En la parte izquierda de la composición se encuentran San Crispín y San Crispiniano atados de las manos, semidesnudos llevando solo un cendal blanco, un ángel arriba de ellos vuela y toma las cuerdas que los sujetan en actitud de salvación. El ángel lleva túnica ocre, manto rosa y alpargatas azules. Frente a ellos, un personaje vestido a la usanza romana militar, cae en un caldero de fuego. Al fondo, varios personajes contemplan la escena. Dentro de los diferentes martirios que se llevaron a cabo a estos Santos, uno de ellos consistió en atarles al cuello una muela enorme y arrojarlos al Río Aisne; pero, sostenidos por la potencia divina, los dos mártires fueron dulcemente conducidos por las corrientes de la ribera opuesta. A la vista de semejante prodigio, Rictovario sintió que le entraba un furor salvaje e hizo que arrojaran entonces a los dos hermanos en un inmenso brasero encendido. Nuevo milagro: las llamas inmensas se elevaban al cielo combándose para no tocar los cuerpos de los mártires y sin hacerles mal alguno. Rictovario cogió con sus propias manos un atizador y se acercó a las llamas para avivarlas, pero su precipitación dio un paso en falso y fue a caer de cabeza en el fuego. Cuando lo sacaron, ya estaba muerto.
