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Nombre del Inmueble
Virgen de Aranzazu
Clave del estudio monográfico
MX-SC-DGSMPC-EM-001109
Estado, Municipio, Localidad
Estudio Monográfico
Clave del estudio monográfico
MX-SC-DGSMPC-EM-001109
Contenidos
1.-ANTECEDENTES
El culto a la Virgen María en su advocación de Aránzazu procede de las apariciones de la imagen en el monte Atoma situado en las cercanías de la ciudad de Oñate, en las provincias vasgoncadas de España. Esas apariciones, que según la tradición ocurrieron hacia 1469 (1) condujeron a la construcción de un santuario y a la rápida propagación de su veneración por varias ciudades de la región entre las que se contaron Alava y Cuipúzcoa (2).
El Patronazgo de la Virgen de Aránzazu sobre los vascos se extendió a Nueva España probablemente durante el siglo XVII cuando llegaron algunos de ellos en busca de las oportunidades que ofrecía el virreinato. En 1687 (3) se estaba construyendo la primera capilla novohispana dedicada a la Virgen de Aránzazu, anexa al convento franciscano de la Ciudad de México; más tarde se erigieron otras en San Luis Potosí y en Sombrerete, entre otros sitios.
La primera capilla tapatía que se erigió para esta advocación de la Virgen estuvo como anexo de la Iglesia de Nuestra Señora del Pilar y fue construida a expensas de Esteban de Arrénburu. En 1742 (4) la capilla estaba en funciones aunque no se sabe hacia qué época se terminó. Alrededor de 1905 (5) todavía existía el pequeño edificio y no se tienen datos sobre su desaparición.
A principios del siglo XVIII la ciudad de Guadalajara ya contaba con una serie importante de edificios religiosos entre los que se contaba el convento de San Francisco: esa casa tuvo una de sus últimas etapas constructivas a lo largo de la primera mitad de esa centuria pues se considera que estuvo totalmente terminada hacia 1742 (6) al completarse varios de los trabajos adicionales a las dependencias del templo y a las del convento propiamente dicho. Para entonces, la gran superficie que era propiedad de los franciscanos estaba protegida o delimitada por una barda que cubría lo mismo al monasterio que al atrio, al cementerio y a la huerta. El sitio que ocupaba dentro de la ciudad era uno de los más relevantes pues por sus dimensiones no sólo remataba una de las circulaciones más importantes sino que constituía, prácticamente, uno de los límites de la población.
La sociedad tapatía formaba un grupo compacto y homogéneo hacia la mitad del siglo XVIII pues prácticamente todos los habitantes se abastecían de satisfactores gracias a las constantes remesas de algunos alimentos, ropa y otras cosas que llegaban a la ciudad desde diversos lugares transportadas por recuas de mulas que eran las únicas capaces de transitar por sitios en los que no habían sido construidos caminos lo suficientemente llanos para permitir el acceso de carretas. Casi todos los pobladores de Guadalajara padecían por igual la aguda escacez de agua que varias veces se menciona en documentos de principios de aquel siglo. Hacia 1750 finalmente fue posible la introducción del agua gracias a un ingenioso sistema de pozos que la llevaba desde los Colomos según el diseño del lego franciscano Pedro Antonio Buzeta (7) y que terminaba en varias fuentes públicas, una de las cuales, y quizá más importante, era la que estuvo situada en la misma plaza principal: se sabe que fue cuadrada con cuatro semicírculos en los ángulos y, que medía seis varas en su diámetro (8).
2.-EMPLAZAMIENTO
El actual entorno de la capilla de Aránzazu dista mucho de ser el que tuvo en la primera etapa de su vida: el pequeño templo que formó parte del vasto y complejo conjunto que fue San Francisco estuvo relacionado con otros volúmenes y resguardado detrás de una barda atrial hasta que en 1860 (9) comenzaron sus áreas exteriores a sufrir algunas transformaciones hasta quedar como se le observa hoy día.
Los estudios que se han realizado sobre San Francisco han intentado reconstruir, hipotéticamente, las masas de los varios edificios que integraron el convento: entre ellos destaca el de fray Luis del Refugio de Palacio (10) que propone, por medio de un apunte en perspectiva, hasta las dimensiones de los cuerpos y las relaciones que debieron darse entre ellos.
Al año siguiente de la exclaustración -1861- se principiaron las labores de demolición de las capillas que se habían erigido en torno del templo y el convento franciscanos y aunque la de Aránzazu se salvó, pronto se encontró no sólo desvinculada del resto de lo que había sido su contexto sino casi totalmente aislada pues también desapareció la barda y apenas unos años después se dividió el atrio para que pudiera servir de jardín público; se incorporó una estatua de Ramón Corona a la plaza que quedó dividiendo los templos de San Francisco y de Aránzazu y aunque al poco tiempo también se le mudó, toda el área exterior quedó en espera de que algunos años después se abriera la calle de San Francisco y se convirtiera en la Avenida 16 de septiembre.
