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Nombre del Inmueble
Nuestra Señora de la Soledad
Clave del estudio monográfico
MX-SC-DGSMPC-EM-000327
Estado, Municipio, Localidad
Estudio Monográfico
Clave del estudio monográfico
MX-SC-DGSMPC-EM-000327
Contenidos
1.-ANTECEDENTES
El sitio que hoy ocupa el magno conjunto de la Soledad permaneció desocupado por más de medio siglo después de la fundación de Oaxaca en 1529.
Ya en 1580, con motivo de las relaciones geográficas encomendadas dos años antes por la Corona al Virreinato, se menciona la existencia en ese lugar de una ermita con la advocación de San Sebastián, en la cual estaba instituida la cofradía de ese santo y la de la Soledad de Nuestra Señora (1).
El suceso que dio origen al santuario se remonta a 1617 cuando, según la leyenda, un arriero, en el trayecto de Veracruz a Guatemala, notó al llegar a Oaxaca, que había una mula de más en la recua que conducía. Al pasar frente a la ermita de San Sebastián, la mula cayó al suelo vencida por el peso de la caja que llevaba a cuestas. Al descargarla, la mula se incorporó y murió en el acto, descubriéndose que la caja contenía una imagen de Cristo junto con una cabeza y un par de manos labradas con un rótulo que decía: Nuestra Señora de la Soledad al Pie de la Cruz. Ante ese suceso, el Obispo Fray Bartolomé Bohorquez ordenó que en aquella ermita se construyese un santuario en honor de la divinidad. La imagen del Cristo pasó a la ermita de La Santa Cruz (2).
La historia del santuario se enlaza a fines del mismo siglo XVII a la del convento de las monjas agustinas recoletas dedicado a Santa Mónica, por lo que también se les conoció como mónicas. Las fundadoras llegaron en 1697 después de un penoso viaje desde Puebla, encabezadas por su priora, Sor Bernarda Teresa de La Santa Cruz. Al morir Sor Bernarda, se hizo cargo del convento Sor Antonia de la Madre de Dios, a quien la distinguieron sobre manera sus obras, hasta su muerte ocurrida en 1742. Sus sucesoras a lo largo de más de un siglo también dejaron honda huella en la sociedad oaxaqueña (3).
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1. ACUÑA, p. 40.
2. GAY, pp. 322 a 323.
3. GAY, pp. 373 a 375.
2.-EMPLAZAMIENTO
El terreno que ocupan el atrío y el templo de la Soledad, el ex-convento y sus anexos, está situado entre las calles de Morelos, al norte, e Independencia, al sur. Una serie de plazas escalonadas al oriente salva el desnivel de más de seis metros entre ambas calles y separa al conjunto del templo de San José y su ex-convento, ocupado ahora por la Escuela de Bellas Artes. Al poniente, el recinto colindaba con el barrio del Marquesado, que durante todo el periodo colonial se consideró fuera de los límites de la ciudad.
Las plazas escalonadas están compuestas en realidad por tres ámbitos distintos. En el nivel inferior se ubica el Jardín de la Soledad, que combina zonas arboladas con tramos de escalinata. En el nivel intermedio está la Plaza Sócrates, donde se han dispuesto algunas refesquerías al aire libre en torno a una fuente muy pintoresca, con pileta de cantera labrada y cáliz de bronce fundido en 1881. Más arriba, frente al ex-convento de Santa Mónica, actualmente ocupado por dependencias de gobierno, está la Plaza de la Danza, donde se presentan frecuentemente espectáculos del folklore oaxaqueño.
Todos estos espacios, y el atrio de la Soledad, cobran vida en las grandes ocasiones, como el 18 de diciembre, aniversario del suceso de la aparición de la imagen de la Virgen. Desde el día anterior hay comitivas que recorren las calles de los barrios anunciando la festividad, que se inicia con el convite. Los peregrinos acuden de todos los rincones de Oaxaca. Tanto en estas fechas, como en la del Lunes del Cerro en el mes de julio, hay gran actividad dancística y pueden apreciarse los típicos atuendos de las diferentes etnias del Estado.
