Nombre del Inmueble
Santo Toribio de Astorga
Clave del estudio monográfico
MX-SC-DGSMPC-EM-000081
Estado, Municipio, Localidad
Estudio Monográfico
Clave del estudio monográfico
MX-SC-DGSMPC-EM-000081
Contenidos
1.-ANTECEDENTES
Mucho habrá de investigarse aún acerca de los antiguos pobladores de la región texcocana, sus origenes y sobre todo su especial cultura que hizo florecer en esta zona un modo de vida fuertemente apegado a la naturaleza, de donde vino a resultar una manifiesta tendencia a las expresiones artísticas. En el pasado encontramos el arte humanista de Netzahualcóyotl, se continúa la tradición en la colonia con artes mayores y menores expresadas en la arquitectura y la artesania popular que, enriquecida, es de gran valor y difusión aún en nuestros días, como podemos corroborar en la vecina Chiconcuac.
El propio toponimio del lugar, Papalotla (náhuatl donde papalotl-mariposa y tla que expresa abundancia), es una muestra de la sensibilidad de sus antiguos pobladores, ya que no distingue una peculiaridad exclusiva del lugar pues no es probable que las mariposas abundaran allí mucho más que n otros puntos cercanos similares en su ambiente natural. Más bien el nombre indica la facultad de tomar en cuenta, entre muchos detalles, la presencia de las mariposas como expresión de belleza y alegría que serían plasmadas en artesania de la mejor calidad de la época prehispánica.
Esto queda de manifiesto en los Anales de Cuautitlán. Ahí, en las referencias a Papalotla se encuentra una corta relación de la famosa batalla de Aculhuacán, junto al río Papalotla que culminó en una difícil y brillante victoria del ejército de Netzahualcóyotl sobre las tropas del señor de Huexotla que pretendia rebelarse a su dominio. En cambio, dedican una larga y detallada relación al número y calidad de los objetos de manufactura popular que el reino de Texcoco recibía cada año como tributo de los habitantes de Papalotla.
Las condiciones políticas, sociales y económicas de Papalotla en los primeros años del siglo XVI se pueden resumir en su dependencia del reino de Texcoco, la existencia de una población númerosa, lo que podemos deducir por el volumen de sus tributos y presumiblemente bien organizada, pacifica y laboriosa. Si a ésto agregamos su cercanía al primer centro de evangelización franciscana en Texcoco, accesible incluso a pie, es seguro que haya atraído la inmediata atención de los primeros misioneros asentados allí y consecuentemente que su templo pueda considerarse dentro de las primeras fundaciones cristianas de la América continental.
2.-HISTORIA
La primacia de la región de Texcoco en las labores de evangelización de los frailes mendicantes en el siglo XVI es indiscutible. Asiento de llegada de los doce de Fray Martín de Valencia en 1524, ya era residencia del eminente educador Fray Pedro de Gante (a quien acompañaban otros dos franciscanos) y pasaría en aquel mismo año a convertirse en el centro de una de las primeras cuatro provincias en que se repartió el trabajo misional franciscano. Aún cuando en las siguientes décadas fueron auxiliados en la región de Texcoco por los dominicos y algo también por los agustinos, la presencia franciscana en muchos poblados cercanos marcó el desarrollo de estas comunidades más allá de los religioso, en aquel siglo crucial para la formación de esta nación.
Papalotla, por su cercania al convento de Texcoco y la laboriosidad de su población, fue siempre una de sus visitas principales. Tal vez el status de este templo dentro del sistema franciscano haya sido intermedio entre un convento menor y un templo de visita. Así lo indican los restos del claustro, procedente de aquellos principios del siglo XVI, de reducidas dimensiones pero todavía sencillo hasta la austeridad, como debieron ser en su mayoria las construcciones franciscanas de los primeros años, casi siempre modificadas y enriquecidas en los siglos posteriores, y a la vez capaz de albergar permanentemente a varios frailes. También apuntan en este sentido algunas anécdotas que permanecen en la población y hablan de la residencia en el lugar de los franciscanos. Como la de los olivos plateados que permanecen aún en el atrio y que, se dice, fueron plantados por el famoso Fray Francisco Reynoso. Esta situación intermedia del templo entre visita y convento puede explicarse por su funcionamiento como extensión del gran convento de Texcoco y por la importancia del poblado cuyo tianguis, hoy desplazado por la vecina Chiconcuac, conservó su importancia regional aún en el siglo XVIII. Existe constancia de un comerciante español que adquirió los derechos de control sobre este tianguis en la entonces enorme suma de novecientos pesos.
