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Nombre del Inmueble
Guadalupe y Capilla de Belén
Clave del estudio monográfico
MX-SC-DGSMPC-EM-000665
Estado, Municipio, Localidad
Estudio Monográfico
Clave del estudio monográfico
MX-SC-DGSMPC-EM-000665
Contenidos
1.-ANTECEDENTES
El origen del templo de Guadalupe data de 1644, fecha en que el Obispo Bartolomé Ledesma levantó una ermita construida en mampostería con la ayuda de los vecinos. También se levantaron celdas y oratorio, con objeto de que la ermita sirviese de hospital. Poco después, el Obispo Bartolomé De la Cerda Benavente y Benavides promovió la construcción de un templo mayor con la ayuda del vecindario. Este fue dedicado a la Virgen de Guadalupe y bendecido en 1650. La imagen de la Virgen fue donada el 12 de diciembre de 1657 por el Obispo Cuevas y Dávalos. Como, según la leyenda, la imagen fue rescatada indemne del incendio que tuvo lugar el 14 de noviembre de 1665, por el presbítero Juan Quintero, ésta se convirtió en objeto de devoción. El templo fue reconstruido por el Obispo Monterroso y reinaugurado un año más tarde (1).
La orden religiosa de Betlemitas fue fundada en Antigua (Guatemala), en 1653, por Fray Pedro de Betancourt, con fines asistenciales y educativos. Sus frailes se caracterizaron por el hábito de saco talar, con una cruz azul sobre la túnica blanca. Los permisos de fundación del hospital fueron concedidos por el Obispo de Guatemala, don Payo de Rivera, y por la Audiencia Territorial, pero la Real Licencia del Consejo de Indias llegaría después de la muerte de Betancourt, cuando Fray Rodrigo de la Cruz estaba a cargo de la obra. Se levantaron el hospital, el oratorio y convento, gracias a las limosnas de los fieles y se abrió la congregación como Instituto Betlemítico, uniéndoseles algunos hermanos de la Tercera Orden (2). En 1663 llegaron a Nueva España y fueron acogidos en el Hospital del Amor de Dios, Fray Francisco de la Miseria, Fray Gabriel de Santa Cruz, Fray Juan Gilbo y Fray Francisco del Rosario. En 1672 cambiaron su hábito e hicieron sus votos, obteniendo la aprobación para la orden de parte de Clemente X, quien en 1674, autorizó los estatutos y sujetó a los frailes bajo la jurisdicción de los ordinarios. A partir de entonces los religiosos profesarían obediencia, castidad, pobreza y, como cuarto voto de la cofradía (3), el de hospitalidad.
Los betlemitas se establecieron en Oaxaca. Su instituto sería uno de los centros asistenciales, fundados y atendidos por el clero regular y secular, centros que funcionarían en esta ciudad hacia el último tercio del siglo XVII, entre los que se encontraba el Hospital de San Cosme y San Damián, frente a San Felipe Neri; el de San Juan de Dios, junto a la antigua ermita y primera catedral; y la Cofradía de la Caridad. Al tiempo que hacía obras de beneficencia, la orden de los betlemitas impartía instrucción primaria, con la aportación de los fondos del vecindario.
En 1674 fundaron en la Ciudad de México el hospital de San Francisco Javier y eligieron a Fray Rodrigo de la Cruz como prelado. Presentadas en Roma, las nuevas constituciones fueron aprobadas por Inocencio IX, quien designó a Fray Rodrigo como General. Asimismo, el Instituto Betlemítico quedó sujeto a una norma más estricta. La cofradía quedó confirmada como orden regular en mayo del mismo año, bajo la Regla de San Agustín. Los religiosos que profesaron, Fray Rodrígo de la Cruz y Fray Cristóbal de la Asunción, obtuvieron en México las mismas prerrogativas concedidas a la orden agustiniana en Europa.
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1 y 2. MARTINEZ GRACIDA, passim.
