Imagen principal
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Nombre del Inmueble
Santo Domingo
Clave del estudio monográfico
MX-SC-DGSMPC-EM-000355
Estado, Municipio, Localidad
Estudio Monográfico
Clave del estudio monográfico
MX-SC-DGSMPC-EM-000355
Contenidos
1.-ANTECEDENTES
La Orden de los Hermanos Predicadores o Dominicos fue fundada por Domingo de Guzmán en 1216, a partir de los principios de Tomás de Aquino, quien expuso una nueva manera de pensar y explicar la teología. En América, la misión dominicana es herencia directa de la reforma de la Orden en el siglo XIV, que buscaba el retorno a la observancia primitiva, al manifestar que la evangelización y la actividad de los predicadores debería alternar con la vida en el claustro. Esta redefinición dejó huellas profundas en la historia de la Orden en Nueva España, a partir de las denuncias que los frailes hicieran en sus prédicas sobre la explotación de los indígenas sometidos a encomenderos. Fue así como surgieron continuos enfrentamientos entre dominicos y autoridades civiles y eclesiásticas, en la isla de La Española. Estos conflictos dieron lugar a las Leyes de Burgos, de 1512, base de una lucha institucional contra los abusos (1).
La Orden Dominica llegó a Oaxaca después que los franciscanos, quienes habían abandonado la zona sureste de la Mixteca por su aridez y por la falta de comunicaciones. Fue Fray Domingo de Betanzos quien promovió el entablecimiento dominico en la recién fundada Antequera, al enviar a Fray Gonzalo Lucero y Fray Bernardino de Tapia a la misión en 1528. Los dos dominicos pioneros fueron recibidos en San Juan de Dios, primera iglesia fundada en la ciudad, y se acogieron a la Cédula Real del año 1526, que dispuso la entrega de solares a las órdenes regulares.
En virtud de tal ordenanza, el 24 de julio de 1529 se donaron a la Orden Dominicana doce solares en el centro de la traza urbana, una manzana al oriente de la catedral, más extensiones que se ampliaron con otros dos terrenos cedidos por el Cabildo el 7 de noviembre de 1533. La primera fundación de los predicadores fue la de San Pablo. Lucero y Tapia comenzaron la construcción en 1531, ayudados por los indios del Marquesado. En 1535 los padres Mayorga y Albuquerque, con dos frailes más, pasaron a ocupar la construcción, que ya contaba con seis celdas, refectorio y parte de la iglesia. La casa de Oaxaca fue reconocida y erigida en priorato durante el Capítulo Provincial de México, que designó en esta primera ocasión a Fray Pedro del Rosario como su prior. El 4 de septiembre de 1547 se otorgó el rango de convento formal al priorato, con la facultad de tener noviciado, y a Fray Bernardo de Albuquerque se le nombró superior.
La escuela de San Pablo se convirtió así en centro de formación universitaria, donde se impartían, desde 1547, cursos de teología; desde 1555, enseñanza de artes; y, desde 1556, cátedras de gramática latina. La necesidad de ampliación de actividades movió a los dominicos a recabar solares para una casa de escala superior. En 1550 se les concedieron veinte solares y el acceso al agua en la parte norte de la ciudad, sobre el Cerro de San Felipe del Agua.
La lejanía y la falta de comunicación con la autoridad de México así como la necesidad de formar los predicadores en contacto con la geografía y la lengua indígenas, fundamentaron la solicitud de separación de la Provincia de Santiago de México. La respuesta de la Audiencia fue favorable: el 7 de noviembre de 1595 se concedió la erección de Oaxaca como Provincia independiente de San Pedro Mártir, y se nombró Padre Provincial a Fray Francisco Jiménez, hecho que impulsó la preeminencia del convento de Oaxaca. Se dedicó plenamente a la educación académica y fue el centro de todo un sistema de evangelización de la Mixteca y la Zapoteca, distribuido en 5 prioratos y 31 vicarías.
2.-EMPLAZAMIENTO
El conjunto conventual, delimitado actualmente por las calles de Macedonio Alcalá, Gurrión, Reforma y Berriozábal, ocupa una superficie de cuatro manzanas. Durante la época virreinal el convento mantuvo una posición marginal en Oaxaca. Recién en el siglo XIX el crecimiento de la ciudad comenzó
o a rebasarlo; en la actualidad, los paisajes urbanos más importantes se abren desde su esquina surponiente. Se relacionan con un notable vecino. El Carmen Alto y con algunos otros edificios religiosos ubicados en el centro de la ciudad: el exconvento de Santa Catarina, hoy convertido en hotel, y la Parroquia de La Sangre de Cristo, en la esquina de Macedonio Alcalá y Bravo.
