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Nombre del Inmueble
Señor del Encino
Clave del estudio monográfico
MX-SC-DGSMPC-EM-001934
Estado, Municipio, Localidad
Aguascalientes > Aguascalientes > Aguascalientes (010010001)
Estudio Monográfico
Clave del estudio monográfico
MX-SC-DGSMPC-EM-001934
Contenidos
1.-ANTECEDENTES
La historia de Aguascalientes se remonta a los primeros años de la conquista y colonización del territorio por los españoles. Bien conocido es el interés que los soldados europeos tenían por enriquecerse en esta empresa. Por este motivo, tomaron el centro de México para ir ampliando sus dominios en todas direcciones, en busca de metales preciosos. En el norte tuvieron fortuna, pues en 1546 encontraron ricas vetas en el Cerro de la Bufa. Aguascalientes, incluido en el territorio de la Nueva Galicia, fue gobernado primero por el conquistador Vázquez de Coronado, y sustituído posteriormente por Cristóbal de Oñate. Los subordinados de este último, Juan de Tolosa, Baltasar Treviño, y Diego de Ibarra, fundaron Zacatecas en 1548, ya descubiertas las minas de Albarrada, Veta Grande y San Bernabé. Otros soldados que incursionaron en esta época en la región fueron Ginés Vázquez del Mercado, Pedro Almendez Chirinos y Martín Pérez (1).
La resistencia que ofrecieron los indígenas a esa penetración fue tenaz. Los acaxes y zacatecos protagonizaron rebeliones durante los siglos XVI y XVII en la Nueva Galicia. La más importante de ellas estalló en 1541, en respuesta a la sanguinaria actuación de Nuño de Guzmán. El héroe del movimiento fue Diego el Zacateco o Tenamaxtle, hermano del señor de Nochistlán. El levantamiento abarcó las regiones de los actuales estados de Jalisco, Colima, Zacatecas y Aguascalientes.
Otros jefes indígenas que participaron fueron Xiutleque, Petacal, señor de Xalapa, y Tenquital, de Tlaltengo. Los sublevados tomaron fuerza en el peñol de Nochistlán, donde enfrentaron y derrotaron a las tropas del gobernador Cristóbal de Oñate, y a las del célebre Pedro de Alvarado, quien a consecuencia de una caída de caballo en la huída, muere en la ciudad de Guadalajara. Sin embargo, son derrotados por Oñate, gracias a su clara superioridad de armamento. La rebelión no cede por este hecho, teniendo que salir el propio virrey Antonio de Mendoza a la cabeza de un ejército a combatirla. Derrotados en Nochistlán y Juchipila, los indígenas son sitiados en el cerro de Mixtón. Una vez ahí: El Virrey decide el asalto precedido por la artillería; se cortan todas las retiradas, se ofrecen recompensas a los soldados que primero logren pasar las albarradas, y se procede al asalto que es repelido con una valentía sorprendente. Una vez alcanzada la cima, templo e ídolos en él guardados son destruidos. Al verse vencidos muchos indígenas se arrojan al precipicio para no ser prendidos. Más de seis mil murieron en la lucha y unos dos mil fueron hechos prisioneros (2). La represión fue brutal, muchos fueron mutilados, descuartizados y los sobrevivientes repartidos como esclavos.
Al poco tiempo, mediante merced real, los conquistadores Juan de Montoro, Gerónimo de la Cueva, Alonso de Alarcón, Alonso Dávalos Saavedra y el fraile franciscano Gabriel de Jesús, se convirtieron en propietarios de tierras ejidales. Con ello, el 22 de octubre de 1575 se funda legalmente la Villa de la Asunción de las Aguascalientes, que en adelante sería habitada por españoles.