3. GARCIA DE LA CONCEPCION, Libro 1, Cap. XII, p. 32.
2.-EMPLAZAMIENTO
El conjunto monumental en torno a la iglesia de Guadalupe está situado frente al Paseo de Juárez, muy cerca de la esquina noreste de la zona histórica de la ciudad de Oaxaca.
El convento de betlemitas se fundó ya avanzada la época virreinal. La traza de manzanas cuadrangulares de Antequera data de 1529 y se atribuye a Alonso García Bravo.
El desarrollo tardío de esta parte de la ciudad permitió que la Oaxaca del Siglo XIX contase con su barrio moderno precisamente en los alrededores del ejemplo que se comenta, donde todavía pueden verse muchas casonas de la época juarista y porfiriana. Algunas, especialmente sobre la calle de Juárez, son nobles construcciones de tabique aparente de excelente calidad, aunque sin mayores pretensiones. Otras, en cambio, reflejan el estilo académico y afrancesado que se imponía en los albores del presente siglo.
3.-HISTORIA
Tras tomar posesión del antiguo templo de Guadalupe, los frailes, llegados del hospital de México, ampliaron instalaciones en la casa anexa y abrieron un hospital con la ayuda de varios ciudadanos, como el capitán Bartolomé Ruiz, Manuel Fernández Fiallo y el Obispo D. José Gregorio de Ortigoza. Entre 1685 y 1686 se iniciaron las obras de un nuevo templo, que se dedicó este último año.
La institución funcionó como hospicio durante tres años, mientras estuvo pendiente la aprobación de los estatutos en Roma. Fue necesaria la intervención del Virrey y del Cabildo ante el Consejo de Indias para la conclusión de las obras.
Una vez confirmados como orden regular en 1687, los betlemitas consiguieron que el Obispo Sariñana bendijera la iglesia en 1707. Reunido el Capítulo, eligió responsables para los cargos del hospital y ordenó la erección formal del convento.
En 1807, el templo anexo de Belén fue construido gracias a los fondos del español Manuel Capitán, formando una escuadra con el de Guadalupe, mismo que ostenta entre sus riquezas el retablo que realizó el tallador Jesús García, quien posteriormente trabajó en los retablos de Santo Domingo. El hospital betlemita fue clausurado en 1820, la orden religiosa se suprimió por decreto de las Cortes Españolas, y el Ayuntamiento se hizo cargo de la institución de beneficencia (4).
Con la puesta en vigor de las Leyes de Reforma, el Gobierno del Estado asumió la administración del centro, instalando de 1862 a 1864 el Hospital Civil -que luego se trasladó al exconvento de San Francisco- y en 1867 el leprosario y asilo de mendigos. El templo fue muy afectado por los temblores de 1801 y 1807. Permaneció, en consecuencia, cerrado algunos años hasta que se reconstruyó en 1845.
Ambos edificios sufrieron daños nuevamente; pero los vecinos del barrio volvieron a promover la reconstrucción de la bóveda. La obra fue realizada una y otra vez, debido a fuertes temblores ocurridos en 1870, 1876 y 1879. El 5 de diciembre de 1876, el convento betlemita fue rematado a particulares, por la Tesorería General del Estado, en 3,546 pesos.
Hacia 1884, el conjunto se encontraba nuevamente en pie, tal como lo conocemos actualmente: dos templos y el exconvento. De nuevo fue destruido en gran parte por el sismo de aquel año, entonces los vecinos, en particular el panadero don Francisco Ruiz, solicitaron al gobernador don Francisco Meixueiro la reconstrucción, que fue iniciada con fondos particulares, ya que la Mitra había retirado su ayuda económica. Hacia 1887, poco después de hacerse cargo de la diócesis, el Obispo Guilow compró el exconvento para instalar el Colegio Seminario y concluir las obras iniciadas por los vecinos; restauró la iglesia y la puso bajo la administración del capellán presbítero Othón Núñez; restauró también el viejo convento, dotando al Colegio Seminario de los más modernos aparatos de física y química, así como el primer aparato de rayos X. En este lugar se realizó, además, la primera transmisión radiotelegráfica de América Latina.