La delimitación del área propia de la capilla fue posible en la medida en que se organizaron los sistemas viales y urbanos alrededor suyo la apertura de calles y la definición y utilización de los espacios públicos fueron, finalmente, las acciones que mayormente contribuyeron a configurar las plazas que hoy se ubican frente a cada uno de los templos.
La capilla de Aránzazu se encuentra aislada desde época reciente pues fue en el curso de los últimos años que se demolió un edificio que tenía adosado sobre su costado poniente.
La calidad y las dimensiones de la capilla sugieren que fue una de las más importantes que tuvo el conjunto franciscano: a eso seguramente se deben su alineamietno respecto del templo principal y su orientación, pues, como la iglesia, ve al norte. El área que contuvo a una parte del atrio y a otros espacios es hoy una plaza notable de la que participan numerosos ejemplos de arquitectura tapatía. El diseño del área abierta, además, tiene la virtud de alojar múltiples usos pues lo mismo es parte de varias circulaciones que jardín; sus divisiones espaciales, conseguidas gracias a las varias dimensiones que tiene el terreno pavimentado, a los arriates y a las jardineras y guarniciones que contienen a las plantas, la hacen parecer como varias plazas pues por un lado es posible disfrutar de descanso y sombra mientras en otros se organizan los abordajes de los sistemas públicos de transporte. Muchos de quienes transitan por la plaza o por los alrededores del volumen de la capilla sólo aprovechan las ventajas urbanas de su emplazamiento: aunque no siempre la observan disfrutan la presencia y amabilidad de uno de los templos más entrañables de Guadalajara.
3.-HISTORIA
La capilla se construyó en terrenos que formaban parte del conjunto monástico de San Francisco. Aránzazu no fue el primer recinto dedicado al culto que se anexó a la estructura original pues hubo otros en los que también se llegaron a organizar asociaciones y cofradías de las que ya poco se sabe. El inmueble se erigió gracias a las aportaciones de la familia Basáuri de origen vasco, y poseedora de una gran hacienda, la de la Concepción, situada en tierras que pertenecieron a la jurisdicción parroquial de Tlajomulco.
El edificio no es una creación popular o espontánea a la que se fueron sumando sucesivas etapas constructivas. Hubo un proyecto definido del que no se conoce al autor y las obras se siguieron con todo rigor pues hay datos suficientes para afirmar que su fábrica fue una de las más rápidas de Guadalajara: en efecto, se comenzó en 1749 (11) y se terminó en 1750 (12). A fray Pedro Iñigo Vallejo, que entonces era Ministro Provincial de la Orden de San Francisco, se atribuye la dirección de los trabajos.
La familia Basáuri, que pagó, pues, los costos de la construcción, hizo traer de Guatemala la imagen de la Virgen que fue colocada el mismo año de la conclusión de los trabajos. Aránzazu quedó como una capilla doméstica, circunstancia a la que se debe una parte importante de la composición de los retablos.
Es presumible que tanto el retablo mayor como los colaterales también hayan sido terminados junto con el edificio pues se sabe que los Basáuri contrataron a los mismos artistas para que hicieran otro altar en la capilla de su hacienda.
El Definitorio de la Provincia agradeció, en 1752 (13), tanto al Padre Vallejo como a la familia Basáuri sus respectivas participaciones en la erección de la capilla; desde entonces, los mismos generosos patrocinadores quedaron como patronos del templo y por lo menos hasta finales del siglo XIX, en que cesó su patronato, cedieron cuantiosas sumas para el mantenimiento del culto, el aseo y otros renglones vinculados con el novenario de la imagen titular.
Los temblores que se sucedieron en la ciudad durante 1875 (14) causaron algunos daños de consideración en el inmueble. Las reparaciones se hicieron posteriormente por encargo del guardián de San Francisco de Guadalajara, fray Rafael Hernández, y bajo la dirección de fray Luis del Refugio de Palacio, destacado miembro de la comunidad franciscana a quien se deben también los planes de reconstrucción de San Francisco así como numerosos estudios sobre la historia de varios templos de Guadalajara. El artesano que resanó, limpió y consolidó los retablos fue el tallista Simón Cázares.