Para contrarrestar la animadversión de los grupos indígenas de la zona, y al mismo tiempo contar con fuerza de trabajo para sus haciendas, los españoles impulsaron el asentamiento de otros grupos indígenas en los pueblos de San Marcos, San José de Gracia, Jesús María y San José de la Isla. Desde entonces, a pesar de que la bonanza minera sólo duró a través del siglo XVI y volvió a presentarse hasta fines del siglo XVIII, la población del estado creció y, particularmente la capital, tenía un aspecto próspero. En 1766, el Capitán de Ingenieros, Don Nicolás de Lafora hizo un viaje a los presidios internos de la frontera norte de la Nueva España. En el curso del mismo atraviesa la Villa y la describe de la siguiente manera:
La Villa de Aguascalientes, que incluye dos mil casas, sin contar con las chozas de los indios, que la circundan; está situada en un llano bien cultivado. Tiene esta población una perspectiva agradable, viéndose las casas por entre una multitud de árboles y siendo éstas bajas, como las de los pueblos anteriores y del mismo material, hacen mejor efecto seis templos que hay entre ella, tres pertenecientes a los conventos de la Merced, San Juan de Dios y San Diego, y los otros asistidos por clérigos, de cuya clase es el párroco que administra a mulatos, indios, mestizos y españoles. Hay también varias tiendas de mercancía que manejan algunos europeos, y todos están gobernados por un alcalde mayor (3).
A fines de la época virreinal, en 1779, la Villa contaba con 8445 habitantes; incluídos los curatos de Asientos, San José de Gracia y San José de la Isla, hacían un total de 25242 pobladores (4).
En los siglos XIX y XX esa tendencia al crecimiento se ha mantenido, aunque ha habido variaciones demográficas en algunos pueblos. Por ejemplo, Asientos y Tepezalá crecieron aceleradamente durante el porfiriato y después de la Revolución se despoblaron. Entre 1835 y 1857 el estado se convirtió en una entidad independiente, anteriormente había formado parte de Zacatecas. En el aspecto religioso en 1889 fue erigido en Diócesis, desprendiéndose del obispado de Guadalajara. Desde entonces ha tenido cuatro obispos.
2.-EMPLAZAMIENTO
El templo del Señor del Encino se encuentra en la ciudad de Aguascalientes, en el estado del mismo nombre, a la cual se puede llegar por carretera (520 kms.), por ferrocarril o avión. Si bien es cierto que la población es famosa por la feria de San Marcos y su templo, el del Señor del Encino no deja de ser uno de los más famosos de la ciudad. Este se encuentra localizado al sur del centro histórico, en el típico barrio de Triana.
Este templo está situado frente al Jardín de la Paz y a su costado derecho existe una agradable plazoleta por donde se tiene acceso al antiguo curato que ahora alberga el museo del famoso grabador José Guadalupe Posada.
El atrio, está ligeramente más elevado que la calle de Eliseo Trujillo. Cuenta el atrio con una reja que simbólicamente lo aisla del Jardín de La Paz y de la plazoleta. Esta reja se apoyaba en un pretil de cantera labrada que llevaba, coincidiendo con la entrada principal, una portada ejecutada también en cantera rosa de estilo ecléctico en el que se mezclaban influencias de estilos arquitectónicos diversos. Esta característica nos fija la fecha de construcción del atrio, aproximadamente a mediados del siglo XIX.
El entorno de este templo es muy hermoso y la diversificación del ambiente que lo rodea, pues muchas de las construcciones tradicionales, se enriquecen unos a otros, y tanto el jardín arbolado del frente como la plazoleta lateral hacen resaltar el templo y éste a su vez los espacios abiertos. La zona fue remodelada con acierto recientemente, y el buen aspecto del conjunto se debe mucho a esa intervención.
El edificio del antiguo curato, sobrio y bello, con su portada de cantera, se conserva al lado derecho del templo y da escala adecuada tanto a éste como a la pequeña plaza por donde se entra a la puerta lateral del templo, así como al curato mismo, convertido actualmente en el museo dedicado a José Guadalupe Posada, originario del estado de Aguascalientes. Este hermoso edificio se utiliza también como un centro de difusión cultural y los fines de semana se efectúan en él representaciones teatrales, musicales y de danza aprovechando el hermoso patio porticado, cuyas arquerías dan un fondo escenográfico a los espectáculos
3.-HISTORIA
En el viejo barrio de Triana, situado en las afueras de Aguascalientes, se veneraba tradicionalmente al Arcángel San Miguel, y la organizaban grandes festejos cada 29 de septiembre. Aparentemente su culto estaba tan arraigado, que el párroco Mateo José de Arteaga en 1761, reconoció la necesidad de construirle un templo. De esa manera se construye una modesta capilla, que fue dedicada el 4 de octubre de 1764, a San Miguel.