El seminario funcionó hasta 1916, cuando el exconvento fue ocupado por tropas del General Castro, quien destinó el edificio para hospital militar. De 1915 a 1918, la escuela Hijos del Ejército funcionó en un ala del claustro. Hacia 1927 la Oficina Federal de Hacienda embargó el predio a la sucesión de Guillow y lo rentó a la Secretaría de Guerra y Marina, para cuartel. En 1931 los temblores sucesivos acabaron por derribar la capilla de Belén. Quedó en ruinas y tuvo que ser totalmente reconstruida. De 1931 a 1939 se procedió al juicio de nacionalización del inmueble, que se resolvió a favor del Estado (5).
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4. ALVAREZ, Tomo II, p. 217.
5. SEDUE, Legajo No. 18093.
4.-DESCRIPCION ARQUITECTONICA
El templo de Guadalupe conserva principalmente su aspecto exterior, porque el interior está despojado de la decoración que alguna vez tuvo. La disposición es de una sola nave, resuelta con una bóveda de cañón corrido, y como carece de crucero, la cúpula -apoyada en un tambor octagonal sobre pechinas- se levanta directamente sobre lo que viene a ser al mismo tiempo ábside y presbiterio. La nave es muy alta, como lo es también el coro, y tiene dos accesos, uno principal y otro lateral, siendo este último el que se usa con mayor frecuencia.
El mismo ábside sirve de respaldo a la capilla de Belén, a la cual, contrariamente a lo que ocurre en la mayor parte de disposiciones de este tipo, no hay ingreso principal desde el interior del templo, sino desde su propia portada y su coro, del lado opuesto, así como por una entrada lateral. Esto hace que la comunicación entre ambos recintos sea apenas una portezuela.
La volumetría de esta disposición da como resultado un espacio atrial de muy buen tamaño para ambos templos y con una excelente perspectiva hacia las masas exteriores de piedra verdosa, sus contrafuertes y la gran cúpula peraltada.
La portada del templo principal es muy sencilla. Las jambas del vano de la puerta y el arco que las prolonga son uno de los escasos elementos decorados con rombos. Un par de pilastras en relieve y un entablamento completan este primer cuerpo y preparan el ascenso del segundo, constituido apenas por sendos pináculos en relieve y un óculo lobulado al centro. Más arriba, sin ningún elemento de transición de por medio, aparece un tercer cuerpo donde hay un nicho central vacío, flanqueado por pilastras y pináculos, que a su vez custodian otro nicho menor, más arriba. Hacia los lados, dos relieves flamígeros, que más bien parecen medias muestras abalaustradas, completan este tercer cuerpo. Una línea quebrada prepara el coronamiento donde un medallón central aparece arriba, rematado por una moldura sinuosa con roleos.
El campanario es de época más reciente, probablemente de principios de siglo, y muestra un diseño muy cuidadoso.
Las esquinas llevan columnas corintias exentas sobre plintos lisos, y los vanos del campanario, de medio punto, van enmarcados por alfices con delicados rosetones en las enjutas. El autor de esta parte de la obra es seguramente el mismo del templo de San Cosme y San Damián.
La portada del exconvento forma escuadra con la del templo, y aunque es de menores dimensiones, tiene más interés. Dos pilastras flanquean al vano con sus jambas y arco de medio punto. En la clave pinjante del arco, aparecen grabadas las tres coronas de la Orden Betlemita. Más arriba, una cornisa desciende en la parte central y abre un espacio donde va una peana, sobre la que a su vez se levanta un relieve de muy buena calidad, que representa a la Sagrada Familia, sobre un fondo aconchado. Sendos pináculos a ambos lados y un pretil curvado rematan esta portada que, por cierto, sirve de acceso a la actual escuela.
