El retablo neoclásico de cantera, dedicado a la Virgen de Guadalupe, sigue el movimiento curvo del muro sobre el que se apoya, que termina en un nicho abocinado. Columnas pareadas de fuste liso y capitel compuesto se desplantan de una base alta. Cada par de columnas forma una calle rematada con un friso y una cornisa que siguen el movimiento curvo del muro sobre las que se colocó un vaso con adornos dorados, que es el único toque de color de la estructura del retablo.