Además de las capillas de los barrios de los indios, existían otras dentro de la ciudad, pertenecientes a particulares, quienes se encargaban de mantener el culto. Una de estas era la capilla del Prendimiento, situada desde el siglo XVIII en el sur de la ciudad. Con el tiempo fue quedando en el abandono, porque sus propietarios, los herederos del sr. Toedosio Alvírez, a quien perteneció, no tenían ningún cuidado por mantenerla. En vista de ello, un antiguo vecino del barrio, Don Diego de Román, se propuso reedificar el interior de la capilla; pero como desgraciadamente murió, el edificio continuó deteriorándose y amenazando ruina. Pasado el tiempo, el arzobispo don Atenógenes Silva (1900-11) compró a los herederos del señor Alvírez la capilla y procedió a su reedificación. El interior se hermoseó y decoró; la humilde torecilla que tenía fué reemplazada por un gran campanario y el templo se abrió solamente al público. En esta reedificación se respetó el pequeño atrio que lo rodea.
El templo se encuentra en una esquina, remetiéndose algunos metros del nivel de la calle, formándose un pequeño atrio, rodeado de una sencilla reja.
La fachada principal mira al este y se compone de un nártex que sirve al mismo tiempo de cubo de la torre. En la pared inferior tiene una portada, constituída por un arco de medio punto enmarcado por un antepórtico sostenido por un par de columnas corintias y un techo a doble agua, el cual se presenta como frontón; sobre él una ventana circular y un friso compuesto por círculos polilobulados. De la cornisa mixtilínea arranca la torre, compuesta de un solo cuerpo, en cuyo centro se desarrolla un ajimez, bajo la cornisa denticulada se dibuja un friso, compuesto por una serie de arcos de medio punto, el conjunto remata con una especie de merlones y almenas que tienen carácter decorativo. El paramento rehundido que conforma propiamente la fachada de la nave, ha quedado en un plano secundario ya que la torre misma se ha constituído en la parte más importante del paramento. En la parte inferior, flanqueando la portada principal, se dibujan sobre el muro de sillares un par de puertas arqueadas de sabor románico y en la parte superior a la altura del rosetón central, un par de ajimeces se presentan bajo el friso de arquillos de medio punto, rematando el paramento con merlones y almenas.
De la primitiva capilla del siglo XVIII, sólo restos se ven en la fachada lateral que mira al sur, mientras que la principal fue alterada totalmente conforme al gusto del siglo XIX, creándose un estilo neo-romántico.
A través de la portada interna del nártex se ingresa a la nave de planta rectangular, en cuyos muros se adosan seis pilares del lado sur y ocho del lado norte. Originalmente, la nave llegaba hasta el capitel de las pilastras y en la remodelación se dio mayor altura, sobreponiendo a las antiguas pilastras otras más pequeñas que llegan hasta la actual cubierta de losa plana. El recinto recibe luz de tres ventanas que se abren en el muro sur y dos al norte. En el muro norte se encuentra un arco sobre pilastras, que da a una capilla, por donde se tiene acceso a la sacristía a través de una puerta de jambas y platabanda acanalada que remata con una volada tapa de dintel. La sacristía tiene forma rectangular y está cubierta de viguería. En el presbiterio se levanta el altar mayor, con ciprés en donde se encuentra una escultura de Cristo con las manos atadas, imágen titular del templo.
El mobiliario pro cede del presente siglo especialmente del Concilio Vaticano II: el altar, los candelabros, los confesionarios, las puertas, las bancas, el órgano y la barandilla del coro.
La fachada principal presenta una técnica de sillería bien trabajada, mientras que el muro es de mampostería, sin ninguna pretensión estética. Los muros al interior tienen aplanado con decoración de fines de siglo XIX, aunque con rastros de haberse restaurado últimamente. La viguería fue sustituída por losa de concreto. Lo único original que se conserva del siglo XVIII es la puerta que da a la sacristía, es de estilo barroco. El piso es de mosaico.
