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San Francisco
Clave del estudio monográfico
MX-SC-DGSMPC-EM-000445
Estado, Municipio, Localidad
Estudio Monográfico
Clave del estudio monográfico
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Contenidos
1.-ANTECEDENTES
La región de lo que actualmente es el estado de Chihuahua estuvo poblada en tiempos prehispánicos por una gran cantidad de grupos indígenas. El historiador Francisco R. Almada asciende a 94 el número de dichos grupos, todos ellos de un grado de desarrollo cultural muy inferior al de los grandes imperios del sur del país, aún cuando algunos de ellos dejaron interesantes muestras de sus adelantos técnicos y artísticos en Casas Grandes (la antigua Paquimé) y otros sitios, en general poseían una agricultura incipiente en los sitios en los que la naturaleza era más benigna, mientras la mayoría no habían superado la etapa de cazadores-recolectores que vivían en constantes desplazamientos en las grandes llanuras desérticas y las abruptas sierras.
A mediados del siglo XVI, los relatos del fabuloso viaje de Cabeza de Vaca y sus compañeros, propiciaron las míticas exploraciones de Fray Marcos de Niza y Francisco Vázquez de Coronado, los cuales llegaron a muy remotas regiones norteñas pero no dejaron ningún centro de colonización estable.
La colonización vendría poco después y estaría basada en intereses más concretos: las enormes riquezas mineras descubiertas en aquellas lejanas tierras. Dos grandes descubridores y colonizadores penetraron de una manera firme en el hoy estado de Chihuahua: uno de ellos, Don Francisco de Ibarra, obtuvo permiso del virrey Luis de Velasco, para incursionar al norte de Zacatecas, fundó, por medio de su teniente Alonso Pacheco, la villa del Guadiana (Durango) y organizó el gobierno de lo que él llamó, reino de Nueva Vizcaya. Por otro lado Don Rodrigo del Río, también futuro gobernador, había denunciado en 1564 las ricas minas de Santa Bárbara y junto con Baltasar de Ontiveros, fueron los primeros ganaderos de la región.
La colonización fue acompañada desde el primer momento por la evangelización de los indígenas a cargo de los misioneros. Los franciscanos en primer lugar, poco después llegarían los jesuitas, adelantándose en ocasiones a los exploradores y colonizadores. De esta forma, coincidiendo con la fundación de San Bárbara y la explotación de sus ricas minas, los franciscanos tenían ya, los Hijos de San Francisco, a poca distancia, en un hermoso paraje su primer convento, el de San Bartolomé, del cual se irradió el trabajo de evangelización no solamente a la Nueva Vizcaya, sino a Nuevo México, según le llamó su descubidor Fray Agustín Rodríguez, y territorios aún más lejanos.
De Santa Bárbara y San Bartolomé salieron el mencionado Fray Agustín Rodríguez en 1578 para descubrir el Paso del Río del Norte. Poco después lo seguirían Don Francisco Sánchez Chamuscado (en compañía del mismo fraile en el año de 1581), Don Antonio de Espejo con Fray Bernardino Beltrán en una expedición en 1582 y en 1598 la gran tarea colonizadora de Don Juan de Oñate que incorporó oficialmente todos los territorios norteños a la corona española.
Durante casi cien años la parte central de la Nueva Vizcaya fue más que todo, territorio de paso y exploración. Las rutas hacia el Paso del Río del Norte seguían los cursos de los ríos Conchos y Grande, la del oeste, más peligrosa, por los territorios de apaches, sumas y janos, la central era poco frecuentada por su tremenda sequedad. Los límites a los que a fines del siglo XVII habían llegado los buscadores de vetas mineras y algunos hacendados, eran aproximadamente los del río Chuvíscar. Hasta allí llegaron los franciscanos a fundar la Conversión del Nombre de Dios en lo que actual mente abarcan los límites de la ciudad de Chihuahua, en 1697.