El sucesor de Arteaga, el párroco Vicente Antonio Flores Alatorre, tomó la iniciativa de construir un templo más amplio y hermoso. Los cimientos se comenzaron a poner el 12 de enero de 1773. A la obra contribuyeron los vecinos, de los cuales se destacó Marcelo de Araiza, quien dejó un legado para la capilla del Señor del Encino; posteriormente llegó el padre Miguel Martínez de los Ríos, tocándole a él concluir la obra que finalmente, fue dedicada al Señor del Encino los días 10 y 11 de marzo de 1796. Este mismo cura encomendó a los hermanos López, pintores mexicanos, la realización de un Viacrucis monumental -que actualmente adorna los muros-. Una vez dedicado el templo, los días 13 de noviembre se celebra y glorifica al Cristo del Encino. Sin embargo, el cronista de Aguascalientes, profesor Topete del Valle, ha mostrado que la supuesta aparición ocurrió en realidad el 13 de octubre de 1744, en la Hacienda de las Bocas de Ortega (5). Según la tradición, el hallazgo fue hecho por un natural, que al disponerse a cortar un leño, encontró en su interior la imagen de Cristo.
El 5 de noviembre de 1852, ante el obispo Diego Aranda y Carpinteiro, el vecino Doroteo Chávez presentó una solicitud para que el templo se erigiera en ayuda de parroquia, ofreciendo costear de su bolsa los gastos de aceite, vino y hostias. Al día siguiente dicha petición fue resuelta favorablemente. Dos años después, los vecinos del barrio y el gobernador del Departamento de Aguascalientes, elevaron una nueva solicitud para que se le ascendiera a parroquia, lo que fue autorizado por el obispo de Guadalajara el 19 de junio de 1854.
4.-DESCRIPCION ARQUITECTONICA
El templo que ahora contemplamos, no es original como mencionamos anteriormente y fue el producto de la última etapa del barroco mexicano del siglo XVIII.
Al frente del templo y el llamado Jardín de la Paz existe un atrio pavimentado con cantera. Este atrio incluye en su diseño la portada a base de elementos clásicos, con columnas muy alargadas, propias del gótico, junto con un cerramiento que recuerda aquellos usados en las construcciones árabes y rematando en macetones neoclásicos con pináculos ojivales en algunas zonas. Esta composición es característica de fines del siglo pasado.
La fachada principal es barroca y toda de cantera labrada, pero compuesta aún a base de zonas de mucha ornamentación, contrastando con otras lisas sin llegar a la exhuberancia de aquellas en que se ha dicho se tenía horror al vacío. La fachada presenta en ambos lados un haz de columnas y molduras verticales que sobresalen del paño general, dando la impresión de que la parte ornamentada se enrosca hacia el centro. La portada se levanta sobre una escalinata que hace resaltar más el aspecto de la composición, la cual tiene dos cuerpos, ambos a base de un par de columnas estípites; en el nivel bajo, a cada lado del gran portón con cerramiento semicircular y en el segundo cuerpo enmarcando la bella ventana del coro. Este cuerpo es de menor altura y proporción que el inferior, con lo que se provoca una sensación de mayor monumentalidad, pues el observador en su interior supone que ambos cuerpos son de igual dimensión y al ver el superior mucho más pequeño considera que es debido a que se encuentra a gran altura. Entre cada par de columnas hay ménsulas de cantera que sostienen esculturas de los evangelistas San Juan y San Lucas en el primer cuerpo, pero que ya no existen en el segundo. Estas esculturas son muy alargadas y rígidas denotando una factura poco hábil desde el punto de vista académico, pero que por otro lado presentan un encanto especial por la ingenuidad con que se esculpieron. Sobre el acceso un medallón con el relieve de la Dolorosa complementa la composición.
La fachada da idea de no estar totalmente terminada en su remate, pues hay bases sobre las cornisas que no sostienen cosa alguna, y el terminado del cuerpo con un semicírculo moldurado es un tanto pobre, pues generalmente sobre esa última cornisa iba algún otro u otros elementos más pequeños que normalmente tendían a concentrar la mirada al punto central. La misma cantera varía en colorido en esta zona lo que también nos hace pensar en que fue otra mano menos diestra la que la concluyó. A esta sensación se suma el que en la parte superior y al centro debe haber existido algún escudo nobiliario (de España seguramente) y tal vez algún otro elemento ya que el espacio que se arrasó es bastante alargado en sentido vertical.
