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San Francisco
Clave del estudio monográfico
MX-SC-DGSMPC-EM-001088
Estado, Municipio, Localidad
Estudio Monográfico
Clave del estudio monográfico
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Contenidos
1.-ANTECEDENTES
El sitio que actualmente ocupa la ciudad de Guadalajara estuvo poblado aún antes del inicio de nuestra era. En el valle de Atemajac, en efecto, vivieron grupos indígenas conocidos como los quinametzin, a quienes se atribuye haber participado en la fundación de la luego importante ciudad de Teotihuacan. Los rasgos que caracterizan a las sociedades prehispánicas de la zona no incluyen organizaciones en las que la arquitectura, por ejemplo, haya desempeñado un papel tan relevante como en otros sitios.
Unos cuantos años antes de la llegada de los españoles a áreas cercanas al valle de Atemajac, los terrenos que hoy forman parte de Guadalajara pertenecían a indígenas cocas, tecuexes y caxcanes.
Nuño Beltrán de Guzmán fue el conquistador de toda la región conocida como Nueva Galicia. Este personaje llegó a México el 20 de mayo de 1527, con la misión de gobernar la provincia del Pánuco; más tarde, entre el 5 y 8 de diciembre de 1528 llegó a la Ciudad de México a tomar posesión como presidente de la Primera Audiencia, puesto del que se hizo cargo en ausencia de Hernán Cortés, que se encontraba en España sujeto a juicio de residencia y a quien pretendió despojar de algunos bienes. El anuncio del regreso de Cortés a Nueva España hizo a Guzmán tomar la decisión de no enfrentarlo y llevar a cabo nuevas conquistas, especialmente en territorios que no estuvieran ya bajo control de otros españoles. Así, el 21 ó 22 de diciembre de 1529 salió al mando de un ejército compuesto por unos 300 españoles y unos siete u ocho mil indios amigos, a la conquista de la provincia de los Tebles-Chichimecas y en busca de las riquezas y quimeras que se hallaban en el Reino de las Amazonas, el 21 ó 22 de diciembre de 1529. El códice Telleriano-Remensis ubica en el año 11 casa (también 1529) la salida de Guzmán hacia tierras del noroeste.
Después de la toma de Tonalá, en marzo de 1530, el conquistador siguió hacia el norte, donde fundó cuatro poblaciones importantes: Purificación, San Miguel (Culiacán), Compostela y Guadalajara. Esta última fue organizada por Juan Oñate en terrenos que hoy pertenecen a Nochistlán, Zac., y cuya existencia era ya reconocida en documentos fechados el 5 de enero de 1532. En 1533, debido a varias circunstancias -como la hostilidad del medio y al abandono de la ruta que uniría al occidente con el Pánuco- Nuño autorizó el cambio de la ciudad a otro sitio: así el 8 de agosto de ese mismo año los colonos se instalaron en Tonalá a pesar de las indicaciones del conquistador en el sentido de no cruzar el río Santiago. Año y medio transcurrió hasta que, a principios de 1535, el mismo Nuño ordenó que se volviera a cambiar: la ciudad, esta vez a Tlacotán, un pequeño poblado indígena casi inaccesible en el que esperaba no enfrentar las decisiones de la Audiencia de México por cuestiones de límites entre Nueva España y Nueva Galicia. La Tercera Guadalajara llegó a tener, además de algunas medidas de protección, iglesia, plaza mayor y calles que formaron hasta treinta manzanas en las que se construyeron casa de diversos materiales.
Hacia 1537 se definió que Tonalá formaba parte de Nueva España y en 1539 la Corte determinó que el valle de Atemajac fuera considerado territorio de Nueva Galicia; ese mismo año, el 8 de noviembre, Guadalajara recibió título de ciudad y escudo de armas, distinciones ambas de las que se supo hasta 1542, en la cuarta sede de la ciudad.
Las graves dificultades enfrentadas por los colonizadores españoles contra los a lzamientos de los indios vecinos motivaron el cuarto y definitivo cambio de la ciudad de Guadalajara al lugar en el que se encuentra. La hostilidad que privaba produjo batallas desde 1535 y en 1540 se observaba una franca sublevación encabezada por Tenamaxtli. El virrey Antonio de Mendoza participó en diciembre de 1541 en la célebre guerra de Miztón, después de que el 4 de julio de ese año había muerto el adelantado y capitán Pedro de Alvarado a consecuencia de heridas sufridas durante un combate contra los insurrectos.