Fray Gerónimo Martínez dejó en el lugar a Fray Alonso Briones cuando se sintió el fuerte impacto causado por los descubrimientos de la enorme riqueza minera de Santa Eulalia, que dieron gran importancia a la región al grado de ver la necesidad de fundar una alcaldía mayor en la confluencia de los rios Chuvíscar y Sacramento. Fue así establecida San Francisco de Cuellar que poco tiempo después se transformó en San Felipe el Real para llegar a ser la ciudad más importante de la Nueva Vizcaya.
Mientras tanto, la labor de los franciscanos continuaba con el establecimiento de numerosas misiones en el territorio que se les había asignado y que comprendía la parte llana del reino hacia el oriente. La atención espiritual de los habitantes de las ciudades correspondía por decreto de las autoridades eclesiástica al clero secular, pero, a pesar de esta disposición, la presencia de los franciscanos era necesaria.
2.-EMPLAZAMIENTO
En más de un aspecto han sido similares la historia y el desarrollo del templo de San Francisco con los del templo mayor de la ciudad. Ambos proceden de la misma época, han tenido importancia primordial en los principales acontecimientos de la vida de la ciudad, fueron puntos de referencia importantes, visibles desde cualquier punto de la población y actualmente, ambos también se ven avasallados por el enorme crecimiento de la ciudad y sus modernos edificos. Si bien es más grave el daño causado a la imagen urbana en el caso de los elevados edificios construidos en la plaza de armas, por ser la catedral el eje de ella y de todo el trazo de la ciudad, es también de lamentar el casi absoluto ocultamiento del tempo de San Francisco por los edificios circundantes.
La zona en que se encuentra el templo pertenece al lado oriente del centro de la ciudad que concentra una gran parte de la actividad comercial de ella. Zona de gran movimiento de personas y vehículos, participa del tipo de actividad comercial de la parte de oficinas públicas y privadas y comercios afines que predomina cerca de la plaza de armas y también del comercio de abasto diario más común hacia el lado opuesto. Los elevados edificios cercanos a los palacios de gobierno rodean a San Francisco desde el poniente y a muy corta distancia. Los más inmediatos al templo tienen menor altura, pero siempre suficiente para impedir su apreciación completa.
Afortunadamente el templo tiene hacia el frente la calle de la Libertad, calle de muy poca amplitud, pero que contiene en el lado opuesto, un pequeño espacio libre jardinado, que sería casi una plaza del templo, si existiera una mayor correspondencia espacial entre ambos. Y este espacio a modo de respiro urbano, proporciona al histórico edificio un mínimo punto de vista, al menos para parte de la fachada.
El templo y sus dependencias anexas tiene como colindancia poniente al la calle 15a., aún más angosta que la del frente y en este caso es casi imposible alguna apreciación visual de esta fachada.
Hacia el sur, la fachada posterior de los locales anexos del templo da a la callde Aldama, más amplia y transitada que las anteriores y desde la que es posible observar parte de la cúpula y las edificaciones contemporaneas del conjunto.
La colindancia restante, al oriente corresponde al resto de la manzana de lo que en algún tiempo fué propiedad del convento, pero que desde el siglo pasado es propiedad particular, fraccionada en la actualidad en inmuebles de muy diferentes dimensiones, estilos y usos.
En general, puede decirse que el templo de San Francisco se encuentra rodeado de los principales edificios históricos de la ciudad de Chihuahua. A poca distancia están: la catedral con la plaza de armas, el palacio municipal, el palacio federal, construido sobre el terreno que ocupó el Colegio de Nuestra Señora de Loreto, en cuya capilla fue juzgado y fusilado el Padre de la Patria, algunos otros edificios construidos en la época porfiriana, varios monumentos y otros puntos de interés, insertos todos en una traza urbana ajena a la interrelación que era de desear entre todos ellos.
3.-HISTORIA
La construcción del templo de San Francisco de la ciudad de Chihuahua se sitúa entre el año de 1717 en que la inicia Fray Miguel Najar y el de 1741 en que puede considerarse terminado. Su origen tiene involucradas numerosas circunstancias de mucho interés.