Aparte de esos monumentos, el contexto urbano está formado por casas de un solo piso, construidas en torno a un patio interior. Sus fachadas ostentan balcones enrejados que alternan con paramentos aplanados, pintados con vivos colores. Sólo el templo y el exconvento, ocupado actualmente por el Museo Regional, y los anexos que desde el siglo pasado se convirtieron en dependencias militares, sobresalen de estas escalas domésticas y muestran la cantera desnuda de sus construcciones, como para subrayar que el antiguo abolengo permanece, no obstante la función actual de estos edificios.
3.-HISTORIA
La fábrica de la iglesia comenzó en 1570, a partir de la concesión de veinte solares al norte de la ciudad, por ordenanzas del Ayuntamiento en 1550. En la obra participaron alarifes españoles y mexicanos: Toribio de Alcaraz, Fray Hernando de Cavarcos y Justo Alcántara. A pesar de que el Ayuntamiento intentó revocar la donación por no haberse concluido la fábrica en el plazo establecido de veinte años, la obra se prolongó treinta años más. El convento de San Pablo quedó en ruinas a causa de los temblores de 1603, 1604 y 1608. La comunidad, albergada temporalmente en el convento de Cuilapan, se trasladó al nuevo edificio cuando estaba aún sin terminar.
En 1612 se colocó el primer retablo mayor, pintado por Andrés de la Concha, un año antes de que se concluyera el claustro. En 1659, siendo Provincial el Padre Burgoa, un maestro poblano se encargó de las obras de yesería, del dorado del cañón y del coro alto en el cuerpo principal de la iglesia. En 1660 quedaron en pie las torres que, sin embargo, tuvieron que ser reconstruidas dos años más tarde, pues un temblor las destruyó. La terminación de la obra requirió un siglo entero. La Capilla del Rosario fue construida entre 1724 y 1731.
El siglo de oro de Santo Domingo fue posiblemente el XVII, que trajo el florecimiento de los estudios académicos. La casa dominicana abrió un Estudio General y dedicó los conventos a talleres donde se enseñaban artes y oficios a los indígenas. Como resultado de este proceso educativo, el 22 de noviembre de 1623, por una Bula de Paulo V, se constituyó la Universidad Dominicana de Antequera, la que impartía cursos de artes y teología y que otorgó grados académicos y títulos universitarios.
Especial consideración merece la Huerta de Santo Domingo. Fue el primer jardín botánico del continente y centro de aclimatación de plantas europeas que luego se naturalizarían por toda Centroamérica, así como vivero de plantas tropicales que pasaron a España. Fray Juan de Piamonte fue un activo importador de especies europeas, entre las que se encontraban árboles frutales y variedades florales (2)
El 13 de agosto de 1676 se registró un temblor que arruinó casi por completo el convento de Santo Domingo, al grado de que fue necesaria su reconstrucción. Pese al esplendor desplegado por la fundación, la causa de la decadencia de la Orden y, con ella, de la Provincia Dominicana, radicó en la vieja polémica, a raíz de la influencia que los predicadores tenían entre los indígenas. El conflicto de jurisdicciones con las autoridades civiles se mantuvo en paz relativa durante el obispado de Juan López de Zárate (1538-1555). De 1617 a 1704, sobrevino el recrudecimiento de la controversia, debido a los intentos de secularización de las parroquias regidas por dominicos, por parte de los encomenderos, que pretendían sujetar a los indios a un dueño y obligar el retorno de los frailes a la vida claustral (3): Se llegó así a formular la ordenanza que sujetaba la Orden al Patronato Real, tras un proceso de seis años y la expulsión del templo. El cuatro de octubre de 1749 una Cédula Real mandaba sustituir con clérigos seculares a los párrocos dominicos, y por último se dio orden de entrega de los curatos en noviembre de 1753.
La congregación decayó considerablemente. El convento sufrió diversas ocupaciones militares y sirvió de fortaleza y hospital a lo largo del siglo XIX. En 1847 la Provincia estaba reducida a trece casas con treinta y cuatro religiosos. En 1859, la publicación de las Leyes de Reforma y de Exclaustración de órdenes religiosas suprimió el templo y la casa dominicana. Fue convertido en cuartel de 1862 a finales de siglo, período en el cual se produjeron daños incalculables en retablos, altares, sillerías y estructura; elementos que finalmente se perdieron por completo.
