Se encuentran San Crispín y San Crispiniano en el centro de la composición, atados de manos, semidesnudos, cubiertos por un cendal blanco. Las cuerdas que los atan de manos y cuello están a su vez sujetadas a grandes rocas circulares. Están hincados y sus miradas se dirigen hacia arriba, donde se observan dos querubines en el cielo. Se encuentran a la orilla de un río y al fondo se puede ver un bosque y varias torres como parte de una construcción. Rictovario los hizo arrojar al Río Aisne desde lo alto de un puente, con una muela de molino atada al cuello, un verdugo se esforzó en vano tratando de sumergirlos con ayuda de una larga pértiga; no obstante las piedras se desataron, y el agua helada se convirtió, como por encanto, en un baño tibio: los mártires ganaron a nado la orilla opuesta.