Las formas tradicionales de representar a San Jerónimo son dos: una de ellas lo muestra como penitente, con el cuerpo semidesnudo en actitud de flagelarse, acompañado por un león, ya sea adentro o afuera de una cueva, mientras escucha la trompeta del Juicio; la otra es como la que aquí se ve, donde el santo aparece ataviado con la indumentaria propia de su dignidad cardenalicia. Sobre una tunicela roja, lleva un roquete blanco finamente bordado sobre el cual se ve una capa magna de doble faz, verde la interior y roja la exterior. El Santo también está representado sentado frente a un escritorio, sobre el que se apoyan un tintero y depósito de arena secante. La única nota que lo diferencia de las demás representaciones es la presencia de la calavera.