El templo permaneció clausurado de 1860 a 1901. Cuando fue entregado al obispo Gillow, se iniciaron las labores de restauración, erigiendo nuevos altares -de estilo neomorisco- y completando el árbol genealógico en el sotocoro, con la inclusión de Cristo Redentor y la Virgen junto a la familia terrenal del fundador de la Orden. La Capilla del Rosario se abrió al culto desde 1898.
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2. ULLOA. p. 133
3. ARROYO, passim.
A comienzos del siglo XX, tras haberse concedido la libertad de culto, la Orden de Predicadores hizo varios intentos por regresar al convento de Oaxaca, sin obtener el visto bueno del obispo Gillow. Finalmente la orden volvió a administrar la parroquia en 1938, y realizó obras de restauración entre 1956 y 1959: se repusieron los altares mayores del templo y de la capilla y se remodeló el atrio.
El 30 de marzo de 1933 el templo fue declarado Monumento Histórico. En 1964 se entregó una sección del exconvento a la Universidad Benito Juárez de Oaxaca para la instalación del Museo Regional del Estado. En 1972-73 la Secretaría del Patrimonio Nacional lo restauró, y llevó a cabo los trabajos de adaptación requeridos por el Museo Regional, que depende actualmente del INAH.
4.-DESCRIPCION ARQUITECTONICA
Las grandes dimensiones a las que ya se ha hecho referencia, la sobria elegancia de sus exteriores, la riqueza decorativa de sus interiores, y los rasgos medievales y renacentistas de sus claustros han contribuido a la justa fama de Santo Domingo, considerado no solamente el más importante edificio virreinal en la ciudad de Oaxaca, sino también uno de los mejores del país.
En buena parte estas características del templo son consecuencia de su planta, que consta de una nave con capillas laterales, semejante a la iglesia de Santo Domingo en la Ciudad de México. Parece que los dominicos prefirieron este esquema, cuyos antecedentes son, según Kubler, españoles, y se encuentran en Toledo, en la iglesia de San Juan de los Reyes, construida en el último cuarto del siglo XVI. El propio Kubler propone la definición de este tipo de disposiciones como criptocolaterales, y hace notar que su existencia servía a un culto abundante en ritos y ceremonias, a una complicada observancia, contra la cual se alzaba la conciencia europea del siglo XVI. (4) Así la arquitectura parecería confirmar la contradicción en el seno de la Orden de los Predicadores, entre las tendencias reformistas y conservadora que ya se han mencionado.
Lo que también debe tomarse en cuenta es qué las capillas criptocolaterales servían mejor a los requerimientos estructurales en una zona de alta incidencia sísmica, ya que los muros que las dividen debían construirse de todas maneras como contrafuertes, para recibir los empujes laterales de la bóveda de cañón corrido que cubre la nave. Como sobre esos muros se practicaron vanos con arcos de medio punto, que comunican a las capillas entre sí, el efecto espacial resultante se aproxima al de una iglesia de tres naves.
Las secuencias espaciales desde el ingreso hasta el ábside presentan una gran variedad, pues han sido marcadas con cambios en la estructura y la decoración. En efecto, los primeros dos entre-ejes los ocupa el coro alto, cubierto por una bóveda vaída que se eleva por encima del cañón corrido de la nave. En ella se representan 104 efigies de los mártires dominicos. Abajo, en cambio, en la enorme bóveda de once por once metros del sotocoro, el trabajo de yesería adquiere una escala mayor y un relieve más acusado que atrapa la atención del visitante en la penumbra del ingreso. El famoso árbol genealógico de la familia Guzmán brota del pecho del constructor de la Orden de Santo Domingo y forma una fronda de ramas, hojas y frutos humanos que parecen moverse al simple paso de la vista. Ocho cardenales en otros tantos vértices de la bóveda, y cuatro fundadores de la Orden en Oaxaca sobre los pilares que la sostienen, completan las alegorías del coro con que los dominicos del siglo XVII quisieron honrar a sus predecesores.