Las autoridades religiosas, primero mediante el obispado de Guadalajara que tenía jurisdicción hasta la actual Chihuahua y después el recién establecido obispado de Durango, habían reglamentado el trabajo misional de las dos órdenes existentes en la Nueva Vizcaya, franciscanos y jesuitas, para que desarrollaran su labor entre los indígenas de la región, quedando la población mestiza y blanca a cargo de la atención espiritual del clero diocesano. A la fundación del Real de San Francisco de Cuellar (Chihuahua) en 1709 estaba encargado de la misión (conversión en la terminología franciscana) de Nombre de Dios, Fray José Zamora, quien se vió obligado a ceder el lugar al Pbro. José García Valdez, antiguo párroco de Cusihuiriachi, quedando así desplazados los franciscanos de la nueva ciudad. Pero la cuestión de las jurisdicciones distaba mucho de esta resuelta. Años antes, en la entonces más importante ciudad de la región, el Real de Minas de San José del Parral y mediante enconadas disputas, habían terminado por tolerar, dentro de la ciudad, un prestigioso colegio atendido por los jesuitas y un importante convento franciscano. Algo semejante sucedería en la actual capital del estado.
Los misioneros habían cubierto satisfactoriamente el trabajo que se les había encomendado entre los indígenas en sus respectivas zonas; los jesuitas evangelizaban a los tarahumares desde Huejotitlán hasta Papigochi y San Francisco Javier de Satevó y los franciscanos cubrían toda la parte llana desde San Bartolomé hasta el Paso del Río del Norte y Janos. El Real de San Francisco de Cuellar se encontraba en la zona franciscana, pero a muy poca distancia de la asignada a los jesuitas cuando se sucitaron algunos acontecimientos importantes para la ciudad.
Uno de los primeros personajes notables de la ciudad fue el General José de Orio y Zubiate, quien presentó una iniciativa ante el gobernador D. Manuel de San Juan y Santacruz y el obispo de Durango Dr. Pedro Tapiz, para que se declarara patrono del Real a San Francisco de Asís, iniciativa que fue aprobada y celebrada con grandes fiestas el 4 de octubre de 1717. Es notable la coincidencia de fechas con la de la iniciación de los trabajos para la construcción del templo dedicado precisamente a San Francisco, si se toma en cuenta que, anteriormente a esa fecha, desde 1715, los franciscanos tenían autorización para establecer en el lugar un hospicio con capilla para los naturales, lo cual sí estaba dentro de las disposiciones aprobadas. El apoyo del general Zubiate se vió reforzado el año siguiente en el que, debido a la creciente importancia del lugar, el virrey marqués de Valero erigió el real en villa con el nombre de San Felipe el Real de Chihuahua y nombró alcalde a José de Orio y Zubiate. El aspecto político de aquella amplia maniobra que propició la construcción del templo de San Francisco, tuvo dos fascetas; la autorización tácita para invadir la jurisdicción del clero secular mediante la citada intervención del Gra. Zubiate y la compensación recibida por los jesuitas, quienes, apoyados por el gobernador San Juan y Santacruz, obtuvieron, directamente del virrey, la autorización para establecer, a poca distancia del templo de San Francisco, el Colegio d e Nuestra Señora de Loreto de San Felipe el Real de Chihuahua el 25 de noviembre de 1717.
Durante el resto de la época colonial, el templo de San Francisco y sus locales anexos tuvieron una actividad constante. No se tienen datos exactos acerca de la magnitud del trabajo realizado en el hospicio, si llegó efectivamente a funcionar como tal, pero el templo contó con la devoción popular, la escuela básica que atendieron los franciscanos a partir de 1721, fue la primera que funcionó en la ciudad, según nos recuerda una placa alusiva y el convento fue lugar de paso y abrigo para muchos misioneros franciscanos que pasaban por Chihuahua rumbo a sus puestos en el Nuevo México, Arizona y aún allá, provinientes de la Custodia o convento principal de San Bartolomé (V. de Allende), dependiente a su vez del de Zacatecas.
