Es cierto que una de las características iconográficas de san Francisco Javier es que se lo representa con frecuencia abriendo su sotana, pues le ardía el corazón por amor a Dios. Pero en este caso lo que sale del pecho es una llamarada. Violenta exageración que raya en el exceso, más que en la devoción. La cabeza se levanta y los ojos miran al cielo, mientras una mano se abre y la otra cae sobre el pecho.