Una vez en la nave, el espacio asciende hasta la bóveda de cañón, que se eleva diecisiete metros sobre el piso. Su fina decoración combina medallones, cuadros y otros elementos y los liga con entrelazos dorados sobre fondo blanco. La perspectiva de este tramo termina en el arco fajón que subraya nuevamente la transición hacia el crucero. Este no está coronado por la clásica cúpula sobre tambor, sino por otra bóveda vaída similar a la que cubre el coro alto. La intrincada red de entrelazos apenas permite que sobresalgan las figuras de patriarcas, ángeles y santos representados en esta bóveda, así como los cuatro papas dominicos dispuestos en las pechinas.
Otro efecto más se encuentra en el ábside y los brazos cortos del crucero. En sus bóvedas de cañón, las yeserías toman la forma de severos artesonados al estilo renacentista, como si se quisiera evitar cualquier conflicto ornamental con los retablos barrocos, a los que enmarcan de modo inmejorable.
A la Capilla del Rosario se ingresa indistintamente desde el atrio o desde la nave mayor. Su cúpula gallonada descansa sobre un tambor octagonal y cubre la mayor parte de la planta. Cuatro arcos y otras tantas pechinas descargan su peso sobre los cuatro pilares compuestos que parecerían referirse al crucero de una planta en cruz latina. La verdad es que la exiguas medidas del ábside y los brazos no son sino recursos que crean la ilusión de la amplitud. Producen el mismo efecto óptico el corto cañón y el angosto coro del lado del ingreso. En todo caso, la riqueza del retablo central y de las yeserías que cubren casi totalmente la cúpula, el tambor, los tramos de cañón, los lunetos, los arcos y las pilastras, contribuyen a reforzar la sensación de un espacio mayor.
La severidad de la fachada del templo contrasta con el barroco exuberante de los interiores, e incluso con el resto de las fachadas religiosas en la ciudad. La portada, de líneas ascendentes, parece adelgazarse, flanqueada por dos cuerpos de torres que alcanzan los 35 metros de altura. Los campanarios recuerdan la composición de las torres de las catedrales de México y Puebla, si bien las cúpulas recubiertas de azulejo les dan un toque de colorido que atenúa un poco la severidad del conjunto.
La portada corresponde a la definición de Manuel Toussaint sobre barroco sobrio (5). Consta de tres cuerpos y un remate. En cada cuerpo, dos pares de columnas corintias con hornacinas en el intercolumnio flanquean a los vanos de la puerta y el vitral del coro, entre los que se intercala un relieve cuadrado que representa a Santo Domingo y a San Hipólito sosteniendo una iglesia, sobre la que desciende el Espíritu Santo. En el coronamiento de la portada, dos pináculos flanquean el espacio cerrado por un arco escarzano, que a su vez enmarca un frontón quebrado del que sobresale el escudo de la Orden, custodiada por las tres Virtudes Teologales.
Asociado arquitectónicamente al templo, el exconvento combina rasgos renacentistas y aun medievales con decoraciones barrocas en los sitios más inesperados. Esta peculiaridad salta a la vista desde la entrada, ya que la dos bóvedas nervadas que conducen a la portería muestran con claridad hasta qué punto seguía viva en el siglo XVI la tradición medieval de este tipo de construcciones. En el mismo sitio hay una portada renacentista, que anuncia de alguna manera las combinaciones que se encontrarán adentro: claustros cubiertos con bóvedas nervadas de arista, portadas platerescas, y una escalera monumental que no desmerecía en un palacio renacentista. Sólo la decoración barroca, que cubre nuevamente la bóveda con figuras de dominicos, restablece el aire monacal del edificio.
5.-OBRAS DE ARTE
Aparte de la ornamentación incorporada a la fábrica misma del edificio, como las yeserías y las portadas labradas, todo el conjunto -la iglesia, el exconvento de Santo Domingo y la capilla del Rosario- aloja en su interior una gran cantidad de pinturas y objetos artísticos.
Los muros, que se alzan por encima de los arcos de las capillas criptocolaterales, ostentan doce nichos rectangulares, seis en cada lado. De ellos asoman figuras policromadas que representan episodios de la vida de Cristo, figuras que ocupan el lugar original de doce ángeles; pinturas del siglo pasado desaparecidas. Arriba, en el cañón de la nave, hay otros treinta y seis cuadros de diversos tamaños. Representan escenas del Antiguo y del Nuevo Testamentos, y, según fray Esteban de Arroyo, fueron reparados por el pintor oaxaqueño Manuel de la Maza, luego que el templo se rescató de la situación en que había quedado desde la segunda mitad del siglo XIX.
