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Nombre del Inmueble
San Lucas
Clave del estudio monográfico
MX-SC-DGSMPC-EM-001153
Estado, Municipio, Localidad
Jalisco > Tlajomulco de Zúñiga > San Lucas Evangelista (140970031)
Estudio Monográfico
Clave del estudio monográfico
MX-SC-DGSMPC-EM-001153
Contenidos
1.-ANTECEDENTES
Todas las informaciones acerca de los antecedentes remotos del pueblo de San Lucas coinciden en señalar que estuvo poblado desde la misma época en que se organizaron los otros asentamientos ribereños del Lago de Cajititlán. A diferencia de los que sí conservaron su nombre indígena, San Juan y San Lucas deben su tradición a la fundación española que tuvo lugar sobre los antiguos agrupamientos.
Todos los conjuntos, prácticamente, que hoy forman parte del municipio de Tlajomulco estuvieron integrados desde el principio del siglo XVI bajo la autoridad del cacicazgo que se ejercía desde el mismo Tlajomulco que, a su vez, era parte de la jurisdicción gobernada por el hueytlatoanazgo de Tonalá. Los tiempos de la conquista y la colonización españolas también mantuvieron relativamente unidos por lo menos a los poblados asentados en las orillas del lago pues fueron evangelizados y atendidos por los mismos frailes franciscanos. El lago pues, ha contribuido desde siempre al mantenimiento y en buena medida al desarrollo de todas las localidades fincadas en su alrededor, entre las que existen nexos de la mayor importancia.
Para los franciscanos cristianizadores el conjunto de localidades no podía ser más atractivo tomando en cuenta las pequeñas distancias que las separan y las vocaciones comunes que los emparentaban. Los habitantes de San Lucas, como los de los otros sitios, habían comenzado siendo pescadores, cazadores y pequeños agricultores pero fueron cambiando sus hábitos y sus medios de subsistencia con el correr de los años del virreinato: en efecto, particularmente San Lucas llegó a ser un lugar famoso por la calidad de los trabajos de cantería que ejecutaban sus pobladores. En épocas mucho más recientes, a resultas de los intentos por desecar el lago en 1948 (1) quienes habitaban Cuyutlán y San Lucas sintieron próxima la ocasión de cambiar sus vidas si se dedicaban a la agricultura en terrenos tan aparentemente fértiles como les iba a dejar la desecación justo en frente de sus pueblos gracias a la mejor posición topográfica de sus asentamientos respecto de las cotas máximas del embalse. La completa desaparición del lago estaba destinada a ser el motivo por el que cambiaran totalmente todos los pueblos pero, por fortuna, fue posible evitar que se siguiera adelante con la idea y, finalmente, el lago sólo perdió algo así como una tercera parte del área que ocupaba. A partir de entonces intentaron restabecerse los métodos de vida que fueron tradicionales en el pasado: los pescadores volvieron a aparecer en sus canoas especialmente desde Cajititlán, Cuexcomatitlán y San Juan Evangelista. En Cuyutlán se decidió adoptar en definitiva a la agricultura como principal medio para la obtención de recursos, igual que en San Lucas los cambios se orientaron por regresar, una vez más, a la cantería y al trabajo de piedras en general (2).
San Lucas es, quizá, el poblado que más lentamente se ha desarrollado, lo que no deja de ser lamentable aunque eso haya sido -y sea- una razón gracias a la cual ha sido posible la conservación no sólo de su espléndida iglesia, sino de muy numerosas formas arquitectónicas y de agrupamiento vernáculas ya tradicionales.
2.-EMPLAZAMIENTO
El Lago de Cajititlán sigue siendo el motivo principal en los paisajes y en el entorno del conjunto urbano de San Lucas por más que las aguas no estén ahora tan próximas a los remates de las calles y al caserío. Algunas de las perspectivas de la capilla desde el suroeste todavía incluyen al lago a una muy corta distancia y visible sólo a través de las frondas de algunos árboles. El poblado no tiene propiamente una plaza y casi diríase que tampoco calles, viejas o nuevas, que desemboquen en un espacio común situado en las cercanías de la capilla: las construcciones que integran el vecindario se desarrollan en una zona y sobre calles ubicadas un tanto al sur de la iglesia, de manera que prácticamente todas las relaciones que establece el inmueble son con los paisajes relativamente lejanos o con los árboles y los matorrales que crecen en terrenos del atrio o en sus inmediaciones.