El 9 de octubre de 1541, se hizo el empadronamietno de los poblados que participarían en la mudanza y a quienes se tenía que dotar de terrenos para la erección de sus casas. El 5 de febrero siguiente se nombraron las primeras autoridades por el gobernador Cristóbal de Oñate y el ayuntamiento se instaló el 15 de febrero de 1542 fecha legal del establecimiento de la ciudad de Guadalajara.
El sitio elegido en el valle de Atemajac no estaba entonces totalmente despoblado; pues allí se encontraban dos pueblos indígenas: San Miguel de Mezquitán, en el que habitaban tecuexes, y San Juan Bautista de Mexicaltzingo, asentamiento de mexicas fundado por el virrey de Mendoza en mayo de 1540 en la margen occidental del río de San Juan de Dios. La nueva ciudad tuvo cuatro núcleos principales: los dos mencionados, su propia traza, comenzada en lo que hoy son las calles de Degollado y Belén, así como San Sebastián de Analco, pueblo que se organizó con tecuexes y cocas que llegaron de Tetlán siguiendo a fray Antonio de Segovia, quien, también en 1542, mudó su convento franciscano al valle.
A partir de la traza original la ciudad comenzó a organizarse y a crecer: hubo dos plazas principales, una de las cuales más tarde ha sido llamada de San Agustín: frente a ella se construyó la primera parroquia que posteriormente fue utilizsada como catedral. También estuvo cerca el hospital y, hacia las actuales calles de Morelos y Angela Peralta, las casas consistoriales y la cárcel pública. El centro, con su mismo trazo, se desplazó unas cuantas cuadras también al poniente y se dispuso en el mismo sitio que hoy ocupa.
En 1543 se detuvo el crecimiento de la población, se construyeron nuevos géneros de edificios -como el molino de trigo que hizo Juan de Saldívar- y se consolidaron los nexos que unían a los colonos. Quienes, junto con los vecinos de las otras ciudades fundadas a instancias de Guzmán, solicitaron durante aquel año la creación de la diócesis de Nueva Galicia.
La Corona, después de haber elevado la petición a Roma y utilizando el Real Patronato, presentó como obispo, en 1545, a fray Antonio de Ciudad Rodrigo, personaje que no aceptó el cargo por humildad. Se nombró más tarde a Juan de Barrios e Infante, que no llegó a tomar posesión porque murió antes de ser consagrado . Por último, se designó a Pedro Gómez Maraver, quien llegó a Guadalajara el 13 de diciembre de 1546 e instaló la catedral en la capilla de San Miguel, edificio que posteriormente dejaría su lugar a Santa María de Gracia.
La bula -orden del Papa- de erección del obispado, del 13 de julio de 1548, señaló a Compostela como la sede, lo cual fue confirmado por el Consejo de Indias en 1552. El obispo Gómez Maraver murió, y su sucesor, Pedro de Ayala, recibió el gobierno eclesiástico en Guadalajara en 1559 apoyado por los pobladores y las autoridades, quienes, después de mucho insistir, lograron que se autorizaran los cambios oficiales de sede de obispado, Audie ncia y Cajas Reales, de Compostela a Guadalajara, mediante cédula de Felipe II del 10 de mayo de 1562.
2.-HISTORIA
Los primeros franciscanos que llegaron a misionar a tierras del actual estado de Jalisco fueron fray Martín de Jesús o de la Coruña y fray Andrés de Córdoba. Ambos formaban parte del grupo de los doce que arribaron a Veracruz en 1524. A Jalisco entraron en 1526 por el sur y luego, junto con otros religiosos de la misma orden, recorrieron un vasto territorio hasta 1529 antes de retornar a Michoacán, de donde habían partido. Otra versión indica que quienes constituyeron la vanguardia fueron los frailes Juan de Padilla y Miguel de Bolonia. De esa época no sobreviven construcciones, pues las que hubo fueron provisionales o no resistieron el paso del tiempo.
Nuño Beltrán de Guzmán no incluyó frailes en el ejército que formó para sus andanzas por el Occidente a partir de 1529, de manera que la evangelización se debe a fray Antonio de Segovia, quien llegó a México en 1525, penetrando en el terrirorio de Jalisco y comenzando su labor en Tlajomulco en 1530. Más tarde pasó a Tonalá, donde construyó un templo con materiales perecederos, quizá el primero formal en esa región. En 1531 se mudó a Tetlán, sitio en el que erigió un convento, también pequeño y de adobe, en el que solían reunirse los misioneros que lo acompañaban.
