Estos recipientes recibieron el nombre por su forma de pequeña nave y se utilizaron para guardar el incienso que se usaba durante el rito de la misa. La tradición de sahumar con incienso los altares durante las ceremonias místicas es muy antigua. El uso de incenciarios fue muy frecuente. En el México virreinal, el olor de incienso era habitual y conjugado con los retablos, los coros musicales y la exhuberancia de la decoración, creaba la atmósfera para la oración y para dar a conocer a los fieles la historia sagrada.