La iglesia siempre fue y ha sido considerada franciscana por haber sido construida dentro del ámbito de un convento formal y además cabecera de provincia; su ubicación intra septa monasteri (15) es un rasgo de mayor valor que las calidades que se le atribuyeron siendo capilla doméstica o santuario. Su cuidado siempre dependió de los franciscanos de la Provincia de Santiago y Francisco de Jalisco, aunque por un breve período pasó a depender de la Mitra. Hoy, de nuevo, los religiosos son los encargados de atenderla.
4.-DESCRIPCION ARQUITECTONICA
Las características urbanas actuales de Guadalajara confieren a sitios como el que ocupa la capilla de Aránzazu valores y atractivos eminentes; la zona que colinda con el área que perteneció al convento franciscano tapatío es hoy uno de los sectores financieros más importantes del país, circunstancia que ha provocado la aparición de nuevos edificios y de nuevas relaciones arquitectónicas y espaciales en lo que fue un barrio tradicional de la ciudad. La avenida 16 de septiembre, que ahora divide a San Francisco de Aránzazu, conduce, como las otras calles que limitan las plazas, un tráfico intenso pero fluido. En medio, pues, de construcciones cada vez más grandes y de circulaciones habitualmente concurridas, es una fortuna conservar amplios espacios verdes que acompañan a la arquitectura monumental de Guadalajara.
El terreno en que se asienta la capilla es prácticamente una manzana convertida en plaza que, como ya se anotó, se integra por medio de diversos ámbitos que se han logrado en presencia de árboles o en función de las superficies pavimentadas. No existe un atrio propiamente dicho pero cierto tipo de agrupamientos de carácter religioso pueden tener lugar, con toda comodidad, en una zona central que coincide con la portada principal del templo. La observación y el análisis del conjunto, a cambio, son posibles desde cualquier ángulo pues las cuatro fachadas se encuentran liberadas.
El volumen fue compuesto de acuerdo a una interesante serie de normas pero utilizando la cantera con gabarros de Atemajac que tanto ha contribuido a individualizar la arquitectura de todos los géneros que se ha hecho en el centro de Jalisco. Las fachadas posterior y lateral poniente van cerradas, de manera que son ostensibles los sillares, en la primera, y los contrafuertes, en la segunda, como los elementos más destacados de sus composiciones.
La fachada principal de la capilla es una pieza del mayor interés tanto por presentar las características formales y estilísticas vigentes en la época de su construcción como por haber incorporado algunas soluciones de detalle más bien de origen regional. La composición de los elementos obedece a lineamientos barrocos del tipo más purista que es el que se practicó con frecuencia en Guadalajara; los trazos que recuerdan las influencias dóricas se expresan en la disposición de la portada, conjunto organizado en un eje vertical por el arco de medio punto de acceso, un nicho y la ventana del coro. Al vano de entrada lo flanquean dos pilastras y lo contiene un sencillo entablamento sobre cuyas cornisas aparece una hornacina en la que va una imagen en medio de dos motivos puramente decorativos; la ventana es cuadrada y aunque no presenta trabajos de labrado distintos de las molduraciones que le son propias, colabora a definir la línea sobre el que se apoya el diseño del paramento que, más arriba y sobre un pretil recto recibe a la espadaña que remata y caracteriza al conjunto. Este último componente, que es de dos cuerpos y de trazo mixtilíneo, aloja a tres campanas y recibe cuatro medallones ovales labrados en bajorelieve.
La fachada se completa por el oriente con el volumen que aloja a la escalera interior y que se construyó sobre una planta circular. La redondez de ese elemento juega un papel algo más importante en la fachada lateral oriente pues aunque también hace en ella las veces de remate, su presencia es mucho más franca. Esta fachada lateral lleva ventanas que coinciden con cada uno de los cuatro tramos del templo; en el segundo de ellos, de norte a sur, se encuentra la portada que ve hacia San Francisco y hacia la avenida. Su trazo obedeció a la más estricta sencillez y al modelo que se había ensayado en la principal pues sus rasgos son prácticamente los mismos con la excepción del tratamiento a la parte alta del entablamento y a la peana sobre la que se apoya la imagen de la hornacina. También una ventana forma parte de la portada.
El interior del templo es uno de los más valiosos de Guadalajara pues es el único en el que se conservan los retablos dorados de madera tallada que los patronos y otras gentes defendieron cuando se presentaron en la ciudad las modas neoclásicas que produjeron tantos cambios en los interiores de las iglesias.
El edificio es de planta rectangular y consta de cuatro tramos; la decoración se hizo siguiendo el gusto que imperaba en la iglesia grande. Las bóvedas y los arcos acusan, pues, por lo menos un poco del sentido ornamental que fue también propio de San Francisco.
