El encuentro en la Puerta Aurea de Jerusalén de Ana y Joaquín, los padres de la Virgen María, madre de Dios, se ha relacionado con la visitación de María a Isabel y también con la historia de Isabel y Zacarías, quienes concibieron ya ancianos. Ana y Joaquín eran estériles y humillado por el rechazo que recibió del templo, Joaquín se retiró con los pastores y Ana se dedicó a la oración. A ambos los visitó un arcángel, se supone que Gabriel, el mismo que le anunció a la Virgen su futura maternidad, tal como puede verse en dos recuadros laterales de la pintura. Le dijo a Joaquín que fuera a buscar a su esposa, pues iban a tener un hijo. El momento del encuentro, es el que se representa en el centro de la pintura, cuando los esposos se abrazan. En este caso, Joaquín se ve como un anciano -atendiendo al relato del evangelio de Lucas- en cambio Ana, que también era anciana, se ve como una mujer joven. Es interesante señalar la representación de las dos escenas de las apariciones, con una solución arcaica de simultaneidad, pero que enfatiza y justifica el encuentro. El conjunto es armonioso, bien resuelto compositivamente, con una cierta búsqueda de intensidad de luz y contrastes de sombras que permiten pensar (junto con el paisaje elevado del fondo) en una pintura del primer tercio del siglo XVIII.