3.-HISTORIA
No se tienen datos de la ermita de San Sebastián construida en 1582, pero la capilla en su honor en el transepto del templo actual podría corresponder a su ubicación original. La iglesia que hoy conocemos es una reconstrucción del primer santuario de principios del siglo XVII, y fue iniciada en 1682 por el capellán Don Fernando Méndez, con la autorización del Virrey Don Tomás Antonio Manrique de la Cerda, Conde de Paredes y Marqués de la Segura. El padre Méndez contaba apenas con dos pesos al trazar la cimentación, y bien pronto comenzaron las penalidades para proseguir los trabajos. Poco después se hizo cargo del asunto la archicofradía de la Soledad, pero hallándose ésta sin recursos, nombró patrón e la obra al Arcediano Don Pedro de Otálora y Carvajal, quien aportó fondos de su peculio para la terminación, cosa que ocurio en 1689, según la inscripción que está en el arco de la entrada. La consagración la hizo el Obispo Isidro Sariñana y Cuenca en septiembre del año siguiente, y el convento s conclyó en 1697, también gracias a la ayuda de Otálora. La portada principal y algunos detalles del interior se terminaron entre 1717 y 1718 con el apoyo del Obispo Angel Maldonado (4).
El arquitecto el convento, y posiblemente también del templo, fue el fraile betlemita, Sebastián de San Phelipe, a quien también se debe el claustro anexo al Templo de Guadalupe, empleado hoy como escuela (5).
El edificio ha dado repetidas muestras de su resistencia antisísmica, caso notale en Oaxaca, donde casi todos los templos han sufrido más de una vez serios desperfectos, y muchos han tenido que ser reconstruidos. Una fuente citada por Vázquez describe los terribles efectos de un terremoto que en el siglo XVIII sacudió a la ciudad de Oaxaca: ...cuya duración a lo más sería de dos credos...; también refiere que la Soledad... que es de las señoras mónicas, no recibió lección chica ni grande en su iglesia y convento... (6).
Tal vez por esa razón se dio en sacar en procesión a la imagen de la Virgen de la Soledad cuando algún terremoto asolaba a la ciudad. No obstante, no siempre fue posible apaciguar los temores de la población por este medio. Por ejemplo, el 29 de marzo de 1787, al día siguiente de un temblor de grandes proporciones, el Obispo Ortigosa ...determinó sacar en procesión la imagen de La Soledad... mas al pasar bajo el arco de la puerta del cementerio, volvió a temblar... por lo que hubo que regresar la estatua al interior del templo (7).
El efecto tranquilizador de estas procesiones debe haber sido notable, puesto que todavía en 1931, luego de un sismo que destruyó muchos edificios, los oaxaqueños se pusieron de acuerdo una vez más para ...sacar en procesión a la Virgen de la Soledad, que desde hacía veintiséis años no salía de su camarín, y así lo hicieron en la tarde del domingo primero de febrero en el amplio atrio el templo, al cual concurrieron más de 15000 personas... (8).
El santuario debe haber cobrado fama desde el primer siglo de su existencia. Así por ejemplo, Fray Francisco de Figueroa da testimonio en 1792 de que ...La Soledad es muy bello templo y un santuario de mucha veneración... (9). Eran las postrimerías del siglo XVIII y muy pronto comenzarían las luchas por la Independencia. Así, cuando Morelos inició la toma de Oaxaca en 1812, hubo muchos lances en torno al templo de la Soledad y al cerro del mismo nombre, sin que se hayan infligido daños al edificio.
Al sobrevenir la desamortización de los bienes del clero, la Soledad fue valuada en 250 000 pesos. Más tarde, en 1863, fue expedido el decreto que ordenaba la exclaustración de monjas. Como el gobernador Juan María Maldonado no había ejecutado el decreto antes de restablecerse la República, en 1867, fue obligado a renunciar bajo la presión de los liberales puros, y fue substituido por Miguel Castro, quien cumplió con la disposición el 16 de mayo de ese mismo año (10). Poco después, en 1874, Francisco Vasconcelos obtuvo del mismo gobernador Castro la posesión del ex-convento, para instalar en él un hospicio, que inicialmente recibió a ...14 pobres de soleminidad y 26 hospiciados (11). La beneficencia llevó el nombre de Hospicio de la Vega en homenaje a la memoria de don Pedro José de la Vega, filántropo español que desde fines del siglo XVIII había dejado una donación testamentaria destinada a una institución hospitalaria para los pobres, sin que se hubiesen aplicado los fondos, hasta que la iniciativa de Vasconcelos logró su objetivo. No obstante, el Hospicio fue clausurado a los pocos años.
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4. GARCIA MANZANO, p. 125.