Durante la guerra de Independencia, la capilla de San Antonio del templo de San Francisco recibió los restos de D. Miguel Hidalgo, después de su trágico fusilamiento en 1811 y los guardó hasta su traslado a México en 1823. En esta misma época, se destacó el hecho negativo de un fraile residente en el convento, Fray Joaquín Arenas que habiendo principiado su labor en el lugar con la enconmiable fundación de una escuela de segunda enseñanza, manchó su historial en forma definitiva al involucrarse en una conspiración que pretendía restaurar el dominio español.
A la postre fue fusilado.
Más tarde, en el tiempo de la Reforma, fueron secularizadas las valiosas propiedades del convento en la ciudad y una hacienda que poseía como patrimonio en la actual Delicias que así pasaron a manos de particulares, mediante el pago de cinco mil pesos por cada una de las propedades.
En la actualidad, el templo de San Francisco conserva una gran magnificencia en sus dos funciones: como punto de incuestionable interés artístico e histórico del patrimonio cultural de la ciudad de Chihuahua y como centro tradicional de la devoción popular en los servicios religiosos que presta en forma continua.
4.-DESCRIPCION ARQUITECTONICA
La condición actual del templo de San Francisco corresponde, en forma evidente, a la síntesis de la evolución social y estilística por la que ha atravezado toda la ciudad a lo largo de su historia y el templo como protagonista de esta misma historia.
En su aspecto exterior evidencia su origen de la época misional en la austeridad franciscana de su fachada, atenuada únicamente en los airosos diseños de la torre y un poco más atrás, de la cúpula.
A corta distancia, es posible tener una completa apreciación de la fachada, gracias al pequeño atrio que abarca todo el frente del templo y su entrada lateral. Este pequeño espacio libre contiene pocos elementos en su piso pavimentado en cantera; algunos sicomoros jóvenes, colocados significativamente como corresponde al árbol distintivo de la ciudad y el águila estilizada en su pedestal de piedra, parte de la serie de monumentos conmemorativos de la Ruta de la Libertad, seguida por Don Miguel Hidalgo y que en este lugar reviste una especial importancia dentro de esta serie por marca rl fin de aquel camino, a la vez trágico y glorioso del Padre de la Patria. En sus paramentos a las dos calles colindantes, el atrio está limitado por una murete de cantera y reja metálica sostenida en extremos y esquina con columnas también de cantera.
La fachada está realizada en un solo paño, del que participan, modificando sus respectivas alturas, una sección central que contiene la entrada al templo, la ventana del coro y el arranque de la torre, una sección de menor altura hacia el poniente con la entrada a la capilla de San Antonio y en el lado oriente, el zaguán que, alguna vez, dió paso al convento. La entrada al templo se destaca mediante dos gradas que la elevan del atrio y sobre las que se apoyan dos pilastras de sección rectangular, con basa capitel doble a modo de imposta y fuste con tablero marcado con un simple bajorrelieve. Completa el marco de la puerta un arco de medio punto que sigue las lineas de las pilastras y con una cruz muy simplemente ornamentada, labrada en la clave. Sobre la entrada, una pequeña cornisa, al ancho de la entrada, sobre la que se abre la ventana del coro, un simple vano rematado en medio punto sin marco con algunas poco afortunadas piezas de ornamentación en cantera a los lados. Hacia el poniente, la puerta de la capilla de San Antonio posee las mismas características de la puerta del templo, con la única diferencia de un óculo redondo con marco de cantera sobre la cornisa superior. El extremo oriente contiene la puerta del antiguo convento con la ornamentación más valiosa de la fachada. Un austero marco rectangular de cantera con moldura doble en bajorrelieve en toda su extensión, contiene la puerta y sore ella, una cornisa con algunas molduras en la parte superior sostienen un gran escudo con el emblema franciscano, flanqueado por dos pináculos estilizados a cada lado.