El retablo mayor, que ocupa los remates físicos y visuales del recinto, es de muy buena calidad y aunque la imaginería no es la original presenta una distribución de imágenes muy peculiar: en ella manda la figura de la Virgen titular a la que flanquean cuatro arcángeles en el primer cuerpo, donde también aparecen San Joaquín y Santa Ana. En el segundo el lugar central lo ocupa San Francisco de Asís en medio de San José y Santa Isabel; en el tercero flanquean a la imagen de Cristo, San Juan Bautista y San Juan Evangelista (16). Preside todo el retablo una representación del Padre Eterno mientras en la predela, en los medallones y sobre las cornisas, de bulto, aparecen otros santos de la Orden.
El colateral que ocupa el tercer tramo del lado del evangelio es de gran sobriedad aunque como apoyos lleva estípites; está dedicado a La Pasión y sus motivos prinncipales son imágenes de La Dolorosa y de Cristo Crucificado a las que a compañan pinturas de santos que asistieron a Jesús en la Cruz -Juan y Magdalena- así como las santas mujeres. Los lienzos son de Julián Montes, un destacado pintor tapatío del siglo XVIII (17).
El otro colateral se encuentra también en el tercer tramo, pero del lado de la epístola. Esta dedicado a San José y destinado al depósito del Santísimo Sacramento. Se trata de una pieza de extraordinaria calidad en la que los estípites desempeñan importantes papeles de carácter estructural. El motivo principal es una imagen del Patriarca que se aloja en una caja. Los otros santos son San Ignacio, en la repisa superior; y San Francisco Javier y Santa Teresa sobre los costados del titular; las demás imágenes corresponden a doctores, místicos y fundadores y se ubican entre muy abundantes recursos decorativos y ornamentales que incluyen lo mismo roleos que ángeles y cornisamientos cuyos desplazamientos paralelos y perpendiculares al muro de fondo revelan la habilidad de los entalladores.
Entre lo más valioso del templo destaca un lienzo sobre la genealogía espiritual de San Francisco firmado por Arellano a fines del siglo XVII (18).
5.-NOTAS Y BIBLIOGRAFIA
(1) OROZCO, Luis Enrique. Iconografía Mariana de la Arquidiócesis de Guadalajara.
Tomo I, p.85 y 86. Jalisco, 1954.
(2) OROZCO; Luis Enrique. Op. cit. p.86.
(3) OROZCO, Luis Enrique. Op. cit. p.86.
(4) OROZCO, Luis Enrique. Op. cit. p.86.
El Padre Orozco se apoya en informaciones publicadas por Matías de la Mota Padilla en su obra Historia de la Conquista de la Nueva Galicia.
(5) PALACIO y Basave, Fray Luis del Refugio de. Recopilación de noticias y datos que se relacionan con la Milagrosa Imagen de Nuestra Señora de Zapopan y con su Colegio y Santuario. Tomo I. p.153. Jalisco, 1942.
(6) JIMENEZ, Jesús. Antiguo San Francisco, en: Primer curso de información sobre Guadalajara José López Portillo y Rojas, edición del Departamento de Bellas Artes de Jalisco. p.173. Jalisco, 1975.
(7) CORNEJO Franco, José. Guadalaxara Colonial. Edición del Consejo de Colaboración Municipal de Guadalajara 1968-1970. p.44. Jalisco, 1970.
(8) CORNEJO Franco, José. Op. cit. p.44.
El Maestro Cornejo Franco cita una Acción gratulatoria dirigida por el Canónigo Lucas de las Casas al Padre Buzeta con motivo de la terminación de las obras de introducción del agua.
(9) JIMENEZ, Jesús. Op. cit. p.174.
(10) Publicado en el Catálogo del patrimonio cultural de Jalisco, época colonial, tomo I, Arquitectura, Universidad Autónoma de Guadalajara. p.117. Jalisco, 1973.
(11) OROZCO, Luis Enrique. Op. cit. p.87.
(12) PALACIO y Basave, Fray Luis del Refugio de. Op. cit. p.151.
(13) OROZCO, Luis Enrique. Op. cit. p.87.
(14) OROZCO, Luis Enrique. Op. cit. p.87 y 88.
(15) PALACIO y Basave, Fray Luis del Refugio de. Op. cit. p.152 y 153.
(16) Dato proporcionado por el Sr. Lic. Héctor Antonio Martínez González, miembro de la Comisión Diocesana de Liturgia, Música y Arte Sacro del Arzobispado de Guadalajara.
(17) Dato proporcionado por el Sr. Lic. Héctor Antonio Martínez González...
(18) Dato proporcionado por el Sr. Lic. Héctor Antonio Martínez González...
Inmueble de pertenencia
Nombre del Inmueble
Virgen de Aranzazú