué completado y enriquecido por los orfebres poblanos Ignacio Martínez y Hermanos.
A ambos lados del presbitério se pueden apreciar dos hermosos retablos de madera elaborados con la misma finura y estílo que el retablo principal, del cual se separan únicamente por las pilastras que conforman a los arcos torales, donde entre quiebres ornamentales tenemos reproducidos objetos del grama del Calvario y de Cristo, logrando la unidad del crucero.
El retablo de lado izquierdo tiene como tema La Pasión de Nuestro Señor Jesucristo; por lo tanto en el nicho principal tenemos a Jesús crucificado y a ambos lados a Santa María Magdalena y San Juan el Evangelista. Sobre la parte superior de este nicho contemplamos a una Piedad, donde la Santísima Virgen sostiene el cuerpo de Jesús Muerto, teniendo como fondo a la cruz de la crucifixión. Inmediatamente después y arriba aparece la ventana que proporciona una luz clara que permite admirar la suntuosidad de este retablo en cuyos paños se mezclan pilastras, santos estofados y delicados ornamentos sin menoscabo de la unidad del conjunto. Enfrente de éste y ocupando el muro que mira al norte se halla otro retablo cuyo nicho principal guarda la imagen de la Virgen de Guadalupe. Arriba de ella aparece un San José llevando de la mano a Jesús y que según se dice fué traída de Nápoles. Más arriba aparece la Imagen de San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús. Todo el retablo se desarrolla entre pilastras estípites ultradecoradas. Así aparecen a los lados de la parte central cuatro nichos (dos por lado) ocupados por imágenes diversas, tales como: San Antonio de Padua y Santo Domingo de Guzmán; Santa Mónica y Santa Teresa y a los lados de la ventana a San Diego de Alcalá y San Juan de Dios (12).
Otro elemento importante que encontramos en la nave lo representa el púlpito que aparece al lado derecho y poco antes del arco triunfal del presbiterio. Es de tipo ochavado con tornavoz (coronamiento del púlpito) de forma semiesférica y profusamente decorado con motivos florales.
El órgano de la iglesia que se encuentra en el coro también es digno de anotar. Su antigüedad data del año 1845 y es de tipo tubular. De buena factura y estilo abarrocado, aparentemente es de fabricación novo hispana y su origen puede ser poblano, quizás del taller de una familia Castro quienes de dedicaban a este honroso oficio por los siglos XVIII y XIX.
En la antesacristía, se conservan cinco lienzos ejecutados por el pintor tlaxcalteca del siglo XVIII Manuel Caro. La temática es nuevamente referida a la aparición de la Virgen aunque la diferencia entre estas obras y las que se hallan en la nave reside en el hecho de que el artista Caro, escribe en cada lienzo el significado del mismo.
Otras pinturas de adeucada ejecución se localizan en la Sacristía, cuyos muros, sirven de apoyo a las obras del artista poblano Don José Joaquín Magón. Firmados el año de 1754, son seis telas que muestran diversas escenas de la Pasión de Cristo: última Cena, detención en el Huerto de los Olivos, Flagelación, Jesús recibiendo las burlas de soldados romanos, Cristo con la Cruz a cuestas y Crucifixión.