La composición de la fachada se complementa con una hermosa y esbelta torre, (tal vez lo mejor logrado en todo el conjunto), en la cual se nota que fue proyectada desde un principio para ser una sola. Esta torre tiene, en el cuerpo en que se desplanta, ventanas rectangulares con pisos de estrellla en sus cuatro ángulos y amplios derrames hacia afuera y alrededor de toda ella. La torre al comenzar a aislarse del cuerpo de la nave presenta un basamento almohadillado en donde se colocó un reloj y sobre él se inician tres cuerpos semejantes, los cuales van decreciendo en su ancho y en su altura explotando el mismo principio de que hablamos, para lograr que esta torre de la impresión de ser más alta de lo que realmente es.
Cada cuerpo es casi cuadrado en su base, pero al terminar sus ángulos con una media columna estriada, la planta de la cornisa en las esquinas se construye a 45º dando una planta octagonal que aligera la silueta de la torre. Por sus cuatro lados lleva arcos de medio punto enmarcados por un par de columnas que sostienen un frontón curvo, roto. Frente a cada arco existe un hermoso barandal curvo de hierro forjado apoyado en ménsulas de cantera labrada en forma de un cuarto de esfera semejando una concha. Esta ménsula se aloja en el hueco que deja el frontón roto. La torre remata en un pequeño tambor con cupulín revestido también con azulejo de medio pañuelo y con una cruz de hierro forjado.
Para tener acceso al campanario de la torre se construyó un torreón adosado a ésta, ya que en la planta baja se encuentra el bautisterio, el cual se haya adornado por un lienzo del bautismo de Cristo ejecutado por Correa.
La portada lateral labrada también en cantera, destaca estupendamente sobre uno de los muros del templo, el cual (como todo lo que no es el frente), está construido con piedra irregular y nunca fue aplanado. Su interior es muy bello, pero con una clara tendencia a la decoración neoclásica, fruto de la influencia de la época de la Ilustración, pues esta parte del templo fue terminado al final y por lo tanto difiere de la exhuberancia barroca de las fachadas exteriores construidas a mediados del siglo.
El templo tiene además del coro, el crucero y el presbiterio; tres tramos cubiertos, al igual que los demás, con bóvedas de cañón que se interceptan perpendicularmente al mismo nivel formando las clásicas bóvedas de arista. Estas aristas, así como los florones que presentan éstas, están fileteados con oro al igual que los capiteles, pilastras y bases que las reciben. Estas pilastras presentan una peculiaridad consistente en que están ligeramente separadas de los muros; sin embargo, el capitel y el basamento sí están integrados a las paredes. Esta separación no se explica en una pilastra, pues al hacerse, queda parte de ella adosada al muro y la otra sumamente débil y solo unida arriba y abajo, peligrando su función de soporte del paso de las bóvedas que es transmitido por los arcos perpendiculares a la nave, además no se forma un todo con el macizo exterior del contrafuerte para ayudar a resistir los empujes de las mismas bóvedas.
En la parte alta de los muros longitudinales existen amplias ventanas de forma barroca, producto de la intersección de un óvalo vertical con un rectángulo que lo corta y deja fuera sus cuatro ángulos rectos. Estas ventanas contrastan con los sobrios rectángulos que se usaban en el siglo XVI y que permitían la entrada de poca luz, lo cual daba como resultado una penumbra propicia a la meditación de la austera sociedad de los primeros años del virreinato, sin embargo, en el siglo XVIII las costumbres cambian y la abundancia económica se refleja en templos suntuosos como éste, en donde la forma de los elementos que lo constituyen son fundamentales en el diseño del mismo; sin embargo el comienzo del establecimiento de academias por Carlos III, como la de San Carlos en Nueva España, empieza a mesurar la exhuberancia, y ya el interior de este templo presenta sobrios altares neoclásicos y no los acostumbrados churriguerescos que irían más de acuerdo con las fachadas del templo.