La ausencia de otras edificaciones en la ubicación de la capilla es una fortuna, pues esa única circunstancia hace aparecer al edificio con un mayor vigor del que naturalmente le prestan sus propios elementos. La falta de desarrollo del pueblo ha sido una poderosa razón para que la mayor parte del tiempo transcurra sin que aparezcan visitantes o fieles. La condición actual del templo, pues, es la de un cierto aislamiento que lejos de perjudicarlo podría aceptarse que lo beneficia en la medida en que se le puede tomar como un remanso, en el cual florecen las vinculaciones entre el paisaje natural más variado y la más espléndida arquitectura popular.
Los dos accesos para vehículos que conducen al pueblo de San Lucas -desde San Juan y desde Cuyutlán- hacen participar al edificio religioso en los remates y en las perspectivas que se forman hacia el pueblo. En el caserío se advierten también evidencias de un pasado mejor, aunque siguen siendo muy respetables la mayoría de las soluciones vernáculas de vivienda, toda vez que en ellas la vegetación desempeña un importante papel como acompañante y hasta como complemento.
Los exteriores de la propiedad federal, es decir, las zonas que terminan en la barda del atrio o en paramentos del inmueble y sus anexos, son básicamente tierras de labor, por el norte, el poniente y parcialmente el sur; los terrenos hacia el poniente pertenecen a la vía pública y es presumible que en ellos se pensó alguna vez en construir u organizar una plaza. En unos y otros predios ocurren cambios acordes con las estaciones de año y con los períodos de floración, de manera que la capilla vive sobre un campo siempre cambiante y siempre rico. El atrio mismo, que es sensible a las secas o a las temporadas de lluvias, también florece la vitalidad de los cambios como atractivos adicionales de la arquitectura realizada en cantera. El templo, finalmente, solía formar parte del andador que hizo la costumbre para comunicar el núcleo del pueblo con los embarcaderos: aunque las formas de vida han cambiado y ya casi nadie utiliza esa circulación para entrar o salir del poblado desde o hacia el lago, algunos de los habitantes del conjunto que llegan en transportes colectivos todavía se atreven a revivir aunque sea por muy corto tiempo, las sensaciones que vivieron sus antecesores al tener en su templo el primer o último contacto con las construcciones del pueblo.
3.-HISTORIA
La capilla de San Lucas es un edificio, como otros muy numerosos de origen vernáculo construido a través de varias etapas en las que se fueron agregando elementos hasta completar totalmente el proyecto. El edificio conserva, por fortuna, una serie de inscripciones en las que se dejó constancia no sólo de la conclusión de algunos avances sino, incluso, del nombre de uno de sus autores, el maestro cantero que realizó trabajos en por lo menos otros dos pueblos de la región y al que tal vez asistieron algunos miembros de su familia; en efecto, los nombres de Martín Sebastián y Juan Sebastián aparecen varias veces... (3) vinculados con fechas que conducen a pensar en la obra del santuario de Guadalupe del pueblo de Cajititlán. Las fechas y las leyendas que constan en el edificio son, en orden cronológico, las siguientes: Abril a 3 1640 en la ventana de la portada; A 8 de mayo de 1719 de Arcas de Martín Sebastian Juan Gerónimo Maiordomo del Regidor, en la cruz atrial; 8 de Mayo de 1740 (o 1746), sobre el marco que forma la ventana situada en el cubo de la torre; Al Mtho. Sebastián 1766 se lee en la clave del arco que aloja la puerta de la sacristía; 21 de Julio Franco de la Cruz Atbe. o P Gerónimo Manso (4) en la casa cural. Otras dos, parcialmetne ilegibles, contienen las siguientes fechas: 2 de julio 1732 en la ventana al sur de la portería; y 1739 en la base de la clave del arco de acceso.
La importancia y la riqueza relativas del pueblo durante el siglo XVII quedaron de manifiesto no sólo en la calidad de la obra arquitectónica emprendida entonces sino aún en buena parte de las decisiones previas a los trabajos: sí, es evidente que hubo algunas influencia que condujeron a la adopción del modelo de planta de tres naves al tiempo que se procuró aprovechar la excelente mano de obra local para los trabajos de cantería.
El modelo pudo ser en opinión de varios investigadores, el templo del convento franciscano del cercano pueblo de Tlajomulco, obra que, a su vez, había sido inspirada en el arreglo interior de la catedral de Guadalajara. En todos los conjuntos religiosos del área de Guadalajara en que se utilizó el esquema de tres naves debe haberse impuesto la consideración de repetir, reinterpretando, una forma que se consideraba exitosa y trascendente.