Atrás del altar mayor, se halla el espacio denominado Camarín que se constituye por una planta octagonal y cúpula gallonada que muestra sus nervaduras. Fue construído para que sirviera de sitio en donde se realizara el cambio de vestuario a la virgen. En cada uno de los ocho ángulos que posee, arrancan en forma ascendente pedestales que sirven de apoyo a columnas salomónicas (helicoidales), cuyos fustes se encuentran decorados a base de ángeles y motivos vegetales realizados en rica policromía. Inmediatamente arriba de los capiteles corintios de las columnas y salvando la cornisa, aparecen ocho ángeles ricamente vestidos (uno por columna) y distintos todos ellos. Entre ángel y ángel aparecen los óculos que sirve n para iluminar el espacio y que en número de ocho tienen aspecto cruciforme. Entre las ventanas y atrás de cada ángel, suben las nervaduras ricamente decoradas a base de flores que rematan en un querubín, el cual sostiene un caprichoso capitel corintio, que representa una cesta de ofrendas rodeada de hojas de acanto. En los espacios entre nervadura y nervadura aparecen: San Bernardo, San Buenaventura, San Juan Damasceno, San Anselmo, San Pedro Damiano, Santo Tomás de Aquino, San Lorenzo Justiniano y San Ildefonso. Arriba de ellos una cornisa quebrada en ocho partes, delimita el espacio central de la cúpula en donde aparece el Espíritu Santo que en forma de paloma, hace descender las lenguas de fuego tal y como ocurrió según la Biblia el día de Pentecóstes. Alrededor de la paloma se observan a los doce apóstoles presididos por la Virgen. La decoración y colorido es exhuberante y recuerda un poco la bóveda de la iglesia de Santa María Tonanzintla, aunque esta última, es de trabajo más ingénuo. En la parte inferior y en los espacios que se hallan entre las columnas salomónicas existen ocho lienzos, obra del pintor Juan de Villalobos quien las forma el año de 1723 y que representan pasajes de la vida de la Virgen, tales como: El nacimiento de la Virgen, La Presentación, Los desposorios, La Anunciación, La Asunción; el más pequeño, que representa la coronación por la Santísima Trinidad y que se halla a la entrada del Camarín y por último el octavo que se encuentra a espaldas del altar principal y que representa en un solo lienzo tres temas a saber: primero el Antiguo Testamento, simbolizado por la vara de José o sea el árbol genealógico de Cristo; segundo, el Nuevo Testamento, representados por San Joaquín y Santa Ana, padres de la Virgen y por último, la Imagen de la Virgen dentro del tronco del árbol ardiendo, tal y como está señalado por la tradición.
En el centro del camarín se encuentra una mesa de gran exquisitez y que según cuentan es obra de Francisco Miguel, el mismo artista que llevó a cabo por espacio de veinticinco años las obras del camarín. Lo notable de la mesa es su cubierta de una sola pieza, realizada en madera de ahuehuete y con dimensión de dos metros y cinco centímetros de diámetro. También las patas o soportes merecen atención, pues en ellas es posible observar una especie de changuito que según se dice representa al diocesillo de la alegría y de la diosa Xochiquetzalli, postreras reminiscencias idolátricas de la cultura prehispánica tlaxcalteca (13).
6.-NOTAS Y BIBLIOGRAFIA
1.- CUELLAR BERNAL, René. Tlaxcala a través de los siglos. Prol. Salvador Novo. México, B. Costa Amic Editor, 1968.
2. MARTINEZ AGUILAR, Carlos. Historia de Nuestra Señora de Ocotlán en Tlaxcala: su aparición en el marco histórico de Tlaxcala, construcción de la actual Basílica y su arte barroco churrigueresco. El culto a través de los tiempos. Tlaxcala, México, 1966.
3. MARTINEZ AGUILAR, Carlos. Op. Cit., Tlaxcala, México, 1966.
4. NAVA RODRIGUEZ, Luis Historia de Nuestra Señora de Ocotlán, su aparición milagrosa, culto y arte. Tlaxcala, México 1983.
5. PEÑAFIEL, Antonio La Ciudad virreinal de Tlaxcala. Versión enriquecida por Carlos Macazaga. México, Cosmos, 1978.
6. NAVA RODRIGUEZ, Luis. Op. Cit. Tlaxcala, México, 1983.
7. PEÑAFIEL, Antonio. Op. Cit. México, Cosmos, 1978.
8. NAVA RODRIGUEZ, Luis. Op. Cit. Tlaxcala, México, 1983.
9. NAVA RODRIGUEZ, Luis. Op. Cit. Tlaxcala, México, 1983.
10. VARGAS LUGO, Elisa. Las portadas religiosas de México. México, UNAM. Instituto de Investigaciones Estéticas. 1969.
Elaboró: Javier Villalobos
Fecha: 1984
Inmueble de pertenencia
Nombre del Inmueble
Nuestra Señora de Ocotlán