En su interior hay dos patios. Uno muy grande, porticado todo alrededor, y otro más pequeño, también porticado, pero con arcos. Este último debió haber sido el claustro más antiguo de los betlemitas, y todavía pueden apreciarse en él las curiosas pilastras de perfil piramidal que se encuentran en otras partes de la ciudad.
La portada lateral del templo de Guadalupe carece de interés. En cambio, las de la capilla de Belén merecen atención. La portada principal es muy sencilla. El vano de medio punto muestra sendas jambas de donde surge el arco, que lleva al centro una clave pinjante delicadamente labrada con una concha de donde emerge, coronado, el monograma de María. Dos pilastras y un entablamento completan el primer cuerpo, mientras que en el segundo, otras pilastras apenas insinuadas en relieve flanquean un óculo y van rematadas por un entablamento discretamente decorado, de cuya cornisa emerge un frontón. Las dos torres de campanario con un par de pilastras corintias en cada esquina y vanos de perfil gótico-flamígero forman una variante interesante respecto de otras soluciones tradicionales.
La portada lateral de la capilla no está exenta de interés, comenzando por los dos contrafuertes que la flanquean, a los que se dio una forma de grandes pináculos, rematándolos incluso con esferas. El vano de la puerta lleva las consabidas jambas y el arco de medio punto, en cuya clave va el monograma de Jesús, y un corazón. Sendas pilastras y un entablamento terminan al primer cuerpo, del que emerge un espacio intermedio y luego una cornisa, sobre la que se apoyan dos pilastras decoradas con rombos y otras figuras. Al centro hay una ventana, y encima un entablamento con su cornisa, rematado por un frontón donde una placa lleva una inscripción el año 1876, probablemente la fecha de terminación de la obra.
5.-OBRAS DE ARTE
Son pocas las obras de arte que quedan en el interior del templo de Guadalupe. No obstante, subsiste en la nave una excelente pintura del siglo XVIII, que muestra a la Santísima Trinidad coronando a la Virgen.
Tanto la venerada imagen de la Guadalupana como el marco en el que la obra se encuentra destacan por sus méritos artísticos. El sagrario, del que conviene señalar su diseño moderno, es una pieza de orfebrería de muy buena calidad, de concha y de latón.
En la sacristía puede admirarse una pintura de gran formato donde la Virgen de Guadalupe y dos ángeles aparecen frente a un personaje moribundo.
El interior de la Capilla de Belén es más homogéneo y más completo en sus decorados estilo neogótico, no obstante que son de factura reciente.
En la bóveda de la nave, cuatro medallones con apóstoles y otros adornos van en cada uno de los tras tramos del cañón corrido, hasta completar el apostolado. También el sotocoro va decorado con un medallón central y recuadros. Incluso las enjutas sobre el arco escarzano del coro llevan figuras de ángeles.
En el retablo predomina el trabajo de ebanistería, si bien hay aplicaciones doradas que se encargan de delinear o subrayar algunas formas. Sobre el altar se eleva un expositor, y sobre este último hay un cuadro de Nuestra Señora de Belén, el cual, según la inscripción, fue donado en 1883 por una familia Ruiz. El cuadro lleva un respetable marco decorado, va entre dos columnas de fuste liso, de madera visible; y capiteles corintios dorados, sobre los que descansa un arco de medio punto. A los lados, también flanqueados por columnas del mismo tipo, hay nichos apenas insinuados por el relieve de un arco lobulado, en los que dos ángeles oran sobre peanas. El resto de la decoración es a base de frontones y pináculos muy espigados que dan el acento neogótico al conjunto.
En el mismo estilo existen otros dos marcos con figuras en el interior de la capilla. El barandal del coro, con sus barrotes torneados y las sólidas bancas, así como la predela del retablo, completan el excelente trabajo de ebanistería.
ELABORO: ARQ. ALBERTO GONZALEZ POZO
FECHA: 1986.
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Guadalupe y Capilla de Belén