La imagen del patrono, el Cristo del Encino, está bajo un templete formado por una cupulilla semiesférica sostenida por pequeñas columnas corintias, en el altar mayor, y aunque se siguen dorando detalles de la ornamentación, es con mayor discreción y siempre sobre fondo blanco. Los muros del templo en su interior presentan como toda decoración enormes óleos sobre tela con escenas de la Pasión y en el crucero, sencillos altares también neoclásicos. El púlpito muy bien diseñado y elegante está ubicado en un ángulo del crucero, es de cantera labrada e igualmente con adornos dorados. Sobre él se realza la gran cúpula sostenida por un tambor octagonal con ventanas semejantes a las de los muros, esta cúpula es de gajos rematada con una airosa linternilla y su clásica cruz de hierro forjado. Por el exterior, el tambor presenta en cada quiebre del octágono, un par de columnas que hacen más ligero y bello el aspecto de éste. Además, tanto el tambor como los gajos han sido recubiertos con azulejos de Talavera, del tipo de medio pañuelo, en azul y blanco, lo que le da un hermoso toque poblano
5.-OBRAS DE ARTE
Este templo debe haber tenido una gran cantidad de obras de arte, pues cuando el pueblo tiene gran devoción por alguna imagen milagrosa, demuestra su generosidad patrocinando la ejecución de ornamentos, vasos sagrados y demás artículos que generalmetne se encargan a los mejores artistas del país. Tal es el caso de los grandes cuadros al óleo que con las escenas más conmovedoras del viacrucis cuelgan de los muros laterales del templo, ejecutados por Andrés López Cuellar y su hermano en 1796, los cuales ya tienen la influencia que el período de la ilustración marcó en el arte de Europa, repudiando todo aquello que fuera exhuberante y barroco, de tal manera que los temas de los cuadros están tratados con frialdad y mesura.
En cambio el hermoso cuadro de Juan Correa sobre el tema del bautismo de Cristo, que se encuentra a la entrada del templo, en el local de la izquierda destinado a bautisterio, aún conserva el sabor barroco predominante en la pintura mexicana de los siglos XVII y XVIII. También existen pinturas al óleo en lienzos representando a los cuatro evangelistas en las pechinas con marcos dorados también muy buenos y tal vez del mismo autor de los viacrucis.
También es digno de mención el púlpito de estilo neoclásico y labrado en cantera cuyo ornato de tipo vegetal, va dorado resaltando sobre la piedra aparente; el tornavoz, en madera, tiene por razones obvias del material usado, más ligereza en sus formas e inclusive lleva alrededor una curiosa y minúscula barandilla torneada.
En el sotocoro, para prevenir la entrada del viento se colocó una cancela de madera y vidrio en estilo neogótico que constituye una buena muestra de este tipo de elementos que por su eficacia proliferaron en los templos de la República.
La imagen del Cristo que se venera es de madera muy oscura y producto clásico de la imaginería novohispana de mediados del siglo XVIII con gran fuerza y realismo. La escultura de tamaño menor al natural aparece en el altar mayor llevando a sus lados esculturas más grandes de la Virgen María al costado izquierdo y de San Juan Evangelista al derecho, de hechura más reciente.
Alrededor de este Cristo existen dos leyendas; una que dice se le apareció a un nativo del lugar dentro del tronco de un árbol al estarlo cortando, en la hacienda de Bocas de Ortega y otra que lo hace provenir de un rayo que calcinó el altar y dejó como resultado la imagen mencionada ennegrecida pero intacta.
6.-BIBLIOGRAFIA Y NOTAS
1. CURRIA Lacroix, Jorge. La minería, señuelo de conquistas y fundaciones en el siglo XVI novohispano. En La minería en México. Estudios sobre su desarrollo histórico. UNAM, México, 1978. p.59.
2. OLIVIA de Coll, Josefina. La resistencia indígena ante la conquista. 3a. ed., siglo XXI México, 1980. p.139-142.
3. LAFORA, Nicolás de. Relación del viaje que hizo a los presidios internos situados en la frontera de la América Septentrional perteneciente al rey de España. Estudio y notas de Vito, ALESSIO Robles. Ed. Pedro ROBREDO, México, 1939. p.48 y 49.
4. Plan geográfico de los curatos que son contenidos en la Jurisdicción de Aguascalientes. Abril 10 de 1779. Copia fotográfica de microfilm, proporcionada por el Lic. Helio de Jesús Velasco, investigador del Centro de Investigaciones Regionales de Aguascalientes.
5. TOPETE del Valle, Alejandro. Aguascalientes. Guía para visitar la ciudad y el estado. Ed. del autor, Aguascalientes, 1973. p.160 y 161.
6. BERNAL Sánchez, Jesús. Apuntes históricos, geográficos y estadísticos del Estado de Aguascalientes. Imprenta Pedroza, Aguascalientes, 1928.
7. SEDUE, Mapoteca de. Archivo, expediente Nº 2116.
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