El trazo y los primeros trabajos de erección del edificio fueron realizados algún tiempo antes que la portada si se siguieron los métodos tradicionales, de modo que bien puede suponerse que se trata de una construcción iniciada en época muy temprana del siglo XVII con la disposición de algunos muros y los apoyos sobre los que descansarían las cubiertas de las tres naves.
Todos los muros son de adobe, excepción hecha del que aloja al cubo, a la portada y a la doble arcada a modo de portería que comunica con la casa cural: algunas sutiles diferencias entre el paño de la portada y los del cubo y de la portería sugieren que se pensó de aumentar la longitud del paramento conforme se advertía que podrían incrementarse la importancia y las dimensiones del conjunto. Una de las maneras de resolver la adecuada unión entre lienzos del mismo paño consistió en repetir la experiencia de incluir pequeños bajorelieves que representan animales y figuras labrados en piezas de piedra cantera que se incorporaron al paramento. Es conocida esa usanza en varios de los edificios de los pueblos del área de Cajititlán.
4.-DESCRIPCION ARQUITECTONICA
El acceso al atrio de la capilla se hace a través de una pequeña puerta que apenas divide el área pública del ámbito francamente religioso; el espacio atrial es un terreno de grandes dimensiones en el que, como ya se dijo, se desarrollan varias especies vegetales a las que se debe una notable continuidad entre el paisaje natural y las zonas que forman parte de la propiedad federal. Un sector no delimitado del atrio está todavía destinado a ser utilizado como cementerio, pues aunque cada vez son menos frecuentes las inhumaciones hoy permanecen varias sepulturas de diversas épocas.
El remate de las circulaciones que tienen lugar por el atrio es el gran muro que contiene a la portada de la iglesia; forman también parte de él un basamento para torre de campanario que no se construyó, por el norte, una serie de dependencias de la casa cural a las que se accede por medio de dos arcos a modo de portería. El cubo que soportaría a la torre es un paño liso de cantera del que destacan la ventana situada en su parte inferior y algunas de las piezas con relieves que fueron incorporadas entre los sillares. La ventana, aparte de su valor como recurso arquitectónico, tiene el atractivo de incluir una de las inscripciones con que se ofreció evidencia del avance de las obras; el campanario, por su parte, no es sino un elemento que recuerda a una espadaña de dos vanos en arcos de medio punto que quizá tuvo una función provisional pero que el tiempo consagró. El componente que se ha tomado como la portería de la casa cural tiene, en efecto, esa apariencia y está formado por un par de arcos de medio punto logrados también en cantera de los que destacan las respectivas claves: la del arco norte es quizá la más interesante en la medida en que es más grande y aloja a un ángel que aparece completo. Al extremo sur de la arcada se abre otra ventana rectangular, con marco de cantera que contrasta con el fondo de adobe que integra el sector menos alto del muro; esa ventana también tiene el atractivo adicional de incluir una inscripción.
La portada propiamente dicha es el elemento más importante del conjunto y seguramente su rasgo de mayor valor arquitectónico y patrimonial: es de dos cuerpos y de una riqueza poco común tanto en conjunto como en cada uno de sus detalles. El primer cuerpo aloja al arco de acceso, en medio punto, y se limita por un par de columnas salomónicas y la cornisa del entablamento; las columnas están ornamentadas desde las basas; luego, en las helicoides abundan los motivos vegetales; en los capiteles se advierte alguna reminiscencia de gusto por el orden corintio; el entablamento se resolvió a base de molduraciones y, en el friso aparecen dos ángeles, sobre los capiteles: uno lleva y toca un violín mientras el otro ejecuta en una guitarra; al centro, una cruz es el principio de dos secciones en las que se desarrollan más follajes. El conjunto del arco es, quizá, el sector en el que puede más fácilmente suponerse el argumento de la portada: las jambas se decoraron también con follajes y sobre la archivolta -cara exterior de las dovelas que se abocinan- se dispusieron cinco ángeles que ostentan, también, instrumentos musicales: dos llevan unas especies de trompetas uno un laúd y los otros libros que bien podrían ser las partituras; en las enjutas continúan los vegetales aunque vuelven a surgir angelitos además de una vaca y un buey,animales a los que se considera alusivos a la Natividad (5). El segundo cuerpo, que descansa sobre la gran cornisa del primero, se organiza en torno de la ventana: en efecto, ese vano definido por piezas lisas, se enmarcó con nuevos follajes que principian en un par de tazones situados a los lados y que terminan, arriba del eje de la ventana, en una cruz que así destaca: ese trabajo está logrado sobre el paño mismo del muro de manera de distinguirse de los apoyos también salomónicos que contienen a la composición lateralmente al tiempo de servir para recibir a la última cornisa, sobre la que se apoya una cruz igualmente de cantera.