5. HELLENDOORN, pp. 106 a 107.
6. VAZQUEZ, Genaro, Tercera Parte, p. 49.
7. GAY, p. 427.
8. VAZQUEZ, Genaro, Primera Parte, p. 9.
9. VAZQUEZ, Genaro, Tercera Parte, p. 43.
10. ALVAREZ, Tomo IX, p. 1007.
11. ITURRIBARRIA, p. 120 A 122.
La mayor parte de la decoración pictórica sobre muro y bóvedas se debe a la iniciativa del famoso obispo Eulogio Gillow, quien la concluyó en 1890. La capilla Ecce Homo es de 1901.
El 14 de enero de 1909 tuvo lugar la gran festividad con motivo de la coronación de la Virgen de la Sledad. Medio siglo más tarde, el Papa Juan XXIII concedió al santuario el título de basílica.
Por su parte, el gobierno federal declaró al conjunto monumento colonial el 4 de mayo de 1933, y desde entonces vela por su preservación.
4.-DESCRIPCION ARQUITECTONICA
A la Basílica de la Soledad y sus anexos se llega por un enorme atrio en forma de L invertida, que se extiende al oriente y al sur del templo. El atrio está delimitado por una robusta barda atrial construida con sillares de piedra labrada. Dos portadas atriales muy semejantes dan acceso al recinto. Ambas presentan el vano de acceso flanqueado por jambas y arcos lisos de medio punto que reposan sobre capiteles toscanos. En la portada del lado sur todavía hay una hermosa reja de hierro forjado que llena el medio punto. Encima de los arcos hay discretos frontones quebrados de donde surgen hornacinas con las imágenes de La Soledad, al oriente, y con la de San Sebastián, al sur, enmarcadas por sencillas pilastras, entablamento y pináculos. Tanto el nicho como el remate ascendente de perfil mixtilíneo son obras de albañilería recubiertas por aplanados.
La disposición general del templo sigue la forma de una cruz latina, cuyo eje principal corre de oriente a poniente. Esta orientación permite que el sol de la mañana sea el que ilumine la fachada principal.
La nave se desarrolla a lo largo de seis tramos, incluyendo el crucero y el ábside. El primer tramo corresponde al coro, que está cubierto por una gran bóveda, más alta que las del resto de la nave, como era la usanza establecida para muchos templos oaxaqueños a partir de la solución similar Santo Domingo. Abajo, el sotocoro está cubierto por dos tramos de cañones escarzanos con lunetos. El segundo, tercer y cuarto tramo de la nave están cubiertos por bóvedas vaídas o de pañuelo provistas de linternillas. Las bóvedas descargan su peso sobre los muros laterales y los arcos fajones, que a su vez se apoyan en pilastras de capitel toscano, ligadas entre sí por un sencillo entablamento con resaltos. Los tímpanos ente el entablamento y el arranque de la bóvedas tienen vanos que permiten el paso de la luz a la nave.
El crucero en el quinto tramo parte de cuatro poderosas pilastras en las esquinas, de donde surgen los arcos torales. Entre estos últimos y las pechinas se apoyan un tambor octagonal sobre cuyas caras se alternan ventanas y nichos. Más arriba se eleva la cúpula octagonal gallonada, provista de linternilla.
Los brazos del transepto son más bien cortos, y están cubiertos por bóvedas de cañón corrido de medio punto. Por su parte, el ábside repite otra bóveda vaída, semejante a las de los primeros tramos de la nave, sobre cuya superficie de doble curvatura se ejecutó una decoración a base de yesería con indudable influencia de la de Santo Domingo, aunque menos lograda. Se aprecia un motivo central y otros cuatro en medallones, todo estrechamente ligado por entrelazos y adornos con formas vegetales. Detrás del ábside hay un camarín cubierto con bóveda de arista.
Por el exterior, el templo ofrece una de las volumetrías más logradas de toda la arquitectura religiosa del virreinato y, al mismo tiempo, una de las que muestran con más claridad el acento local y el carácter tectónico de la arquitectura oaxaqueña. A ello contribuye en buena medida el emplazamiento sobre una gran plataforma, al que ya se ha hecho referencia, así como el perfil vagamente piramidal que adquiere el edificio gracias a los masivos contrafuertes escalonados que lo protegen de los sismos. El perfil de la cúpula también contribuye a ello gracias al juego de contrafuertes y escaleras exteriores que la coronan. Desde algunos puntos de vista el edificio puede apreciarse como lo más parecido a una pirámide que llegó a pr oducir la arquitectura colonial, rasgo que no debería pasar inadvertido en una región tan rica en muestras de arquitectura prehispánica.
