Una interesante pintura de mediados del siglo XVIII que sigue la iconografía de la Santísima Trinidad como tres personas iguales que se identifican por los atributos que llevan en el pecho. Jesús, de azul con el cordero, Dios Padre de blanco con el sol y el Espíritu Santo de rojo con la paloma. Los tres comparten el cetro y sus pies se apoyan sobre cabecitas de querubines. La pintura es de gran calidad: los paños se mueven con elegancia, la luz juega sobre el color local y modela y modula los cuerpos.