La unión entre los paramentos más o menos lisos y los que forma la portada se resolvió con toda naturalidad: unos terminan y otro se inicia sin mayores complicaciones dejando sólo unos sutiles nexos en la aparición de animales y otras figuras aisladas que se encuentran en varios sectores del muro de cantera.
El interior del templo es también muy interesante, pues a pesar de algunas modificaciones, todavía se conserva la notable relación de espacios producto de la división del recinto en tres naves de la misma altura: esas áreas están señaladas por arcos de medio punto que corren paralelos al eje longitudinal del recinto y que se apoya sobre columnas a las que se dotó de capiteles que resultan peculiares interpretaciones del orden toscano. Todas las claves de los arcos van decoradas con diversos motivos: arcángeles, ángeles, otros personajes y falajes.
El edificio presenta una cubierta plana producto de una revitalización más o menos reciente; sólo el presbiterio, que es una ampliación del espacio interior, lleva una bóveda en forma de cañón de medio punto corrido. El arco triunfal, que divide a la zona de feligresía del área en la que se desarrollan los oficios, ostenta también clave decorada aunque otros motivos vegetales pueblan por completo su intradós. La clave representa a un arcángel que quizá soporte a una interpretación del patrón del templo; otra de las claves más llamativas es la del arco central del lado sur en la que se ofrece un ángel parecido al del arco triunfal y que lleva, probablemente, una corona o una tiara.
El presbiterio seguramente fue modificado pues el arreglo que hoy presenta fue concebido y resuelto siguiendo algunas normas formales de origen neoclásico; el altar, las imágenes, los cortinajes y la pequeña reja que hace las veces de comulgatorio son, todos, objetos de muy mediana calidad, lo mismo que las lámparas, los confesionarios, las estaciones del vía crucis y otros elementos litúrgicos y decorativos.
La capilla de San Lucas pertenece a la jurisdicción de la parroquia de San Miguel, del cercano poblado de Cuyutlán; las visitas del párroco son periódicas pero no frecuentes, de manera que la conservación y la limpieza cotidiana del inmueble dependen, en exclusiva, de los mayordomos y de otros fieles que asumen esas responsabilidades de modo voluntario. Es de notar que son evidentes los resultados de la limpieza y del arreglo de todos los días aún en áreas del templo que no están abiertas habitualmente, como las dependencias que integraron la casa cural o su patio, por ejemplo. Esa modesta pulcritud tal vez no impida la aparición o el avance de deterioros estructurales o de otro tipo, pero sí contribuye, con su diaria aportación, a mantener el aprecio de los habitantes de San Lucas por un conjunto que ha servido, entre otras cosas, para caracterizar su historia, y en buena medida hasta la arquitectura popular y religiosa de una vasta región que trasciende el ámbito del L ago de Cajititlán.
5.-NOTAS Y BIBLIOGRAFIA
(1) RUBIN, Ramón. Lago Cajititlán. Colección Jalisco en el Arte, p. 39. Jalisco, 1960.
(2) RUBIN, Ramón. Op. cit. p.51.
(3) ZALDIVAR, Sergio. Arquitectura, Barroco Popular (1). Colección Jalisco en el Arte. p.71. Jalisco, 1960.
(4) ZALDIVAR, Sergio. Op. cit. p.73.
(5) ZALDIVAR, Sergio. Op. cit. p.75.
(6) ZALDIVAR, Sergio. Op. cit., portada y p.70, 71 y 73, Enciclopedia de México,
tomos V y VII, segunda edición, México, 1977.
José Ignacio Dávila Garibi. Apuntes para la Historia de la Iglesia en Guadalajara. Tomo I. Editorial Cultura, T.G., S.A., México, 1957.
Iglesias y Edificios Antiguos de Guadalajara. Edición preparada por Ramón Mata Torres para el Ayuntamiento de Guadalajara y la Cámara Nacional de Comercio de Guadalajara. Jalisco, 1979.
Inmueble de pertenencia
Nombre del Inmueble
San Lucas