Fundada la cuarta ciudad de Guadalajara en 1542, los vecinos solicitaron a los franciscanos que establecieran su convento en la nueva sede. Los religiosos accedieron y se instalaron primero en el barrrio indígena de Analco y un año más tarde (1543) en terrenos que actualmente se encuentran en la esquina que forman la calle de Héroes y la calzada Independencia. Entre 1543 y 1550 los franciscanos estuvieron en las proximidades del río de San Juan de Dios. El lugar, sin embargo, ofrecía algunas incomodidades, así que se decidió cambiar la casa a un nuevo predio a un tiro de arcabuz más arriba, en parte seca y enjuta, (1) sitio donde hasta ahora se encuentra; es probable, como refieren algunos autores, que hayan sido simultáneas las obras de demolición y desmonte de una casa con las de edificación de la segunda. Hay noticias, además, en el sentido de que el más importante período constructivo de los franciscanos en el área de Guadalajara ocurrió entre 1530 y 1550, aprovechando las instalaciones que ellos mismos levantaron, como por ejemplo: los hornos para la fabricación de ladrillos.
Se afirma que el cambio a la sede definitiva ocurrió en 1554, aunque ya en 1550 el obispo Pedro Gómez Maraver informaba al Rey de España en una carta de la existencia del monasterio, al que llamaba ... el mejor de este reino. (2)
Unos años después los habitantes de la ciudad solicitaron que se cambiara de lugar la puerta principal del templo, que veía al sur, hacia el barrio de Mexicaltzingo. La petición fue atendida y se cambió la entrada, como hoy se conserva, hacia el norte, de modo que el acceso estuviera relacionado con la ciudad. Esta modificación se terminó en 1570. En 1580 se emprendieron otras obras, el guardián fray Juan López comenzó la ampliación para hacer la iglesia de tres naves, y construyó el claustro y dependencias más amplias para el convento y el claustro.
Hacia 1586, según la Relación del padre Ponce, el conjunto constaba de iglesia, convento (en el que vivían 16 frailes) y huerta, todo construido de adobe.
La iglesia de tres naves quedó terminada hacia 1611, pues el 17 de agosto de ese año fue colocado un altar colateral dorado. El cronista Tello, que tantos datos aportó sobre el inmueble, terminó su rela ción en 1652, cuando el edificio estaba ya totalmente acabado. Sin embargo, nuevas obras tuvieron que realizarse a partir de 1668 bajo la dirección de fray Miguel de Aledo. Esos trabajos incluyeron el remozamiento del templo, que se hizo más grande y de una sola nave de mayor altura, la fachada y la torre. Todo fue terminado, como ha llegado a nuestros días, entre 1692 y 1694 por fray Antonio de Avellaneda. Esta nueva intervención en la iglesia de San Francisco fue la obra más importante ejecutada en su tiempo en Jalisco, no sólo por sus dimensiones sino porque en ella, especialmente en la portada, se realizaron excelentes labores basadas en los lineamientos del estilo barroco salomónico -que se caracterizó por vasta ornamentación de pilastras con fuste de espiral-. Al darse por terminados los trabajos arquitectóicos en el templo, pronto empezaron a aparecer los adornos y los objetos que, como el órgano, completaron el conjunto. También a principios del siglo XVIII el convento sufrió modificaciones. El inmueble estuvo realmente acabado en 1742. El esplendor mayor de San Francisco duró aproximadamente un siglo.
A mediados del siglo XVIII se completó el gran conjunto arquitectónico con seis capillas que estuvieron dentro de sus terrenos; una de ellas, la sobreviviente de Aránzazu, se comenzó a edificar en 1749. Entre las varias reconstrucciones hipotéticas que han ensayado algunos historiadores, destaca la de fray Luis del Refugio de Palacio, que reproduce las condiciones que prevalecían alrededor de 1750.
Hacia 1808 comenzaron a ser retirados de la iglesia los retablos barrocos -caracterizados por su exuberante ornamentación- y ya en 1827 el espacio estaba ocupado por un juego de altares de inspiración neoclásica -en los que predominan los colores blanco y dorado-. En 1860 con motivo de la exclaustración, el convento y el templo cayeron en desuso y un año después comenzaron las demoliciones que habrían de dar a San Francisco su actual fisonomía: primero fueron las capillas y luego las bardas que limitaban el conjunto. Más tarde , con la expropiación, se vendieron todos los terrenos y luego se abrió la avenida 16 de Septiembre, quedando aislada la capilla de Aránzazu.