Pero la arquitectura virreinal, así como la prehispánica, gustaban concentar en ciertas partes del exterior o del interior de los edificios toda la capacidad expresiva de sus artífices. Por eso es notable el contraste entre los severos volúmenes de piedra y las portadas ricamente labradas que existen en el templo de la Soledad, lo mismo que en otros templos oaxaqueños. Por cierto que la función de la portada principal también es estructural y no solamente decorativa. Su planta en forma de biombo permitió a sus constructores alojar un par de contrafuertes que mucho ayudan a resistir los esfuerzos causados por movimientos en el mismo sentido de la nave. Así, habría que clasificar a este elemento como portada-contrafuerte.
Otro rasgo que vale la pena señalar respecto de las dos portadas de la Soledad es la sabia elección de materiales para construirlas. A diferencia de la piedra ocre-verdosa que constituye el material dominante en la mayor parte de los paramentos, para las portadas se escogió una piedra color gamuza, más clara y también más apropiada para labrar sobre ella detalles finos. En cambio, para las dos torrecillas de campanario se utilizó una piedra más verdosa.
La planta en forma de biombo adoptada para la portada principal es un elemento único en la arquitectura colonial, pero no desconocido en España, donde la Universidad de Oñate y la iglesia en Pontevedra cuentan con soluciones de este tipo (12). Por otra parte, no es muy de extrañar su analogía respecto de varios retablos oaxaqueños también en forma de biombos concavos o convexos, como los de Yanhuitlán, Santo Domingo y Santa Elena Xoxocotlán: las funciones iconográfias de retablos y portadas fueron muy semejantes hasta mediados del siglo XVIII, y la nomenclatura empleada para describirlos es común.
En el caso de la gran portada de la Soledad, se trata de una organización de cuatro cuerpos y siete calles, donde la calle central y las dos extremas ocupan el mismo plano del imafronte, mientras que de las cuatro restantes, dos van en derrames o planos oblicuos al frontal, y las dos últimas quedan en posición esquinada, ocupando justamente el vértice donde el plano central cambia de dirección hacia los planos oblicuos.
En el primer cuerpo, el vano central de medio puntto muestra una elegante solución de haz de jambas, que se prolongan en una arquivolta decorada con clave pinjante en forma de escudo. Encima de este elemento hay una inscripción, con la fecha de terminación de la obra y, más arriba, enjutas labradas con decoración vegetal. Diez medias columnas de fuste estriado y capitel toscano se apoyan sobre plintos decorados con rombos, separan las calles entre sí y soportan a su vez un entablamento con resaltos, donde las metopas que alternan con triglifos también están decoradas con motivos vegetales. El escalonamiento apenas perceptible entre los cuerpos hace que las entrecalles esquinadas que flanquean al plano central prácticament desaparezcan en el primer cuerpo. El vértice se adornó simplemente con un inglete formando recuadros. En cambio, en las entrecalles, sobre el plano oblicuo, es este mismo nivel hay curiosos nichos con arcos poligonales, donde se encuentran las imágenes de San Pedro y San Pablo sobre peanas. Las entrecalles extremas llevan el mismo tratamiento, pero con las figuras de San Agustín y Santa Mónica.
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12. HELLENDOORN, pp. 106 y 107.
En el segundo cuerpo ya aparecen completas las siete calles, delimitadas por medias columnas en las que los fustes muestran el tercio inferior decorado con entrelazos manieristas y los dos tercios superiores estriados. Los capiteles son, en este caso, jónicos, y apoyan un entablamento con friso abultado decorado con entrelazos, pero su autor les dio a las volutas proporciones mayores a las del canon clásico. La calle central en este cuerpo lleva uno de los relieves más finos de todos los templos de Oaxaca: se trata de un panel rectangular enmarcado por molduras ricamente decoradas con motivos manieristas, cuatro acodos y cuatro claves, en el que se representa a la Virgen al pie de la Cruz. En las entrecalles contiguas hay relieves de arcángeles sobre peanas; en cambio, en las que siguen a ambos lados aparecen figuras de bulto de un santo y una santa apoyadas en peanas ricamente labradas y dentro de nichos con arcos conopiales. También en este cuerpo se repite el tratamiento en las entrecalles extremas, donde van las figuras de otros santos.