La dependencia que tuvo siempre Papalotla con respecto a Texcoco, continuó al sobrevenir la secularización. En 1690, Texcoco fue declarado parroquia con vicarias en Papalotla, Tulantongo, Purificación Y San Miguel Tlaixpan. A partir de este hecho, el templo de Papalotla vivió un notable renacimiento. La labor de las autoridades eclesiásticas en las recién instituidas parroquias movió y hasta cierto punto obligó a sus feligresías a un enriquecimiento extraordinario de sus templos y en primer lugar de sus valores arquitectónicos. El perfeccionamiento de estos valores en la región dió lugar al llamado estilo Texcocano, cuya difusión fue inmediata en el oriente del Estado de México. En Papalotla especificamente, este estilo produjo entre 1718-33 las famosas arcadas reales, importantes no solo por constituir una realización no superada en este tipo de accesos al atrio, sino por haberse convertido en un prototipo común en casi todos los templos de una muy extensa región.
De esta época proviene también el templo actual en su estructura general y la mayor parte de sus elementos ornamentales.
3.-EMPLAZAMIENTO
La ubicación del templo de Santo Toribio en la población de Papalotla tiene características sui generis dentro del común de los templos coloniales en el área rural que nos remiten forzozamente al desarrollo de su historia local.
El proceso normal que siguieron los frailes mendicantes en las poblaciones pequeñas consistía en la ocupación (previa destrucción) del adoratorio central y la ordenación de la traza urbana a partir de este núcleo en el que se incluía el templo o convento con su atrio y en ocasiones los espacios destinados al poder civil y la plaza central cuya orientación dependía así de la acostumbrada para el templo con el eje principal oriente-poniente.
Sin duda a la llegada de los frailes a Papalotla ésta era pequeña pero con una notable tradición urbana alimentada en principio por su pertenencia al imperio acolhúa, aliado de los poderosos mexicas pero sin duda culturalmente superior a ellos y por las características de su población, muy importante en la región por su comercio y artesanías. Estas condiciones obligaron a los primros misioneros a varias sus normas y respetar superficies y usos del suelo, tal vez algunos edificios.
El centro del poblado está constituido por la gran plaza central, hoy como área común jardinada, antiguamente sede del famoso tianguis, rodeada de edificios públicos y comercios. Tal vez esta haya sido el área que fue necesario respetar porque en su extremo noroeste y separada unos treinta metros de la plaza se encuentra uno de los accesos laterales al atrio correspondiendo al costado sur de éste y en el que los arcos de entrada son una imitación posterior e inconclusa de las portadas reales que se encuentran en los lados norte y poniente, abiertas a calles secundarias.
De este modo Papalotla tiene la plaza pública más amplia de la región, destinada antiguamente a un tianguis que ya no existe y las portadas de atrio más espectaculares del país que comunican con calles secundarias y no se ven desde el centro del pueblo.
4.-DESCRIPCION ARQUITECTONICA
El primer punto de atracción del conjunto religioso de Papalotla es in lugar a dudas el atrio y sus portadas que merecidamente se conocen como Las Arcadas Reales. Enmarcan las tres entradas al norte, poniente y sur. Las dos primeras tienen un mismo diseño y ornamentación, mientras que el última tiene unicamente el mismo diseño estructural realizado en tabique que se conserva aparente. Las dos arcadas principales constan de un triple arco, lobulado el del centro y de medio punto los laterales. Estos reciben un amplio friso bore el que s desplanta al centro un pequeño nicho flanqueado por dos columnas salomónicas disminuidas que remata un friso quebrado en tres partes, nicho y laterales, que soportan pilones modificados (muy deteriorados), a ambos lados soportes laterales en forma de león se repiten en los costados del nicho y en otros dos elementos en forma de anillo que en el extremo tienen pilones mayores. Esta relativa simplicidad del diseño está realizado con elementos arquitectónicos y decorativos de una gran fuerza expresiva, en los que destaca primordialmente la interpretación local de su tratamiento; partiendo del vigor del trazo en los relieves, cada elemento decorativo tiene una interpretación personal en la que tal vez podrían verse aún reminicencias prehispánicas. Las columnas de sección circular tienen ornamentado el tercio superior en grutescos modificados con gran originalidad. Lo mismo puede decirse de la profusa decoración del friso con follaje que se transforma en greca para sustituir a molduras y cornisas.
El tratamiento tan personal de este tipo de decoración tal vez haya seguido el que existe n la puerta de entrada al templo, quizá perteneciente a una modificación del conjunto realizada en el siglo XVII y por tanto anterior a la fachada actual (realizada con un concepto totalmente diferente al de su puerta, esta fachada, como las portadas del atrio, proviene del siglo XVIII). La puerta está enmarcada en un arco conopial cuya elegante y discreta curva contrasta muy favorablemente con la rigidez de inspiración neoclásica del resto de la fachada. El arco descansa en pilastras de sección rectangular y los tres elementos, arco, imposta y fuste, están decorados con follaje repetido a modo de greca, en este caso con un trazo en los relieves de mayor finura que el que se utilizó en las arcadas del atrio.