La torre es de un solo cuerpo, de planta cuadrada y dos luces rematadas en medio punto con imposta en cada cara. Su diseño se ve aligerado con tres pilastras de sección semicircular que enmarcan las luces y sostienen una doble cornisa quebrada adornada con pequeños pináculos en el arranque del cimborio octagonal que, mediante una cornisa y ornamentación similares recibe el remate en forma de cúpula con una linternilla tratada al modo del cuerpo principal, simplificado con cuatro luces y cruz metálica.
Completan la fachada dos placas de cantera conmemorativas de la fundación de la primera escuela de prim era enseñanza de la ciudad y del lugar que recibió, como primera sepultura, los restos del Padre Hidalgo.
Las fachadas lateral y posterior han sido completadas en fecha reciente, no contienen elementos de ornamentación antigua y su tratamiento es a base de de paños lisos en blanco y gran sobriedad en vanos, botaguas, etc.
La entrada abre hacia el sotocoro de donde parten dos entradas laterales. La de la izquierda a una pequeña capilla de la Virgen de los Dolores, casi un nicho en el cubo de base de la torre, a un lado y debajo de la escalera de subida que tiene su embarque por la parte exterior y hacia el lado opuesto a la histórica capilla de San Antonio. Esta posee planta rectangular con los muros laterales ochavados hacia el centro para formar el presbiterio. Su estructura es a base de espesos muros de carga y cubierta enmorillada con vigas que cubren todo el claro. La iluminación proviene de dos ventanas alargadas y sin ornamentación que dan a la calle lateral (poniente).
La planta del templo está desarrollada en una sola nave con crucero. La cubierta es de bóveda apoyada en muros de carga y el crucero está resuelto con arcos formeros de cantera trabajada en forma rústica con junteado aparente que continúa con el mismo tratamiento hasta las columnas que los soportan mediante una pequeña imposta. Las pechinas no tienen ornamentación y sobre ellas se eleva un corto tambor con cuatro ventanas cuadradas enmarcadas en cantera con el mismo acabado de los arcos. La cúpula es de media naranja con nervios interiores, rematada con una linternilla de las mismas características de la que corona la torre. El presbiterio remata en un muro perpendicular a los laterales que contiene un altar con ornamentación en cantera, de reminicencias neoclásicas y detalles en dorado, en el que destacan cuatro columnas corintias que enmarcan tres nichos y un gran remate en cornisa mixtilinea. Este muro oculta de la nave el ochavado de los muros laterales que formó el ábside primitivo, al cual se accede desde los locales laterales del presbiterio y en donde se encuentran los restos del retablo original de madera estofada.
Hacia la mitad de la nave, en el muro oriente, se encuentra la entrada a la capilla de Guadalupe que participa de las características de la de San Antonio, en dimensiones menores.
Las capillas laterales del crucero ostentan sendos retablos ricamente ornamentados y comunican en el lado oriente con la Sala de Angeles y en el lado opuesto con la sacristía, locales ambos que ocupan los espacios laterales correspondientes a la extensión del antiguo presbiterio.
El resto de las construcciones que forman parte del conjunto no mantienen ninguna relación de estilo o función con el templo propiamente dicho y en otro aspecto, carecen de relevancia como obras arquitectonicas, son únicamente locales de diversos servicios para la actividad parroquial situados entre el templo y la calle de Aldama, al sur, con un salón de usos múltiples entre la colindancia oriente y el Salón de Angeles y la capilla lateral.
5.-OBRAS DE ARTE
Rico en verdad es el acervo artístico del templo de San Francisco de Chihuahua. Este acervo consta de dos partes principales: las obras de arte integradas a la arquitectura y por otro lado la notable colección de pinturas actualmente bajo el cuidado del templo.
Con respecto a la primera parte de estas obras de arte, destacan en primer término los dos notables retablos que ocúpan las capillas laterales del crucero y de las que solamente una de ellas contiene altar integrado y por tanto, inadecuado para la liturgia actual, quedando en esta forma ambos como capillas más que altares laterales.