En el tercer cuerpo sólo ascienden las seis pilastras centrales de las diez que llevan el primero y el segundo cuerpos, cambiando el orden de los capiteles, que en este caso es corintio, y la forma de los fustes tritóstilos, ya que la parte superior es salomónica. Sobre lo capiteles corre un entablamento liso, dotado de resaltos y una vigorosa cornisa, encima de la cual se alzan todavía pináculos relativamente chatos. La entrecalle central en este cuerpo está ocupada por el vano de la ventana del coro, con arco poligonal y sencillo marco con algunos detalles labrados en la clave. En las entrecalles contiguas hay relieves de la Magdalena y un Arcángel enmarcados por discretas molduras. En cambio, las que siguen llevan nichos de perfil orlado, con figuras de bulto de San Cristóbal y Santa Bárbara, sobre peanas. Las calles extremas preparan ya el remate, y los tableros con las imágenes en altorrelieve de santos mártires sólo están flanqueados por pináculos que rematan la ascensión de las columnas del cuerpo inferior. Encima de estos marcos hay roleos y entrelazos de intrincado diseño que disminuyen paulatinamente el ancho de este elemento.
En el último cuerpo solamente asciende la calle central. Un relieve de la Asunción de María aparece en un plano de poca profundidad enmarcado por jambas de capitel toscano y un arco de medio punto. Dos robustas pilastras con fuste a base de canaladuras perimetrales y capitel vagamente corintio apoyan un último entablamento liso, con resaltos, de donde todavía emerge un par de discretos pináculos y un frontón quebrado. El imafronte se complementa a los lados con roleos delicadamente decorados sobre piedra blanquecina.
Los campanarios que emergen tras el imafronte son de época posterior. Aún cuando están ejecutados en piedra verdosa armonizan muy bien con la portada y con el resto del edificio. Los vanos de las torres llevan jambas lisas y arcos estriados de medio punto con claves resaltadas, y están protegidos por barandales de hierro forjado de buena calidad. Cada uno está flanqueado por medias columnas de fuste liso y capitel corintio, encima de las cuales corre un entablamento liso con resaltos en las esquinas. Breves pináculos y un tamborcillo octagonal preparan la transición al cupulín hemisférico sobre cada torre. Ambos están recubiertos por azulejos amarillos y azules y ostentan linternillas todavía más pequeñ as rematadas por cruces de hierro forjado.
La portada lateral del templo es menos espectacular, y por sus rasgos parece haber sido ejecutada con posterioridad. No obstante, su calidad no desmerece comparándola con la portada principal. Consta sólo de dos cuerpos: el primero de tres calles y el segundo de una sola. En el primer cuerpo, el vano central está enmarcado por jambas con canaladuras en los fustes y capiteles toscanos, sobre las que se alza un arco, también con canaladuras y clave pinjante, donde aparece la imagen de San Sebastián. Cuatro pilastras sobre plintos con recuadros y curiosos capiteles en forma de moño soportan un entablamento liso con resaltos en los extremos. Entre el arco de la puerta y el entablamento hay enjutas lisas. En cambio, en las entrecalles laterales hay nichos con arcos de medio punto donde se alojan estupendas figuras de bulto en cantera labrada que representan a San Luis y a San Antonio de Padua. El segundo cuerpo lleva otro nicho central con la imagen de San José, flanqueado por pilastras muy estilizadas con fustes de tablero cajeado, influencia del barroco andaluz de fines del siglo XVII, y nuevamente, capiteles de moño. Los pináculos y roleos a los lados son muy discretos, y lo mismo ocurre con el frontón quebrado del remate, del que emerge la imagen de la patrona del templo.
Es necesario referirse a los anexos en la parte posterior del conjunto, donde hay una serie de esculturas muy pintorescas de arcángeles con trompetas. Por la misma razón, vale la pena detenerse ante la portada del ex-convento y visitar lo que queda del claustro original. El complicado diseño del marco de la puerta de acceso deja espacio para tres medallones con flores abradas, mientras que dos pares de pilastrillas titóstilas con capitel seudocorintio soportan cortos tramos de entablamento con decoraciones de cruces. La vigorosa cornisa que pasa por encima soporta a su vez a un barandal de hierro forjado frente al balcón del piso superior, discretamente enmarcado y rematado por un frontón quebrado con perfil de volutas. Completan la disposición de esta hermosa portada dos medallones a los lados con escudos recientes. En cuanto al claustro, es digna de apreciarse la solución que se dio a los pilares que soportan las arcadas en ambos niveles. Se trata de la misma solución adoptada en el antiguo hospital de betlemitas, que todavía puede verse a un costado del templo de Guadalupe: los pilares no son prismáticos sino troncopiramidales, sus caras muestran vigorosas canaladuras y están coronados por robustos capiteles toscanos. No cabe duda de que fray Sebastián, el betlemita autor de ambos claustros, encontró una solución que, al dar mayor base a los pilares, se salía de los estrictos cánones, de la arquitectura de su tiempo, pero a cambio de ello respondía admirablemente a las necesidades estructurales de una región particularmente vulnerable a los sismos.