Completan la fachada dos cuerpos más, enmarcados en pilastras rectangulares y molduras horizontales muy sencillas. El centro del segundo cuerpo está ocupado unicamente por el óculo con marco de cantera que ilumina el coro y el del tercero tiene un nicho de remete aconchado escultura de cantera. El remate es con gablete semicircular al centro con cruz y laterales en curvas compuestas. La torre, de gran esbeltez, consta de dos cuerpos y uno de desplante. En los dos superiores se resalta la esbeltez del conjunto con columnas laterales que rompen las esquinas en las cuatro caras.
La nave única consta de sotocoro, tres entrejes, crucero y presbiterio. Está cubierta con bóveda de arista con los arcos laterales mucho más bajos que los formeros para dar a las intersecciones casi el aspecto de lunetos. El crucero tiene una cúpula sobre prechinas, modificada, sin tambor y con ventanas en los gallones.
Completa el conjunto una sacristia con su ubicación tradicional y comunicada al presbiterio por una puerta enmarcada en cantera con un rescatable estilo neoclásico que, sin embargo resulta desintegrada del conjunto. Continúa en el ex tremo sur con los restos del antiguo claustro, tal vez semi destruido en el siglo XVIII al modificar la estructura del templo, ya que los elaborados contrafuertes lanzan sus triples arcos botareles hasta lo que fue el patio del claustro que conserva arqueria y corredores en dos niveles en sus lados oriente y sur, mientras que al poniente solamente se conservan los del primer nivel aislados de la construcción existente en el espacio libre, hoy irregular y que antes contuvo al patio del claustro.
5.-OBRAS DE ARTE
Aún cuando ya han sido descritas, como parte que son de la obra arquitectónica de Papalotla, las Arcadas Reales y, en grado muy menor, la puerta entre el presbiterio y la sacristia, merecen una especial mención en este capítulo por la originalidad y calidad de su realización.
Ya en la obra artística integrada a la arquitectura pero desvinculada de la estructura, destaca el primer lugar el retablo que cierra el presbiterio. Adaptado completamente al muro en que se apoya y consta de dos cuerpos, el primero rectangular y el superior semicircular, ligeramente peraltado y el conjunto de ambos constituye un muy interesante y original ejemplo de las tendencias artísticas prevalentes a finales del siglo XVIII, cuando la creación de la Academia de San Carlos trajo de Europa reacciones en contra del barroco al preconizar la vuelta (una más) a las formas clásicas y que durante más de un siglo librarían batalla con el vigoroso estilo barroco mexicano que tendría que esperar a fechas muy cercanas a nosotros para ser justamente revalorado. El retablo en cuestión ejemplifica esta pugna de estilos; en su primer cuerpo, la disposición general y sus principales elementos muestran la introducción formal del neoclásico en sus cuatro pares de columnas que soportan una molduras quebradas y de gran vuelo, a la vez que separan dos paños laterales con nichos enmarcados por órdenes clásicos. No obstante, la sujeción a las nuevas tendencias no es completa; el banco está vacío y las columnas se apoyan en peanas completamente barrocas y se introducen algunos pequeños detalles decorativos del mismo estilo. E cambio, el cuerpo superior estalla en lo que el diseñador seguramente consideró un último grito del estilo más genuinamente mexicano. En este gran paño de remate se guarda un instante de consideración a ls formas tradicionales condos muy pequeños estipites que no soportan nada y se lanza a una composición ajena a todo academicismo, en la que el trabajo de talla en madera adopta una clara tendencia a las formas libres y rebuscadas, evita las rectas y abundan los medallones, guirnaldas, volutas, etc, en una composición de cierto aire Rococó.
En los colaterales, los estilo tradicionales están muy exactamente representados; en el pequeño brazo del crucero al norte del presbiterio el barroco dieciochesco se muestra en todo su esplendor con una composición ordenada por la verticalidad, dado lo reducido del espacio, en la que se ha perdido el altar, aún cuando se mantiene el sagrario en el pedestal del ciprés que soporta una gran vitrina con una escultura de la Virgen y completa el conjunto una serie de muy bien tratados estípites que enmarcan esculturas en diversas proporciones. El resto, aún cuando de muy correcta factura, son creaciones de tendencia neoclásica, irrelevantes y un tanto devinculados del resto del interior del templo.
Entre los colaterales que debieron ser removidos para dar lugar a los antes citados, se conserva en la sacristia un pequeño y valioso retablo, ejemplo de un barroco anterior, de trazo ortogonal y elegantes columnas salomónicas que contiene óleos de buena calidad y está muy bien conservado.
Ciertamente opacados por la riqueza de los óleos y esculturas que lucen los retablos, son dignos de mención algunos óleos aislados que ocupan los muros del interior del templo, como una Purísima y un San Miguel de buen tamaño (200 x 150 cm aprox.), un San Francisco y otra virgen
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San Toribio de Astorga