Muy diferente en todos sentidos resultan los diseños de los retablos. En el lado poniente el retablo corresponde al estilo más cercano al último periodo del barroco mexicano, con abundante integración de los elementos arquitectónicos usuales en esta etapa del barroco. Desarrollado en un tríptico ochavado de dos cuerpos, destacan en primer término los elaborados estípites que conforman el tríptico en diseños similares pero diferentes en cada cuerpo. Otros estipites menores enmarcan la figura en relieve de la Virgen de la Luz, configurando así un original ciprés. En los laterales de ambos cuerpos, cuatro grandes oleos con figuras únicas de pie de varios santos conforman una unidad pictórica muy bien lograda. Al centro del segundo cuerpo el paño tiene una cruz casi dibujada sobre la madera, delimitada con muy simples molduras sobre el fondo dorado, sin crucifijo con un nutrido follaje que se eleva desde jarrones a ambos lados. El resto de los espacios correspondientes a intercolumnios, frisos, peanas, tímpanos, etc., está cubierto por el mismo tipo de follaje con adiciones de ángeles y querubines en puntos importantes y con una absoluta simetría. Al centro del sotobanco, tan generosamente ornamentado, destaca desfavorablemente el altar de mármol con planos y ángulos rectos.
En la capilla oriente del crucero, el retablo está también desarrollado en tríptico sobre un sotobanco sin más ornamentación que varios tableros coloreados. El banco tiene carácter de pedestal del ciprés con una gran cornisa quebrada en varios ángulos rectos, sobre el que se encuentra el nicho principal que destaca del conjunto por sus lineas rectas y carencia de ornamentación, realzando así un poco más la escultura del Nazareno, una talla en madera policromada de gran calidad y arraigo en la devoción popular. A ambos lados del Lazareno se encuentran dos óleo con marcos mixtilineos, uno un poco mayor y de las mismas características con una escena de la Crucifixión ocupa la parte superior con dos más, en medallones a los lados. Completan la parte pictórica del retablo dos pinturas laterales, a la altura del banco en marcos de caprichoso diseño. Todos los marcos están notalemente realzados del paño general, situación que, con algunas cornisas, proporciona relieve y profundidad al conjunto que obtiene su unidad con detalles más bien sobrios de follaje en tímpanos y laterales y molduras quebradas y en volutas que completan la ornamentación.
Al lado de estas magníficas muestras del arte barroco, resulta hasta cierto punto anodino el altar mayor, ya descrito, que a lo más puede servir de marco a dos muy buenas tallas de San Francisco de Asís y Santo Domingo que ocupan los nichos laterales y una escultura de la Purísima, al centro.
Los óleos del retablo de la Virgen de la Luz y los de las escenas de la Pasión del retablo del Nazareno, todos de excelente factura provinientes de la escuel a mexicana de siglo XVIII, forma, junto con el resto de las pinturas dispersas en diferentes dependencias del templo, una valiosa pinacoteca, digna de una cuidadosa y adecuada conservación, así como de espacios suficientes y bien acondicionados para su completa apreciación, de lo que actualmente carece.
En la capilla de Guadalupe existe un óleo de la Patrona y una interesante serie de cuatro, menores en tamaño, con escenas de las apariciones. Repartidos entre la Sala de Angeles, la sacristía, la capilla de San Antonio y el coro, se encuentran el resto de los óleos; los hay de buen tamaño (entre 1.00 x 2.00 y 1.00 x 1.30) como un San José, un Ecce Homo, otro de la Virgen de Covadonga, la Sagrada Familia con San Francisco y en menor tamaño y diferentes grados de calidad podemos encontrar cuadros de San Francisco, San Gregorio Magno, San Pedro Pascual, San Nicolás Tolentino, San Miguel, una Crucifixión, una Virgen con Corderos, San Agustín, el Beato Sebastián de Aparicio y una Virgen con San Antonio. Casi todos pueden situarse dentro de la citada escuela mexicana del siglo XVIII.
El resto de la imaginería corresponde a cuatro o cinco esculturas y un via crucis convencionales, pudiéndose decir lo mismo de los accesorios y equipamiento que cumplen su función sin mayor relieve.
ELABORO: ALBERTO VALENCIA
FECHA: 1984.
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