La apariencia actual de la parroquia se debe a los últimos arreglos urbanos practicados en su área, y, en su interior, a las reparaciones que tuvieron que hacerse con motivo del incendio acaecido el 14 de abril de 1936. El 9 de abril de 1952 se bendijo el nuevo retablo, el 23 de enero de 1958 consagró el templo el arzobispo José Garibi Rivera y durante 1969 fue demolida la última fracción que quedaba de lo que fue el convento.
3.-DESCRIPCION ARQUITECTONICA
Al ser destruido el convento y ser demolidas las capillas, la parroquia quedó sola y separada de otro edificio del conjunto: el Santuario de Aránzazu. El templo de San Francisco ocupa una extensión de terreno semejante a la de una manzana, no la comparte con ningún otro inmueble, de manera que sus cuatro fachadas son accesibles en la medida en que se encuentran liberadas. El acceso principal es el más importante aunque los otros tres paramentos no carecen de interés: la fachada principal ve al norte, a ella se llega después de cruzar el parque que ahora se conoce como Jardín de San Francisco. Este elemento, que es la parte más importante del conjunto, consta de portada y torre: la primera está compuesta de tres cuerpos dentro de un gran arco de medio punto: el primero aloja a la puerta, en arco de medio punto, y a dos pares de columnas salomónicas de ocho vueltas en cuyos intercolumnios se encuentran sendas imágenes soportadas por peanas -pedestales- colocadas sobre recuadros rectangulares; en el segundo cuerpo continúan las columnas salomónicas a los lados de la ventana del coro, que es cuadrada y que se abre en el paramento por arriba del primer entablamento, dejando espacio para una representación de un águila esculpida, en cantera como todo en el conjunto. En las calles -o intercolumnios- de este cuerpo se hallan nichos rematados con conchas e imágenes también apoyadas en peanas. El tercer cuerpo aloja un nicho central ocupado por una imagen de la Limpia Concepción que está limitado por un par de columnillas igualmente salomónicas; en este sector de la portada también se dispusieron los remates de las columnas que recorren los dos cuerpos inferiores. La cornisa del conjunto es curva y sobre ella se colocaron una cruz central y seis almenas -pequeños pilares salientes-. La afortunada relación entre los varios componentes de la portada es producto de sus trazos geométricos y de lo que la ornamentación que cubre enjutas, frisos y jambas, así como la clave del arco, se trataron de una manera pulcra pero discreta según advierte también Elisa Vargas Lugo.
La torre se alza sobre un gran basamento que, incluso, llega a ser más alto que la portada. El campanario está organizado en dos cuerpos principales, uno cuadrangular y el segundo de base octagonal. Su parte superior es una bóveda a manera de media naranja; en cada uno de los cuerpos se abren ocho vanos en forma de arcos también de medio punto los que, junto con los elementos de remate que se encuentran al principio del segundo cuerpo y al arranque de la bóveda superior, contribuyen a vincular este volumen con el resto de las fachadas.
Hacia el oriente se encuentran restos de lo que fue la arquería del claustro, circunstancia que le confiere a la fachada de ese lado, una peculiar apariencia especialmente por la calidad volumétrica del templo; el muro límite por el sur, es un gran macizo en el que se han practicado recientemente trabajos de consolidación; sobre la avenida 16 de Septiembre se halla el acceso lateral poniente que se resuelve mediante dos portadas en extremo sencillas: la primera, que comunica con las oficinas, consta sólo de un arco de medio punto inscrito, por un cambio de tratamiento en la cantería, en una solución a modo de alfiz -recuadro sobre el arco- encima del cual se aloja un nicho vacío terminado en una cruz; la flanquean dos ventanas circulares rematadas cada una por una cruz. La segunda, por medio de la cual se entra a la capilla conocida como del Santo Ce náculo, tiene un primer cuerpo similar a la anterior, pero está rematada por un nicho en el que se conserva una imagen a cuyos lados se encuentran representados dos arcángeles en bajorelieve.
La cúpula se levanta sobre un tambor de base octagonal en cuyas aristas se dispusieron columnas que flanquean ocho vanos rectagulares y que rematan en pináculos; remata la cúpula en una linternilla estilizada de base circular.