5.-OBRAS DE ARTE
Tanto el cancel de madera labrada en el acceso principal como el órgano de tubos en el coro son objetos de buena calidad artesanal. Los retablos neoclásicos, de la época del Obispo Gillow, son relativamente sencillos. El principal contiene la vitrina con la imagen de la Virgen de la Soledad, considerada entre las más ricas de América, pues solamente su corona tiene dos kilogramos de oro y seiscientos diamantes (13). Sobre las columnas corintias de la vitrina se apoya un entablamento, decorado que a su vez soporta un cimborrio rematado por una gibria de rayos dorados. A los lados, siguiendo el perfil de la nave, hay pilastras corintias sobre las que se eleva un arco decorado que sirve de marco al abánico de acantos en torno al cimborrio.
En los brazos del transepto hay otros seis altares del mismo estilo pero en distintos tamaños. En una de las esquinas del crucero hay un púlpito de madera con tornavoz de buena factura. Los candiles centrales de cristal cortado en el centro de la nave se complementan con otros a los lados, sostenidos por figuras de ángeles.
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13. GARCIA MANZANO, p. 125.
Las pinturas en el interior del templo son más antiguas. Son seis óleos de buen tamaño, pero por su posición, las condiciones de iluminación en que se encuentran y la falta de limpieza y mantenimiento no es posible apreciar el contenido y la factura en cuatro de ellas. Manuel Toussaint, que los conoció hace medio siglo, se refiere a ellos de la siguiente manera:
...En el templo de la Soledad, seis cuadros de positivo valor, que trajo de Europa don Pedro de Otálora: dos decididamente flamencos: La Magdalena y Santa Margarita, y los otros cuadros, según se dice, italianos: San Jerónimo, Santa Teresa, Santa Catarina y San Benito Abad, por más que el San Jerónimo más parece español. (14)
Frente a esas preseas del arte europeo, los dos grandes óleos de Isidro de Castro que e encuentran en la sacristía muestran los progresos que había alcanzado la pintura colonial a fines del siglo XVIII, y desde luego, la particular visión que los pintores novohispanos tenían de los temas sagrados más conocidos de la cultura eruropea de su tiempo. Así, en una de las telas se representan simultáneamente las escenas de la Natividad y la Adoración de los Reyes. El momento culminante en el que los reyes paganos rinden tributo al Mesías muestra a las figuras reales recién desmontadas de sus camellos. Sólo que estos últimos se interpretaron como caballos con jorogas en el cuello, no en el cuerpo, con lo que adquieren una apariencia fantástica. Otro rasgo interesante en esta pintura es la procesión de otros reyes que también se aproximan al sitio donde se riende pleitesía al Niño Jesús. Para el pintor oaxaqueño era más atractivo representar indígenas americanos que paganos de Asia o Africa, así que optó por intercalar, entre los dignatarios tocados con turbantes, a otros coronados con penachos de plumas.
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14. TOUSSAINT (1983), p. 132.
El otro cuadro de Castro en el mismo local es una escena de la Pasión de Cristo. En ambas telas, Toussaint advierte la influencia de Cabrera (15). Además, hay otros dos cuadros más chicos, en los que aparecen figuras de santas, así como un mueble de madera labrada y un crucifijo de buena calidad. Muy cerca, en la antesacristía, hay un óleo de la Virgen de la Soledad.
El museo ubicado en la parte posterior de la basílica contiene muchos objetos dignos de verse, trajes típicos, acesorios litúrgicos, i mágenes y ex votos. Entre estos últimos hay dos grandes con escenas de naufragios del siglo XVIII. También se exhiben algunos retrato al óleo interesantes: está el del Obispo Angel Maldonado, y también el de una de las fundadoras del convento. El retrato de San Eleuterio también es del siglo XVIII, así como otros óleos con La Adoración de los Reyes, la Anunciación y la Virgen y el Niño. En otro cuadro muy significativo aparece la Virgen rescatando ánimas del Purgatorio, entre las que se encuentran algunas de altos dignatarios eclesiásticos.
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15. TOUSSAINT (1982), p. 190.
ELABORO: ARQ. ALBERTO GONZALEZ POZO
FECHA: 1986.
Inmueble de pertenencia
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Nuestra Señora de la Soledad