También el área del presbiterio ha recuperado buena parte de su antiguo esplendor. El retablo principal, de factura reciente, es del maestro Ernesto Bourget, quien tomó como modelo el retablo de la iglesia de Yanhuitlán, del siglo XVII. En esta obra intervino el legendario pintor y arquitecto Andrés de la Concha; es de tres cuerpos, aparte del banco y del remate, y la retícula dorada de columnas salomónicas y entablamentos con cornisas deja dieciséis espacios. En éstos se disponen: un expositor con baldaquinos; nueve imágenes, de las cuales siete son antiguas; seis de éstas se atribuyen al mismo de la Concha.
El púlpito y el comulgatorio también son recientes, pero guardan relación fisonómica con el retablo. El primero es octagonal, y muestra nichos con figuras delicadamente labradas. La escalera y el tornavoz que lo completan son de buena factura.
A la derecha del presbiterio hay un antiguo crucifijo de madera estofada. Es digno de verse porque en él se aprecia todo el dramatismo que se imprimía a esta escena a principios del siglo XVII.
En la capilla del Rosario repusieron el retablo, en épocas recientes, los mismos artesanos que se hicieron cargo del altar mayor. Es de un solo cuerpo con banco y ostenta un remate superior que cubre el luneto del ábside. Cuatro columnas salomónicas con decoración de hojarasca, dos estípites y la franja del entablamento, enmarcan dignamente la hornacina central con remate en forma de concha. La figura de la Virgen se apoya en una peana; lleva corona y la cubre un dosel. En las entrecalles hay cuatro antiguas pinturas de buena calidad que representan ángeles. Los dos medallones y el cuadro con tres figuras en el remate son de época posterior.
En la misma capilla hay además 24 pinturas de diversos tamaños, con figuras de santos y santas. Las obras son recientes, menos las cuatro puestas en el muro frente al ingreso desde el atrio. Estas llaman la atención por su buena factura. Por otra parte, hay dos confesionarios de madera labrada, dignos de verse con atención.
En el exconvento hay algunas obras de arte estrechamente asociadas a su arquitectura. Destacan los restos de antiguos frescos, como las figuras de San Pedro y San Pablo, que custodian el ingreso a la portería, y los vestigios de algunos grupos alegóricos en las esquinas del claustro. Aun más notables son quizá las imágenes de ilustres dominicos, santos y santas de la Orden, pintadas en recuadros bajo las impostas del corredor del claustro en la planta baja.
Cabe señalar otro elemento más bien arquitectónico, la fuente de l patio principal del convento, que tiene la curiosa disposición de ocho columnas, que alguna vez sostuvieron vigas diagonales. Es probable que hayan soportado una cubierta de planta cuadrangular u octagonal.
En este conjunto, donde los dominicos subrayaron tanto su presencia, no faltan las típicas expresiones de la Orden de los Predicadores: los numerosos escudos de cantera labrada. Un par de ellos se encuentra en el cubo de la escalera del claustro, donde por cierto, existen todavía los barandales y el balcón de fierro forjado; pieza de gran calidad estética y artesanal.
6.-OBRAS REALIZADAS
En el decenio 1970-80 se incrementaron las acciones del Gobierno Federal para concluir las tareas de restauración iniciadas en el decenio de los cincuenta. En el templo se procedió a arreglar las cubiertas y también se restauró el interior, comenzando por la cúpula, cuya decoración estaba a punto de caerse, pues ostentaba desprendimientos hasta de 80 cm.
Posteriormente se procedió a restaurar la decoración del cañón corrido y la del árbol genealógico del sotocoro. La puerta principal, las de acceso lateral y de la capilla del Rosario fueron sustituidas. A esta última se le consolidaron e impermeabilizaron cúpulas y bóvedas, así como los estucos y la capa pictórica. También se consolidó la fachada poniente y se hizo la reposición de los aplanados faltantes en diversas áreas.
La torre norte fue reestructurada con zunchos interiores de concreto, y en el exconvento se procedió a acondicionar los espacios para el Museo Regional del INAH, ubicando las instalaciones eléctricas en la planta baja, en un ducto perimetral que rodea al claustro. Por último, el atrio se remodeló con cantera verde, dotándolo de áreas jardinadas.
ELABORO: ARQ. ALBERTO GONZALEZ POZO
FECHA: 1986.
Inmueble de pertenencia
Nombre del Inmueble
Santo Domingo de Guzmán