El templo se alza sobre planta rectangular; consta de seis tramos divididos por arcos de medio punto. En el primero se localiza el coro; en el quinto se halla la cúpula, que es de planta octagonal aunque se asienta por medio de pechinas -superficies triangulares que se forman entre los arcos- en un anillo de forma elipsoidal; se dispusieron en ella 8 vanos rectangulares que permiten la entrada de luz al recinto; el último tramo, que corresponde al presbiterio, está cubierto por una bóveda casi en cuarto de esfera mientras los otros cuatro se desarrollan bajo bóvedas muy próximas a ser casquetes esféricos cuyas aristas están resueltas básicamente para participar de los motivos ornamentales que las recorren a modo de molduras de artesonado.
El interior de la nave se encuentra poblado por objetos y elementos de origen neoclásico, salvo el retablo que como todo el plan de reconstrucción, se debe a las ideas del padre Pedro Castellanos y de fray Luis del Refugio Palacios.
El retablo que ocupa el espacio del presbiterio fue compuesto al parecer sin tener un modelo al cual imitar: su material básico es cantera de Atemajac y su sistema de composición lo dividió en tres cuerpos en los que fueron resueltos algunos apoyos que siguen los órdenes clásicos. En el primero se basó el arreglo en el oden jónico y se recurrió a las imágenes de Santa Clara de Asís y de San Felipe de Jesús; hacia el centro se hallan un Cristo y el sagrario. El corintio es el orden básico de bases y capiteles en el segundo cuerpo aunque son columnas salomónicas; en él son ostensibles los escudos franciscano y dominico así como la representación de San Francisco de Asís flanqueado, en esculturas de buena factura, por Santo Domingo de Guzmán y San Antonio de Padua. Lo más notable del último cuerpo es el nicho en el que se aloja la imagen de la Purísima Concepción; un escudo con las cinco llagas, la inscripción DOMINE MISERERE NOBIS y varios tramos en los que aparece el cordón franciscano completan este retablo.
Hacia el lado poniente del templo se halla, adosada, la capilla dedicada al Santo Cenáculo, edificio al que también se practicaron numerosas intervenciones y que ahora forma parte de un núcleo mucho mayor en el que se alojan oficinas, bodegas, una habitación, varios dormitorios, una sala de lectura y otras dependencias, además de una capilla privada y la sacristía de la parroquia.
Como parte de la reconstrucción se montaron en la Parroquia de San Francisco muchas pinturas procedentes de otros sitios, pues el tesoro artístico que guardaba terminó por perderse en el incendio de 1936. Entre las obras pictóricas que actualmente conserva, se cuentan 16 lienzos en los que se recuerda a fundadores de órdenes, todos ellos firmados por Juan Correa en 1698; destacan también los siguientes: una Vida de la Virgen realizada en 12 cuadros de forma oval, de José de Ibarra; una Vida de San Antonio, también en serie, atribuida a Miguel Cabrera; y, entre otros, un Apostolado procedente del siglo XIX.
4.-NOTAS Y BIBLIOGRAFIA
(1) JIMENEZ, Jesús. Op. cit., p.169.
(2) JIMENEZ, Jesús. Op. cit., p.169.
Enciclopedia de México, tomo V, segunda edición, México, 1977
Historia de Jalisco, edición del Gobierno del Estado de Jalisco. Tomo I. Jalisco, 1980,
CORNEJO Franco, José. Guadalajara colonial, edición facsimilar de la de 1938. Consejo de Colaboración Municipal. Jalisco., 1970.
CORNEJO Franco, José. La calle de San Francisco, edición patrocinada por el Banco Industrial de Jalisco. Jalisco, 1945.
JIMENEZ, Jesús. Antiguo San Francisco, en: Primer curso de Información sobre Guadalajara, José López Portillo y Rojas, edición del Departamento de Bellas Artes de Jalisco. Jalisco, 1975.
DAVILA Garibi, José Ignacio. Apuntes para la Historia de la Iglesia de Guadalajara.
Tomo I, Editorial Cultura, T.G.S.A., México, 1957.
KUBLER, George. Arquitectura Mexicana del Siglo XVI, Fondo de Cultura Económica, México 1983.
VARGAS Lugo, Elisa. Las portadas religiosas de México. UNAM. México, 1969..
OROZCO, Luis Enrique. Iconografía marina de la Arquidiócesis de Guadalajara. Tomo I, Guadalajara, 1954.
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